Uru­guay en el fin de otra for­mu­la de la explo­ta­ción capi­ta­lis­ta por Car­los Santiago

“Nadie es tan pobre como aquel que ve su relación
con otro o su poder de lenguaje
redu­ci­dos a un tra­ba­jo asalariado”
André Gorz
Lo peor que le pue­de ocu­rrir a una socie­dad es per­der la dig­ni­dad humana
¿Dón­de están las empre­sas capi­ta­lis­tas hoy?, se pre­gun­tan algu­nos pen­sa­do­res en medio de la pro­fun­di­za­ción de la cri­sis, qui­zás en uno de los cole­ta­zos fina­les del sis­te­ma. Y mane­jan algu­nos ejem­plos sobre la natu­ra­le­za del capi­tal que impe­ró des­de la inau­gu­ra­ción de la eco­no­mía de mer­ca­do has­ta el comien­zo de la nue­va eta­pa en el sis­te­ma, en que los bie­nes físi­cos de las empre­sas fue­ron suplan­ta­dos por la fuer­za de la mar­ca, des­apa­re­cien­do – ya lo había obser­va­do André Gorz- la plus­va­lía como ele­men­to de acu­mu­la­ción, sus­ti­tui­da por la eco­no­mía eté­rea del jue­go infer­nal en las bol­sas.
Recor­de­mos que en la con­cep­ción mar­xis­ta la plus­va­lía es la par­te del valor gene­ra­do por el tra­ba­jo del obre­ro, por la uti­li­za­ción de su fuer­za labo­ral, que que­da en poder del capi­ta­lis­ta.
La fuer­za de tra­ba­jo es una par­ti­cu­lar mer­can­cía cuyo valor de cam­bio (sala­rio) es menor que el valor que apor­ta al pro­duc­to. La dife­ren­cia entre el sala­rio paga­do al obre­ro y la par­te del valor que éste apor­ta al pro­duc­to (valor) se lla­ma plusvalía. 
Para el mar­xis­mo, la fuer­za de tra­ba­jo es la úni­ca fuen­te de plus­va­lía, la úni­ca crea­do­ra de nue­vo valor. Las mate­rias pri­mas y maqui­na­rias uti­li­za­das sólo trans­fie­ren su valor al nue­vo pro­duc­to. No lo incrementan.
Sien­do así, duran­te la jor­na­da de tra­ba­jo el obre­ro debe crear valor para cubrir su sala­rio, y la plus­va­lía que corres­pon­de al capi­ta­lis­ta. El tiem­po que tar­da en crear su sala­rio es el tiem­po de tra­ba­jo necesa­rio, en tan­to que el que corres­pon­de a la plus­va­lía, es el tiem­po de tra­ba­jo excedente.
Sin embar­go los capi­ta­lis­tas de eli­te de hoy no son due­ños de plan­tas de pro­duc­ción, ni de máqui­nas, ni adquie­ren las mate­rias pri­mas. Mane­jan sola­men­te el bien, casi ete­rio de poseer el capi­tal que se repro­du­ce en los jue­gos de bol­sa y poseen como bien inva­lo­ra­ble e intan­gi­ble a la “mar­ca
A nivel prác­ti­co se mane­jan algu­nos ejem­plos, como el de la empre­sa Nike, que duran­te los últi­mos 20 años ven­dió su gri­fa estam­pa­da en pro­duc­tos ter­ce­ri­za­dos por múl­ti­ples maqui­las del ter­cer mundo. 
Esta empre­sa, una de las más impor­tan­tes de mate­ria de indu­men­ta­ria depor­ti­va, que mane­ja cifras side­ra­les pero, ¿exis­te real­men­te como empre­sa des­de la visión tra­di­cio­nal? Diría­mos que con las pers­pec­ti­vas del siglo pasa­do debe­mos plan­tear algu­nas dife­ren­cias: no posee una sola plan­ta indus­trial don­de pro­du­cir sus pro­duc­tos, tam­po­co nin­gu­na máqui­na, ni dis­tri­bu­ye sus pro­duc­tos ni los ven­de direc­ta­men­te. Sola­men­te con el mane­jo impor­tan­te de su fic­ción mar­ke­ti­ne­ra, ha crea­do una enor­me empre­sa que fac­tu­ra anual­men­te miles y miles de millo­nes de dóla­res, cuyas accio­nes se coti­zan en bol­sa. Una fic­ción de papel.
Todo un gran glo­bo empre­sa­rial que sir­ve, de algu­na mane­ra, para carac­te­ri­zar al capi­ta­lis­mo de fines del siglo XX y de comien­zos del actual. Un gran glo­bo sin valor real, meti­do en un mar­co de una com­pe­ten­cia feroz en don­de se bus­ca bajar los cos­tos recu­rrién­do­se casi siem­pre a ter­ce­ri­zar la pro­pie­dad de los bie­nes de pro­duc­ción y la mano de obra en paí­ses emer­gen­tes, inclu­so explo­tan­do el tra­ba­jo infan­til y escla­vo, como se ha seña­la­do con algu­na de las com­pe­ti­do­ras de Nike y otras lacras que vio­len­tan cla­ra­men­te la dig­ni­dad huma­na. Cre­cien­do la ten­den­cia tam­bién a la robo­ti­za­ción del tra­ba­jo, meca­nis­mo que rápi­da­men­te exclu­ye al hom­bre de las tareas productivas.
El gran jue­go de los millo­nes está en el entra­ma­do finan­cie­ro, en la valo­ri­za­ción de accio­nes “basu­ra”, que no están res­pal­da­das por otra cosa que por ese ete­rio bien que es el peso de una “mar­ca” que tie­ne valor por la recep­ti­vi­dad que ten­ga en la gente. 
Que­da enton­ces cla­ro que la natu­ra­le­za del capi­tal cam­bió y sigue cam­bian­do y con ella, pro­fun­da­men­te, la esen­cia del sis­te­ma capi­ta­lis­ta que – al comen­zar a modi­fi­car su estruc­tu­ra de sus­ten­to, qui­zás la exis­ten­cia de la plus­va­lía , que­dan­do esta como for­ma de acu­mu­la­ción late­ral – se intro­du­jo en el lar­go túnel de la espe­cu­la­ción bur­sá­til que apa­re­ce como méto­do de repro­duc­ción de capi­tal que va crean­do un glo­bo gigan­tes­co que, al per­der fuer­za en pri­me­ra ins­tan­cia y aho­ra al esta­llar, cuan­do apa­re­ció otra moda­li­dad de la fic­ción bur­sá­til, que fue­ron las hipo­te­cas “basu­ra”, se pro­du­ce un derrum­be gene­ra­li­za­do y el reaco­mo­da­mien­to de ele­men­tos que qui­zás deven­gan en nue­vas pau­tas de la inter­re­la­ción eco­nó­mi­co y social.
Otro per­fil del pro­ble­ma está dado por la moda­li­dad que han adop­ta­do algu­nas gran­des cor­po­ra­cio­nes, en que todos, inclui­dos los emplea­do­res, coin­ci­den en que den­tro del pro­ce­so de pro­duc­ción, uno de los fac­to­res impor­tan­te (o mone­da de cam­bio) es el “saber”. Has­ta tal pun­to que una biblio­gra­fía empre­sa­rial expli­ca que el capi­tal fijo deter­mi­nan­te para la pro­duc­ti­vi­dad empre­sa­rial es el capi­tal humano. 
Aquí otro pun­to dife­ren­te que está mos­tran­do la vola­ti­li­dad de las orga­ni­za­cio­nes capi­ta­lis­tas moder­nas. Por­que el saber evo­lu­cio­na tan rápi­do que se deva­lúa en un san­tia­mén. Ese capi­tal, el “saber”, no tie­ne pro­pie­dad pri­va­da posi­ble. Decir que el capi­tal fijo es prin­ci­pal­men­te el capi­tal humano, el capi­tal “saber”, sig­ni­fi­ca decir que los ver­da­de­ros due­ños de la rique­za de la empre­sa son los que tie­nen el “saber”, pero no el capi­tal mate­rial, tam­po­co se pue­de defi­nir como bie­nes en maquinaria.
Según la lógi­ca de la evo­lu­ción actual, en la revo­lu­ción de la infor­ma­ción, hay una des­ma­te­ria­li­za­ción cada vez más rápi­da del capi­tal. Tam­bién se da, for­zo­sa­men­te, por par­te de los due­ños del capi­tal mate­rial, los que has­ta aho­ra se deno­mi­na­ban capi­ta­lis­tas, un inten­to de cap­tar para ellos ese capi­tal “saber” que no es sus­cep­ti­ble de apro­pia­ción pri­va­da. Es el caso de una de estas empre­sas, Micro­soft, que ven­de cono­ci­mien­to y depen­de de algo que no pare­ce ser sus­cep­ti­ble de apro­pia­ción pri­va­da y que, por lo tan­to, no pro­du­ce plusvalía. 
Esta empre­sa, como los caza­do­res de ele­fan­tes que bus­ca­ban mar­fil, debe con­quis­tar su lugar en la sel­va mun­do de los nego­cios ven­dien­do tam­bién espe­jos y pape­les de colo­res (accio­nes) Y esa sel­va se lla­ma bol­sa de valo­res y ese índi­ce bur­sá­til es el Nasdaq.
Los regí­me­nes que qui­sie­ron glo­ba­li­zar el poder, como el socia­lis­mo mala­men­te lla­ma­do “real” y peor lla­ma­do “socia­lis­mo” y las demás expe­rien­cias des­pó­ti­cas, inten­ta­ron siem­pre apro­piar­se por la fuer­za del saber, les fue impo­si­ble, por­que la cien­cia no se pue­de desa­rro­llar a fór­ceps y los que están en ella apa­gan su “lumi­no­si­dad” en con­di­cio­nes inade­cua­das, cuan­do fal­ta la liber­tad para la crea­ción. Es una ley de la huma­ni­dad con­tra la que nun­ca se pudo luchar. Pero ese es otro tema.
Cuan­do vemos en lo que está hoy el mun­do y nos hun­di­mos en las vici­si­tu­des de la comar­ca, en este país que hace tan­to tiem­po ha des­cui­da­do temas esen­cia­les, como por ejem­plo la lucha a bra­zo par­ti­do por la dig­ni­dad huma­na (por­que la res­pon­sa­bi­li­dad del tema de las cár­ce­les no pue­de tras­la­dar­se a un olvi­do, a una caren­cia de recur­sos, a polí­ti­cas de gobier­nos ante­rio­res, o mil y un argu­men­tos más para zafar del sayo) , es que nos plan­tea­mos con total sin­ce­ri­dad: ¿esta­re­mos en con­di­cio­nes de salir ade­lan­te como con­glo­me­ra­do humano? 
Por­que la dig­ni­dad huma­na es un bien esen­cial sin el cual un amal­ga­ma­do humano no es posible.
Cla­ro, a noso­tros mis­mos nos com­pren­den las gene­ra­les de la ley y tam­bién, en oca­sio­nes, hemos caí­do en la excu­sa o cor­ti­na de humo de la rea­li­za­da lucha elec­to­ral, una espe­cie de sub­ter­fu­gio que tien­de a alie­nar a la gen­te, la que se des­ga­rra en temas cla­ra­men­te meno­res, que debie­ran resol­ver­se pocas sema­nas antes de las fechas cons­ti­tu­cio­nal­men­te indi­ca­das. Los esfuer­zos debe­rían dedi­car­se, todos, a supe­rar las caren­cias esen­cia­les como la mar­gi­na­li­dad, el replan­teo de la defen­sa de la dig­ni­dad huma­na en toda su pro­ble­má­ti­ca y, por supues­to, los temas de segu­ri­dad y el geno­ci­dio que pro­du­ce el trá­fi­co de dro­gas, par­ti­cu­lar­men­te la lla­ma­da “pas­ta base”
Un país en que la gen­te no pue­de salir de noche o dejar sus casas por mie­do a la vio­len­cia, a los robos, en que los titu­la­res dia­ria­men­te refle­jan el dra­ma de nue­vos ase­si­na­tos, no es un lugar ade­cua­do para que resol­va­mos los temas de fon­do, lle­gue­mos a con­clu­sio­nes sobre las nue­vas moda­li­da­des del tra­ba­jo en el mundo. 
Sin duda que la cri­sis de valo­res que afec­ta a nues­tro país tie­ne tam­bién rela­ción con las nue­vas con­di­cio­nes del capi­ta­lis­mo en cri­sis. Pero, ¿esta­mos en con­di­cio­nes de analizarlo? 
Sabe­mos que más de una empre­sa que hoy está en cri­sis, por caí­da de las expor­ta­cio­nes, comer­cia­li­za­ba toda su pro­duc­ción de ropa de mar­ca (por supues­to), a fir­mas ita­lia­nas, algu­nas qui­zás (¿por qué no?) inter­re­la­cio­na­das con la Camo­rra, tal como lo ana­li­za en su espec­ta­cu­lar libro “Gomo­rra”, el joven escri­tor ita­liano Rober­to Saviano. 
Se repro­du­ci­ría aquí tam­bién, como en otras par­tes del mun­do, un cole­ta­zo de las nue­vas for­mas del desa­rro­llo del nue­vo capi­ta­lis­mo que sin máqui­nas, sin capi­tal de giro, sin con­tra­tar per­so­nal, sim­ple­men­te rea­li­zan­do acuer­dos a tra­vés de ter­ce­ros con paí­ses que ofre­cen mano de obra bara­ta, crean meca­nis­mos de comer­cia­li­za­ción en que ellos tam­po­co inter­vie­nen direc­ta­men­te. El valor está en la mar­ca, está en la fide­li­dad qué todos noso­tros tene­mos por ella den­tro del atroz pro­ce­so del con­su­mis­mo… y está, por supues­to, en el jue­go fic­ti­cio que se con­cre­ta en las bol­sas… Don­de hoy jue­gan solo los grandes…
- Car­los San­tia­go es Perio­dis­ta, autor de la nove­la “Los Testaferros”

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