Recientemente el ayuntamiento de Badajoz decidió unánimemente y sin ninguna oposición real, llevar a cabo las obras que taparían uno de los últimos vestigios de la Guerra Civil a su paso por esta pequeña capital de provincia. Badajoz fue la última ciudad en la que el gobierno dictatorial impuesto dejó entrar a periodistas durante la toma de la ciudad. Gracias a ello han llegado a nuestros días fotos e historias de los periodistas que en aquellos días ojearon la ciudad y su destrucción.
Mario Neves, uno de esos periodistas, dejó buena cuenta de ello, detallando lo que sus ojos vieron en San Juan, la plaza de toros y lo que hoy nos trae al tema, el cementerio: «Se veía una nube de humo sobre el cementerio, desde aquí, desde este lado, y al día siguiente vine directamente a curiosear para saber exactamente que pasaba. Entonces tuve la visión mas dantesca de mi vida periodística. Había cuerpos de fusilados amontonados, apilados en uno de los extremos del cementerio, a los que habían regado con gasolina y a los que estaba prendiendo fuego para destruir los cuerpos. Recuerdo, como si fuese hoy aquel día que estuve aquí, de donde me marché amargado y afligido. Iba yo tan abatido que un cura, vestido de cura, aunque parezca increíble, me miró, se dio cuenta de que iba triste y afligido y me dijo «¿qué le pasa?» Yo entonces hice un gesto, y él, también con un gesto me dijo «lo merecían, lo merecían.» Y esta fue mi última visión de Badajoz, después de los primeros días de la toma de la ciudad.»
No creo que esto sea suficiente para mucha gente que dice que hay que cerrar las heridas, pero de todos es sabido que antes de cerrar una herida hay que desinfectarla, sino puede que la infección en lugar de curar, cada vez cale más profundo. Hay fotos en las que se ve el muro del cementerio con sus agujeros de balas y los hombres tendidos sin vida en el suelo, y ese muro llegó intacto hasta nuestros días… pero ahora ya no está. No lo había hecho Franco por que no le hizo falta, no quedaban rojos. Lo ha hecho Celdrán, que sigue odiando y despreciando a los «rojos» y aunque hoy ya no seamos tan «rojos» sabe que hemos vuelto para desinfectar las heridas. Hemos vuelto sin apenas fuerzas, a rastras, cogiendo cada migaja de historia que nos hemos encontrado, hasta formar la historia real de lo que aquí sucedió. Hoy estamos aquí, mañana también.
Estamos aquí para decir que la construcción del nuevo muro es una forma institucional de vandalismo, es una falta de respeto y una provocación. Dijeron que era para hacerlo más alto, para que las viviendas de nueva construcción junto al cementerio no vieran su interior, pero poco más alto es y cuando estén los nuevos vecinos, seguirán viendo las tumbas y panteones, lo que no podrán ver es esa parte de la historia que ahora se nos niega, no podrán ver los agujeros en los muros, agujeros que fueron balas, agujeros que fueron muertes. Probablemente murieran muchas personas sin ideología ninguna más que la de la vida, defender la vida, su vida y la de sus seres queridos, pero todos ellos eran antifascistas, porque no querían yugos a sus cuellos ni flechas en sus pechos.
Es necesaria una respuesta a estos actos «legales» que quedan impunes y esta es mi forma de hacerlo, escribirlo, decirlo, gritarlo y sin embargo, aunque sea una respuesta solitaria, sé que no estoy solo, que hay gente detrás que conoce la historia y quiere que se respete. Por todos aquellos que fueron acribillados en el 36 y por todos aquellos que hoy somos acribillados como locos, anacrónicos o vándalos, seguiremos viviendo para hacer lucha que es justicia. Como dice una de las pintadas que recientemente aparecieron en los nuevos muros: «Antifascistas siempre 1936 – 2010».