Rum­bo al desastre

Leo­nar­do Boff  


No me vie­nen otras pala­bras al asis­tir al melan­có­li­co des­en­la­ce de la COP-15so­bre el cam­bio cli­má­ti­co en Copenha­gue. La huma­ni­dad ha pene­tra­do en una zona de tinie­bla y de horror. Esta­mos yen­do hacia el desas­tre. Años de pre­pa­ra­ción, diez días de dis­cu­sión, la pre­sen­cia de los prin­ci­pa­les líde­res polí­ti­cos del mun­do… no fue­ron sufi­cien­tes para des­pe­jar la tinie­bla median­te un acuer­do con­sen­sua­do de reduc­ción de gases de efec­to inver­na­de­ro que impi­die­ra lle­gar a los dos gra­dos Cel­sius. Sobre­pa­sa­do ese nivel y rozan­do los tres gra­dos, el cli­ma ya no será con­tro­la­ble, y que­da­ría­mos entre­ga­dos a la lógi­ca del caos des­truc­ti­vo, ame­na­zan­do la bio­di­ver­si­dad y diez­man­do millo­nes y millo­nes de personas. 

El Pre­si­den­te Lula, en su inter­ven­ción en el día mis­mo de la clau­su­ra, el 18 de diciem­bre, fue el úni­co que vino a decir la ver­dad: «Nos ha fal­ta­do inte­li­gen­cia», por­que los pode­ro­sos pre­fi­rie­ron nego­ciar ven­ta­jas a sal­var la vida de la Tie­rra y los seres huma­nos. Oba­ma no apor­tó nada nue­vo. Fue impe­rial, al impo­ner minu­cio­sas con­di­cio­nes a los pobres. 

Dos lec­cio­nes se pue­den sacar del fra­ca­so de Copenha­gue: la pri­me­ra es la con­cien­cia colec­ti­va de que el calen­ta­mien­to es un hecho irre­ver­si­ble, del cual todos somos res­pon­sa­bles, pero prin­ci­pal­men­te los paí­ses ricos. Y que aho­ra somos tam­bién res­pon­sa­bles, cada uno en su medi­da, del con­trol del calen­ta­mien­to para que no sea catas­tró­fi­co para la natu­ra­le­za y para la huma­ni­dad. La con­cien­cia de la huma­ni­dad nun­ca más será la mis­ma des­pués de Copenha­gue. Si se dio esa con­cien­cia colec­ti­va, ¿por qué no se lle­gó a nin­gún con­sen­so sobre las medi­das de con­trol de los cam­bios climáticos? 

Aquí sur­ge la segun­da lec­ción, que impor­ta sacar de la COP-15 de Copenha­gue: el gran villano es el sis­te­ma del capi­tal con su cul­tu­ra con­su­mis­ta. Mien­tras man­ten­ga­mos el sis­te­ma capi­ta­lis­ta mun­dial­men­te arti­cu­la­do, será impo­si­ble un con­sen­so que pon­ga en el cen­tro la vida, la huma­ni­dad y la Tie­rra, y tomar medi­das para sal­var­las. Para el capi­ta­lis­mo la cen­tra­li­dad la tie­ne el lucro, la acu­mu­la­ción pri­va­da y el aumen­to de com­pe­ti­ti­vi­dad. Hace muco tiem­po que dis­tor­sio­nó la natu­ra­le­za de la eco­no­mía como la téc­ni­ca y el arte que era de pro­duc­ción de los bie­nes nece­sa­rios para la vida. La trans­for­mó en una bru­tal téc­ni­ca de crea­ción de rique­za por sí mis­ma, sin nin­gu­na otra con­si­de­ra­ción. Esa rique­za ni siquie­ra es para ser dis­fru­ta­da, sino para pro­du­cir más rique­za, en una lógi­ca obse­si­va y sin freno. 

Por eso es por lo que la eco­lo­gía y el capi­ta­lis­mo se nie­gan mutua­men­te. No hay acuer­do posi­ble. El dis­cur­so eco­ló­gi­co bus­ca el equi­li­bro de todos los fac­to­res, la siner­gia con la natu­ra­le­za y el espí­ri­tu de coope­ra­ción. El capi­ta­lis­mo rom­pe con el equi­li­brio al sobre­po­ner­se a la natu­ra­le­za, esta­ble­ce una com­pe­ti­ción feroz entre todos y pre­ten­de sacar de la Tie­rra todo lo posi­ble, has­ta que ésta no pue­da ya sos­te­ner­se. Si asu­me el dis­cur­so eco­ló­gi­co… es para hacer lucro con él. 

Ade­más, el capi­ta­lis­mo es incom­pa­ti­ble con la vida. La vida pide cui­da­do y coope­ra­ción. El capi­ta­lis­mo sacri­fi­ca vidas, crea tra­ba­ja­do­res que son ver­da­de­ros escla­vos “pro tém­po­re”, y adop­ta el tra­ba­jo infan­til en varios países. 

Los nego­cia­do­res y los líde­res polí­ti­cos en Copenha­gue fue­ron rehe­nes de este sis­te­ma, que tra­fi­ca, quie­re obte­ner lucros, no duda en poner en ries­go el futu­ro de la vida. Su ten­den­cia es auto-sui­ci­da. ¿Qué acuer­do podrá haber entre los lobos y los cor­de­ros, o sea, entre la natu­ra­le­za que cla­ma pidien­do res­pe­to y los que la devas­tan sin piedad? 

Por eso, quien entien­de la lógi­ca del capi­tal, no se sor­pren­de con el fra­ca­so de la COP-15 en Copenha­gue. El úni­co que levan­tó la voz, soli­ta­ria, como un «loco» en una socie­dad de «sabios», fue el Pre­si­den­te Evo Mora­les, de Boli­via. «O supe­ra­mos el capi­ta­lis­mo, o des­trui­rá la Madre Tierra».

Nos gus­te o no nos gus­te, ésta es la pura ver­dad. Copenha­gue qui­tó la más­ca­ra del capi­ta­lis­mo, inca­paz de con­se­guir con­sen­sos por­que poco le impor­ta la vida y la Tie­rra, sino las ven­ta­jas y los lucros materiales. 

- Leo­nar­do Boff 

(teó­lo­go, filó­so­fo, escri­tor, pro­fe­sor, eco­lo­gis­ta bra­si­le­ño y uno de los fun­da­do­res de la Teo­lo­gía de la Libe­ra­ción jun­to con Gus­ta­vo Gutié­rrez Merino)

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