Estas últimas semanas, en las que han ocurrido varios e importantes acontecimientos relacionados con los derechos humanos y el de libre determinación de los pueblos, han resultado especialmente reveladoras con respecto al tartufismo mediático en su más desnuda, cínica y nauseabunda expresión. La doble vara de medir a la hora de informar (o desinformar), de valorar, de actuar y de castigar, según de quién se trate; la obediencia a una consigna de omertà, de silencio cómplice ante torturas y otras graves violaciones de derechos ejercidas contra ciertos sectores; la hipócrita sensibilidad y la patente doble moral de periodistas, políticos y progresía en general ante ciertos atropellos y crímenes de lesa humanidad (siempre que sean causas lejanas y «a la moda») mientras hacen oídos sordos (o directamente demonizan) a los que diariamente suceden en su más inmediato alrededor; la imposición de mitos como completas verdades a priori para generar una ideología que no juzgue como criminales hechos del poder, que ciertamente lo son.
Intentaré ilustrar esto que digo con unos pocos ejemplos.
Para abrir boca, empecemos con la manipulación que del derecho a la autodeterminación se puede hacer a conveniencia. La ultranacionalista española Rosa Díez, por ejemplo, ha exigido con contundencia al Gobierno que no acepte la independencia de Kosovo, «porque sería una bomba», y ha colaborado con entusiasmo en esa reciente modificación de la llamada Ley de Solidaridad con las Víctimas del Terrorismo que, a través de ACAVITE (Asociación Canaria de Víctimas del Terrorismo), incluye a los españoles que fueron objeto de violencia en el Sáhara Occidental, con lo que se deslegitima la naturaleza política y lícita de la lucha del agredido pueblo saharaui y se la convierte en asunto interno de Marruecos. Pero como, al parecer, la líder de UPyD tiene gran facilidad para defender una tesis y la contraria, ahí la tenemos al frente de manifestaciones a favor del pueblo saharaui y haciendo declaraciones como que el Sáhara «es territorio de aplicación del derecho de autodeterminación, tal como está recogido en Naciones Unidas», que Marruecos tiene trato privilegiado a pesar de ser «un país que no respeta los derechos humanos» y que Aminatu Haidar «es nuestra amiga… nos recuerda la importancia de la resistencia». ¿Sorprendente, no?
Tomemos ahora el asunto de la presunción de inocencia, tan íntimamente relacionado con esos derechos democráticos de los que tanto presumen, pero que, aunque digan lo contrario, tan mal defienden y estos días les han hecho quedar en evidencia. El tremendo auge de las noticias sobre hechos truculentos o presentados como tales en los informativos (vasco-)españoles, en base a testimonios intrascendentes, y el consiguiente crecimiento del linchamiento como modo informativo han venido a apuntalar lo que, con gran utilidad y consenso, llevan años haciendo contra el independentismo vasco… Sólo que ese mismo inquisitorial esquema de negación del principio de inocencia que, con gran eco, han seguido utilizando estas semanas los medios para apoyar, una vez más, la operación de Rubalcaba contra la juventud vasca por ser «cantera de ETA», se les ha quedado un poquito al descubierto con esa mórbida «lapidación» del padrastro inocente de una niña de tres años cuya «mirada asesina» mostraba ABC y a quien, según propias palabras, la policía trató «peor que a un terrorista». Ante la metedura de pata, periodistas y demás aprendices de inquisidor han entonado el mea culpa ¡por no respetar la presunción de inocencia…! La verdad es que poco les ha durado el propósito de enmienda, y ahí tiene la derecha contra las cuerdas al presentador Wyoming, acusado de la presunta agresión sufrida por el periodista de Telemadrid Hermann Tertsch que, al parecer, «es acosado por sus ideas» lo cual, según ese paladín de la libertad de expresión que es Esperanza Aguirre, es absolutamente intolerable. Y aquí, en Euskal Herria, con dos periódicos cerrados, con un lehendakari llamado López que proclama la necesidad de combatir las ideas (las independentistas, claro) y declarados culpables siempre desde el minuto uno de cualquier detención. ¿Alguien ve alguna contradicción en todo ello?
Pasemos ahora al tema de las torturas, los secuestros y las cárceles de exterminio. En «El Mundo» consideran que «el hecho de que Marruecos presuma de democracia y de respeto a las libertades es un escándalo». Efectivamente, una se mete en internet y puede comprobar que la violación de los derechos humanos contra los saharauis y la disidencia en general es el pan nuestro de cada día y, además, va en aumento. El rey Mohamed VI, del que tan íntimos son Felipe González y el rey Juan Carlos, no parece hacerle ascos a los secuestros de activistas saharauis, a la demostrada práctica de la tortura y a la realización de procesos judiciales «que carecen del más mínimo estándar de ecuanimidad». Los casos denunciados por diferentes ONG, Amnesty International incluida, son tan numerosos como escalofriantes: se condena a personas en base a «confesiones» extraídas mediante tortura (tortura denunciada pero desestimada por el juez instructor y por el juez encargado del caso); se mantiene a prisioneros enfermos en régimen de aislamiento prolongado; desaparecen activistas, secuestrados presuntamente por miembros de las fuerzas de seguridad… los hay incluso raptados por agentes marroquíes «del interior mismol del Tribunal de Primera Instancia»; se persigue a los familiares de los presos… Hacen bien en indignarse los de «El Mundo» si han comprobado, como yo, en internet, la grave situación de los derechos humanos en Marruecos. Lo extraño es que, al tiempo y aprovechando, no hayan leído otra serie de numerosos y bien elaborados informes sobre tortura y derechos humanos en el Estado español, ni hayan informado convenientemente sobre hechos recientes como las acusaciones de malos tratos a inmigrantes en centros de internamiento, la «extraña» desaparición de Jon Anza, los varios secuestros de militantes abertzales por supuestos agentes o grupos parapoliciales, la detención frente a la Audiencia Nacional de personas que iban a declarar, las denuncias de torturas y maltratos realizadas ante el ararteko Lamarca por los familiares de los recientemente detenidos bajo acusación de pertenencia a Segi, a quienes el juez se negó a aplicar el protocolo contra la tortura… Es cosa sabida que Amnesty International exige que se ponga fin en el Estado español al régimen de incomunicación, porque favorece tan abominable práctica. Sólo que en «El Mundo» y demás medios tienen la lección bien aprendida: aquí los detenidos vascos denuncian sistemáticamente torturas porque han sido instruidos para ello. ¿Acaso mienten las autoridades marroquíes cuando afirman que sus prisioneros saharauis utilizan la misma treta?
Otro asunto digno de mención es el de la preocupación que muchos medios y progres de salón muestran por la vida de Aminetu Haidar («la vida es el valor supremo», nos aleccionan desde las páginas de Pedro J.), y lo alambicado de sus acalorados debates sobre si es jurídicamente lícito o no someter a la activista saharaui a la alimentación forzosa que solicita el Gobierno español. Deben de andar mal de memoria porque hace tres años a Iñaki de Juana le alimentaron, contra su voluntad, con una sonda nasogástrica y lo ataron a la cama con correas, por decisión judicial. Claro que, desde su doble vara de medir, no entra en la cabeza de nadie que un fallo relacionado con un «personaje despreciable» como de Juana pueda sentar jurisprudencia. Por cierto, ¿han leído los señores y señoras periodistas las declaraciones del cónsul de Marruecos en Canarias según las cuales «Haidar está fingiendo la huelga de hambre y come por la noche»? ¿No les suena haber realizado afirmaciones parecidas en otros casos de prisioneros vascos en huelga de hambre?
Para poner punto final a esta pequeña reflexión sobre doble moral e hipocresía (el último grado del vicio en una nación, según Balzac) en la democracia a la española, mencionemos algo que ningún medio se ha molestado en destacar: los Estados español, francés y yanqui llevan años apoyando en todas las instancias el proyecto marroquí de saltarse la decisión de la ONU de celebrar un referéndum de autodeterminación y de anexionarse definitivamente la antigua colonia española, concediéndole una pequeña autonomía. ¡Qué le vamos a hacer! El régimen de Marruecos muy, muy democrático no es que sea, pero es un «colega» económica y geoestratégicamente interesante. Y no sólo por el asunto de la inmigración y la pesca. Hay ya toda una serie de contubernios político-empresariales de inversión en el territorio y EEUU ha instalado ya en la frontera con el Sáhara Occidental su mayor base militar en África, lo que supone un total apoyo a los planes del absolutista rey marroquí y perjudica claramente al pueblo saharaui en lucha por su independencia.
Por cierto, ¿por qué critican algunos que le hayan otorgado a Obama el Nobel de la Paz con el argumento de que no se obtiene el galardón en base a promesas, es decir, a posibles actuaciones en el futuro? En Euskal Herria encarcelan «preventivamente», es decir, para impedir posibles delitos en el porvenir, y nadie se lleva las manos a la cabeza.