Uru­guay. Des­obe­dien­cia civil por Hoe­nir Sarthou

Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 17 de diciem­bre de 2021.

Se ter­mi­na otro año y no encuen­tro mejor for­ma de des­pe­dir­lo que com­par­tir con uste­des una lis­ta de nom­bres y una idea que me han ocu­pa­do la men­te en los últi­mos meses.

Henry David Tho­reau, Mohan­das Gandhi y Mar­tin Luther King son los nom­bres. Hay otros, pero esos son los principales.

¿Qué tie­nen en común?

Son hom­bres a los que les tocó vivir en situa­cio­nes socia­les que con­si­de­ra­ron de pro­fun­da injus­ti­cia y arbi­tra­rie­dad, en las que el poder polí­ti­co ava­la­ba dis­cri­mi­na­cio­nes vio­len­tas con­tra quie­nes cues­tio­na­ban lo impuesto.

Tho­reau, enemi­go de la escla­vi­tud y de la gue­rra de los EEUU con­tra Méxi­co. Gandhi, defen­sor pri­me­ro de las mino­rías asiá­ti­cas en Sudá­fri­ca y lue­go impul­sor de la inde­pen­den­cia de la India res­pec­to de la Coro­na bri­tá­ni­ca. King, pas­tor y líder en la lucha por la igual­dad de dere­chos y liber­ta­des civi­les de las mino­rías negras en los EEUU.

Los tres for­ja­ron y ejem­pli­fi­ca­ron un méto­do de lucha de incom­pa­ra­bles efec­tos polí­ti­cos y, sobre todo, mora­les: la des­obe­dien­cia civil, abso­lu­ta­men­te pací­fi­ca, cons­tan­te, crea­ti­va, inge­nio­sa, sutil, y a la lar­ga demoledora.

Aun­que par­tían de tra­di­cio­nes cul­tu­ra­les y reli­gio­sas muy dife­ren­tes, los tres con­tri­bu­ye­ron a gene­rar un méto­do de acción que hoy es patri­mo­nio de toda la humanidad.

La idea cla­ve es que el poder no resi­de tan­to en quien cree deten­tar la auto­ri­dad como en quie­nes acep­tan y legi­ti­man ese poder con su obe­dien­cia y su silencio.

Todo acto de des­obe­dien­cia a una orden ile­gí­ti­ma, si es pací­fi­co, cons­cien­te y públi­co, debi­li­ta al poder del que ema­na la orden. Más aun si quien no aca­ta la orden ile­gí­ti­ma está dis­pues­to a sufrir las con­se­cuen­cias de su desobediencia.

Sé que algu­nos pen­sa­rán en otras for­mas de actuar, apa­ren­te­men­te más enér­gi­cas, acti­vas y efi­ca­ces. No lo dis­cu­to. Lo que digo es que sólo quien lo ha expe­ri­men­ta­do cono­ce el enor­me poder de la resis­ten­cia pací­fi­ca que se expre­sa en la des­obe­dien­cia civil.

De hecho, no hay nada a que el poder que actúa con ile­gi­ti­mi­dad tema más que a la des­obe­dien­cia sere­na y cons­cien­te de sus pre­ten­di­dos súb­di­tos. Es mucho más peli­gro­sa para él que los gri­tos, las denun­cias y las mani­fes­ta­cio­nes. Por­que soca­va su base: la sumi­sión y el aca­ta­mien­to. Y ni siquie­ra jus­ti­fi­ca reac­cio­nes vio­len­tas. Se pue­de repri­mir a gen­te que des­obe­de­ce pací­fi­ca­men­te. Pero el cos­to polí­ti­co es enorme.

La des­obe­dien­cia civil no sólo apun­ta a des­le­gi­ti­mar órde­nes injus­tas, sino a ganar­se la volun­tad de quie­nes, sin par­ti­ci­par al ini­cio en la des­obe­dien­cia, ter­mi­nan per­ci­bien­do la razón pro­fun­da de quie­nes se resis­ten pací­fi­ca­men­te a obe­de­cer lo injusto.

Por razo­nes que no pue­do expli­car aho­ra, no ten­go tiem­po hoy de desa­rro­llar esta idea ni de pro­fun­di­zar en la tra­yec­to­ria de las figu­ras que he nombrado.

Esta es la últi­ma edi­ción de Voces has­ta febre­ro, de modo que me con­for­mo con que, este verano, resue­nen en sus cabe­zas esos nom­bres y el méto­do de acción que los une, del mis­mo modo que resue­nan en la mía.

Segui­re­mos pen­san­do jun­tos el año que vie­ne. Por un 2022 más libre y honesto.

Fuen­te: Sema­na­rio Voces. 

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