Para­guay. Silen­cio­so etno­ci­dio del pue­blo guaraní

Por Ber­nar­do Coro­nel*, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 17 de noviem­bre de 2021.

Los pue­blos de la nación gua­ra­ní están sufrien­do un len­to y sos­te­ni­do etno­ci­dio en Para­guay, como con­se­cuen­cia de la agre­si­va inva­sión de sus terri­to­rios por el agronegocio.

Des­de la intro­duc­ción del mode­lo agro­ex­por­ta­dor, des­de fines del siglo pasa­do, los indí­ge­nas y cam­pe­si­nos fue­ron per­dien­do cen­te­na­res de miles de hec­tá­reas de tie­rras, por la vía de des­alo­jos orde­na­dos por la jus­ti­cia. Las expul­sio­nes se hacen a tra­vés de esque­mas mon­ta­dos des­de el poder, fra­guan­do títu­los, en el que están com­pro­me­ti­dos polí­ti­cos, fis­ca­les y jueces.

Millo­nes de hec­tá­reas que anti­gua­men­te per­te­ne­cían a los indí­ge­nas hoy están en manos del capi­tal mul­ti­na­cio­nal. Duran­te la pan­de­mia, los des­alo­jos aumen­ta­ron drás­ti­ca­men­te y de la mane­ra vio­len­ta. La fis­ca­lía, al man­do de bata­llo­nes de poli­cías y mili­ta­res diri­gen los ope­ra­ti­vos. No son sim­ples des­alo­jos, los poli­cías se encar­gan de des­truir y que­mar tem­plos y luga­res sagra­dos, dejan­do solo ceni­zas. Comu­ni­da­des ente­ras van des­apa­re­cien­do para ser suplan­ta­das por soja­les. De los mile­na­rios pue­blos gua­ra­ní no que­dan ni siquie­ra ves­ti­gios, solo indí­ge­nas desahu­cia­dos que deam­bu­lan por los cen­tros urba­nos men­di­gan­do monedas.

La Cons­ti­tu­ción para­gua­ya es una de las más pro­gre­sis­tas de Lati­noa­mé­ri­ca. Reco­no­ce la exis­ten­cia de los pue­blos indí­ge­nas como for­ma­cio­nes ante­rio­res a la crea­ción del Esta­do para­gua­yo, pero, así como es la más avan­za­da es la que menos se cum­ple. Según el abo­ga­do Juan León, exper­to en tie­rras rura­les, exis­ten 800 órde­nes de des­alo­jo en el poder judi­cial, y en la medi­da que se acti­ven, sig­ni­fi­ca­rá mayo­res des­pla­za­mien­tos del pue­blo guaraní.

A pesar de que la pan­de­mia impac­tó con dure­za la eco­no­mía local, acre­cen­tan­do el des­em­pleo y la pobre­za, el agro­ne­go­cio se vio favo­re­ci­do por el aumen­to de la deman­da de ali­men­tos a nivel mun­dial. El agro­ne­go­cio está lle­gan­do a una gigan­tes­ca expor­ta­ción, y ubi­ca a este peque­ño país en el cuar­to mayor expor­ta­dor de soja del mun­do, podio dispu­tado con gigan­tes como Esta­dos Uni­dos, Bra­sil y Argen­ti­na. La ven­ta del grano lle­gó a 36% más que el año pasa­do, y según el Ins­ti­tu­to Nacio­nal de Esta­dís­ti­ca (INE), en el mis­mo perio­do la pobre­za, ampli­fi­ca­da por la pan­de­mia, cre­ció 3,4%. La reali­dad es per­ver­sa­men­te trá­gi­ca, mien­tras aumen­ta la comer­cia­li­za­ción de soja, aumen­tan los indí­ge­nas expul­sa­dos de sus tie­rras. Sube la ven­ta de soja y sube la pobre­za. La reali­dad es evi­den­te, la soja es abo­na­da con la mise­ria de los pobres.

*Fuen­te: Rebe­lión

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