Nación Mapu­che. Cau­sa “La Tro­chi­ta”: el rela­to mapu­che fren­te a la vio­len­cia del Esta­do Nacio­nal y el nega­cio­nis­mo que pro­fe­sa la juris­pru­den­cia argentina

Por Gus­ta­vo Figue­roa, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 13 de noviem­bre de 2021.

Duran­te la sép­ti­ma audien­cia de la cau­sa “La Tro­chi­ta” decla­ra­ron las seis per­so­nas impu­tadas. Entre ellos hom­bres y muje­res mapu­che y Ariel Gar­zi, ami­go y tes­ti­go de la des­apa­ri­ción de San­tia­go Mal­do­na­do. En cada rela­to que­dó de relie­ve y visi­ble el nivel de vio­len­cia que se desa­rro­lló duran­te el 10 de enero de 2017, den­tro de la Lof en Resis­ten­cia Cusha­men de la pro­vin­cia de Chu­but y que recién hoy, lue­go de casi cua­tro años, las per­so­nas com­pro­me­ti­das direc­ta­men­te pudie­ron rela­tar de for­ma pública. 

En pri­mer lugar decla­ra­ron los tres acu­sa­dos varo­nes: Ariel Gar­zi, Nico­lás Her­nán­dez Hua­la y Ricar­do Anti­hual. Todos ellos fue­ron, duran­te la maña­na del 10 de enero, gol­pea­dos, insul­ta­dos y humi­lla­dos de dife­ren­te mane­ra por par­te de la gen­dar­me­ría nacional.

“Usted capaz no me va a creer, pero en un momen­to, cuan­do está­ba­mos pre­cin­ta­dos y tira­dos en el piso, vino un gen­dar­me, me puso un pie en la espal­da y le pidió a otro gen­dar­me que le saca­rá una foto, como si noso­tros fué­ra­mos un tro­feo de guerra”.

Rela­tó Nico­lás Hua­la casi al final de su decla­ra­ción, diri­gién­do­se al juez Enri­que Guan­za­ro­li, quien ten­drá que deci­dir duran­te las pró­xi­mas sema­nas, lue­go de los ale­ga­tos fina­les de las par­tes, el sobre­sei­mien­to de los impu­tados. “¿Vio los bas­to­nes que usa la poli­cía? Bueno, con la par­te más chi­ca me pega­ban al cos­ta­do del estó­ma­go”. A Nico­lás lo per­si­guie­ron por el cam­po dos gen­dar­mes mon­ta­dos a caba­llo, lue­go lle­gó un gru­po de gen­dar­mes de a pie que lo gol­peó en la espal­da, la cabe­za y el ros­tro. “Otro gen­dar­me que tenía pues­to unos guan­tes de motos me pegó varios gol­pes en el ros­tro. Yo les decía, ‘¡Ya está! ¡Ya me tie­nen! Pero igual me seguían pegan­do”. Inclu­so uno de los gen­dar­mes que esta­ba a caba­llo lo pateó con los bor­ce­gos mili­ta­res en la cabe­za. ¡Le pro­pi­nó una pata­da direc­ta en la frente! 

“Cuan­do vi que ya esta­ban cer­ca, me tiré al piso y me pro­te­gí la cabe­za con los dos bra­zos. Ahí sen­tí que algo me pega­ba fuer­te en los bra­zos. Cuan­do miré hacia arri­ba tenía la pan­za de un caba­llo enci­ma. El gen­dar­me esta­ba inten­tan­do que el caba­llo me pisa­ra. Pero los caba­llos no son de hacer daño”.

Para­dó­ji­ca­men­te, en esta ins­tan­cia judi­cial, Hua­la al igual que Gar­zi y Anti­hual, están sien­do acu­sa­dos de daño, por lesio­nar, según el rela­to de gen­dar­me­ría, a uno de los caba­llos de la mon­ta­da, los mis­mos que la gen­dar­me­ría pre­ten­día que pisa­ra, con el obje­ti­vo de dañar, a Nicó­las Huala.

“Yo sal­ta­ba los mon­tes por­que sabía que a los caba­llos les cues­ta cru­zar­los. Yo soy del cam­po y ando a caba­llo. Nun­ca agre­dí a nin­guno de ellos. No tuve tiem­po para nada. Ni siquie­ra pude reco­no­cer que can­ti­dad de gen­dar­mes había, cuan­do ya los tenía encima”.

En este sen­ti­do Ricar­do Anti­hual men­cio­nó tam­bién que den­tro del pue­blo mapu­che se res­pe­ta­ba mucho a los caba­llos, por­que inclu­so el Pue­blo Nación Mapu­che los había adop­ta­do en sus cere­mo­nias, con lo cual el caba­llo, como otras for­mas de vida que exis­ten en el terri­to­rio, man­tie­nen, den­tro de la cos­mo­vi­sión mapu­che, carac­te­rís­ti­cas espi­ri­tua­les. “Si algo le pasó al caba­llo fue por cul­pa del jinete”.

Por otro lado, Anti­hual reco­no­ció que él sufría de epi­lep­sia y que no se tuvo en cuen­ta está con­di­ción cuan­do Nicó­las Hua­la se lo advir­tió a los gen­dar­mes, una vez que ambos se encon­tra­ban espo­sa­dos den­tro de uno de los fur­go­nes de la gendarmería.

“Cuan­do lo traían al peñi, antes de subir­lo al fur­gón un gen­dar­me le pegó un sopa­po en la cabe­za. Le pre­gun­té al peñi cómo se sen­tía, si esta­ba bien. Lo vi tem­blan­do, como muy ner­vio­so. Ahí él me dijo que sufría de epi­lep­sia. Les hable a los gen­dar­mes. Les pedí que fue­ran a bus­car a un médi­co, por­que había una per­so­na que sufría epi­lep­sia. El mis­mo gen­dar­me que la había pega­do pre­gun­tó: ‘¿quién sufre con­vul­sio­nes?’ Le indi­que. Y él res­pon­dió, ‘¡que no se haga el loco aho­ra por­que le voy a sacar la locu­ra a los gol­pes!’. Cerró la puer­ta de la fur­go­ne­ta y se fue”.

Recién a la noche de ese mis­mo día los aten­die­ron. Nicó­las Hua­la tenía los dos ojos, la nariz y la boca hin­cha­da. Hua­la le soli­ci­tó al médi­co que lo aten­dió que le pasa­ra las fotos para rea­li­zar una denun­cia por la vio­len­cia que había efec­tua­do la gen­dar­me­ría con­tra él. Pero Hua­la advir­tió que nun­ca pasó nada con esa denun­cia. Como tam­po­co pasó nada con las denun­cias que se pro­du­je­ron por la vio­len­cia eje­cu­ta­da sobre los cua­tro meno­res que esta­ban ese 10 de enero en la lof. En este con­tex­to, Nicó­las Hua­la tam­bién con­tó que tuvo que pasar varias noches en una cár­cel de ais­la­mien­to. La pri­me­ra noche, al otro día, es decir el 11 de enero, su her­mano, Faus­to Hua­la, reci­bió un dis­pa­ro al igual que su pri­mo, Emi­lio Hua­la. Ambos corrían ries­go de vida. Nicó­las Hua­la tuvo que atra­ve­sar todas estas situa­cio­nes apre­mian­tes y dolo­ro­sas ence­rra­do, acu­sa­do de come­ter un deli­to que no come­tió. Y que gen­dar­me­ría no pue­do, en este pro­ce­so judi­cial, com­pro­bar que lo había hecho. 

“Siem­pre vamos a estar de este lado, del lado de los acu­sa­dos. Nun­ca se toman en cuen­ta todas las denun­cias que rea­li­za­mos. Siem­pre somos, antes de pro­du­cir­se las denun­cias, los cul­pa­bles”, argu­men­ta­ron, en la segun­da par­te, las muje­res mapu­che acu­sa­das. Me refie­ro a: Mir­ta Curruhuin­ca, Vane­sa Milla­ñan­co y Ailin­co Pilkiman.

“Noso­tros tenía­mos una coci­na a leña den­tro de la casa. Como nos había­mos que­da­do sin leña, pren­di­mos unos tron­cos que usa­mos como ban­cos para sen­tar­nos. Pero nun­ca pren­di­mos gomas de autos, ni le gri­ta­mos a los gen­dar­mes que nos íba­mos a pren­der fue­go. Pren­di­mos los ban­cos por­que nos tenían rodea­dos, no podía­mos salir afue­ra y nece­si­tá­ba­mos calen­tar a los pichi­ke­che (niños) que tenían mucho frío”.

Rela­tó Mir­ta Curruhin­ca, la úni­ca per­so­na acu­sa­da de pro­vo­car una lesión gra­ve a una gen­dar­me. “En los videos se pudo ver y com­pro­bar que las muje­res gen­dar­mes me saca­ban dos cabe­zas, que rápi­da­men­te me redu­je­ron y que me lle­va­ban con los bra­zos en la espal­da y a los empu­jo­nes cuan­do me caí arri­ba de la gendarme”. 

Fue­ron más de cien gen­dar­mes arma­dos con cha­le­cos, esco­pe­tas y escu­dos per­si­guien­do y repri­mien­do a seis per­so­nas; tres de ellas debían cus­to­diar, en ese con­tex­to, la inte­gri­dad de los meno­res de edad pre­sen­tes en la repre­sión y que la gen­dar­me­ría nun­ca con­si­de­ró, como suce­dió con una de las niñas a la que le tira­ron el pol­vo del mata­fue­go en la cara. 

“Yo sufro de rosá­cea. Una rosá­cea avan­za­da. Cuan­do me tira­ron el pol­vo del mata­fue­go me pro­du­jo una reac­ción alér­gi­ca. Me ardía mucho la piel y los ojos. No podía ver nada. Inclu­so aho­ra estoy per­dien­do la vis­ta por el pol­vo que me tira­ron direc­to a los ojos. Es como si me hubie­ran que­ma­do el ros­tro y los ojos”.

Mir­ta Curruhin­ca rela­ta que el pol­vo del mata­fue­go se lo arro­ja­ron a cor­ta dis­tan­cia y que lo tira­ron den­tro de la ruka (casa) don­de se esta­ban res­guar­dan­do con las otras lanm­gen (her­ma­nas) pu pichi­que­che. Y que lue­go de eso, mien­tras las gen­dar­mes la inten­ta­ban redu­cir, sien­do que ella no veía nada por el ardor en los ojos, se cayó enci­ma de la gendarme.

“’Lue­go digan que una ‘gor­da india’ se cayó enci­ma de la gen­dar­me. Pero digan la ver­dad’, les dije. Pero los gen­dar­mes se reían de toda la situa­ción. Me saca­ron de la casa como si fue­ra cual­quier cosa. Por el for­ce­jeo tenía la ropa levan­ta­da. Prác­ti­ca­men­te se veían mis par­tes ínti­mas. Nun­ca me deja­ron aco­mo­dar­me la ropa. Me deja­ron duran­te un rato lar­go espo­sa­da, tira­da en el piso. En un momen­to la lanm­gen Vane­sa les dijo que me sol­ta­ran las espo­sas por­que se me esta­ban ponien­do azu­les las manos y que yo esta­ba enfer­ma. ‘¡No la vemos enfer­ma a esta india!’, le res­pon­die­ron los gen­dar­mes. Nun­ca me saca­ron las espo­sas. Tuvie­ron que lle­gar los abo­ga­dos, mucho tiem­po des­pués, para que me las sacaran”.

“Des­pués de todo eso nos deja­ron libres. Ni siquie­ra nos toma­ron los datos. Si era ver­dad lo del supues­to de la ave­ri­gua­ción de ante­ce­den­tes como decían, nos hubie­ran toma­do los datos aun­que sea. Ya nos tenían en el piso, espo­sa­das y gol­pea­das. Pero recién cuan­do lle­ga­ron los abo­ga­dos nos saca­ron las espo­sas, los pre­cin­tos y se fue­ron para atrás de la casa comu­ni­ta­ria dón­de está­ba­mos, que es don­de pasa­ba la vía de “La Tro­chi­ta”. Se fue­ron como si no hubie­ra pasa­do nada”.

Advir­tió Ailin­co Pil­ki­man, una de las per­so­nas que esta­ba den­tro de la casa tam­bién y que vivía en la lof (comunidad)en el momen­to que se pro­du­jo la represión.

“Des­pués que nos sol­ta­ron, al rato pasó ‘La Tro­chi­ta’, cómo si nada. Pero antes de lle­gar a Esquel se detu­vo. Esta­ba todo tan en mal esta­do que el tren no lle­gó a des­tino. Ni siquie­ra lo habían pre­pa­ra­do para que ande. Enton­ces, una se pre­gun­ta, ¿todo este mal­tra­to para eso? Si uno no quie­re que no pase, sino que res­pe­ten la con­sul­ta pre­via, libre e infor­ma­da. Que se entien­da que no están pasan­do por el cam­po nomás, sino que están pasan­do por el medio de casas. Y que noso­tros, como mapu­che, tene­mos opi­nión también”.

En este sen­ti­do, varias de las per­so­nas impu­tadas hicie­ron refe­ren­cia al levan­ta­mien­to de la mesa de diá­lo­go que se man­te­nía con el gobierno pro­vin­cial de Chu­but pre­vio a la represión.

“Si esa mesa se hubie­ra man­te­ni­do nada de ésto hubie­ra pasa­do. Fue con los tra­ba­ja­do­res de ‘La Tro­chi­ta’ que nos pusi­mos de acuer­do para que el tren pasa­rá. Pero ocu­rrió lue­go de la repre­sión. De nues­tra par­te siem­pre exis­tió la deci­sión polí­ti­ca de hablar”, expli­có Nico­lás Hua­la, antes de con­cluir su tes­ti­mo­nio, hacien­do refe­ren­cia a la deci­sión arbi­tra­ria que tomó el ex gober­na­dor de Chu­but Mario Das Neves al levan­tar la mesa de negociación.

“Esta repre­sión es un hecho que está enmar­ca­do en un pro­ce­so his­tó­ri­co con­tra el Pue­blo Mapu­che. El Esta­do Nacio­nal, pro­vin­cial y la jus­ti­cia no quie­ren escu­char que somos un pue­blo pre­exis­ten­te. Y que esta­mos des­de antes de la crea­ción del Esta­do. Y usted cómo juez sabe que noso­tros tene­mos nues­tros pro­pios modos. Sin embar­go, nun­ca se nos escucha”.

Resu­mió Mir­ta Curruhuin­ca, que sabe que esta ins­tan­cia judi­cial es una más de las dife­ren­tes que se están pro­nun­cian­do en con­tra de las diver­sas comu­ni­da­des que han toma­do la deci­sión polí­ti­ca de recu­pe­rar terri­to­rios usur­pa­dos his­tó­ri­ca­men­te por los Esta­dos nacio­na­les, pro­vin­cia­les y los capi­ta­les extranjeros. 

El segui­mien­to, cober­tu­ra y visi­bi­li­za­ción de este pro­ce­so judi­cial ‑que nos es dife­ren­te a otros mon­ta­jes jurí­di­cos que ya se han pre­sen­ta­do en con­tra de comu­ni­da­des mapu­che– evi­den­ció, por lo menos, tres hechos inne­ga­bles, que no pue­den ser pasa­dos por alto. En pri­mer lugar, la voz de las per­so­nas impu­tadas, des­de el 2017 has­ta la actua­li­dad, fue la últi­ma en escu­char­se; no se la tuvo en cuen­ta en estos cua­tros años, cuan­do exi­gían man­te­ner la mesa de diá­lo­go, como tam­po­co se tuvo en cuen­ta las múl­ti­ples denun­cias que pro­nun­cia­ron en con­tra de la vio­len­cia que efec­tuó gen­dar­me­ría con­tra ellos. En segun­do lugar, que­dó evi­den­cia­do que el tra­to que reci­bie­ron fue exce­si­vo, des­hu­ma­ni­za­do y con con­no­ta­cio­nes étni­co – racis­tas. Es decir, que se los mal­tra­tó por el sólo hecho de ser quie­nes son: per­so­nas mapu­che. En el caso de Nicó­las Hua­la, ape­nas lo detu­vie­ron y lo esta­ban gol­pean­do en el sue­lo, le gri­ta­ron, “¡Indio de mier­da! ¡La con­cha de tu her­ma­na! ¿Te gus­ta andar jodien­do?” Mien­tras que cuan­do lo tras­la­da­ron has­ta el fur­gón que lo iba a lle­var final­men­te a Esquel, lo hicie­ron cami­nar des­cal­zo por el medio del mon­te a pro­pó­si­to cubier­to de espi­nas. “En medio del for­ce­jeo se me salie­ron las alpar­ga­tas. Me levan­ta­ron y me hicie­ron cami­nar por las espi­nas que tie­ne el cam­po. Recuer­do muy bien haber cami­na­do por enci­ma de la rosa mos­que­ta”. En ter­cer lugar, es impor­tan­te recal­car que nun­ca las par­tes acu­sa­das reci­ben un resar­ci­mien­to por todo el males­tar, pre­sión y daño físi­co, psi­co­ló­gi­co y eco­nó­mi­co que estos pro­ce­sos judi­cia­les pro­du­cen. Tam­po­co es lle­va­do ade­lan­te un pro­ce­so judi­cial e inves­ti­ga­ti­vo en con­tra de las par­tes acu­sa­do­ras, que como hemos vis­to en muchas cau­sas, inven­tan y mien­ten sobre las acu­sa­cio­nes que pro­nun­cian. Por últi­mo y en cuar­to lugar, que­dó cla­ro el abu­so, el exce­so y el nivel de men­ti­ras que pue­de lle­gar a cons­truir el Esta­do Nacio­nal para jus­ti­fi­car una repre­sión, y en el mejor de los casos des­alo­jar a comu­ni­da­des mapu­che que se posi­cio­nan en un terri­to­rio que es pre­ten­di­do para pro­yec­tos extrac­ti­vos, inmo­bi­lia­rios y turís­ti­cos, como lo son, los cam­pos que ocu­pa el empre­sa­rio Luciano Benet­ton y el sen­de­ro por don­de tran­si­ta “La Tro­chi­ta”. “Es una pena que tan­tas per­so­nas que per­te­ne­cen a la gen­dar­me­ría, que decla­ra­ron en esta cau­sa y que tie­nen la res­pon­sa­bi­li­dad de cui­dar­nos a todos y todas, hayan come­ti­do tan­tas fala­cias”, fue una de las refle­xio­nes fina­les que pro­nun­ció Vane­sa Milla­ñan­co. Una de las impu­tadas que ya lle­va sie­te sobre­sei­mien­tos y que aho­ra espe­ra otro nue­vo pro­ce­so judi­cial de igual carac­te­rís­ti­cas, des­ple­gán­do­se a tra­vés de ope­ra­cio­nes mediá­ti­cas y fal­sas acu­sa­cio­nes, un mon­ta­je jurí­di­co como el que aca­ba de vivenciar. 

Segu­ra­men­te de este pro­ce­so judi­cial tam­bién las seis per­so­nas impu­tadas sal­drán sobre­seí­das. Pero los mon­ta­jes segui­rán por­que lo que está en dispu­ta es la defen­sa del terri­to­rio, un terri­to­rio que es pre­ten­di­do y usur­pa­do his­tó­ri­ca­men­te por el Esta­do Nacio­nal, los Esta­dos pro­vin­cia­les y los capi­ta­les extranjeros. 

Mien­tras exis­ta un mapu­che con con­cien­cia his­tó­ri­ca y memo­ria ances­tral, las recu­pe­ra­cio­nes terri­to­ria­les no se deten­drán. Por lo tan­to, tam­po­co se deten­drá la vio­len­cia, las per­se­cu­cio­nes y los pro­ce­sos judi­cia­les infun­da­dos y nega­cio­nis­tas de la iden­ti­dad pre­exis­ten­te que poseen los terri­to­rios en “dispu­ta”.

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