Erra­di­car el virus letal del militarismo

Tras dos siglos de vigen­cia de la “mili”, y gra­cias a la cam­pa­ña de insu­mi­sión que nació hace 32 años ‑en febre­ro del 1989‑, los últi­mos reclu­tas aban­do­na­ron defi­ni­ti­va­men­te los cuar­te­les en diciem­bre 2001.

20 AÑOS SIN SERVICIO MILITAR… PERO EL VIRUS DEL MILITARISMO AÚN ESTÁ PRESENTE

Acti­vis­tas de la Koor­di­na­do­ra Anti­mi­li­ta­ris­ta Kakitzat con­me­mo­ran el fin de la “mili” y, con buzos desin­fec­ción, denun­cian ante el Gobierno Mili­tar de Bil­bao la actual pan­de­mia de mili­ta­ris­mo y virus de gas­to militar.

Cabe recor­dar que el 8 de noviem­bre del año 2000 el ejér­ci­to “sor­teó” por últi­ma vez la vida de miles de jóve­nes. En con­cre­to, fue­ron 80.000 reclu­tas los lla­ma­dos a incor­po­rar­se al ser­vi­cio mili­tar ese día.

Gra­cias a la estra­te­gia y cons­tan­cia del movi­mien­to anti­mi­li­ta­ris­ta, el ejér­ci­to se vio obli­ga­do a dar por fina­li­za­da la «mili» el 31 de diciem­bre del 2001, día que salió de los cuar­te­les el últi­mo reemplazo.

El fin de esa lacra fue posi­ble gra­cias a la lucha del movi­mien­to anti­mi­li­ta­ris­ta, el cual con­tó con un gran res­pal­do social. Uno de los prin­ci­pa­les pun­tos de infle­xión de esta lucha con­tra la «mili» lle­gó el 20 de febre­ro de 1989 con la pre­sen­ta­ción de los pri­me­ros insu­mi­sos, dan­do así ini­cio al movi­mien­to por la insumisión.

En total, 25.000 jóve­nes se decla­ra­ron insu­mi­sos. 12.000, en Hego Eus­kal Herria, de los cua­les 1.670 ter­mi­na­ron en la cárcel.

A pesar de lo que nos pue­da pare­cer hoy en día, la insu­mi­sión no fue un camino fácil, ya que el ejér­ci­to puso en mar­cha toda su maqui­na­ria repre­si­va (jui­cios, deten­cio­nes, encar­ce­la­mien­tos, mul­tas, inha­bi­li­ta­cio­nes…) has­ta el pun­to de que algu­nos insu­mi­sos como Unai Sala­nue­va o Kike Mur paga­ron con su vida la abo­li­ción del ser­vi­cio mili­tar obligatorio.

Aun­que el movi­mien­to anti­mi­li­ta­ris­ta logró la abo­li­ción de la cons­crip­ción, des­de sus ini­cios, esta diná­mi­ca de insu­mi­sión se mar­có como meta la con­se­cu­ción de una socie­dad des­mi­li­ta­ri­za­da, sin gue­rras y más jus­ta. Razón por la cual con­ti­núa denun­cian­do lo enfer­mi­zo del mili­ta­ris­mo, de la lacra del ejér­ci­to y del virus del gas­to mili­tar, demos­tran­do así que aún a día de hoy, este movi­mien­to sigue tenien­do con­tun­den­tes y nece­sa­rios moti­vos para mantenerse.

De hecho, pasa­dos 20 años, y con la des­obe­dien­cia civil como herra­mien­ta, per­sis­ti­mos rei­vin­di­can­do un mun­do sin gue­rras y denun­cian­do la acti­vi­dad del teji­do empre­sa­rial arma­men­tís­ti­co vas­co, com­pues­to por un cen­te­nar de com­pa­ñías armamentísticas.

Nos opo­ne­mos acti­va­men­te al incre­men­to de los gas­tos mili­ta­res vía pre­su­pues­tos, pues cons­ta­ta­mos que en la medi­da en que se des­vían fon­dos a la acti­vi­dad mili­tar, las situa­cio­nes de pobre­za, los desahu­cios, los recor­tes en los ser­vi­cios socia­les y la res­tric­ción de las liber­ta­des públi­cas se incre­men­tan y recru­de­cen en nues­tros pue­blos y barrios.

Por todo ello, con la pers­pec­ti­va his­tó­ri­ca que nos da este ani­ver­sa­rio del últi­mo sor­teo de quin­tos a la “mili”, que­re­mos hacer un lla­ma­mien­to a con­ti­nuar luchan­do con­tra el virus del militarismo.

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