Bra­sil. Bol­so­na­ro: entre el ais­la­mien­to y la ridiculez

Por Eric Nepo­mu­ceno. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 3 de noviem­bre de 2021.

Leo en todas par­tes, tam­bién en impor­tan­tes publi­ca­cio­nes del exte­rior, que el ultra­de­re­chis­ta pre­si­den­te Jair Bol­so­na­ro ha sido ais­la­do del esce­na­rio glo­bal, y que eso que­dó más que evi­den­te en su paso por Roma duran­te la reu­nión del lla­ma­do G20, que reúne a las prin­ci­pa­les eco­no­mías del mundo.

Bol­so­na­ro retor­nó a Bra­sil el pasa­do mar­tes, pero en reali­dad fue como si no hubie­se viajado.

A veces, la noti­cia sur­ge con una lige­ra dife­ren­cia: en lugar de decir “ais­la­do”, infor­ma que fue “igno­ra­do”.

Ya con rela­ción a Bra­sil, por fin se logra lo que Ernes­to Arau­jo, en sus tiem­pos de minis­tro de Abe­rra­cio­nes Exte­rio­res de Bol­so­na­ro, pre­co­ni­zó: trans­for­mar al país en paria internacional.

Pues no hay lugar a dudas: nos trans­for­ma­mos en parias. Si has­ta hace poco tiem­po éra­mos media­do­res impor­tan­tes, espe­cial­men­te en la polí­ti­ca regio­nal bien como en los puen­tes ten­di­dos hacia Áfri­ca, hoy somos una rotun­da y sobe­ra­na nada.

La polí­ti­ca exte­rior bra­si­le­ña, reco­no­ci­da y res­pe­ta­da inclu­si­ve en tiem­pos de la dic­ta­du­ra mili­tar (1964−1985), siem­pre tuvo como base y res­pal­do la alta capa­ci­ta­ción de los for­ma­dos por el Ita­ma­raty, como lla­ma­mos a nues­tro minis­te­rio de Rela­cio­nes Exteriores.

A par­tir del pri­mer man­da­to de Fer­nan­do Hen­ri­que Car­do­so (1995−1998) el país empe­zó a ganar peso y espa­cio en el esce­na­rio inter­na­cio­nal. Algo se avan­zó en su segun­da pre­si­den­cia (1999−2002).

Ya con Lula da Sil­va (2003−2010), la polí­ti­ca exter­na alzó vue­lo solar. Nun­ca el país se con­so­li­dó de tal mane­ra en todo el mundo.

Si con Dil­ma Rous­seff (2011−2016) per­dió impul­so, eso se debió bási­ca­men­te a que la pre­si­den­ta no tenía el caris­ma, la intui­ción polí­ti­ca y la agi­li­dad de Lula para entrar en acción (la ver­dad es que nadie en Bra­sil tie­ne tales características).

Lue­go del gol­pe ins­ti­tu­cio­nal que la des­ti­tu­yó, el usur­pa­dor Michel Temer sin­tió en la piel cómo era pues­to en segun­do plano. Pero aun así Bra­sil man­tu­vo par­te esen­cial de su peso y de su imagen.

Nada, sin embar­go – abso­lu­ta­men­te nada – pue­de ser com­pa­ra­do a lo que se ve hoy con rela­ción a Bra­sil y, prin­ci­pal­men­te, con Bolsonaro.

Sus apa­ri­cio­nes, sus inter­ven­cio­nes, cuan­do se tra­ta de polí­ti­ca exte­rior, osci­lan entre lo biza­rro y lo paté­ti­co, cuan­do no gro­tes­co, y siem­pre con resul­ta­dos alta­men­te nega­ti­vos para los intere­ses de Brasil.

Aho­ra mis­mo, duran­te su inex­pli­ca­ble tour por Ita­lia, hemos vis­to esce­nas que ni siquie­ra el más crea­ti­vo guio­nis­ta de pelí­cu­las de humor sería capaz de ima­gi­nar. Y en caso de lograr­lo, el direc­tor las cor­ta­ría por exce­so de exa­ge­ra­ción (que val­ga la redundancia).

Bol­so­na­ro dia­lo­gan­do con el pre­si­den­te de Tur­quía, por ejem­plo. El bra­si­le­ño, un tan­to ridícu­lo, min­tien­do sin lími­tes. Y Erdo­gan con cara seria, como quien se rehú­sa a creer en las dimen­sio­nes de la estu­pi­dez de su interlocutor.

O Bol­so­na­ro tra­tan­do de char­lar con los cama­re­ros de la mesa de una recep­ción, lejos de los demás man­da­ta­rios. Los cama­re­ros lo miran como si se tra­ta­se de un infil­tra­do entre el coc­tel des­ti­na­do a jefes de Esta­do y de Gobierno, cosa que a lo mejor él era.

Las esce­nas ridí­cu­las de Bol­so­na­ro paseán­do­se por las calles de Roma mien­tras los man­da­ta­rios par­ti­ci­pan­tes de la reu­nión del G20 se reu­nían para diá­lo­gos y nego­cia­cio­nes impor­tan­tes dis­pen­san comen­ta­rios. La vio­len­cia de su escol­ta con­tra perio­dis­tas resu­me lo que le encan­ta­ría ver en Brasil.

Con­clu­sión: nun­ca, ni siquie­ra en el peor momen­to de la dic­ta­du­ra mili­tar, Bra­sil se vio de tal mane­ra ais­la­do en el esce­na­rio mundial.

Pero es un error decir que Bol­so­na­ro fue ais­la­do o igno­ra­do tan­to en la reu­nión del G20 en Roma como en la de la ONU en Glas­gow para tra­tar la emer­gen­cia cli­má­ti­ca que ame­na­za a todos nosotros.

No, no: Bol­so­na­ro fue lite­ral­men­te des­pre­cia­do. Y cuan­do no fue des­pre­cia­do, hizo el ridículo.

Lo que nadie sabe es cómo será recons­truir la ima­gen del país en el esce­na­rio glo­bal cuan­do seme­jan­te bes­tia por fin dejar el sillón pre­si­den­cial rum­bo a los tribunales.

Fuen­te: Pági­na 12

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