COP26: Hablar del aumen­to de tem­pe­ra­tu­ra en el pla­ne­ta sin hablar del capitalismo

En medio del auge de los fenó­me­nos meteo­ro­ló­gi­cos extre­mos en todo el mun­do y las pro­tes­tas por la fal­ta de acción en el pla­ne­ta, gobier­nos y exper­tos de casi dos­cien­tos paí­ses se reúnen en Glas­gow, Esco­cia, a par­tir de hoy, en bus­ca de solu­cio­nes polí­ti­cas para con­te­ner el calen­ta­mien­to glo­bal. Duran­te dos sema­nas, la 26ª Con­fe­ren­cia Cli­má­ti­ca de las Nacio­nes Uni­das (COP26) inten­ta­rá defi­nir las reglas para el cum­pli­mien­to del Acuer­do de París.

Apro­ba­do en 2015, el acuer­do esta­ble­ció como meta man­te­ner el aumen­to de la tem­pe­ra­tu­ra media del pla­ne­ta “muy por deba­jo” de los 2ºC en rela­ción al perío­do pre­in­dus­trial, pre­fe­ren­te­men­te has­ta 1,5ºC. El aumen­to regis­tra­do has­ta el momen­to es de 1,09 ° C, según el últi­mo infor­me del Panel Inter­gu­ber­na­men­tal de Cam­bio Cli­má­ti­co (IPCC), el panel de cien­tí­fi­cos de la ONU, la mayor auto­ri­dad cien­tí­fi­ca en la materia.

Para recor­dar la urgen­cia de tomar medi­das para pro­te­ger el medio ambien­te, el vier­nes, acti­vis­tas ambien­ta­les par­ti­ci­pa­ron en pro­tes­tas con algu­nos de los prin­ci­pa­les ban­cos con sede en la capi­tal del Rei­no Uni­do, en anti­ci­pa­ción al ini­cio de la cum­bre cli­má­ti­ca de Nacio­nes Unidas.

Los mani­fes­tan­tes se reu­nie­ron fren­te a la com­pa­ñía de segu­ros de Lloyd’s, for­man­do el men­sa­je “Leván­ta­te, recuer­da, resis­te” con rosas colo­ca­das en el suelo.

Exi­gen el fin de las inver­sio­nes del sis­te­ma finan­cie­ro en com­bus­ti­bles fósi­les, una deman­da que se hicie­ron eco a lo lar­go del día con algu­nas de las prin­ci­pa­les ins­ti­tu­cio­nes finan­cie­ras de Lon­dres, como Stan­dard Char­te­red Bank, Bank of England y otras.

Entre los mani­fes­tan­tes se encuen­tran acti­vis­tas que han via­ja­do a Lon­dres, des­de paí­ses de Asia y nacio­nes insu­la­res del Pací­fi­co don­de ya se están sin­tien­do los efec­tos del cam­bio cli­má­ti­co, que ya está des­tru­yen­do el lugar don­de viven.

Los paí­ses acor­da­ron que cada uno defi­ni­ría su pro­pio apor­te para redu­cir la emi­sión de gases que están calen­tan­do el pla­ne­ta. Es el equi­va­len­te a divi­dir la cuen­ta para un ban­que­te exten­so con casi dos­cien­tos invi­ta­dos, no todos esta­ban en la mesa des­de el prin­ci­pio y cada uno comió y bebió can­ti­da­des muy diferentes.

Como era de espe­rar, el pro­yec­to de ley nun­ca ter­mi­na: la suma de los esfuer­zos que los paí­ses se han com­pro­me­ti­do a hacer para 2030 ha enca­mi­na­do al mun­do hacia un calen­ta­mien­to de 2,7 ° C para fines de este siglo, según la con­clu­sión de un infor­me publi­ca­do esta sema­na por el Pro­gra­ma de las Nacio­nes Uni­das para el Medio Ambien­te (PNUMA).

En 2020, las emi­sio­nes glo­ba­les de gases de efec­to inver­na­de­ro se redu­je­ron un 6,4% con res­pec­to al año ante­rior, pero la caí­da no se debe a los esfuer­zos de los paí­ses por con­te­ner la cri­sis cli­má­ti­ca. El núme­ro solo refle­ja la con­trac­ción de las eco­no­mías debi­do a la pandemia.

Para este año, se espe­ra que las emi­sio­nes glo­ba­les vuel­van a un nivel cer­cano al de 2019. Fal­tan poco más de nue­ve años para fina­les de 2030, pla­zo adop­ta­do para el cum­pli­mien­to de los com­pro­mi­sos asu­mi­dos por cada país en la Cum­bre de París. .

De cum­bre en cum­bre empu­jan­do con la barriga

La 26ª Con­fe­ren­cia de las Par­tes (COP26) de la Con­ven­ción Mar­co de las Nacio­nes Uni­das sobre el Cam­bio Cli­má­ti­co (CMNUCC) se cele­bra­rá del 31 de octu­bre al 12 de noviem­bre de 2021. Fir­ma­da en la Cum­bre de la Tie­rra de Río en 1992, esta con­ven­ción com­pro­me­te a todos los Esta­dos a pre­ve­nir “inter­fe­ren­cias antro­po­gé­ni­cas peli­gro­sas con el sis­te­ma cli­má­ti­co ”, lo que sig­ni­fi­ca tomar medi­das con­tra la con­ta­mi­na­ción pro­vo­ca­da por las acti­vi­da­des de la huma­ni­dad en el planeta.

Esta for­mu­la­ción mues­tra que los líde­res mun­dia­les han sido cons­cien­tes de la gra­ve­dad de las ame­na­zas duran­te al menos un cuar­to de siglo, par­ti­cu­lar­men­te des­pués de la publi­ca­ción del pri­mer infor­me del Panel Inter­gu­ber­na­men­tal sobre Cam­bio Cli­má­ti­co (IPCC) en 1990. Nego­cia­cio­nes ini­cia­les sobre el tema ya se había derrum­ba­do en Toron­to en junio de 1988, cuan­do Esta­dos Uni­dos blo­queó un acuer­do sobre una reduc­ción nego­cia­da del 20% en las emi­sio­nes de gases de efec­to inver­na­de­ro (GEI).

A par­tir de 1995, las COP se con­vir­tie­ron en un even­to anual que per­mi­tió a los fir­man­tes (196 paí­ses y la Unión Euro­pea) avan­zar gra­dual­men­te en el desa­rro­llo de medi­das para com­ba­tir el calen­ta­mien­to glo­bal. Una de las más cono­ci­das fue la COP3 en Japón en 1997, que lle­vó a la fir­ma del Pro­to­co­lo de Kio­to. Acla­ma­do por la pren­sa inter­na­cio­nal, este pro­to­co­lo fue sobre todo poco ambi­cio­so: repre­sen­tó solo el 3% del esfuer­zo nece­sa­rio para resol­ver el problema.

En 2009, una cam­pa­ña de difa­ma­ción pre­ce­dió a la COP15, más cono­ci­da como la con­fe­ren­cia de Copenha­gue. Los pira­tas infor­má­ti­cos publi­ca­ron correos elec­tró­ni­cos de un gru­po de inves­ti­ga­ción bri­tá­ni­ca, tra­tan­do de hacer creer que el IPCC, que aca­ba­ba de ganar el Pre­mio Nobel de la Paz en 2007, había fal­si­fi­ca­do datos. Aun­que muy modes­to y no vin­cu­lan­te, el acuer­do final fir­ma­do en Dina­mar­ca apro­bó, no obs­tan­te, los dos obje­ti­vos prin­ci­pa­les de las nego­cia­cio­nes cli­má­ti­cas: limi­tar el calen­ta­mien­to a un máxi­mo de 2 ° C en com­pa­ra­ción con la era pre­in­dus­trial y la crea­ción de un Fon­do Ver­de 100 mil millo­nes. dolares.

Divi­sio­nes entre paí­ses ricos y pobres

En 2015, la COP21 reci­bió mucha más aten­ción de los medios de comu­ni­ca­ción que las ron­das ante­rio­res, ya que la pre­sión de las ONG, los movi­mien­tos juve­ni­les y la comu­ni­dad cien­tí­fi­ca fue casi uná­ni­me al reco­no­cer la natu­ra­le­za crí­ti­ca de la situa­ción. El Acuer­do de París mues­tra una mayor ambi­ción al com­pro­me­ter a los líde­res mun­dia­les a “limi­tar el aumen­to de la tem­pe­ra­tu­ra media glo­bal a mucho menos de 2 ° C por enci­ma de los nive­les pre­in­dus­tria­les y con­ti­nuar los esfuer­zos para limi­tar el aumen­to de tem­pe­ra­tu­ra a 1,5 ° C”.

El tér­mino “pre­in­dus­trial” es impor­tan­te. Como con­fir­ma el últi­mo infor­me del IPCC de agos­to de 2021, la tem­pe­ra­tu­ra media del pla­ne­ta ya ha subi­do 1,09 ° C, debi­do a los gases emi­ti­dos des­de la revo­lu­ción indus­trial de media­dos del siglo XIX. Ade­más, la mayo­ría de los exper­tos coin­ci­den en que, en cual­quier caso, el calen­ta­mien­to supe­ra­rá los 1,5 ° C en 2040, dada la iner­cia del fenó­meno, pero que este obje­ti­vo debe­ría man­te­ner­se duran­te las pró­xi­mas déca­das. A esca­la glo­bal, las déci­mas de gra­do de tem­pe­ra­tu­ra cuentan.

Las con­se­cuen­cias de un calen­ta­mien­to de 2 ° C serían mucho más gra­ves, como mos­tró un infor­me ante­rior del IPCC. Esto se debe a que esta­mos hablan­do de tem­pe­ra­tu­ras “pro­me­dio glo­ba­les”, no de tem­pe­ra­tu­ras loca­les, que fluc­túan mucho más amplia­men­te. A esca­la glo­bal, un calen­ta­mien­to de 2 ° C corres­pon­de a un tras­torno con­si­de­ra­ble. La tem­pe­ra­tu­ra pro­me­dio de la Tie­rra era 5 – 6 ° C más baja que la tem­pe­ra­tu­ra actual en el momen­to del últi­mo máxi­mo gla­cial, hace unos 21.000 años. En ese momen­to, una capa de hie­lo cubría la mayor par­te del actual Cana­dá, el nor­te de Euro­pa y gran par­te de Rusia, con nive­les del mar cien­to vein­te metros más bajos que en la actualidad.

Dada esta urgen­cia, sor­pren­de que los fir­man­tes del Acuer­do de París hayan retra­sa­do la mayo­ría de las medi­das (la COP26 se pos­pu­so de 2020 a 2021 por el covid-19). Si bien la admi­nis­tra­ción Trump obs­tru­yó el pro­ce­so, la mayo­ría de los paí­ses apro­ve­cha­ron la posi­ción de Esta­dos Uni­dos para per­mi­tir que sus emi­sio­nes aumen­ta­ran de 2016 a 2019, en lugar de insis­tir en la nece­si­dad de actuar con rapidez.

Aun­que no es insig­ni­fi­can­te en tér­mi­nos del impac­to en cada eco­no­mía nacio­nal, los com­pro­mi­sos actua­les de todos los paí­ses dis­tan mucho de ser sufi­cien­tes, ya que lle­va­rían a una tra­yec­to­ria supe­rior a + 3 ° C has­ta 2100. De ahí la nece­si­dad, duran­te la COP26, de revi­sar estos ‘ con­tri­bu­cio­nes deter­mi­na­das a nivel nacio­nal a la baja.

Las dis­cu­sio­nes tam­bién des­ta­can una divi­sión Nor­te-Sur, con los paí­ses ricos tra­tan­do de pedir a los paí­ses del Sur que hagan el máxi­mo esfuer­zo, basán­do­se en argu­men­tos ses­ga­dos. Omi­tien­do que los paí­ses del Nor­te tam­bién serán muy vul­ne­ra­bles, par­ti­cu­lar­men­te debi­do a la sofis­ti­ca­ción de sus eco­no­mías. La mul­ti­pli­ca­ción de sequías, incen­dios e inun­da­cio­nes en los últi­mos años, por otro lado, pre­sa­gia el caos que resul­ta­ría de un enfo­que de lais­sez-fai­re .

Si bien los paí­ses emer­gen­tes se han con­ver­ti­do en impor­tan­tes emi­so­res de gases de efec­to inver­na­de­ro en el siglo XXI, lide­ra­dos por Chi­na, los paí­ses occi­den­ta­les tie­nen una gran res­pon­sa­bi­li­dad his­tó­ri­ca, ya que repre­sen­tan dos ter­cios de las emi­sio­nes acu­mu­la­das has­ta la fecha. Ade­más, si adop­ta­mos el cri­te­rio de emi­sión por per­so­na, estos paí­ses están lejos de tener la hue­lla eco­ló­gi­ca de los habi­tan­tes de los paí­ses occi­den­ta­les. Final­men­te, una pro­por­ción sig­ni­fi­ca­ti­va de las emi­sio­nes de los paí­ses emer­gen­tes está liga­da a la des­lo­ca­li­za­ción de indus­trias, lo que enmas­ca­ra el aumen­to de las emi­sio­nes para pro­du­cir bie­nes en el Sur que se con­su­men en el Nor­te. Los paí­ses del Sur inten­ta­ron en vano incluir estas emi­sio­nes his­tó­ri­cas e impor­ta­das en los cálculos. 

COP26 y com­bus­ti­bles fósiles

Las reac­cio­nes del gobierno al covid-19 mues­tran que pue­den tomar medi­das drás­ti­cas, pero a menu­do dema­sia­do tar­de, lo que lle­va a deci­sio­nes que son mucho más drás­ti­cas de lo que serían nece­sa­rias a su debi­do tiempo.

En el caso del cam­bio cli­má­ti­co, el apla­za­mien­to pue­de deber­se a la mag­ni­tud de los cam­bios nece­sa­rios, pero lle­va a hacer­los aún mayo­res. Para man­te­ner­se por deba­jo de 1,5 ° C del calen­ta­mien­to glo­bal, las emi­sio­nes glo­ba­les de CO2 ten­drían que redu­cir­se un 3,3% anual a par­tir de 2010; dado que aumen­ta­ron, aho­ra deben redu­cir­se en alre­de­dor de un 7% anual. Este es el orden de mag­ni­tud de la reduc­ción rela­cio­na­da con la con­ten­ción para el año 2020. En lugar de apren­der de esto, la mayo­ría de los líde­res solo hablan de impul­sar el cre­ci­mien­to y el consumo.

Actual­men­te, tres cuar­tas par­tes del con­su­mo ener­gé­ti­co mun­dial pro­vie­ne de com­bus­ti­bles fósi­les (car­bón, petró­leo y gas), cuya com­bus­tión gene­ra la mayor par­te de los gases de efec­to invernadero.

La ten­ta­ción de uti­li­zar la ener­gía nuclear como recur­so para cum­plir los obje­ti­vos de reduc­ción de emi­sio­nes de GEI será cada vez más fuer­te. Inclu­so si se pudie­ra garan­ti­zar su segu­ri­dad, las reser­vas de ura­nio son dema­sia­do limi­ta­das para reem­pla­zar los com­bus­ti­bles fósi­les. Por otro lado, la ener­gía nuclear resul­ta­rá cada vez más inade­cua­da y peli­gro­sa, dada su inter­mi­ten­cia (sequías, enve­je­ci­mien­to de las cen­tra­les eléc­tri­cas), el mayor ries­go de acci­den­tes por fenó­me­nos meteo­ro­ló­gi­cos extre­mos y la aún total ausen­cia de una solu­ción para ges­tio­nar las cre­cien­tes can­ti­da­des de Resi­duos extre­ma­da­men­te peligrosos.

La cre­cien­te preo­cu­pa­ción de una par­te de la pobla­ción y las aso­cia­cio­nes, lle­gan­do inclu­so a empren­der accio­nes lega­les con­tra los gobier­nos, así como la serie­dad de las con­clu­sio­nes del últi­mo infor­me del IPCC, podrían lle­var a la COP26 a asu­mir un “com­pro­mi­so glo­bal sobre el metano” , lide­ra­do por Esta­dos Uni­dos y la Unión Euro­pea. Esta ini­cia­ti­va de emer­gen­cia tie­ne como obje­ti­vo redu­cir drás­ti­ca­men­te las emi­sio­nes de este gas, que es seten­ta y dos veces más calien­te que el CO2, en vein­te años. Ade­más de esta medi­da, la COP26 debe­ría, en el mejor de los casos, avan­zar hacia sub­si­dios a algu­nos sec­to­res de “tran­si­ción” y ajus­tes téc­ni­cos o admi­nis­tra­ti­vos. Ten­drá que estan­da­ri­zar los com­pro­mi­sos nacio­na­les para alcan­zar idén­ti­cos pla­zos y uni­da­des, ya que cada país tomó la refe­ren­cia que más le con­ve­nía en 2015.

Es es capi­ta­lis­mo estúpido

Inclu­so los esfuer­zos que se ven bien en el papel sue­len estar ses­ga­dos. Por ejem­plo, la Unión Euro­pea, pre­sen­ta­da como una de las par­tes más movi­li­za­das en la lucha por el cli­ma, está com­pro­me­ti­da con la neu­tra­li­dad de car­bono para 2050. De hecho, la ‘neu­tra­li­dad’ de la Unión no sig­ni­fi­ca el fin de las emi­sio­nes de GEI, sino depen­de de pro­yec­tos de cap­tu­ra de CO2 en sumi­de­ros de car­bono, cuyos deta­lles son, en el mejor de los casos, incier­tos. La Comi­sión Euro­pea man­tie­ne la ilu­sión, si no la men­ti­ra, de que los euro­peos “han logra­do des­vin­cu­lar las emi­sio­nes de gases de efec­to inver­na­de­ro del cre­ci­mien­to eco­nó­mi­co en las últi­mas déca­das”. Por lo tan­to, enmas­ca­ra las emi­sio­nes impor­ta­das a tra­vés de la reubicación.

A pesar de la sin­ce­ra bue­na volun­tad de muchos inves­ti­ga­do­res y nego­cia­do­res, la COP26 podría inclu­so tener efec­tos noci­vos, como una mayor finan­cia­ri­za­ción de la eco­no­mía y bur­bu­jas espe­cu­la­ti­vas a tra­vés de los mer­ca­dos de car­bono; apo­yo a la ener­gía nuclear a pesar de sus peli­gros; o la acep­ta­ción de “solu­cio­nes tec­no­ló­gi­cas” como la geo­in­ge­nie­ría e inclu­so mani­pu­la­cio­nes cli­má­ti­cas más riesgosas.

Todo el pla­ne­ta se verá afec­ta­do por el aumen­to de tem­pe­ra­tu­ra, pero los pobres y los ricos no se verán afec­ta­dos de la mis­ma mane­ra. Los refu­gia­dos ambien­ta­les se mul­ti­pli­ca­rán, y los ricos que se bene­fi­cien de los nue­vos nego­cios del capi­ta­lis­mo ver­de, que no solu­cio­nan el aumen­to de tem­pe­ra­tu­ra, ele­gi­rán los luga­res menos afec­ta­dos por el cam­bio cli­má­ti­co para vivir. Supe­rar el capi­ta­lis­mo es la pre­gun­ta que las cum­bres no res­pon­den, y el res­pon­sa­ble últi­mo de este pro­ce­so que está des­tru­yen­do el planeta.

Como dice la poli­tó­lo­ga Nancy Fra­ser a la revis­ta Jaco­bin : «La finan­cia­ri­za­ción que se está exten­dien­do cada vez más sigue sien­do una bom­ba de tiem­po. Sin embar­go, como mues­tra el infor­me del Panel Inter­gu­ber­na­men­tal sobre Cam­bio Cli­má­ti­co (IPCC), nues­tras des­gra­cias con­ver­gie­ron con otra cri­sis gra­ví­si­ma, aún más catas­tró­fi­ca: el calen­ta­mien­to glo­bal. Esta cri­sis eco­ló­gi­ca se vie­ne ges­tan­do des­de hace mucho tiem­po y aho­ra se hace pal­pa­ble. Cada vez más seg­men­tos de la pobla­ción mun­dial, inclui­dos los que se habían man­te­ni­do rela­ti­va­men­te a sal­vo de sus peo­res efec­tos, están des­per­tan­do al problema “.

Esta ame­na­za solo se resol­ve­rá con la supera­ción del capi­ta­lis­mo. Las otras hipó­te­sis son solo un mun­do más terri­ble en el que los pobres serán las prin­ci­pa­les víc­ti­mas de las catás­tro­fes eco­ló­gi­cas. La idea de que el socia­lis­mo es la úni­ca for­ma de evi­tar el desas­tre se ha vuel­to urgente.

“El com­po­nen­te eco­ló­gi­co es lo que me hace pen­sar que pode­mos estar enfren­tan­do algo dife­ren­te, una autén­ti­ca cri­sis de épo­ca, cuya reso­lu­ción requie­re la supera­ción del capi­ta­lis­mo de una vez por todas”, dice Fraser.

Las alter­na­ti­vas al socia­lis­mo son el auto­ri­ta­ris­mo y un pla­ne­ta más des­trui­do por el medio ambiente.

“Hay varios esce­na­rios posi­bles. Entre ellos se encuen­tran algu­nos desea­bles, como el eco­so­cia­lis­mo demo­crá­ti­co glo­bal. Es difí­cil decir, por supues­to, cómo será, pero supon­ga­mos que des­man­te­la­ría la “ley del valor”, abo­li­ría la explo­ta­ción y la expro­pia­ción y rein­ven­ta­ría las rela­cio­nes entre la socie­dad huma­na y la natu­ra­le­za no huma­na, entre la pro­duc­ción de bie­nes y el tra­ba­jo de cui­da­dos, entre lo “polí­ti­co” y “lo eco­nó­mi­co”, la pla­ni­fi­ca­ción demo­crá­ti­ca y los mer­ca­dos. Ese sería el lado “bueno” de nues­tro espec­tro de posi­bi­li­da­des. En el otro extre­mo, tene­mos resul­ta­dos no capi­ta­lis­tas ver­da­de­ra­men­te espan­to­sos: una regre­sión social masi­va bajo la con­duc­ta de bru­tos beli­co­sos o un régi­men auto­ri­ta­rio glo­bal. Exis­te, por supues­to, una ter­ce­ra posi­bi­li­dad, según la cual la cri­sis no se resuel­ve realmente,

Desa­fía el equi­li­brio de poder entre naciones

Para­le­la­men­te a las reduc­cio­nes de emi­sio­nes, las dele­ga­cio­nes de la COP26 ten­drán que pen­sar en cómo adap­tar­se a las ame­na­zas, algo que nin­gún país, ni siquie­ra en Euro­pa, se ha atre­vi­do a hacer a gran esca­la, para no asus­tar a su población.

Dados los datos cien­tí­fi­cos, la COP26 pare­ce ser una de las últi­mas con­fe­ren­cias que pro­ba­ble­men­te evi­ta­rá cru­zar un umbral dra­má­ti­co de per­tur­ba­ción cli­má­ti­ca. Sin un replan­tea­mien­to com­ple­to del equi­li­brio de poder entre las nacio­nes y del con­su­mo masi­vo, es de temer que los obje­ti­vos del Acuer­do de París se vuel­van rápi­da­men­te impo­si­bles de alcan­zar. Cin­co años des­pués se fijó una fecha en la capi­tal fran­ce­sa para una revi­sión de com­pro­mi­sos, que ocu­rre en esta cumbre.

“Lo que haga­mos en los pró­xi­mos cin­co años deter­mi­na­rá el futu­ro de la huma­ni­dad en el pró­xi­mo mile­nio”, dijo el quí­mi­co bri­tá­ni­co Sir David King, fun­da­dor del Cen­tro de Repa­ra­ción del Cli­ma de la Uni­ver­si­dad de Cam­brid­ge , a la revis­ta bra­si­le­ña Piauí . “Hablo en serio: esta es nues­tra últi­ma opor­tu­ni­dad”, pro­si­guió el cien­tí­fi­co, que fue ase­sor cien­tí­fi­co del gobierno bri­tá­ni­co duran­te sie­te años y, duran­te otros cua­tro, repre­sen­tan­te espe­cial del gobierno sobre cam­bio cli­má­ti­co. King enca­be­zó a los nego­cia­do­res bri­tá­ni­cos sobre el cli­ma. con­fe­ren­cia de París. “Si en Glas­gow com­pren­de­mos el nivel y la inmi­nen­cia de la ame­na­za para la huma­ni­dad, enton­ces pode­mos tener las res­pues­tas polí­ti­cas adecuadas”.

Para el inves­ti­ga­dor, la res­pues­ta polí­ti­ca ade­cua­da impli­ca renun­ciar al car­bón, el petró­leo y el gas natu­ral para la gene­ra­ción de ener­gía: la que­ma de estos com­bus­ti­bles fósi­les es la prin­ci­pal fuen­te de gases que agra­van el efec­to inver­na­de­ro y son res­pon­sa­bles del calen­ta­mien­to glo­bal. Toda­vía es nece­sa­rio res­tau­rar el hie­lo en la región árti­ca y eli­mi­nar los gases de efec­to inver­na­de­ro de la atmós­fe­ra a gran esca­la y rápi­da­men­te, ade­más de equi­par a los dife­ren­tes paí­ses para adap­tar­se a los impac­tos del calen­ta­mien­to glo­bal ya con­traí­dos por la humanidad.

“Ese es [mi] requi­si­to míni­mo para un mun­do segu­ro”, dijo. King reco­no­ció que sus obje­ti­vos son ambi­cio­sos y que algu­nos de ellos ni siquie­ra esta­rán en nego­cia­ción en la COP26, antes de seña­lar lo que con­si­de­ra­ría un resul­ta­do satis­fac­to­rio de la con­fe­ren­cia: “Creo que es muy posi­ble que poda­mos lle­gar a un buen acuer­do al salir com­bus­ti­bles fósiles.”

En la agen­da de los nego­cia­do­res en Glas­gow está la dis­cu­sión de las reglas para la imple­men­ta­ción del Acuer­do de París. Uno de los prin­ci­pa­les temas invo­lu­cra­dos en la nego­cia­ción invo­lu­cra la regu­la­ción del mer­ca­do de car­bono a tra­vés del cual los paí­ses pue­den com­prar cré­di­tos de otras nacio­nes o de enti­da­des pri­va­das para ayu­dar a cum­plir con sus pro­me­sas de reduc­ción de emi­sio­nes, entre otros meca­nis­mos. Las dele­ga­cio­nes deben deci­dir cómo se con­ta­bi­li­za­rán estos cré­di­tos en cada país, entre otros pun­tos que han esta­do cau­san­do un estan­ca­mien­to en las dis­cu­sio­nes des­de la con­fe­ren­cia ante­rior. La crea­ción de este mer­ca­do per­mi­te que los paí­ses ricos sigan con­ta­mi­nan­do a expen­sas de los paí­ses pobres.

Otro tema que debe­ría movi­li­zar a los nego­cia­do­res en Glas­gow es el finan­cia­mien­to que los paí­ses ricos han pro­me­ti­do a los paí­ses en desa­rro­llo para ayu­dar­los a redu­cir sus emi­sio­nes y adap­tar­se a los efec­tos de la cri­sis climática.

El acuer­do era que serían 100 mil millo­nes de dóla­res anua­les a par­tir de 2020, y el Acuer­do de París solo fue posi­ble des­pués de ese com­pro­mi­so. Sin embar­go, has­ta el momen­to el volu­men recau­da­do ron­da los 80 mil millo­nes de dóla­res anua­les. Las nego­cia­cio­nes comen­za­rán en un cli­ma de des­con­fian­za si no hay una señal cla­ra de nue­vos recur­sos. “La capa­ci­dad de los paí­ses en desa­rro­llo para vol­ver a creer en los paí­ses desa­rro­lla­dos en el jue­go cli­má­ti­co depen­de del com­pro­mi­so de finan­cia­ción”, dijo a la revis­ta Piauí la bió­lo­ga Iza­be­lla Tei­xei­ra, ex minis­tra de Medio Ambien­te de Brasil.

Fuen­te: Abril Abril.

La entra­da COP26: Hablar del aumen­to de tem­pe­ra­tu­ra en el pla­ne­ta sin hablar del capi­ta­lis­mo se publi­có pri­me­ro en La otra Anda­lu­cía.

Itu­rria /​Fuen­te

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