Pue­blos Ori­gi­na­rios. Indi­ge­nis­mo en Nuestramérica

Por Gon­za­lo Abe­lla, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 17 de octu­bre de 2021.

Des­de 1492, los ori­gi­na­rios de Nues­tra Amé­ri­ca sufrie­ron tres geno­ci­dios suce­si­vos. El pri­me­ro fue por par­te de los Con­quis­ta­do­res, que com­bi­na­ron una bru­tal repre­sión con la explo­ta­ción des­pia­da­da y la dise­mi­na­ción inten­cio­nal de la virue­la. El segun­do geno­ci­dio lo enca­be­za­ron les Esta­dos “inde­pen­dien­tes” con la sola excep­ción de Para­guay. El ter­cer geno­ci­dio, el más efi­cien­te, lo hacen las Tras­na­cio­na­les saquea­do­ras, los mono­cul­ti­vos en sobre­do­sis y el ser­vi­lis­mo político.

Entre el pri­mer y segun­do geno­ci­dio, las comu­ni­da­des ori­gi­na­rias enca­be­za­ron una pro­lon­ga­da y heroi­ca resis­ten­cia en defen­sa de sus terri­to­rios y en revo­lu­cio­nes socia­les radi­ca­les, como la de Tupac Ama­ru, Micae­la Bas­ti­das, Tupaj Kata­ri y Ber­to­li­na Sisa a fines del siglo XVIII. Por enton­ces ya exis­tían los palen­ques y kilom­bos afro­ame­ri­ca­nos, y muy poco des­pués fue la revo­lu­ción haitiana.

La uni­ver­sa­li­za­ción del Sis­te­ma Capi­ta­lis­ta obli­gó a muchos ori­gi­na­rios a emi­grar al mun­do de los subur­bios e inte­grar­se allí al sec­tor social de los exclui­dos y los dis­cri­mi­na­dos. Los otros, los que man­tie­nen sus comu­ni­da­des, nece­si­tan para su super­vi­ven­cia com­bi­nar sus tra­di­cio­nes cul­tu­ra­les y pro­duc­ti­vas con nue­vas prác­ti­cas de mer­ca­do y al mis­mo tiem­po enfren­tar una polí­ti­ca usur­pa­do­ra de su tie­rra y de sus recursos.

Para la ópti­ca capi­ta­lis­ta de impe­ria­lis­tas y laca­yos, las comu­ni­da­des que tra­ba­jan la tie­rra pro­du­cien­do ali­men­tos son un obs­tácu­lo a su expan­sión saquea­do­ra. No impor­ta que fun­cio­nen como colec­ti­vos ances­tra­les, como coope­ra­ti­vas o como aso­cia­cio­nes de cam­pe­si­nos peque­ños; no impor­ta que sean inte­gra­das por ori­gi­na­rios, o mes­ti­zos, o afro des­cen­dien­tes, o por inmi­gran­tes euro­peos pobres. Por ello, en la lucha por recu­pe­rar la sobe­ra­nía de nues­tros Esta­dos y sobre los recur­sos del terri­to­rio, los pue­blos ori­gi­na­rios son par­te de la alian­za obre­ro – cam­pe­si­na. La lucha por la tie­rra, aspec­to esen­cial de la lucha por la sobe­ra­nía ali­men­ta­ria, va her­ma­nan­do las deman­das de los ori­gi­na­rios con la cali­dad de vida del pue­blo tra­ba­ja­dor urbano.

Pero la alian­za con los pue­blos ori­gi­na­rios no pasa por impo­ner­les un Pro­gra­ma ni una for­ma de pen­sar. Sus pro­pues­tas comu­ni­ta­rias nos enri­que­cen con la memo­ria de sis­te­mas pro­duc­ti­vos colec­ti­vos que fun­cio­na­ron y que pue­den vol­ver a fun­cio­nar en el futu­ro, en terri­to­rios libe­ra­dos. Ellos tie­nen sus pro­pias cos­mo­vi­sio­nes y sus ideas acer­ca de cómo deben ser las futu­ras socie­da­des de Nues­tra América..

Con los pue­blos ori­gi­na­rios que luchan pode­mos tener dife­ren­cias en cuan­to a cómo orga­ni­zar la futu­ra socie­dad socia­lis­ta y comu­nis­ta, pero tene­mos en común las gran­des tareas del pre­sen­te, las vías de la Libe­ra­ción Nacio­nal. La resis­ten­cia mile­na­ria de los ori­gi­na­rios en el plano cul­tu­ral y pro­duc­ti­vo empe­zó antes de Colón, con­tra los impe­rios y el terro­ris­mo de Esta­do, y sobre­vi­ve has­ta hoy. Suma­da a la resis­ten­cia afro­ame­ri­ca­na de 500 años, el apor­te mile­na­rio de los ori­gi­na­rios pue­de alte­rar la corre­la­ción de fuer­zas en nues­tra lucha por la super­vi­ven­cia, que es anti impe­ria­lis­ta pri­me­ro, y anti capi­ta­lis­ta en esencia.

Y final­men­te ¿serán tan impor­tan­tes nues­tras dife­ren­cias o sólo las pala­bras las ahon­dan? Ya Marx pen­só que el par­ti­do obre­ro y su nue­vo Esta­do eran sólo una eta­pa de tran­si­ción hacia una socie­dad futu­ra de ges­tión comu­ni­ta­ria. Des­pués de la expe­rien­cia de la Comu­na de París, Engels dijo que el can­to obre­ro sin el coro cam­pe­sino se vol­vía un can­to fúnebre.

Los ori­gi­na­rios creen en el con­tac­to con el mun­do espi­ri­tual. ¿Aca­so entre noso­tros, los cris­tia­nos no creen lo mis­mo? ¿Ha sido la Fe un obs­tácu­lo para com­pren­der que las leyes del desa­rro­llo de la His­to­ria se rigen por la lucha de cla­ses? Hace 2000 años los cris­tia­nos cono­cie­ron la fero­ci­dad del Poder. Simul­tá­nea­men­te lo apren­dían los ori­gi­na­rios de las ciu­da­des – esta­do mayas o en Teo­tihua­cán, y siglos des­pués en Tenoch­titlán y el Tahuan­ti­su­yo. La resis­ten­cia con­tra la opre­sión en nues­tras tie­rras es mucho más anti­gua que la lle­ga­da del geno­ci­da Colón. 

De los mapu­ches a ambos lados de la Cor­di­lle­ra, de los gua­ra­níes, de los ayma­ras, de los qom y de tan­tos otros pue­blos ori­gi­na­rios en lucha tene­mos mucho que apren­der todavía.

Itu­rria /​Fuen­te

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