Nues­tra­mé­ri­ca. Nun­ca fue un des­cu­bri­mien­to, fue una invasión

Por Henry Pache­co, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 12 de octu­bre de 2021.

Lo suce­di­do el 12 de octu­bre de 1492 pode­mos lla­mar­lo de muchas mane­ras, pero jamás pue­de lla­mar­se «des­cu­bri­mien­to». Las tie­rras incóg­ni­tas a las que lle­ga­ría Colón en men­cio­na­da fecha care­cían de nom­bre, los norue­gos jamás ima­gi­na­ron haber lle­ga­do a un nue­vo con­ti­nen­te mucho tiem­po antes, y el mis­mo Cris­tó­bal Colón mue­re pen­san­do que había lle­ga­do a algu­na isla de Asia por la espalda.

La pimien­ta, cane­la, cla­vo de olor, jen­gi­bre y nuez mos­ca­da eran tan codi­cia­dos como la sal para la con­ser­va­ción de las car­nes, para la épo­ca se decía que una bol­sa de pimien­ta «valía más que la vida de un hom­bre», la coro­na Espa­ño­la nece­si­ta un acce­so direc­to a las fuen­tes de estas espe­cias sin tan­tos inter­me­dia­rios, por tal razón los reyes de Espa­ña deci­den finan­ciar el via­je de Colón, ade­más exis­tía la espe­ran­za de encon­trar algu­na isla lle­na de meta­les pre­cio­sos como los cita­dos por Mar­co Polo en su libro, el cual lle­va­ba Colón consigo.

El Gran Cris­tó­bal Colón al que ren­di­mos hono­res en Lati­noa­mé­ri­ca, con pla­zas, esta­tuas, calles y esta­cio­nes de metros, no fue más que el coman­dan­te de una inva­sión que comen­zó béli­ca­men­te tres años des­pués de su lle­ga­da en las tie­rras de la hoy Repu­bli­ca Domi­ni­ca­na. Algu­nos caba­lle­ros, alre­de­dor de dos­cien­tos infan­tes y perros adies­tra­dos para el ata­que diez­ma­ron a nues­tros indios que lucha­ron en des­ven­ta­ja ante un ejér­ci­to entre­na­do que con­ta­ba con arma­du­ras, caba­llos, espa­das y mos­que­tes. Los indios jamás había vis­to un caba­llo, mucho menos sabían de la exis­ten­cia de la pól­vo­ra y no cono­cían las espa­das, el mis­mo colon cuen­ta en su dia­rio que: «al mos­trar las espa­das a los indios la toma­ban por el filo y se cor­ta­ban por­que no sabían de qué se tra­ta­ba aquel peda­zo de metal». Más de qui­nien­tos indios fue­ron toma­dos de Domi­ni­ca­na para ser ven­di­dos como escla­vos en Sevi­lla y así lle­gan una muer­te angus­tio­sa. Algu­nos teó­lo­gos pro­tes­ta­ron y la coro­na jun­to con la igle­sia prohí­ben la escla­vi­za­ción de indios; o qui­zás más bien la hicie­ron «ben­di­ta», ya que esto da paso al lla­ma­do Reque­ri­mien­to, que no era otra cosa que un docu­men­to don­de los con­quis­ta­do­res, ante un escri­bano públi­co, debían leer a los indios (en una len­gua que nues­tros indios no enten­dían) una exhor­ta­ción a con­ver­tir­se a la san­ta fé cató­li­ca y entre­gar sus tie­rras volun­ta­ria­men­te y:

«…Si no lo hicie­reis, o en ello dila­ción mali­cio­sa­men­te pusie­reis, cer­ti­fi­co que con la ayu­da de Dios yo entra­ré pode­ro­sa­men­te con­tra voso­tros y os haré gue­rra por todas las par­tes y mane­ra que yo pudie­re, y os suje­ta­ré al yugo y obe­dien­cia de la Igle­sia y de Su Majes­tad y toma­ré vues­tras muje­res e hijos y los haré escla­vos, y como tales los ven­de­ré, y dis­pon­dré de ellos como Su Majes­tad man­da­re, y os toma­ré vues­tros bie­nes y os haré todos los males y daños que pudiere…»

Esto solo era el comien­zo de una inva­sión que con­ta­ría con coman­dan­tes no solo finan­cia­dos por la coro­na Espa­ño­la, sino tam­bién por quie­nes cos­tea­ron sus expe­di­cio­nes por pro­pia cuen­ta al ente­rar­se de las rique­zas de las nue­vas tie­rras, como es el caso de Her­nán Cor­tez, que hipo­te­can­do todos sus bie­nes se lan­za a la con­quis­ta de Méxi­co. Colón toma para si el cari­be, no solo arra­sa­ría las islas, sino que al lle­gar a cos­tas vene­zo­la­nas se jac­ta­ría de haber sido quien «des­cu­brió» unas tie­rras lle­nas de rique­zas: «cuan­do yo des­cu­brí las Indias, dije que eran el mayor seño­río rico que hay en el mun­do. Yo dije del oro, pla­ta, per­las, pie­dras pre­cio­sas y espe­cias». Esto abri­ría paso para que Pedro Alva­ra­do fue­ra con su expe­di­ción a Cen­tro Amé­ri­ca, Fran­cis­co Piza­rro al Cuz­co y Pedro de Val­di­via en el sur con­quis­ta­ría tie­rras chilenas.

Según algu­nos cro­nis­tas e his­to­ria­do­res con­ser­va­do­res cal­cu­lan la pobla­ción nati­va ame­ri­ca­na para 1492 en seten­ta millo­nes, mien­tras que algu­nos afir­man haber cal­cu­la­do la cifra has­ta un poco más de cien millo­nes, lo cier­to es que cien­to cin­cuen­ta años des­pués solo que­da­ban poco menos de cua­tro millo­nes; este ani­qui­la­mien­to es cau­sa­do por las masa­cres de las gue­rras, por enfer­me­da­des traí­das por los euro­peos y tam­bién por la escla­vi­tud inhu­ma­na que los hacía tra­ba­jar has­ta la muer­te, inclu­so algu­nos mon­jes espa­ño­les, escri­bi­rían horro­ri­za­dos, que las madres de los jóve­nes indios estran­gu­la­ban a sus hijos para no per­mi­tir que se los lle­va­ran como escla­vos, ya que sabían el dolor con el que ten­drían que tra­ba­jar has­ta morir. La pobla­ción indí­ge­na esta­ba sien­do men­gua­da rápi­da­men­te, por tal razón muchos se ale­ja­ban de los asen­ta­mien­tos espa­ño­les (en espe­cial muje­res y niños), mien­tras unos pocos lucha­rían a muer­te por defen­der su terri­to­rio. Esto daría paso al infor­tu­nio de los negros escla­vos que serían arre­ba­ta­dos de las aldeas afri­ca­nas para man­te­ner la mano de obra gra­tui­ta en Amé­ri­ca, no se sabe con exac­ti­tud cuán­tos millo­nes de escla­vos fue­ron traí­dos de Áfri­ca al cari­be, pero por algu­nos regis­tros se sabe que poco más de la mitad sobre­vi­vía al duro via­je lleno de epi­de­mias, des­nu­tri­ción o por­que sim­ple­men­te se sui­ci­da­ban por no sopor­tar ese infierno.

Las arcas de la coro­na espa­ño­la esta­ban bas­tan­te debi­li­ta­das debi­do a la gue­rra de recon­quis­ta de Gra­na­da a prin­ci­pios de 1492, por lo cual encon­trar­se por casua­li­dad con un nue­vo con­ti­nen­te hizo que los Reyes con la ben­di­ción de la igle­sia pusie­ran todo su esfuer­zo e inver­sión en expri­mir nues­tras tie­rras. La colo­ni­za­ción no solo esta­ría lle­na de muer­te y angus­tias, sino que tam­bién se lle­va­ría a cabo el Saqueo más extra­or­di­na­rio de la his­to­ria. Entre 1503 y 1660 habían lle­ga­do solo al puer­to de Sevi­lla unos 185 mil kilos de Oro y 16 millo­nes de kilos de Pla­ta de mane­ra «legal» según los regis­tro, esto sin tomar en cuen­ta el con­tra­ban­do y pira­te­ría que era muy común para la épo­ca; tam­po­co se toma en cuen­ta todo lo extraí­do del terri­to­rio corres­pon­dien­te a Bra­sil, que fue cedi­do según El Tra­ta­do de Tor­de­si­llas, sus­cri­to en 1494 entre Espa­ña y Por­tu­gal, don­de el Papa Ale­jan­dro VI, sien­do espa­ñol y como máxi­mo jerar­ca de la igle­sia cató­li­ca liga­do a la coro­na, deli­mi­ta per­so­nal­men­te los terri­to­rios que serán otor­ga­dos a los Por­tu­gue­ses, como si se tra­ta­ran de sus pro­pias tierras.

Para no alar­gar­me más quie­ro fina­li­zar con­tan­do la his­to­ria de Poto­sí. Cuan­do los espa­ño­les se encon­tra­ron con Poto­sí, rápi­da­men­te se die­ron cuen­ta que era ver­dad el mito de la mon­ta­ña que mana­ba pla­ta. Fue tan­to el impac­to eco­nó­mi­co de Poto­sí para Euro­pa, que cuan­do Nue­va York ni siquie­ra se lla­ma­ba así, ya la ciu­dad con­ta­ba con la mis­ma pobla­ción que Lon­dres y mucho más que Madrid, Sevi­lla, Paris o Roma. Se eri­gió allí una gran ciu­dad, que con­ta­ba con innu­me­ra­bles lujos para los espa­ño­les. En su esplen­dor en 1650 lle­go a tener trein­ta y seis igle­sias orna­men­ta­das en pla­ta, varias casas de jue­gos, cator­ce escue­las de bai­le, Salo­nes de fies­tas y pros­tí­bu­los don­de iban los millo­na­rios mine­ros espa­ño­les. Hoy solo que­dan rui­nas y mise­ria en Poto­sí, como en muchas de nues­tras ciu­da­des explo­ta­das solo que­dan las his­to­rias de lo gran­de que fue­ron esas ciu­da­des en años colo­nia­les, mien­tras esta­ban sien­do expri­mi­das comer­cial­men­te; comer­cio que solo bene­fi­cia­ba a los inva­so­res, solo fue­ron gran­des mien­tras se les des­po­ja­ba de su riqueza.

Lo tris­te es que en la actua­li­dad, en nues­tra Lati­noa­mé­ri­ca esto sigue sucediendo.

Itu­rria /​Fuen­te

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