Eco­lo­gía social. Las barre­ras del sis­te­ma sani­ta­rio para abor­dar la into­xi­ca­ción con plaguicidas

Por Javier Sou­za Casa­dinho, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 14 de octu­bre de 2021.

Todos los casos debe­rían que­dar regis­tra­dos en los cen­tros de salud, de acuer­do a la legis­la­ción vigen­te. Pero exis­te fal­ta de for­ma­ción o pre­sión sobre los equi­pos médi­cos y tra­bas des­de eco­nó­mi­cas has­ta cul­tu­ra­les para pro­te­ger a tra­ba­ja­do­res rura­les y pobla­cio­nes expues­tas. La Red de Acción en Pla­gui­ci­das man­tie­ne una cam­pa­ña acti­va para com­ba­tir el subregistro.

En la Argen­ti­na, se pasó de uti­li­zar 30 millo­nes de kilos/​litros de pla­gui­ci­das en el año 1993 a más de 500 millo­nes de Kg/​l en la actua­li­dad. De los pla­gui­ci­das uti­li­za­dos en el país, 123 pue­den ser cate­go­ri­za­dos como alta­men­te peli­gro­sos para la salud socio­am­bien­tal, según los cri­te­rios esta­ble­ci­dos por la Red de Acción en Pes­ti­ci­das (PAN, por su sigla en inglés). Mien­tras que 140 pla­gui­ci­das de amplia uti­li­za­ción se hallan prohi­bi­dos en otros luga­res del mun­do. La expo­si­ción a los pla­gui­ci­das y el efec­to en la salud de los niños y niñas resul­ta un gra­ve pro­ble­ma. En efec­to, los niños des­de peque­ños acom­pa­ñan a sus padres en el desa­rro­llo de las tareas pro­duc­ti­vas en el cam­po, con lo cual se fami­lia­ri­zan con los pro­duc­tos tóxi­cos recrean­do hábi­tos y accio­nes deter­mi­na­das fren­te al ries­go que repre­sen­tan, aun­que no siem­pre las más per­ti­nen­tes para cui­dar su salud.

Dadas las can­ti­da­des de uso, así como por la toxi­ci­dad espe­cí­fi­ca y las con­di­cio­nes de adqui­si­ción, uti­li­za­ción y dese­cho de enva­ses de los pla­gui­ci­das; una pro­por­ción cre­cien­te de tra­ba­ja­do­res y tra­ba­ja­do­ras, pro­duc­to­res y pro­duc­to­ras, y miem­bros de comu­ni­da­des rura­les y periur­ba­nas se hallan vin­cu­la­dos a los pla­gui­ci­das. Esta expo­si­ción, en oca­sio­nes bre­ves, pero duran­te perio­dos lar­gos de tiem­po, pue­den desa­rro­llar enfer­me­da­des agu­das y crónicas.

A fin de poder cono­cer el ries­go en que pue­de hallar­se la pobla­ción expues­ta a vec­to­res de enfer­me­da­des y a fac­to­res ambien­ta­les, se han recrea­do ins­tru­men­tos espe­cí­fi­cos en mate­ria de nor­ma­ti­va sani­ta­ria. Todo caso de into­xi­ca­ción con pla­gui­ci­das que se regis­tre en el terri­to­rio nacio­nal debe ser asen­ta­do en las pla­ni­llas corres­pon­dien­tes. Si esto se hicie­ra de mane­ra efec­ti­va y com­ple­ta, podría­mos tener una idea cla­ra y pre­ci­sa de lo que ocu­rre en la reali­dad res­pec­to al uso y efec­to socio­am­bien­tal del mane­jo de pla­gui­ci­das y el dese­cho de enva­ses.

Se lle­gó a esta situa­ción de uti­li­za­ción de altas can­ti­da­des de pla­gui­ci­das por el influ­jo de varias cau­sas inter­re­la­cio­na­das: el avan­ce de la fron­te­ra agrí­co­la con la con­se­cuen­te defo­res­ta­ción, el desa­rro­llo de los mono­cul­ti­vos, la pér­di­da de las carac­te­rís­ti­cas físi­cas, bio­ló­gi­cas y quí­mi­cas de los sue­los; la dis­mi­nu­ción drás­ti­ca de la bio­di­ver­si­dad y la amplia­ción en la uti­li­za­ción de los mis­mos pla­gui­ci­das que, al gene­rar resis­ten­cias espe­cí­fi­cas y alte­rar el ciclo de vida de los insec­tos bené­fi­cos, refuer­zan el ciclo de su apli­ca­ción y dependencia.

¿Qué herra­mien­tas exis­ten para el regis­tro de into­xi­ca­ción con plaguicidas? 

En la Argen­ti­na, en el año 1960, se san­cio­nó la Ley N°15.465 de noti­fi­ca­ción de enfer­me­da­des obli­ga­to­rias. En dicha ley, espe­cí­fi­ca­men­te en el artícu­lo 1, se anun­cia: “Es obli­ga­to­ria, en todo el terri­to­rio de la Nación, la noti­fi­ca­ción de los casos de enfer­me­da­des inclui­das en la pre­sen­te ley, con­for­me con lo deter­mi­na­do en la mis­ma”. En esta ley, den­tro el gru­po E de enfer­me­da­des no trans­mi­si­bles, apa­re­cen los plaguicidas:

—E.90. Into­xi­ca­ción por pes­ti­ci­das
—E.90.1. Pes­ti­ci­das clo­ra­dos
—E.90.2. Pes­ti­ci­das fos­fo­ra­dos
—E.90.3. Otros tóxicos

Esta ley se regla­men­tó en el año 1964, para lue­go ser modi­fi­ca­da en el año 1979 en aspec­tos rela­cio­na­dos con la actua­li­za­ción de nor­mas de pro­ce­di­mien­to. Duran­te el año 1994, a par­tir de la reso­lu­ción minis­te­rial 39494, se esta­ble­cen acuer­dos sobre ins­tru­men­tos de vigi­lan­cia en los cen­tros de salud y en los laboratorios.

En 1995, se publi­ca la pri­me­ra edi­ción del manual de nor­mas y pro­ce­di­mien­tos para la vigi­lan­cia epi­de­mio­ló­gi­ca en el cual se efec­túa una actua­li­za­ción de las enfer­me­da­des com­pren­di­das en la noti­fi­ca­ción obli­ga­to­ria y su agru­pa­mien­to. A su vez, se actua­li­zan ins­tru­men­tos fun­da­men­ta­les rela­cio­na­dos con estra­te­gias de reco­lec­ción de datos, el envío y aná­li­sis de la infor­ma­ción. La segun­da edi­ción de este manual se rea­li­za en 1999 y una ter­ce­ra se recrea en 2007.

En esta ter­ce­ra edi­ción, se espe­ci­fi­can cla­ra­men­te los pro­pó­si­tos de la vigi­lan­cia epi­de­mio­ló­gi­ca: “Iden­ti­fi­car hechos sobre el esta­do de salud de las pobla­cio­nes, con la fina­li­dad de inter­ve­nir pre­coz­men­te en el con­trol de los pro­ble­mas de salud y, asi­mis­mo, apor­tar cono­ci­mien­tos inte­gra­les para la pla­ni­fi­ca­ción, eje­cu­ción y eva­lua­ción de las accio­nes de salud”. La noti­fi­ca­ción de los acci­den­tes con pla­gui­ci­das se halla den­tro del gru­po (II) no trans­mi­si­bles: Into­xi­ca­ción agu­da por agen­tes quí­mi­cos. Cate­go­rías 84, pla­gui­ci­das domés­ti­cos; Cate­go­rías 85, pla­gui­ci­das de uso agrí­co­la; y Cate­go­ría 86, pla­gui­ci­das sin especificar.

La infor­ma­ción asen­ta­da en las pla­ni­llas pro­pias de los cen­tros de salud (las de con­sul­ta, la de los ser­vi­cios de guar­dia o emer­gen­cia, y del ingre­so de inter­na­dos) se uti­li­za para com­ple­tar la pla­ni­lla deno­mi­na­da “C2”, la cual debe con­te­ner e infor­mar sobre aque­llas varia­bles con­si­de­ra­das de inte­rés para la vigi­lan­cia epi­de­mio­ló­gi­ca. Esta infor­ma­ción será deri­va­da a los cen­tros de reco­lec­ción de infor­ma­ción de cada juris­dic­ción y, de allí, a los cen­tros nacio­na­les de vigi­lan­cia en los cua­les se sin­te­ti­za y ana­li­za la infor­ma­ción pro­ve­nien­te de dife­ren­tes ámbi­tos terri­to­ria­les gene­ran­do y orien­tan­do la pla­ni­fi­ca­ción y eje­cu­ción de pro­gra­mas que posi­bi­li­ten mejo­rar la situa­ción de salud en cada terri­to­rio y comunidad.

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(Ima­gen: Subcoop)

El subre­gis­tro de las afec­cio­nes de los pla­gui­ci­das en la salud y el ambiente

Enton­ces, todo caso de into­xi­ca­ción con pla­gui­ci­das que se regis­tre en el terri­to­rio nacio­nal debe ser asen­ta­do en las pla­ni­llas corres­pon­dien­tes. Si esto se hicie­ra de mane­ra efec­ti­va y com­ple­ta, podría­mos tener una idea cla­ra y pre­ci­sa de lo que ocu­rre en la reali­dad res­pec­to al uso y efec­to socio­am­bien­tal de la mane­jo de pla­gui­ci­das y el dese­cho de envases.

En este sen­ti­do, y a par­tir de la infor­ma­ción obte­ni­da de inves­ti­ga­cio­nes rea­li­za­das, las char­las enta­bla­das con pro­duc­to­res, tra­ba­ja­do­res y miem­bros de los equi­pos de salud, es posi­ble afir­mar que exis­te un subre­gis­tro en las noti­fi­ca­cio­nes de afec­cio­nes, aspec­to que deri­va en no cono­cer en pro­fun­di­dad el pro­ble­ma sani­ta­rio y poder actuar en con­se­cuen­cia, no solo pudien­do tra­tar a los afec­ta­dos (en sen­ti­do amplia­do a las per­so­nas, otros seres vivos y al res­to del ambien­te), sino tam­bién actuar y tomar deci­sio­nes res­pec­to al regis­tro, comer­cia­li­za­ción y uso de los plaguicidas.

Las barre­ras que impi­den un ade­cua­do regis­tro pue­den agru­par­se en cor­po­ra­les, eco­nó­mi­cas, cul­tu­ra­les y geo­grá­fi­cas. El subre­gis­tro reco­no­ce varias causas.

En pri­mer lugar, las per­so­nas expues­tas deben per­ci­bir­se como enfer­mas. Esto es regis­trar los sín­to­mas de la into­xi­ca­ción con pla­gui­ci­das en su cuer­po, situa­ción que no siem­pre ocu­rre, dado que el tra­ba­jo agra­rio es fun­da­men­tal­men­te cor­po­ral con exten­sas jor­na­das de tra­ba­jo y, ade­más, se des­co­no­cen los sín­to­mas espe­cí­fi­cos aso­cia­dos de una into­xi­ca­ción.

La aten­ción que cada ser humano pue­de pres­tar­le a su cuer­po pue­de defi­nir­se a par­tir de las nor­mas sani­ta­rias y estas se hallan con­di­cio­na­das por la for­ma en las que obte­ne­mos los medios mate­ria­les que posi­bi­li­tan nues­tra sub­sis­ten­cia indi­vi­dual y colec­ti­va. Cuan­to más obli­ga­dos esta­mos los indi­vi­duos a actuar físi­ca­men­te, menos es la aten­ción que pres­ta­mos a las seña­les par­ti­cu­la­res que emi­te nues­tro cuer­po.

Una vez que las per­so­nas afec­ta­das reco­no­cen que se han into­xi­ca­do, deben acu­dir al cen­tro de salud y allí se suce­den otra serie de pro­ble­mas: dejar de tra­ba­jar —situa­ción de difí­cil cum­pli­mien­to para el caso de los tra­ba­ja­do­res tan­te­ros o jor­na­li­za­dos— y tras­la­dar­se al cen­tro de salud, que en oca­sio­nes se encuen­tra lejos de los domi­ci­lios y por lo que se debe con­tar con los recur­sos mone­ta­rios que impli­ca. Enton­ces, la acce­si­bi­li­dad se mide a par­tir de la posi­bi­li­dad que poseen los miem­bros de las comu­ni­da­des para acce­der a los cen­tros de salud, según sea la dis­tan­cia que la sepa­ra y las difi­cul­ta­des para lle­gar a ellos.

Toda vez que la per­so­na afec­ta­da pue­de acce­der a los cen­tros de salud debe ser aten­di­do por el per­so­nal médi­co tenien­do en cuen­ta las cau­sas del pro­ble­ma y no sus con­se­cuen­cias. En muchos casos, se pres­ta más aten­ción al lagrimeo, a los vómi­tos, a la fati­ga, a la secre­ción nasal, pero sin aten­der a las cau­sas etio­ló­gi­cas, es decir, al agen­te que lo pro­du­jo. En esta situa­ción, inter­vie­ne la com­pe­ten­cia médi­ca; los cono­ci­mien­tos, las prác­ti­cas y expe­rien­cia de los par­ti­ci­pan­tes del cen­tro de salud. En este caso, la rela­ción se hace más difí­cil, más incom­pren­si­ble cuan­to más asi­mé­tri­cas son las barre­ras culturales.

El víncu­lo pacien­te-médi­co como un acto de rela­ción don­de influ­yen múl­ti­ples pers­pec­ti­vas, inclu­so la cons­truc­ción del saber y los regí­me­nes de creen­cias, en oca­sio­nes, se enfo­can aspec­tos par­cia­les del pro­ble­ma sin poder rea­li­zar­se una pers­pec­ti­va integral.

Una estra­te­gia fren­te a la fal­ta de recur­sos, infor­ma­ción y pre­sio­nes sobre el sis­te­ma sanitario 

Una vez que la per­so­na se per­ci­bió enfer­ma, que lo aso­ció a una expo­si­ción a pla­gui­ci­das, que pudo tras­la­dar­se al cen­tro de salud y fue aten­di­da por esta cau­sa, el pro­fe­sio­nal de la salud debe asen­tar esta enfer­me­dad en la pla­ni­lla correspondiente.

Es allí don­de toda­vía sub­sis­ten algu­nos pro­ble­mas: la caren­cia de tiem­po, dada la ele­va­da asis­ten­cia de per­so­nas a los cen­tros de salud, el cono­ci­mien­to de la obli­ga­ción de la noti­fi­ca­ción por par­te del per­so­nal y la pre­sión para no regis­trar cuan­do los into­xi­ca­dos o las denun­cias pue­den impli­car a agen­tes eco­nó­mi­cos, por ejem­plo, pro­duc­to­res agra­rios con fuer­te pre­sen­cia territorial.

Des­de la Red de Acción en Pla­gui­ci­das y sus Alter­na­ti­vas, des­de hace más de 30 años, tra­ba­ja­mos en acti­vi­da­des de capa­ci­ta­ción, inves­ti­ga­ción, denun­cia e inci­den­cia polí­ti­ca rela­cio­na­dos con la uti­li­za­ción y efec­to ambien­tal de los pla­gui­ci­das, bus­can­do su prohi­bi­ción y recam­bio por estra­te­gias, prác­ti­cas y tec­no­lo­gías implí­ci­tas en el para­dig­ma agroecológico.

En la actua­li­dad, esta­mos abo­ca­dos a un pro­yec­to de sen­si­bi­li­za­ción y acce­so a la infor­ma­ción que pro­mue­va la noti­fi­ca­ción de los acci­den­tes con pla­gui­ci­das. El mis­mo está diri­gi­do tan­to a pro­duc­to­res, tra­ba­ja­do­res, per­so­nal de salud, comu­ni­ca­do­res, docen­tes, toma­do­res de deci­sión y con­su­mi­do­res de ali­men­tos, en defi­ni­ti­va, a todos aque­llos que, de mane­ra direc­ta e indi­rec­ta, esta­mos expues­tos a los plaguicidas.

A los tra­ba­ja­do­res y pro­duc­to­res por­que se debe faci­li­tar el acce­so a la infor­ma­ción toxi­co­ló­gi­ca tal que pue­dan regis­trar el suce­so de una into­xi­ca­ción per­so­nal o fami­liar. A las per­so­nas de las comu­ni­da­des expues­tas a la uti­li­za­ción de pla­gui­ci­das por­que muchas veces des­co­no­cen esta ame­na­za, así como sus con­se­cuen­cias, a los médi­cos enri­que­cien­do y com­par­tien­do sus sabe­res a fin de detec­tar una into­xi­ca­ción con pla­gui­ci­das y asen­tar­la en las planillas.

Tam­bién que­re­mos lle­gar a los y las docen­tes por­que son quie­nes com­par­ten pro­ble­mas, ideas, dudas con sus alum­nos y alum­nas, y, ade­más, en muchos terri­to­rios, se rea­li­zan pul­ve­ri­za­cio­nes en las cer­ca­nías de las escue­las. En cuan­to a los comu­ni­ca­do­res, pue­den ayu­dar a visi­bi­li­zar este pro­ble­ma y tam­bién pro­por­cio­nar infor­ma­ción cer­te­ra, cla­ra y pre­ci­sa, ya sea para cono­cer el pro­ble­ma como para com­par­tir infor­ma­ción con todos los invo­lu­cra­dos. Por últi­mo, los toma­do­res de deci­sión, con­ce­ja­les, dipu­tados y minis­tros por­que se deben actua­li­zar las nor­ma­ti­vas, regu­lar­las, hacer que se cum­plan y san­cio­nar a quien no lo hace.

Sub­sis­ten dife­ren­tes tipos de barre­ras que limi­tan el acce­so a la aten­ción médi­ca, en espe­cial, la acce­si­bi­li­dad eco­nó­mi­ca y la cul­tu­ral. Mien­tras que la pri­me­ra se pone de mani­fies­to en la caren­cia de capi­tal líqui­do para aten­der los gas­tos de la aten­ción pri­ma­ria y los estu­dios secun­da­rios, la acce­si­bi­li­dad cul­tu­ral se mani­fies­ta en la impo­si­bi­li­dad de enta­blar un diá­lo­go efi­caz con el médi­co. Res­pec­to de las pro­ble­má­ti­cas deri­va­das del uso de pla­gui­ci­das, los tra­ba­ja­do­res de la salud están lla­ma­dos a cum­plir con un rol inde­le­ga­ble, tan­to en la detec­ción a tiem­po de las enfer­me­da­des como en su regis­tro. Solo con un regis­tro ade­cua­do se podrá poseer un pano­ra­ma real acer­ca de la pro­ble­má­ti­ca rela­cio­na­da con la uti­li­za­ción e into­xi­ca­cio­nes con pla­gui­ci­das tal que posi­bi­li­te tomar las medi­das ade­cua­das res­pec­to a su prohi­bi­ción, auto­ri­za­ción de uso, cate­go­ri­za­ción toxi­co­ló­gi­ca, comer­cia­li­za­ción y con­di­cio­nes de apli­ca­ción. O sea, un abor­da­je inte­gral des­de la salud pública.

Nos corres­pon­de a todos la inci­den­cia a nivel polí­ti­co y pues­ta en prác­ti­ca de polí­ti­cas de salud efec­ti­vas, que par­tien­do de con­cep­cio­nes glo­ba­les, per­mi­tan ana­li­zar crí­ti­ca­men­te todas las deci­sio­nes y prác­ti­cas socia­les vin­cu­la­das a los agrotóxicos.

Fuente_​La tinta

Itu­rria /​Fuen­te

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