Hai­tí. La resis­ten­cia a la reco­lo­ni­za­ción multicultural

Por Mamy­rah Dou­gé-Pros­per*, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 31 de agos­to de 2021. 

Aho­ra que el terre­mo­to de Hai­tí pare­ce habi­li­tar una nue­va inter­ven­ción nor­te­ame­ri­ca­na, un recuen­to de la his­to­ria polí­ti­ca recien­te y de la inter­ven­ción extran­je­ra en aque­lla nación caribeña.

El 28 de febre­ro de 2021, miles de per­so­nas mar­cha­ron en Hai­tí des­de el via­duc­to de la inter­sec­ción de la Ave­ni­da Mar­tin Luther King, Jr. con la Ave­ni­da de Del­mas ‑tam­bién cono­ci­do, en creo­le, como Kafou Rezis­tans1-. Lo hicie­ron hacia los subur­bios de Pétion-Ville, en don­de viven las éli­tes del país, inclui­das aque­llas de la lla­ma­da «comu­ni­dad inter­na­cio­nal». Los mani­fes­tan­tes lle­va­ban car­te­les que refle­ja­ban la con­ver­gen­cia de una plu­ra­li­dad de deman­das en los dis­tin­tos idio­mas de las Amé­ri­cas: Aba enpe­rialys, viv komi­nis; Stop de Bloodshed in Hai­ti; Jove­nel Moï­se is a dic­ta­tor; Repek­te kons­ti­tis­yon 1987; Hai­tian Lives Mat­ter; Viv yon tran­zis­yon popi­lè2.

Dife­ren­tes sec­to­res de la socie­dad hai­tia­na se unie­ron para ins­tar al pre­si­den­te de fac­to Jove­nel Moï­se a dimi­tir, dan­do lugar a un gobierno de tran­si­ción que gene­re lo que muchos mili­tan­tes radi­ca­les lla­man cha­vi­re chod­yè, es decir una rup­tu­ra total con el sis­te­ma de des­igual­dad, explo­ta­ción, corrup­ción e impu­ni­dad. En Hai­tí, estos tres últi­mos años de rebe­lión expre­san una con­ti­nui­dad del recha­zo popu­lar a la elec­ción de Jove­nel Moï­se, y en gene­ral de su par­ti­do el PHTK, des­de el año 2011 en el poder por impo­si­ción del Core Group3. Este levan­ta­mien­to es la res­pues­ta del pue­blo hai­tiano a casi dos déca­das de aban­dono esta­tal, ocu­pa­ción mili­tar, des­po­jo de tie­rras y gangs­te­ri­za­cion de los barrios populares.

El pre­sen­te tex­to inten­ta­rá con­tex­tua­li­zar estas pro­tes­tas, expo­nien­do el accio­nar del impe­ria­lis­mo nor­te­ame­ri­cano en este país cari­be­ño, esta­ble­cien­do cone­xio­nes entre las luchas en Hai­tí y en otras par­tes de las Amé­ri­cas ‑y el mun­do-. Como tal, el artícu­lo invi­ta a des­po­jar al país de su pre­sun­ta excep­cio­na­li­dad, para rein­ser­tar­lo den­tro de una com­pren­sión más amplia del capi­ta­lis­mo racial y el impe­ria­lis­mo, dan­do lugar así a nue­vas for­mas de solidaridad.

En 1969, el pré­si­dent à vie4 Fra­nçois Duva­lier decla­ró que Hai­tí se con­ver­ti­ría en el «Tai­wán del Cari­be». Para ello fir­mó una ley que habi­li­tó el esta­ble­ci­mien­to de los pri­me­ros par­ques indus­tria­les en terri­to­rio nacio­nal. Dicha ley se vería refor­za­da por el decre­to de 1974 de su hijo Jean-Clau­de Duva­lier, que esti­mu­la­ba la pro­duc­ción de ropa para empre­sas esta­dou­ni­den­ses. Un decre­to pos­te­rior fun­dó en 1979 la Socie­dad Nacio­nal de Par­ques Indus­tria­les (SONAPI) a pocos kiló­me­tros del aero­puer­to de Puer­to Prín­ci­pe. Pre­pa­ran­do el terreno para esta trans­for­ma­ción de tipo neo­li­be­ral, los dos Duva­lier, padre e hijo, cons­tru­ye­ron pro­yec­tos de vivien­da en el área metro­po­li­ta­na como for­ma de atraer a los habi­tan­tes de las zonas rura­les. Al mis­mo tiem­po otor­ga­ron cien­tos de miles de hec­tá­reas de tie­rra de los depar­ta­men­tos del inte­rior, para que las fami­lias ricas esta­ble­cie­ran gran­des plan­ta­cio­nes de café, veti­ver y banano para su expor­ta­ción en el Nor­te Global.

A prin­ci­pios de la déca­da de 1980, Jean-Clau­de man­dó a exter­mi­nar a los cer­dos crio­llos, cuya repro­duc­ción cons­ti­tuía la base de la eco­no­mía del cam­pe­si­na­do. Con este y otros meca­nis­mos los Duva­lier faci­li­ta­ron la crea­ción de una nue­va oli­gar­quía dota­da de cone­xio­nes esta­dou­ni­den­ses. Tam­bién pro­cu­ra­ron mer­can­ti­li­zar la cul­tu­ra hai­tia­na para ven­der­la a los turis­tas nor­te­ame­ri­ca­nos y euro­peos. Ade­más, sub­ven­cio­na­ron inves­ti­ga­cio­nes rea­li­za­das por orga­nis­mos inter­na­cio­na­les como las Nacio­nes Uni­das, para iden­ti­fi­car en la región nor­te oro, cobre y otros mine­ra­les con miras a su explo­ta­ción. Duran­te este perío­do, de 29 años de dura­ción, el régi­men de fac­to man­tu­vo sala­rios míni­mos mien­tras la cla­se polí­ti­ca y sus ami­gos más cer­ca­nos saquea­ban la arcas del Esta­do. Tam­bién reci­bie­ron las gene­ro­sas dona­cio­nes de los Esta­dos Uni­dos en su lucha «anti­co­mu­nis­ta», así como los prés­ta­mos de las ins­ti­tu­cio­nes finan­cie­ras inter­na­cio­na­les encar­ga­das de ges­tio­nar el «desa­rro­llo del mun­do subdesarrollado».

Con el fin de dis­ci­pli­nar a la pobla­ción, los Duva­lier finan­cia­ron y orga­ni­za­ron a los lla­ma­dos Ton­ton Macou­tes, gru­pos para­mi­li­ta­res que ves­tían uni­for­me, ope­ra­ban fue­ra de la ley y fun­cio­na­ban como com­ple­men­to de las fuer­zas arma­das ofi­cia­les. Aque­llos vio­la­ron, masa­cra­ron y des­mem­bra­ron de mane­ra públi­ca a per­so­nas, fami­lias y comu­ni­da­des ente­ras. Los macou­tes eran reclu­ta­dos, por lo gene­ral, entre cam­pe­si­nos, des­em­plea­dos y pobres urba­nos, frus­tra­dos por su mar­gi­na­ción his­tó­ri­ca y por la impo­si­bi­li­dad de repli­car los mode­los hege­mó­ni­cos de mas­cu­li­ni­dad. Los Duva­lier se apro­pia­ron e ins­tru­men­ta­li­za­ron esta vio­len­cia en favor del sis­te­ma. La dic­ta­du­ra des­can­sa­ba, ade­más de en el uso de la fuer­za bru­ta por par­te de estos gru­pos para­mi­li­ta­res, en la mani­pu­la­ción de la ley y el apo­yo de la «comu­ni­dad inter­na­cio­nal», con quien coin­ci­día en el sos­te­ni­mien­to del capi­ta­lis­mo racial, que redu­cía a la «colo­nia» hai­tia­na al extrac­ti­vis­mo y la expor­ta­ción a tra­vés de las nue­vas plan­ta­cio­nes, los par­ques indus­tria­les, la mine­ría y el turismo.

Mien­tras los Duva­lier bus­ca­ban el con­trol total sobre los cuer­pos, las vidas, los medios de vida y el tra­ba­jo den­tro de las fron­te­ras del país, la comu­ni­dad hai­tia­na en el pro­pio terri­to­rio nacio­nal y en la diás­po­ra, lucha­ban por la par­ti­ci­pa­ción colec­ti­va y la auto­de­ter­mi­na­ción de Hai­tí. No fal­ta­ron quie­nes inten­ta­ran derro­car a la dic­ta­du­ra, sea den­tro del Ejér­ci­to o des­de el exi­lio en Amé­ri­ca del Nor­te y del Sur. Hubo quie­nes uti­li­za­ron la facha­da de la Igle­sia Cató­li­ca y los pro­gra­mas de alfa­be­ti­za­ción para via­jar por el país, com­par­tien­do infor­ma­ción y tra­zan­do diver­sas estra­te­gias. Den­tro de las fron­te­ras, algu­nas esta­cio­nes de radio lla­ma­das «pira­tas», así como los pro­gra­mas radia­les uni­ver­si­ta­rios, fue­ron uti­li­za­dos para expo­ner en el extran­je­ro la reali­dad inter­na de la dic­ta­du­ra. Algu­nos mar­cha­ron por las calles de las prin­ci­pa­les ciu­da­des, par­ti­cu­lar­men­te en la capi­tal Puer­to Prín­ci­pe, para expre­sar su resis­ten­cia y su deseo de trans­for­ma­ción social.

Todos estos esfuer­zos cul­mi­na­ron en lo que los mili­tan­tes lla­man la «Revo­lu­ción de 1986″, cuan­do Jean-Clau­de Duva­lier y sus socios fue­ron expul­sa­dos del país con el con­cur­so de sus anti­guos alia­dos nor­te­ame­ri­ca­nos. Duva­lier (h) y su fami­lia esca­pa­ron a Fran­cia para dis­fru­tar de las rique­zas segu­ras en sus cuen­tas ban­ca­rias en Sui­za, mien­tras que muchos de sus par­ti­da­rios de más alto ran­go se fuga­ron hacia. Pero la mayor par­te de los ton­ton macou­tes se enfren­tó a lo que se cono­ce como dechou­kaj5. Tras la caí­da, una jun­ta mili­tar fue impues­ta para ges­tio­nar la tran­si­ción hacia la demo­cra­cia, redu­ci­da en su con­cep­ción a la redac­ción de un nue­vo tex­to cons­ti­tu­cio­nal y a la cele­bra­ción de elecciones.

Duran­te este perío­do, el cura sale­siano Jean-Ber­trand Aris­ti­de emer­gió como el líder mesiá­ni­co de las gran­des mayo­rías popu­la­res, ganan­do las elec­cio­nes de 1990 por abru­ma­do­ra mayo­ría. Pero la vic­to­ria popu­lar de Aris­ti­de duró poco, dado que en ape­nas 7 meses fue depues­to por jefes mili­ta­res y poli­cia­les for­ma­dos en la Escue­la de las Amé­ri­cas de los Esta­dos Uni­dos. Aris­ti­de pasa­ría los siguien­tes 3 años en aquel mis­mo país, defen­dien­do sus dere­chos polí­ti­cos y pro­mo­vien­do el des­man­te­la­mein­to de los para­mi­li­ta­res que per­se­guían por ese a sus sim­pa­ti­zan­tes y par­ti­da­rios. Si bien supo sos­te­ner una posi­ción anti­im­pe­ria­lis­ta, Aris­ti­de regre­sa­ría a Hai­tí con una misión de las Nacio­nes Uni­das diri­gi­da por los Esta­dos Uni­dos, y con la inter­me­dia­ción de una serie de orga­ni­za­cio­nes inter­na­cio­na­les no guber­na­men­ta­les. En su retorno al poder, nom­bra­ría a varios ex-duva­lie­ris­tas en su gabi­ne­te, inclui­da Les­lie Dela­tour, eco­no­mis­ta for­ma­da de la Escue­la de Chica­go quien había redac­ta­do lo que el mis­mo Aris­ti­de supo lla­mar el «Plan de la muer­te», que lle­vó a la pri­va­ti­za­ción de muchas ins­ti­tu­cio­nes esta­ta­les, la libe­ra­li­za­ción del mer­ca­do que indu­jo el colap­so de la pro­duc­ción nacio­nal de arroz, y dio un asien­to per­ma­nen­te en el apa­ra­to esta­tal hai­tiano a ins­ti­tu­cio­nes finan­cie­ras inter­na­cio­na­les como el Ban­co Mun­dial (BM) y el Fon­do Mone­ta­rio Inter­na­cio­nal (FMI).

El giro demo­crá­ti­co de la déca­da de 1990 no fue sufi­cien­te para pro­du­cir una visión deco­lo­nial del desa­rro­llo, que no redu­je­ra a la tie­rra y a los tra­ba­ja­do­res de Hai­tí a bie­nes pasi­bles de ser explo­ta­dos. En 2002, el Par­la­men­to hai­tiano, con­tro­la­do enton­ces por el par­ti­do Fan­mi Lava­las del pre­si­den­te Aris­ti­de, apro­bó una Ley de Zonas Fran­cas que otor­ga­ba, en sus artícu­lo 21 y 23, 15 años de exen­ción impo­si­ti­va a las empre­sas manu­fac­tu­re­ras y 10 a los inver­so­res. En sin­to­nía con aque­lla, la Ley de Inver­sio­nes del 2002, en su capí­tu­lo segun­do, vino a con­si­de­rar de la mis­ma mane­ra a las enti­da­des nacio­na­les y extran­je­ras, otor­gán­do­les las mis­mas ven­ta­jas y pre­rro­ga­ti­vas. Al año siguien­te, el Ban­co Inter­ame­ri­cano de Desa­rro­llo (BID), el BM y el Fon­do de Desa­rro­llo Eco­nó­mi­co de Geor­ge Soros, invir­tie­ron jun­to al Gru­po M, una empre­sa domi­ni­ca­na fabri­can­te de ropa, en la cons­truc­ción de la Com­pa­ñía de Desa­rro­llo Indus­trial S.A. (CODEVI, por sus siglas en fran­cés) en Oua­na­minthe, ciu­dad fron­te­ri­za entre Hai­tí y la Repú­bli­ca Domi­ni­ca­na. Duran­te este mis­mo perío­do, Aris­ti­de pre­sio­nó para lograr un aumen­to gra­dual del sala­rio míni­mo, denun­cian­do a la bur­gue­sía indus­trial por sus más de 30 años de bru­tal explo­ta­ción de la mano de obra haitiana.

En vís­pe­ras del bicen­te­na­rio de la Revo­lu­ción Hai­tia­na de 1804, Aris­ti­de exi­gió a Fran­cia que reem­bol­sa­ra la deu­da que le impu­so a Hai­tí a cam­bio del reco­no­ci­mien­to de su inde­pen­den­cia, deu­da que el país no sal­da­ría has­ta 1947, ya no con Fran­cia sino con los ban­cos esta­dou­ni­den­ses que la com­pra­ron duran­te la ocu­pa­ción del país cari­be­ño entre 1915 y 1934. En enero de 2004, el indus­trial de nacio­na­li­dad esta­dou­ni­den­se y miem­bro de la oli­gar­quía local André Apaid, quien diri­gía enton­ces el «Gru­po de las 184» (una coa­li­ción de orga­ni­za­cio­nes y per­so­na­li­da­des de las cla­ses domi­nan­tes), usur­pó la direc­ción de una movi­li­za­ción estu­dian­til que soli­ci­ta­ba la refor­ma del sis­te­ma uni­ver­si­ta­rio públi­co, y denun­cia­ba enton­ces la res­pues­ta vio­len­ta de la poli­cía con­tra las mani­fes­ta­cio­nes que exi­gían la dimi­sión del pre­si­den­te demo­crá­ti­ca­men­te elec­to. En ese con­tex­to, ex mili­ta­res y poli­cías exi­lia­dos en la Repú­bli­ca Domi­ni­ca­na toma­ron el con­trol de Gonaï­ves, la ciu­dad cuna de la inde­pen­den­cia, ame­na­zan­do con inva­dir des­de allí Puer­to Prín­ci­pe. Todas estas manio­bras cul­mi­na­ron con un segun­do gol­pe de esta­do con­tra Aristide.

El «Gru­po de los 184» tam­bién había sido poli­ti­za­do por una inter­ven­ción de las Nacio­nes Uni­das (ONU) orga­ni­za­da para aplas­tar a los par­ti­da­rios arma­dos de Aris­ti­de. Bra­sil y Chi­le aten­die­ron al lla­ma­do pro­por­cio­nan­do más de 5.000 sol­da­dos que alla­na­ron barrios peri­fé­ri­cos de Puer­to Prín­ci­pe y vio­la­ron a muje­res, niñas y niños. Orga­ni­za­cio­nes no guber­na­men­ta­les inter­na­cio­na­les tam­bién acom­pa­ña­ron la misión, dan­do empleo a algu­nos miem­bros de la peque­ña bur­gue­sía y dis­tan­cián­do­los aún más de los des­ocu­pa­dos y los tra­ba­ja­do­res pobres. Ade­más, el Core Group, que inclu­ye a repre­sen­tan­tes de la ONU, la Orga­ni­za­ción de Esta­dos Ame­ri­ca­nos (OEA), Bra­sil, Esta­dos Uni­dos, Cana­dá, la Unión Euro­pea (UE), Fran­cia, Espa­ña y Ale­ma­nia, se esta­ble­ció en la emba­ja­da nor­te­ame­ri­ca­na en Hai­tí para moni­to­rear el país.

Un ciu­da­dano esta­dou­ni­den­se de ascen­den­cia hai­tia­na, Gérard Lator­tue, fue nom­bra­do Pri­mer Minis­tro para gober­nar y orga­ni­zar nue­vas elec­cio­nes, con­si­de­ra­das como la máxi­ma expre­sión de la demo­cra­cia occi­den­tal. Mien­tras tan­to, la Aso­cia­ción de Indus­tria­les de Hai­tí (ADIH, por sus siglas en fran­cés) pre­sio­nó y final­men­te ase­gu­ró la apro­ba­ción de las leyes cono­ci­das como «HOPE I» y «HOPE II»6, en los años 2006 y 2008, para per­mi­tir una reduc­ción aran­ce­la­ria espe­cial para las pren­das de ves­tir con­fec­cio­na­das con telas esta­dou­ni­den­ses pro­ce­den­tes de las maqui­las de Haití.

En suma, esta ocu­pa­ción mili­tar, mul­ti­la­te­ral e incons­ti­tu­cio­nal, abri­ría las puer­tas a una reco­lo­ni­za­ción en cla­ve mul­ti­cul­tu­ral de la pri­me­ra «repú­bli­ca negra» del mundo.

René Pré­val, ex Pri­mer Minis­tro de Aris­ti­de duran­te su pri­me­ra pre­si­den­cia, ganó las elec­cio­nes de 2006. Casi de inme­dia­to fir­mó el acuer­do de ingre­so a la pla­ta­for­ma Petro­ca­ri­be con el man­da­ta­rio vene­zo­lano Hugo Chá­vez, cuya visi­ta a Hai­tí fue acla­ma­da por el pue­blo. Pré­val tam­bién ins­tó a un aumen­to del sala­rio míni­mo en 2009. Ese mis­mo año, el Par­la­men­to hai­tiano, influi­do por su pro­pio par­ti­do, votó para enmen­dar la Cons­ti­tu­ción de 1987, hacien­do obli­ga­to­ria la inclu­sión polí­ti­ca de las muje­res a tra­vés de un cupo míni­mo del 30%; rela­jó los requi­si­tos de obten­ción de ciu­da­da­nía para los ciu­da­da­nos con pasa­por­tes extran­je­ros; eli­mi­nó los artícu­los que prohi­bían la par­ti­ci­pa­ción polí­ti­ca de los par­ti­da­rios de la fami­lia Duva­lier en la estruc­tu­ra del Esta­do; y sus­pen­dió la pro­tec­ción de cier­tas tie­rras agrí­co­las, sólo por nom­brar algu­nos de los prin­ci­pa­les cam­bios intro­du­ci­dos. El gobierno de Pré­val expre­só las mis­mas con­tra­dic­cio­nes entre pro­gre­sis­mo y neo­li­be­ra­lis­mo que el res­to de la región lati­no­ame­ri­ca­na y cari­be­ña. Final­men­te, el terre­mo­to de 2010 pre­sen­tó una opor­tu­ni­dad para que la lla­ma­da «comu­ni­dad inter­na­cio­nal» recon­ci­lia­ra esas con­tra­dic­cio­nes y ase­gu­ra­ra el nue­vo ciclo de rapi­ña en torno a Hai­tí. Para ello se esta­ble­ció la Comi­sión Inte­ri­na de Recons­truc­ción de Hai­tí (CIRH, por sus siglas en fran­cés) para super­vi­sar la polí­ti­ca esta­tal. Tam­bién se mani­pu­la­ron las elec­cio­nes para ins­ta­lar el Par­ti Hai­tien Tèt Kale (PHTK), que dis­fru­tó del apo­yo de bue­na par­te de la comu­ni­dad hai­tia­na resi­den­te en Esta­dos Uni­dos y, cier­ta­men­te, de un gran con­tin­gen­te de peque­ños y gran­des bur­gue­ses resi­den­tes en Haití.

El PHTK arti­cu­ló cla­ra­men­te un mode­lo de desa­rro­llo orien­ta­do a la expor­ta­ción a tra­vés de los cua­tros pila­res de la mine­ría, el turis­mo, la agro­in­dus­tria y los par­ques indus­tria­les. Por lo tan­to, se pro­du­jo un nue­vo ciclo de lucha entre el pue­blo de Hai­tí, su Esta­do colo­nial y las poten­cias impe­ria­lis­tas. El pri­mer pre­si­den­te del PHTK, Michel Mar­telly, cana­li­zó fon­dos de la recons­truc­ción post-terre­mo­to para apo­yar la crea­ción en 2012 del Par­que Indus­trial Cara­col (PIC). En ese mis­mo año, su gobierno tam­bién des­alo­jó vio­len­ta­men­te a cam­pe­si­nos del valle de Seguin para dar lugar a un par­que turís­ti­co. Los super­vi­vien­tes de la masa­cre resul­tan­te eri­gie­ron una tum­ba colec­ti­va en memo­ria de las víctimas.

Por for­tu­na, la ley de mine­ría patro­ci­na­da por el Ban­co Mun­dial en 2013, fue ente­rra­da por la opo­si­ción al PHTK en el Par­la­men­to. Ade­más, el cam­pe­si­na­do, con el apo­yo de orga­ni­za­cio­nes pro­gre­sis­tas, logró frus­trar los pla­nes para pri­va­ti­zar la Isla de la Vaca, que tenía el obje­ti­vo de con­ver­tir­la en un resort exclu­si­vo. En 2014, el gobierno de Mar­telly inau­gu­ró la pri­me­ra zona fran­ca agrí­co­la en Trou-du-Nord, bajo la super­vi­sión del futu­ro pre­si­den­te del PHTK, Jove­nel Moï­se. En 2015 ini­ció sus ope­ra­cio­nes una nue­va zona fran­ca en Puer­to Lafi­to, uno de los tres puer­tos en el Cari­be capa­ces de reci­bir los bar­cos de gran por­te que cru­zan el Canal de Pana­má hacia el Asia. Duran­te su pre­si­den­cia, Mar­telly retra­só sis­te­má­ti­ca­men­te las elec­cio­nes par­la­men­ta­rias para poder gober­nar por decre­to. En ese tiem­po él, su fami­lia ‑muchos con altos car­gos de gobierno- y sus socios, dila­pi­da­ron más de dos ter­cios de los fon­dos de Petrocaribe.

Las elec­cio­nes de 2015 estu­vie­ron mar­ca­das por el frau­de y otras irre­gu­la­ri­da­des, cuyos resul­ta­dos bene­fi­cia­ron al can­di­da­to del PHTK. La socie­dad civil orga­ni­za­da y la opo­si­ción polí­ti­ca blo­quea­ron el país, obli­gan­do a Mar­telly y al Core Group a ceder ante un gobierno inte­ri­no y la orga­ni­za­ción de nue­vas elec­cio­nes. A pesar de los devas­ta­do­res efec­tos del hura­cán Matthew en la infra­es­truc­tu­ra elec­to­ral, se cele­bra­ron nue­vos comi­cios en el año 2016, esta vez con más del 40 por cien­to de los votos direc­ta­men­te emi­ti­dos por «zom­bis» y por per­so­nas inexis­ten­tes, lo que resul­tó en el ascen­so de Jove­nel Moï­se a la pre­si­den­cia en 2017. Inme­dia­ta­men­te, la opo­si­ción ini­ció una pri­me­ra inves­ti­ga­ción sobre el uso de los fon­dos de Petro­ca­ri­be. En enero de 2018 Moï­se se reti­ró de la pla­ta­for­ma. El decre­to de aumen­to a los pre­cios del com­bus­ti­ble, tal como lo había dic­ta­do el Fon­do Mone­ta­rio Inter­na­cio­nal (FMI), empu­jó a todo el país a orga­ni­zar el pri­mer peyi lòk, una huel­ga gene­ral que blo­quea­ría todas las rutas comer­cia­les duran­te tres días. En agos­to de 2018, el movi­mien­to juve­nil de los Petro­cha­llen­gers irrum­pió bajo el hash­tag Kot­Kòb­Pet­wo­Ka­ri­beA? -¿dón­de está el dine­ro de Petro­ca­ri­be?-. Duran­te los meses siguien­tes miles de per­so­nas pro­tes­ta­ron al menos una vez al mes en la prin­ci­pa­les ciu­da­des del país. En noviem­bre de 2018, bajo la aten­ta mira­da de las fuer­zas poli­cia­les de Hai­tí, ban­das arma­das eje­cu­ta­ron a 71 per­so­nas y vio­la­ron colec­ti­va­men­te a 11 muje­res, niñas y niños en el barrio La Sali­ne de Puer­to Prín­ci­pe, cono­ci­do por su capa­ci­dad e movi­li­za­ción y su mili­tan­cia histórica.

Los movi­mien­tos socia­les con­ti­nua­ron aumen­tan­do la pre­sión has­ta que la Cor­te Supe­rior de Cuen­tas hizo públi­co un infor­me pre­li­mi­nar, en enero de 2019, sobre el des­tino de los fon­dos de Petro­ca­ri­be. Allí se expon­dría a Moï­se y a muchos otros par­ti­da­rios del PHTK, par­tí­ci­pes en un millo­na­rio esque­ma de mal­ver­sa­ción de fon­dos. Ese mis­mo mes, Moï­se votó en la OEA en con­tra del reco­no­ci­mien­to de Nico­lás Madu­ro como pre­si­den­te legí­ti­mo de Vene­zue­la, lo que daría más impul­so a la gue­rra de los Esta­dos Uni­dos con­tra la Repú­bli­ca boli­va­ria­na. En febre­ro de 2019, mili­tan­tes orga­ni­za­dos exi­gie­ron la renun­cia de Moï­se y su some­ti­mien­to a los tri­bu­na­les de jus­ti­cia. Con el apo­yo del Core Group, que con­ti­nuó aplau­dien­do el pre­sun­to pro­fe­sio­na­lis­mo de los agen­tes de la Poli­cía Nacio­nal de Hai­tí que habían ase­si­na­do y heri­do a dece­nas de mani­fes­tan­tes, Moï­se per­ma­ne­ció en el poder, deci­dien­do enton­ces remo­vi­li­zar a las Fuer­zas Arma­das del país, disuel­tas en 1995 por el ex pre­si­den­te Aristide.

La opo­si­ción polí­ti­ca y los movi­mien­tos socia­les orques­ta­ron varios blo­queos del país duran­te ese año. Más sec­to­res de la pobla­ción se suma­ron enton­ces a la lucha, entre ellos perio­dis­tas, abo­ga­dos y tra­ba­ja­do­res de la salud. Sin embar­go, para enero de 2020, Moï­se comen­zó a gober­nar por decre­to, habi­da cuen­ta de la no rea­li­za­ción de las elec­cio­nes par­la­men­ta­rias, lo que lle­vó al ven­ci­mien­to del man­da­to del con­jun­to de los dipu­tados y de dos ter­cios de los sena­do­res del país. En mayo de 2020, 13 líde­res de dife­ren­tes pan­di­llas for­ma­ron una fede­ra­ción cono­ci­da como el G9 para coor­di­nar sus ata­ques en el área metro­po­li­ta­na de Puer­to Prín­ci­pe. Al fin de ese mis­mo año, Moï­se decre­tó la crea­ción de laA­gen­cia Nacio­nal de Inte­li­gen­cia (ANI), que ten­dría por obje­ti­vo reco­pi­lar infor­ma­ción sobre mili­tan­tes y cri­mi­na­li­zar las accio­nes de pro­tes­ta. Mien­tras tan­to, las pan­di­llas hacían públi­cas sus acti­vi­da­des en las redes socia­les sin nin­gún tipo de obs­tácu­lo, entre las que cabe con­tar nume­ro­sos secues­tros, masa­cres y vio­la­cio­nes. El Core Group atri­bu­yó enton­ces una pre­sun­ta dis­mi­nu­ción de los ase­si­na­tos coti­dia­nos a la orga­ni­za­ción y los acuer­dos entre estas pandillas.

En enero de 2021, Moï­se anun­ció un refe­rén­dum para apro­bar una nue­va cons­ti­tu­ción en la pri­ma­ve­ra, así como la orga­ni­za­ción de elec­cio­nes para el oto­ño. Redac­ta­da por las Nacio­nes Uni­das, la nue­va car­ta mag­na que se pre­ten­de impo­ner al país, limi­ta el poder del legis­la­ti­vo al tiem­po que aumen­ta las pre­rro­ga­ti­vas del eje­cu­ti­vo, per­mi­te perío­dos pre­si­den­cia­les con­se­cu­ti­vos y otor­ga a los hai­tia­nos y hai­tia­nas en la diás­po­ra el dere­cho a votar y ocu­par car­gos públi­cos. Ade­más, el 7 de febre­ro Moï­se se con­vir­tió en pre­si­den­te de fac­to de Hai­tí, habien­do exce­di­do los 5 años esti­pu­la­dos por la Cons­ti­tu­ción des­de el día de las elec­cio­nes que lo lle­va­ron al poder. Al día siguien­te, emi­tió un decre­to que des­pla­za­ba a jue­ces de la Cor­te Supre­ma y a poli­cías de alto ran­go, fun­cio­na­rios que, según él, habían orga­ni­za­do un gol­pe de esta­do en su con­tra. Este mis­mo decre­to trans­for­mó más de 25.000 hec­tá­reas de tie­rras agrí­co­las pro­te­gi­das de Sava­ne Dia­ne, en la región cen­tral del país, en una zona fran­ca ges­tio­na­da por Apaid, el mis­mo pro­mo­tor del «Gru­po de los 184», para esta­ble­cer allí una plan­ta­ción de un cul­ti­vo no comes­ti­ble, la ste­via, para la pro­duc­ción de edul­co­ran­tes para Coca-Cola. A fina­les de mes, las igle­sias pro­tes­tan­tes con­vo­ca­ron a una movi­li­za­ción, a la que acu­dió en masa el con­jun­to de la socie­dad haitiana.

Lue­go de una ola de pro­tes­tas de tres años con­tra el gobierno de Moï­se y PHTK, sím­bo­los de la explo­ta­ción, corrup­ción e impu­ni­dad, los ver­da­de­ros ami­gos y ami­gas inter­na­cio­na­les de Hai­tí orga­ni­za­ron accio­nes en todo el hemis­fe­rio para hacer­se eco de las deman­das del pue­blo, para pro­te­ger la Cons­ti­tu­ción de 1987 enmen­da­da en 2011, para con­de­nar el régi­men dic­ta­to­rial de Moï­se y la gangs­te­ri­za­ción del terri­to­rio, para con­tra­rres­tar los pro­yec­tos de desa­rro­llo de PHTK y para denun­ciar la com­pli­ci­dad de la comu­ni­dad inter­na­cio­nal en la con­so­li­da­ción de la dic­ta­du­ra. Allí pudo ver­se, en un hecho casi sin paran­gón, la acción com­bi­na­da de la socie­dad hai­tia­na y de sus alia­dos en paí­ses tan diver­sos como Cana­dá, Esta­dos Uni­dos, Puer­to Rico, Repú­bli­ca Domi­ni­ca­na, Bra­sil, Tri­ni­dad y Toba­go, Argen­ti­na, Bra­sil, Uru­guay y Fran­cia, lo que redun­dó en el apla­za­mien­to del pre­ten­di­do referéndum. 

*Mamy­rah Dou­gé-Pros­per es la coor­di­na­do­ra inter­na­cio­nal de la Red Pan­afri­ca­na de Soli­da­ri­dad Com­mu­nity Move­ment Buil­ders con sede en los Esta­dos Uni­dos. Se desem­pe­ña tam­bién como coor­di­na­do­ra de la coa­li­ción inter­na­cio­nal Leve Kan­pe Avèk Ayi­ti, que tra­ba­ja para apo­yar y ampli­fi­car las luchas del pue­blo hai­tiano. Es inte­gran­te y fun­da­do­ra de Black Radi­cal, un colec­ti­vo mul­ti­lin­güe de medios pan­afri­ca­nos. Tam­bién es pro­fe­so­ra asis­ten­te de Estu­dios Glo­ba­les e Inter­na­cio­na­les en la Uni­ver­si­dad de Cali­for­nia, Irvi­ne. Su docen­cia y sus inves­ti­ga­cio­nes se cen­tran en los movi­mien­tos socia­les de Haití.

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