Afga­nis­tán. El lar­go adiós

Por Gua­di Cal­vo*, Resu­men Medio Orien­te, 7 de agos­to de 2021-.

La dimen­sión de la tra­ge­dia que los Esta­dos Uni­dos, han cons­trui­do duran­te sus vein­te años de ocu­pa­ción en Afga­nis­tán, por momen­tos es difí­cil de atri­buir­la a la impre­vi­sión, la fal­ta de com­pre­sión del espí­ri­tu nacio­nal afgano, la casua­li­dad, ram­plo­na­men­te a la mala suer­te, al des­tino mani­fies­to o que fue mak­tub (esta­ba escri­to) y uno enton­ces se atre­ve a pre­gun­tar­se, si no fue una pie­za de inge­nie­ría feno­me­nal, cons­trui­da para arrui­nar a ese país y com­pli­car a toda la región por el res­to de los tiem­pos. Solo así podría­mos encon­trar una respuesta.

Mien­tras la ofen­si­va del Tali­bán, ini­cia­da el pasa­do pri­me­ro de mayo, se impo­ne en todos los fren­tes, los 37 millo­nes de afga­nos se pre­pa­ran para some­ter­se nue­va­men­te a las arbi­tra­rie­da­des de, lo que has­ta fina­les de 2001, se cono­ció como el Emi­ra­to Islá­mi­co de Afga­nis­tán, que bajo la ago­bian­te ley corá­ni­casha­ria, del gobierno del mullah Omar, el Amir ul-Mome­nin o prín­ci­pe de los cre­yen­tes, don­de todo lo que no esta­ba estric­ta­men­te per­mi­ti­do, esta­ba estric­ta­men­te prohi­bi­do, zam­bu­llen­do a los afga­nos en el siglo VII.

Por lo que millo­nes de afga­nos, están inten­tan­do esca­par de los rigo­ris­tas, que ya han comen­za­do bom­bar­dear los aero­puer­tos para impe­dir el des­pe­gue de avio­nes, por lo que, cerran­do las fron­te­ras, vol­ve­rán a con­ver­tir al país en una inmen­sa mez­qui­ta.

En este con­tex­to la Misión de Asis­ten­cia de las Nacio­nes Uni­das en Afga­nis­tán (UNAMA) ya ha docu­men­ta­do un sen­si­ble aumen­to en el núme­ro de víc­ti­mas civi­les duran­te los pri­me­ros seis meses del año, supe­ran los regis­tros de los mis­mos perio­dos, des­de 2001. Por lo que se cree que has­ta fin de año el núme­ro de civi­les que mori­rán o ten­drán secue­las físi­cas, si no se detie­ne la gue­rra, no ten­drá precedentes.

Se ha cono­ci­do que la prin­ci­pal cau­sa de muer­tos y heri­dos civi­les, se pro­du­cen por el inten­so uso de arte­fac­tos explo­si­vos impro­vi­sa­dos (IED, por sus siglas en inglés), casi mono­po­li­za­do por los insur­gen­tes. La mayo­ría de las bajas civi­les se han pro­du­ci­do en zonas rura­les, ya que el man­do Tali­bán, has­ta hace un par de sema­nas, evi­ta­ba incur­sio­nar en los cen­tros urba­nos, jus­ta­men­te, para no incre­men­tar esos números.

Habien­do alcan­za­do la gue­rra los nive­les de vio­len­cias, casi des­co­no­ci­dos, es que los afga­nos están aban­do­nán­do­lo todo, para esca­par de los com­ba­tes, inten­tan­do cru­zar a paí­ses veci­nos o incor­po­rar­se a los dife­ren­tes cam­pos de des­pla­za­dos, don­de se cree están mejor pro­te­gi­dos por las fuer­zas de segu­ri­dad, que toda­vía res­pon­de al pre­si­den Ash­raf Gha­ni. Dada la situa­ción, las ofi­ci­nas que emi­ten docu­men­ta­ción y pasa­por­tes, están satu­ra­das, en Kabul, en las que se regis­tran colas de más de cua­tro­cien­tos metros, igno­ran­do un gran car­tel guber­na­men­tal, que acon­se­ja: “No pon­gas en peli­gro tu vida y la de tu fami­lia. La migra­ción no es la solución”.

Des­de el ini­ció de la ofen­si­va se ha regis­tra­do que unas 400 mil per­so­nas, han debi­do huir de sus casas, por temor a las deten­cio­nes y eje­cu­cio­nes suma­rias de la que no son solo víc­ti­mas los miem­bros de las fuer­zas de segu­ri­dad, el ejér­ci­to y fun­cio­na­rios públi­cos sino muchos ciu­da­da­nos de común, que no han dado fer­vien­tes prue­bas de su devoción.

Tras el aban­dono nor­te­ame­ri­cano de Bagram, la prin­ci­pal base con la que con­ta­ban en el país, el núme­ro de afga­nos que cru­za­ron fron­te­ras inter­na­cio­na­les de mane­ra ile­gal se incre­men­tó entre un 30 y un 40 según la Orga­ni­za­ción Inter­na­cio­nal para las Migra­cio­nes (OIM).

A media­dos de julio el Alto Comi­sio­na­do de la ONU para los Refu­gia­do, infor­mó que: “Afga­nis­tán está al bor­de de otra cri­sis huma­ni­ta­ria”. Lo que se tra­du­ce, que cer­ca de 18 millo­nes de per­so­nas, están nece­si­tan­do ayu­da humanitaria.

A la crí­ti­ca situa­ción que vive Afga­nis­tán por la gue­rra civil, hay que sumar­les la pan­de­mia por el Covid-19 y una sequía “jamás regis­tra­das”, que aten­ta direc­ta­men­te con­tra la pro­duc­ción agrí­co­la: Por lo que ya son cien­to de miles que han entra­do en cri­sis ali­men­ta­ria y que muchos de ellos, tam­bién, care­cen de agua.

El lar­go adiós del pue­blo afgano, no se ha ini­cia­do en estos últi­mos meses, sino que se retro­trae a los años pos­te­rio­res a la gue­rra anti­so­vié­ti­ca 1978 – 1992. Que se incre­men­tó con la gue­rra civil que entro­ni­za­ría al mullah Omar en 1996.

Los afga­nos repre­sen­tan actual­men­te uno de los mayo­res colec­ti­vos entre los refu­gia­dos y soli­ci­tan­tes de asi­lo en el mun­do, los que supe­ran los 6 millo­nes de per­so­nas. Des­bor­da­do en las últi­mas déca­das las fron­te­ras de Pakis­tán e Irán, inten­ta­do lle­gar a Tur­quía, para lue­go sal­tar a Euro­pa. De don­de miles de ellos ya han sido expul­sa­dos. Sin cono­cer­se el ver­da­de­ro núme­ro que Tur­quía man­tie­ne en su terri­to­rio, tras los jugo­sos acuer­dos con la Unión Euro­pea de mar­zo de 2016.

En esta reali­dad son los Esta­dos Uni­dos, que agre­gan más deses­pe­ra­ción a los miles de afga­nos, que des­pués de cola­bo­ran con ellos duran­te años, Washing­ton siguen dila­tan­do el pro­gra­ma de visas espe­cia­les para aque­llo cola­bo­ra­do­res y sus fami­lias, que se encuen­tran ya en la mira de los muyahi­di­nes, cono­cién­do­se que no han sido pocos los que ya han sido ase­si­na­dos. El núme­ro, aun­que incier­to, refie­re a cer­ca de los 20 mil cola­bo­ra­do­res, que suma­dos a sus fami­lia­res, más direc­tos, repre­sen­ta­ría entre 250 y 330 mil.

En la ciu­dad de Zaranj, en la pro­vin­cia de Nim­ruz, jun­to a la fron­te­ra con Irán, don­de fun­cio­na una de las redes de migra­ción ile­gal más acti­vas del país, des­de hace años cada día salen camio­ne­tas car­ga­das de des­pla­za­dos, rum­bo a la fron­te­ra ira­ní. Has­ta fines de mar­zo se cal­cu­la­ban unas 200 dia­rias, habien­do lle­gan­do a prin­ci­pios de julio a las 450. Según el Ins­ti­tu­to Bri­tá­ni­co de Desa­rro­llo de Ultra­mar, des­de 2019 ese trá­fi­co se ha incre­men­ta­do en un 300 por ciento.

En Tayi­kis­tán, en la fron­te­ra nores­te de Afga­nis­tán, que en julio reci­bien­do cer­ca de 1600 afga­nos, se cono­ció que exis­ten pla­nes para reci­bir has­ta 100 mil refu­gia­dos. A pesar de que los tali­ba­nes toma­ron zonas cer­ca­nas a esa fron­te­ra, don­de tam­bién ope­ra el gru­po tayi­ko, Jamaat Ansa­ru­llah alia­do el Daesh Kho­ra­san, con base Afga­nis­tán. Por lo que el gobierno de Dusam­bé envió 20 mil efec­ti­vos a esa fron­te­ra, y el pre­si­den­te Emo­ma­li Rah­mon, ha soli­ci­ta­do asis­ten­cia mili­tar a su homó­lo­go ruso Vla­di­mir Putin.

Mien­tras, otros paí­ses veci­nos de Afga­nis­tán, no han mos­tra­do la mis­ma volun­tad de Tayi­kis­tán y se están incre­men­ta­do los pla­nes para refor­zar la segu­ri­dad fron­te­ri­za. Por teme­ro­sos de dos fac­to­res, que sus eco­no­mías no pue­den sopor­tar el peso las olea­das de refu­gia­dos y que entra tan­tas per­so­nas pue­dan infil­tra­se terrorista.

Los regis­tros comien­zan a ser apa­bu­llan­tes se cono­ció que des­de Lash­kar­gah, capi­tal de la sure­ña pro­vin­cia de Hel­mand, que cuen­ta con una exten­sa fron­te­ra con Pakis­tán, casi 40 mil per­so­nas aban­do­na­ron la ciu­dad, solo en las últi­mas dos semanas.

La hora kabulí.

Has­ta hace unas pocas sema­nas el Tali­bán, no tenía como obje­ti­vos a Kabul, blan­co favo­ri­to de las ope­ra­cio­nes del Daesh Kho­ra­san y de la Red Haq­qa­ni, orga­ni­za­ción cuen­ta­pro­pis­ta que alqui­la sus “ser­vi­cios” a quien los nece­si­ta­se. Aun­que últi­ma­men­te se han incor­po­ra­do orgá­ni­ca­men­te a los tali­ba­nes. Sin embar­go, siguen con sus “chan­gas” por fue­ra de la orga­ni­za­ción del mullah Hai­ba­tu­llah Akhundzada.

El ata­que del pasa­do miér­co­les cua­tro, con­tra la resi­den­cia del Minis­tro de Defen­sa Bis­mi­llah Khan Moham­ma­di, en pleno cen­tro de la capi­tal, deja en cla­ro que Kabul, ya se encuen­tra entre las prio­ri­da­des de los terroristas.

En el comu­ni­ca­do ofi­cial, los insur­gen­tes infor­ma­ron que cua­tro inghi­ma­sishahid (már­ti­res) de su orga­ni­za­ción per­te­ne­cien­tes al “Bata­llón del Mar­ti­rio”, con armas lige­ras y pesa­das, con­du­cien­do un coche bom­ba, tras cin­co horas de com­ba­tes final­men­te se inmo­la­ron. A pesar de la viru­len­cia de la ope­ra­ción en la que ade­más de los cua­tro inghi­ma­si, murie­ron ocho fun­cio­na­rios, vein­ti­dós resul­ta­ron heri­dos, el minis­tro con­si­guió esca­par ileso.

El pasa­do 20 de julio, tres cohe­tes impac­ta­ron en cer­ca­nías del pala­cio pre­si­den­cial, en el momen­to que se esta­ba rea­li­zan­do las ora­cio­nes del Eid al-Adha, (La cele­bra­ción del Sacri­fi­cio), con la pre­sen­cia del pre­si­den­te Gha­ni, jun­to a un impor­tan­te núme­ro de fun­cio­na­rios y diri­gen­tes polí­ti­cos. Sin que se hayan regis­tra­do víc­ti­mas, nin­gu­na orga­ni­za­ción se adju­di­có el aten­tan­do, aun­que fuen­tes cer­ca­nas al gobierno deja­ron des­li­zar que podría haber sido el Tali­bán.

Kabul, en poco tiem­po más comen­za­rá a vivir lo que ya suce­de en otras capi­ta­les pro­vin­cia­les cómo Herāt, Kan­dahar y Lash­kar­gah, don­de la gue­rra ya pene­tró a los cen­tros de las ciu­da­des, dejan­do una impor­tan­te can­ti­dad de muer­tos. En Lash­kar­gah, la capi­tal de Hel­mand, el miér­co­les cua­tro, se pro­du­jo la muer­te de cua­ren­ta civi­les, lo que sin duda ade­lan­ta la hora kabulí.

*Gua­di Cal­vo es escri­tor y perio­dis­ta argen­tino. Ana­lis­ta Inter­na­cio­nal espe­cia­li­za­do en Áfri­ca, Medio Orien­te y Asia Cen­tral. En Face­book: https://​www​.face​book​.com/​l​i​n​e​a​i​n​t​e​r​n​a​c​i​o​n​a​lGC.

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