Pales­ti­na. La resis­ten­cia de la aldea de Lifta

Resu­men Medio Orien­te /​14 de junio de 2021 – Zaka­ria Odeh, coor­di­na­dor de la Coa­li­ción Civil por los Dere­chos de los Pales­ti­nos en Jeru­sa­lén, dijo a Midd­le East Eye que la comu­ni­dad inter­na­cio­nal nece­si­ta­ba inter­ve­nir y pre­sio­nar al gobierno de “Israel” para que pusie­ra fin a sus polí­ti­cas de borrar todos los recor­da­to­rios de los pales­ti­nos expulsados​de sus hoga­res des­de 1948.

  • La resis­ten­cia de la aldea pales­ti­na de Lif­ta (Foto: Midd­le East Eye)

“Pedi­mos a la Unes­co que inter­ven­ga y deten­ga la ani­qui­la­ción del patri­mo­nio y la his­to­ria del pue­blo pales­tino”, dijo.

El más recien­te plan israe­lí inten­ta eli­mi­nar la lar­ga his­to­ria de la aldea de Lif­ta y la lucha de sus anti­guos habi­tan­tes, aho­ra refu­gia­dos o des­pla­za­dos inter­nos, para pre­ser­var su memo­ria pase lo que pase.

Lif­ta fue una de las pri­me­ras 38 aldeas del dis­tri­to de Jeru­sa­lén en ser des­alo­ja­das en 1948, y se remon­ta a la era cana­nea, cuan­do se la cono­cía con el nom­bre de Neftoa. 

La aldea se extien­de sobre un área de alre­de­dor de 8,743 dunams (2,160 acres), par­te de los cua­les ocu­pa­ron los israe­líes en 1948 y lue­go, en 1967, se apo­de­ra­ron del resto.

Antes de la Nak­ba (catás­tro­fe, heca­tom­be o cala­mi­dad, en espa­ñol), unas 3.000 per­so­nas vivían en 600 hoga­res allí, pero hoy solo 73 casas siguen en pie, 56 de ellas casi intac­tas y las res­tan­tes 17 en ruinas. 

Entre los hitos que aún per­ma­ne­cen en pie se inclu­yen una mez­qui­ta cen­te­na­ria, el cemen­te­rio de la aldea, un manan­tial de agua y una escue­la pri­ma­ria cons­trui­da en 1929, que hoy alber­ga a estu­dian­tes judíos-israelíes. 

A lo lar­go de los años, varias uni­da­des de vivien­da y edi­fi­cios guber­na­men­ta­les israe­líes, inclui­da la Knes­set, el par­la­men­to de Israel, y par­te del cam­pus de la Uni­ver­si­dad Hebrea se han cons­trui­do en las anti­guas tie­rras de cul­ti­vo de Lifta.

Zaka­ria Odeh decla­ró a Midd­leas­te­ye que el recien­te pro­yec­to del régi­men sio­nis­ta no era nada nue­vo, y seña­ló que el gobierno israe­lí había apro­ba­do en 2006 un plan cono­ci­do como No. 6036 para el esta­ble­ci­mien­to de un asen­ta­mien­to cono­ci­do como Mei Nef­toah en las tie­rras de Lifta. 

Según se infor­ma, los pla­nes ini­cia­les del pro­yec­to se ela­bo­ra­ron a media­dos o fina­les de la déca­da de 1990, cuan­do el falle­ci­do Ariel Sha­ron era minis­tro de Infraestructura.

En 2009, la Auto­ri­dad de Tie­rras de Israel (ILA) puso en subas­ta las tie­rras de Lif­ta, en un plan que pre­veía la demo­li­ción de todos los edi­fi­cios de la aldea, excep­to 50.

Sin embar­go, ex resi­den­tes y des­cen­dien­tes de la loca­li­dad pre­sen­ta­ron una obje­ción en la cor­te en 2011 para rechazarlo.

A prin­ci­pios de 2012, el Tri­bu­nal de Asun­tos Admi­nis­tra­ti­vos de “Israel” emi­tió un fallo para can­ce­lar la subas­ta pre­vis­ta de las tie­rras de Lif­ta, pero aho­ra ILA está inten­tan­do una vez más un plan similar.

Yaqoub Odeh, que nació en Lif­ta en 1940 y aho­ra es el jefe de la Comi­sión de Pro­tec­ción del Patri­mo­nio Cul­tu­ral de la aldea, es una de las fuen­tes más cono­ce­do­ras de la his­to­ria del pueblo.

En su casa en el barrio de Shu­fat en Jeru­sa­lén, Yaqoub Odeh le con­tó a Midd­leas­te­ye sus recuer­dos de la infan­cia en el enton­ces bulli­cio­so pueblo.

“En una hora pasa­mos de ser pro­pie­ta­rios de nues­tra pro­pia aldea a bus­ca­do­res de refu­gio”, en un comen­ta­rio resu­men de lo ocu­rri­do con la Nabka.

“Cuan­do dejé Lif­ta esta­ba en segun­do gra­do, dijo, y toda­vía recuer­do cómo solía sal­tar de una roca a otra en mi camino a casa des­de la escue­la. Tam­bién recuer­do cómo solía jugar con los otros niños cer­ca del manan­tial prin­ci­pal del pueblo”.

Más de 70 años des­pués, Yaqoub toda­vía recuer­da vívi­da­men­te las cir­cuns­tan­cias de su par­ti­da forzada. 

Las mili­cias sio­nis­tas se ubi­ca­ron en las entra­das prin­ci­pa­les y los pales­ti­nos tras­la­da­ron a sus fami­lias a cue­vas cer­ca­nas, y lue­go a la rela­ti­va segu­ri­dad de las aldeas vecinas.

Ese día en par­ti­cu­lar a prin­ci­pios de mar­zo de 1948, Yaqoub dijo que su padre lle­vó a su her­ma­na peque­ña sobre sus hom­bros y tomó la mano de su her­mano, y pidió a Yaqoub y a su otra her­ma­na que cami­na­ran detrás de él has­ta lle­gar a la carre­te­ra que conec­ta Jeru­sa­lén con Jaf­fa, don­de Los mili­cia­nos sio­nis­tas dis­pa­ra­ron una bala que rozó la tra­di­cio­nal túni­ca tho­be de su padre.

“Nos esta­ba espe­ran­do un vehícu­lo con niños de cua­tro fami­lias”, dijo Yaqoub. “Subimos al vehícu­lo y nos con­ver­ti­mos en la quin­ta familia. 

“En una hora pasa­mos de ser pro­pie­ta­rios de nues­tra pro­pia aldea a bus­ca­do­res de refu­gio, cobi­jo y asis­ten­cia en las casas de otras per­so­nas. Sali­mos de nues­tras casas sin nada más que las pren­das que lle­vá­ba­mos pues­tas, pen­san­do que vol­ve­ría­mos al día siguien­te. Han pasa­do 73 años des­de ese día”.

Yaqoub es uno de los anti­guos resi­den­tes de Lif­ta que tuvo la suer­te de poder regre­sar a la aldea gra­cias a su iden­ti­fi­ca­ción de Jeru­sa­lén Este. Mien­tras que varios aldea­nos y sus fami­lia­res viven en las afue­ras de Lif­ta, en barrios como Wadi Joz y French Hill, otros resi­den en la ocu­pa­da Cis­jor­da­nia, con acce­so res­trin­gi­do a Jeru­sa­lén, o emi­gra­ron al extranjero.

“Ten­go muchas ganas de visi­tar­lo de for­ma regu­lar en com­pa­ñía de las muje­res, los niños, los hom­bres y los ancia­nos resi­den­tes del pue­blo, en un esfuer­zo por pre­ser­var nues­tra narra­ti­va y nues­tros dere­chos allí”, agregó. 

«Nada es igual a los días en que visi­ta­mos nues­tro pue­blo, excep­to el día que ocu­rra nues­tro regre­so real».

Cuan­do se le pre­gun­tó sobre el últi­mo plan para cons­truir sobre lo que que­da de Lif­ta, Yaqoub res­pon­dió: «La memo­ria y la his­to­ria son la vida mis­ma, y​no per­mi­ti­ré que nadie bajo el sol me qui­te mis recuer­dos, ni mi heren­cia ni la de mis antepasados».

“Las tum­bas de nues­tros antepasados​en la aldea son prue­ba y tes­ti­mo­nio de nues­tra his­tó­ri­ca pre­sen­cia. Nos preo­cu­pa­mos por nues­tro cemen­te­rio y lo lim­pia­mos cada vez que visi­ta­mos el pue­blo”, añadió.

Faw­zia Obai­di, que nació en Lif­ta hace 79 años, inme­dia­ta­men­te se echa a llo­rar cuan­do se habla de la aldea. 

“Lif­ta es mi alma geme­la por­que es mi lugar de naci­mien­to y la madre que no me abra­zó”, le dice a Midd­leas­te­ye des­de su casa en el barrio Ras al-Amoud de Jeru­sa­lén Este. 

“No pier­do la opor­tu­ni­dad de visi­tar Lif­ta y traer­me algu­nas de sus plan­tas sil­ves­tres para poder plan­tar­las en las mace­tas que ten­go en mi terra­za, aun­que nun­ca hue­len tan bien como las originales”.

Su hijo mayor, Ibrahim, va a Lif­ta duran­te la tem­po­ra­da de cose­cha para lle­var a su madre higos, cirue­las y almen­dras, con la espe­ran­za de que el sabor de estas fru­tas ali­vie su nostalgia.

Pese a los últi­mos pla­nes israe­líes para Lif­ta, Obai­di sigue fir­me en su com­pro­mi­so con la aldea.

“Recha­za­mos total­men­te la demo­li­ción de nues­tras casas y nues­tros sitios patri­mo­nia­les por el bien de cons­truir uni­da­des de colo­nos colo­nia­les”, dijo.

“Ellos, refi­rién­do­se a los israe­líes, tra­tan a la aldea como si fue­ra una pro­pie­dad ausen­te, pero somos resis­ten­tes y esta­mos ansio­sos por volver.

La nos­tal­gia de vol­ver nun­ca me abandona”. 

AlMa­ya­deen

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