Bra­sil. El auto­ri­ta­ris­mo social, según Mari­le­na Chaui

Por Mari­le­na Chaui. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 9 de junio de 2021.

Bol­so­na­ro quie­re ser un sobe­rano “inmo­rri­ble”, con tie­rras y leyes bajo su tute­la. Al no ser monar­ca, ope­ra con cinis­mo y vio­len­cia. Sus segui­do­res expre­san un Bra­sil pri­va­tis­ta y jerár­qui­co, que eli­mi­na al otro cuan­do no pue­de cooptarlo.

Des­de la Edad Media has­ta la Revo­lu­ción Fran­ce­sa, un hom­bre se con­vir­tió en rey a tra­vés de una cere­mo­nia reli­gio­sa en la que fue ungi­do y con­sa­gra­do por el Papa. La cere­mo­nia tuvo cua­tro fun­cio­nes prin­ci­pa­les: pri­me­ro, afir­mar que el rey es ele­gi­do por una gra­cia divi­na, sien­do rey por la gra­cia de Dios, debien­do repre­sen­tar­lo en la Tie­rra (es decir, no repre­sen­ta a los súb­di­tos, sino a Dios); segun­do, que el rey está dei­fi­ca­do, tenien­do, ade­más de su cuer­po humano mor­tal, un cuer­po mís­ti­co inmor­tal, su cuer­po polí­ti­co; en ter­cer lugar, que el rey es el Padre de la Jus­ti­cia, es decir, su volun­tad es la ley (o como dice el refrán: lo que agra­da al rey tie­ne fuer­za de ley); cuar­to, que él es el Espo­so de la Tie­rra, es decir, el rei­no es su patri­mo­nio per­so­nal para hacer con él y en él lo que le plazca.

El 6 de enero de 2019 (es decir, en el Día de Reyes del calen­da­rio cris­tiano), en la Igle­sia Uni­ver­sal del Rei­no de Dios, el pas­tor Edir Mace­do ungió y con­sa­gró al recién ins­ta­la­do pre­si­den­te de la repú­bli­ca, Jair Mes­sias Bol­so­na­ro, decla­ran­do que este fue ele­gi­do por Dios para gober­nar Bra­sil. Como espo­so de la Tie­rra, el Mesías Bol­so­na­ro está divi­na­men­te auto­ri­za­do para devas­tar el medio ambien­te; como Padre de la Jus­ti­cia, está divi­na­men­te auto­ri­za­do para domi­nar el poder judi­cial y exter­mi­nar ciu­da­da­nos a tra­vés de fuer­zas poli­cia­les y mili­cias; y como cuer­po polí­ti­co inmor­tal, está divi­na­men­te ase­gu­ra­do que es indes­truc­ti­ble. Des­de la devas­ta­da Ama­zo­nia has­ta el des­trui­do Jaca­re­zinho, pasan­do por cemen­te­rios, con 450.000 muer­tos, Mes­sias Bol­so­na­ro, pre­si­den­te de la repú­bli­ca, rei­na por la gra­cia de Dios.

La mayo­ría de sus crí­ti­cos afir­man que es un soció­pa­ta o un psi­có­pa­ta. Sin embar­go, estas desig­na­cio­nes pre­su­po­nen un cono­ci­mien­to cien­tí­fi­co que la mayo­ría de noso­tros no posee­mos. Por tan­to, creo que un con­cep­to pro­ve­nien­te de la éti­ca es el más acce­si­ble por­que todos somos capa­ces de cono­cer­lo y com­pren­der­lo: el con­cep­to de cruel­dad, que la éti­ca con­si­de­ra uno de los vicios más terri­bles, ya que es la for­ma máxi­ma de violencia.

Según los dic­cio­na­rios ver­nácu­los, la vio­len­cia es: 1) todo lo que actúa usan­do la fuer­za para ir en con­tra de la natu­ra­le­za de algún ser (es des­na­tu­ra­li­za­ción); 2) todo acto de fuer­za con­tra la espon­ta­nei­dad, la volun­tad y la liber­tad de alguien (es coac­cio­nar, cons­tre­ñir, tor­tu­rar, bru­ta­li­zar); 3) cual­quier acto que pro­fa­na la natu­ra­le­za de alguien o algo valo­ra­do posi­ti­va­men­te por una socie­dad (está vio­lan­do); 4) todo acto de trans­gre­sión con­tra aque­llas cosas y accio­nes que alguien o una socie­dad defi­ne como jus­to y como un dere­cho (es saqueo o injus­ti­cia deli­be­ra­da); 5) en con­se­cuen­cia, la vio­len­cia es un acto de bru­ta­li­dad, abu­so y abu­so físi­co y /​o psi­co­ló­gi­co con­tra alguien y carac­te­ri­za las rela­cio­nes inter­sub­je­ti­vas y socia­les defi­ni­das por la opre­sión e inti­mi­da­ción, el mie­do y el terror.

La vio­len­cia es la pre­sen­cia de fero­ci­dad en las rela­cio­nes con el otro como otro o por ser otro, encon­trán­do­se su mani­fes­ta­ción más evi­den­te en el geno­ci­dio y el apartheid.

Por tan­to, pode­mos pre­gun­tar­nos: ¿podría haber algo más vio­len­to y cruel que el emble­má­ti­co dis­cur­so del pre­si­den­te de la repú­bli­ca – “¿Y qué? No soy sepul­tu­re­ro «- jus­ti­fi­can­do el des­pre­cio por la muer­te de sus gober­na­dos, el des­man­te­la­mien­to del SUS en medio de una pan­de­mia, los recor­tes en los fon­dos de salud, la nega­ti­va a com­prar vacu­nas, la defen­sa de algo poten­cial­men­te mor­tal como la clo­ro­qui­na , ¿la innom­bra­ble ayu­da de emer­gen­cia de R $ 150,00 y la nega­ti­va a con­de­nar a las empre­sas que uti­li­zan mano de obra escla­va, infan­til y de ancia­nos? ¿Pue­de haber algo más cruel que, antes de due­lo y sumer­gi­do en el dolor, fabri­car motos en Río de Janei­ro, cele­brar la muer­te y el sufri­mien­to de los demás?

La mayo­ría de los crí­ti­cos de Mes­sias Bol­so­na­ro se refie­ren a sus acti­tu­des hacia la pan­de­mia con el tér­mino «nega­cio­nis­mo». Aun­que no es inco­rrec­to, me pare­ce un tér­mino muy sua­ve para carac­te­ri­zar­los, y pue­de tomar­se sim­ple­men­te como un gus­to por la igno­ran­cia y la estu­pi­dez. Creo que lle­ga­re­mos al fon­do de esta oscu­ri­dad si desig­na­mos sus acti­tu­des y dis­cur­sos como odio al pen­sa­mien­to. ¿Por­que? Por­que la mar­ca esen­cial del pen­sa­mien­to es la dis­tin­ción entre lo ver­da­de­ro y lo fal­so mien­tras que los dis­cur­sos de Mes­sias Bol­so­na­ro con­cre­tan lo que Theo­dor Adorno lla­mó cinis­mo , es decir, la nega­ti­va deli­be­ra­da a dis­tin­guir entre lo ver­da­de­ro y lo fal­so, hacien­do de la men­ti­ra el arte de gobernar.

La expo­si­ción del cinis­mo se evi­den­cia a sim­ple vis­ta en el CPI covid-19 y la increí­ble decla­ra­ción pre­si­den­cial de que las nacio­nes indí­ge­nas son res­pon­sa­bles de la defo­res­ta­ción en la Ama­zo­nía. En el caso espe­cí­fi­co de la edu­ca­ción, este odio se expre­sa en la ideo­lo­gía de la Escue­la sin Par­ti­do, en las per­se­cu­cio­nes de pro­fe­so­res e inves­ti­ga­do­res que alzan la voz con­tra la bar­ba­rie, en los recor­tes en los fon­dos para la edu­ca­ción fun­da­men­tal, para las uni­ver­si­da­des públi­cas y para el gobierno. agen­cias de fomen­to de la inves­ti­ga­ción, recor­tes que son expre­sión polí­ti­ca de la fra­se, tam­bién emble­má­ti­ca, de Pau­lo Gue­des: “los pro­gra­mas socia­les de gobier­nos ante­rio­res per­mi­tie­ron que inclu­so el hijo del por­tea­dor fue­ra a la universidad”.

Pode­mos pre­gun­tar­nos por qué la cruel­dad y el cinis­mo no son con­si­de­ra­dos por una gran par­te de la pobla­ción como el núcleo defi­ni­to­rio de la gober­nan­za de bol­si­llo. O por qué, en el caso de la pan­de­mia, siguien­do los pasos del gobierno, muchos no se per­ci­ben vio­len­tos al recha­zar el ais­la­mien­to social y el uso de una más­ca­ra, con­vir­tién­do­se en poten­cia­les agen­tes de la muer­te de otros, por tan­to, ase­si­nos. Pode­mos res­pon­der dicien­do que Mes­sias Bol­so­na­ro y su cor­te pue­den exhi­bir­se como cruel­dad o vio­len­cia des­nu­da por­que, en Bra­sil, la exis­ten­cia de la vio­len­cia se nie­ga en el mis­mo momen­to en que se exhi­be. Me refie­ro a la pro­duc­ción de imá­ge­nes de vio­len­cia que escon­den la vio­len­cia real y pro­ce­di­mien­tos ideo­ló­gi­cos que la disfrazan.

Empe­ce­mos por las imá­ge­nes que se uti­li­zan para hablar de violencia:

  • se habla de masa­cre y masa­cre para refe­rir­se al ase­si­na­to masi­vo de per­so­nas inde­fen­sas, como niños, habi­tan­tes de comu­ni­da­des, encar­ce­la­dos, indí­ge­nas, sin tie­rra, sin hogar;
  • se habla de indis­tin­ción entre delin­cuen­cia y poli­cía para refe­rir­se a la par­ti­ci­pa­ción de las fuer­zas poli­cia­les en el cri­men organizado;
  • se habla de gue­rra civil táci­ta para refe­rir­se al movi­mien­to de los sin tie­rra, a enfren­ta­mien­tos entre mine­ros e indí­ge­nas, poli­cías y nar­co­tra­fi­can­tes, a homi­ci­dios y robos come­ti­dos a peque­ña y gran esca­la, y para hablar de acci­den­tes de tránsito;
  • el van­da­lis­mo se uti­li­za para refe­rir­se a robos de tien­das, mer­ca­dos y ban­cos, depre­da­cio­nes de edi­fi­cios públi­cos y rotu­ra de auto­bu­ses y tre­nes en el trans­por­te público;
  • se habla de debi­li­dad de la socie­dad civil para refe­rir­se a la ausen­cia de enti­da­des y orga­ni­za­cio­nes socia­les que arti­cu­len deman­das, recla­mos, crí­ti­cas e ins­pec­ción por par­te de los pode­res públicos;
  • se habla de la debi­li­dad de las ins­ti­tu­cio­nes polí­ti­cas al refe­rir­se a la corrup­ción en los tres pode­res de la república;
  • El des­or­den se uti­li­za para indi­car inse­gu­ri­dad, ausen­cia de tran­qui­li­dad y esta­bi­li­dad, es decir, para refe­rir­se a la acción ines­pe­ra­da e inusual de indi­vi­duos y gru­pos que irrum­pen en el espa­cio públi­co, desa­fian­do su orden.

Estas imá­ge­nes tie­nen la fun­ción de ofre­cer una ima­gen uni­fi­ca­da de la vio­len­cia: masa­cre, masa­cre, van­da­lis­mo, gue­rra civil táci­ta, indis­tin­ción entre poli­cía y cri­men y des­or­den pre­ten­den ser el lugar don­de se pro­du­ce y se pro­du­ce la vio­len­cia; La debi­li­dad de la socie­dad civil y la debi­li­dad de las ins­ti­tu­cio­nes polí­ti­cas se pre­sen­tan como impo­ten­tes para fre­nar la vio­len­cia, que, por tan­to, se ubi­ca­ría en otro lugar y no en las pro­pias ins­ti­tu­cio­nes socia­les y polí­ti­cas. Aho­ra bien, pre­ci­sa­men­te por­que es una ima­gen y no un con­cep­to, en ella per­ma­ne­ce ocul­to el ori­gen mis­mo de la violencia.

Pase­mos a los pro­ce­di­mien­tos ideo­ló­gi­cos que lo esconden:

  • pro­ce­di­mien­to de exclu­sión : se afir­ma que la nación bra­si­le­ña es no vio­len­ta y que, si hay vio­len­cia, la prac­ti­can per­so­nas que no for­man par­te de la nación (aun­que hayan naci­do y vivan en Bra­sil). Se tra­ta de la dife­ren­cia entre los bra­si­le­ños no vio­len­tos y los bra­si­le­ños no violentos;
  • pro­ce­di­mien­to de dis­tin­ción : dis­tin­gue entre lo esen­cial y lo acci­den­tal, es decir, en esen­cia, los bra­si­le­ños no son vio­len­tos y, por lo tan­to, la vio­len­cia es acci­den­tal, un even­to efí­me­ro, una «ola», una «epi­de­mia» o un «olea­je» ubi­ca­do en la super­fi­cie de un tiem­po y un espa­cio definidos;
  • pro­ce­di­mien­to judi­cial : la vio­len­cia se cir­cuns­cri­be al ámbi­to de la delin­cuen­cia y la cri­mi­na­li­dad, defi­nién­do­se deli­to como un ata­que a la pro­pie­dad pri­va­da (hur­to, robo, depre­da­ción) segui­do de homi­ci­dio (robo). Esto per­mi­te, por un lado, deter­mi­nar quié­nes son los «agen­tes vio­len­tos» (en gene­ral, la cla­se tra­ba­ja­do­ra y, den­tro de ella, los negros) y, por otro, legi­ti­mar la acción poli­cial con­tra la pobla­ción pobre, los sin tie­rra, los negros, indí­ge­nas, vaga­bun­dos, habi­tan­tes de tugu­rios y afir­man­do que la exis­ten­cia de niños sin infan­cia es resul­ta­do de la “ten­den­cia natu­ral de los pobres a la criminalidad”;
  • pro­ce­di­mien­to socio­ló­gi­co : habla­mos de “ola” o “esta­lli­do” de vio­len­cia como algo que ocu­rre en un momen­to defi­ni­do en el tiem­po, aquél en el que se pro­du­ce el “trán­si­to a la moder­ni­dad” de pobla­cio­nes que migran del cam­po a la ciu­dad y de de las regio­nes más pobres a las más ricas, pro­vo­can­do el fenó­meno tem­po­ral de la ano­mia, en el que la pér­di­da de vie­jas for­mas de socia­bi­li­dad aún no han sido reem­pla­za­das por otras nue­vas, pro­vo­can­do que los migran­tes pobres tien­dan a prac­ti­car actos ais­la­dos de vio­len­cia que des­apa­re­ce­rán cuan­do la «tran­si­ción «;
  • pro­ce­di­mien­to de inver­sión de lo real: el machis­mo se con­si­de­ra una pro­tec­ción a la fra­gi­li­dad natu­ral feme­ni­na; racis­mo, pro­tec­ción con­tra la infe­rio­ri­dad natu­ral de los negros, indí­ge­nas y orien­ta­les; repre­sión con­tra lgbtq +, pro­tec­ción natu­ral de los valo­res sagra­dos de la fami­lia; la des­igual­dad sala­rial entre hom­bres y muje­res, entre blan­cos y negros, indí­ge­nas, orien­ta­les como com­pren­sión de la supe­rio­ri­dad natu­ral de los hom­bres blan­cos en rela­ción con otros huma­nos; la des­truc­ción del medio ambien­te se pro­mo­cio­na como prue­ba de pro­gre­so y civi­li­za­ción; etcétera.

Con­ser­van­do las hue­llas de la escla­vi­tud colo­nial y la socie­dad patri­mo­nial, la socie­dad bra­si­le­ña está mar­ca­da por el pre­do­mi­nio del espa­cio pri­va­do sobre el públi­co. Es fuer­te­men­te jerár­qui­co en todos sus aspec­tos: las rela­cio­nes socia­les e inter­sub­je­ti­vas siem­pre se lle­van a cabo como una rela­ción entre un supe­rior, que man­da, y un infe­rior, que obe­de­ce. Las dife­ren­cias y asi­me­trías siem­pre se trans­for­man en des­igual­da­des que refuer­zan la rela­ción mando-obediencia.

El otro nun­ca es reco­no­ci­do como suje­to, ni en el sen­ti­do éti­co ni polí­ti­co, nun­ca se reco­no­ce como sub­je­ti­vi­dad u otre­dad, y mucho menos como ciu­da­dano. Las rela­cio­nes, entre quie­nes se juz­gan igua­les, son de “paren­tes­co” o “com­pa­ñe­ris­mo”, es decir, de com­pli­ci­dad; y entre quie­nes son vis­tos como des­igua­les, la rela­ción toma la for­ma de favor, clien­te­la, tute­la o coop­ta­ción; y, cuan­do la des­igual­dad es muy mar­ca­da, se mani­fies­ta en for­ma de opresión.

Por tan­to, pode­mos hablar de auto­ri­ta­ris­mo social como ori­gen y for­ma de vio­len­cia en Bra­sil. Esta situa­ción se ve aho­ra ampli­fi­ca­da y agra­va­da por la polí­ti­ca neo­li­be­ral, que solo pro­fun­di­za la con­trac­ción del espa­cio públi­co de dere­chos y la amplia­ción del espa­cio pri­va­do de los intere­ses del mer­ca­do al des­viar el fon­do públi­co, des­ti­na­do a los dere­chos socia­les, para finan­ciar capi­tal, des­de en de tal mane­ra que tales dere­chos se pri­va­ti­zan cuan­do se trans­for­man en ser­vi­cios ven­di­dos y com­pra­dos en el mer­ca­do, aumen­tan­do expo­nen­cial­men­te la divi­sión social y la des­igual­dad de cla­ses sociales.

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Por eso la pan­de­mia expo­ne, más allá de cual­quier lími­te per­mi­si­ble, la heri­da que con­su­me nues­tra socie­dad, es decir, la rea­li­za­ción de la lucha de cla­ses por la máxi­ma pola­ri­za­ción entre la mise­ria abso­lu­ta de las cla­ses explo­ta­das y la opu­len­cia abso­lu­ta de la cla­se domi­nan­te (estú­pi­da­men­te imi­ta­do por una par­te de la cla­se media), cuyo poder no ocul­ta su pro­pio cinis­mo, que se expre­sa en el pleno apo­yo del gober­nan­te sepul­tu­re­ro, mili­ciano ungi­do y con­sa­gra­do por la gra­cia de Dios.

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