Vene­zue­la. Comu­nas, reaco­mo­dos y el cri­te­rio de des­truc­ción ori­gi­na­ria (II)

Por José Rober­to Duque. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 12 de mayo de 2021.

Es ver­dad que el dise­ño con­cep­tual de las ciu­da­des le ha corres­pon­di­do, casi siem­pre, a pen­sa­do­res y pla­ni­fi­ca­do­res de todo cuño. Lo que sí ya no es “tan ver­dad” es que las tareas de pen­sar una ciu­dad y la de cons­truir­la en el terri­to­rio físi­co deban ser tareas dis­tin­tas o sepa­ra­das una de otra. De allí que, en la bús­que­da del ser humano capaz de pen­sar otra ciu­dad, sea nece­sa­rio acu­dir a quie­nes han pade­ci­do a la ciu­dad actual, a la que va que­dan­do atrás, y a quie­nes a par­tir de lo que hay se han lan­za­do a pla­ni­fi­car o al menos a ima­gi­nar­se, no otros terri­to­rios, sino a su pro­pio terri­to­rio recon­fi­gu­ra­do, trans­for­ma­do y relanzado.

En la bús­que­da de ese filó­so­fo-cons­truc­tor, que tal vez sin saber­lo es expre­sión una de las pre­mi­sas del mate­ria­lis­mo his­tó­ri­co, hemos ido a ver en qué anda, qué le preo­cu­pa, qué le gus­ta y qué le hace arru­gar la cara a la comu­ne­ra en for­ma­ción de comu­ni­da­des como El Viñe­do y Cai­gua, ambas en el muni­ci­pio Simón Bolí­var de Anzoá­te­gui. La pri­me­ra, por­que allí ha flo­re­ci­do como en casi nin­gu­na otra comu­ni­dad la prác­ti­ca del reci­cla­je, como par­te de la polí­ti­ca de trans­fe­ren­cia de com­pe­tenn­cias y potes­ta­des del munu­cu­pio a las comu­nas. Y la segun­da, por­que si varias cla­ves de la socie­dad comu­ne­ra vene­zo­la­na en cons­truc­ción están en el ances­tro indí­ge­na, que ejer­cía una espe­cie de socia­lis­mo ger­mi­nal sin haber­lo pla­ni­fi­ca­do, hacia sus here­de­ros debe­rían diri­gir­se algu­nas mira­das analíticas.

«Lim­pio y saludable»

De las pro­pues­tas o par­ce­las trans­for­ma­do­ras que se orga­ni­za­ron con los comu­ne­ros de la capi­tal anzoa­ti­guen­se, el reci­cla­je y la ges­tión de dese­chos sóli­dos es la más con­cre­ta, en tér­mi­nos de ade­cua­ción a su enun­cia­do teó­ri­co: “trans­fe­ren­cia de com­pe­ten­cias a las comu­nas”. En El Viñe­do, comu­ni­dad situa­da al sur­oes­te de Bar­ce­lo­na, don­de comien­za la carre­te­ra hacia Ana­co-El Tigre, la prác­ti­ca de la reco­lec­ción orga­ni­za­da de dese­chos sóli­dos, ha alcan­za­do altos gra­dos de orga­ni­za­ción y efi­cien­cia. Los datos y refle­xio­nes que se reco­gen aquí fue­ron reca­ba­dos en una con­ver­sa­ción en El Viñe­do con acti­vis­tas de la Comu­na Espe­ran­za Revo­lu­cio­na­ria El Viñedo.

En el área de la comu­na viven unas 41 mil per­so­nas, agru­pa­das en 7.800 fami­lias. Lue­go de dos años de tra­ba­jo infor­ma­ti­vo, orga­ni­za­ti­vo y admi­nis­tra­ti­vo, a esa comu­na le fue trans­fe­ri­da la potes­tad de la ges­tión de dese­chos sóli­dos: el reci­cla­je, el cobro del ser­vi­cio de reco­lec­ción, la orga­ni­za­ción de los pro­ce­sos den­tro de la comunidad.

Caro­li­na Macha­do, del Comi­té Eje­cu­ti­vo de la Comu­na, hace un resu­men orga­ni­za­do del pro­ce­so. Las 4.238 vivien­das del sec­tor son aten­di­das de lunes a sába­do. Es decir, por ese sec­tor pasa la uni­dad com­pac­ta­do­ra reco­gien­do los dese­chos, que suman un pro­me­dio de 7 tone­la­das en un día. El camión, que es pro­pie­dad de la Comu­na, y res­pon­sa­bi­li­dad de su Empe­sa de Pro­duc­ción Social de Dese­chos Sóli­dos, fina­li­za cada jor­na­da de reco­lec­ción con un via­je al ver­te­de­ro de Cerro de Pie­dra, ubi­ca­do a unos 18 kiló­me­tros de la comu­ni­dad de El Viñe­do. El pro­gra­ma inte­gra­do de reci­cla­je y reco­lec­ción fue acti­va­do y lan­za­do bajo el lema “Por un Viñe­do más lim­pio y saludable”.

Vein­ti­trés per­so­nas de la comu­ni­dad tra­ba­jan en 27 sec­to­res, en los que se han desig­na­do fis­ca­les encar­ga­dos de veri­fi­car que se cum­plan algu­nas nor­mas como el hora­rio de reco­lec­ción y la dis­po­si­ción de los dese­chos de mane­ra que se evi­te la acu­mu­la­ción y la for­ma­ción de pun­tos crí­ti­cos: el clá­si­co pun­to de toda ciu­dad don­de nos acos­tum­bra­mos a arro­jar basu­ra sin con­trol, y que nos acos­tum­bra­mos a acep­tar como el lugar don­de se des­bor­da la basu­ra, así sin más. A media­dos de abril de 2021, la tari­fa del ser­vi­cio de reco­lec­ción de dese­chos por vivien­da era de 100 mil bolí­va­res al mes.

Parén­te­sis pro­ba­ble­men­te acce­so­rio: en el momen­to de infor­mar sobre este pun­to, los comu­ne­ros dije­ron que la tari­fa era de cien bolí­va­res. “¿Cien o cien mil?”, pre­gun­ta­mos los visi­tan­tes. Uno de los comu­ne­ros se sacó del bol­si­llo dos bille­tes de 50 mil: “Esto es lo que se paga”, dijo. Aquí, como en toda Vene­zue­la, la deno­mi­na­ción de los bille­tes y la per­cep­ción o intui­ción ciu­da­da­na del valor tien­de a qui­tar­le tres ceros a lo que dicen los bille­tes, esas víc­ti­mas ins­tru­men­ta­les de la hiperinflación.

Los sal­dos favo­ra­bles de ese ejer­ci­cio de orga­ni­za­ción comu­ni­ta­ria, iden­ti­fi­ca­dos por los pro­pios habi­tan­tes, son la con­cien­cia de que el ser­vi­cio debe pagar­se, la con­cien­cia de la impor­tan­cia de la cla­si­fi­ca­ción de dese­chos “en el ori­gen” (las vivien­das) y la for­ma­ción de un pecu­liar sen­ti­do de pro­pie­dad colec­ti­va cen­tra­do en el camión-com­pac­ta­do­ra, a la que le han pues­to un nom­bre: “Luchi­ta”. Esta uni­dad cum­ple otras fun­cio­nes apar­te del espe­cí­fi­co de reco­lec­ción: en situa­cio­nes de emer­gn­cia ha ser­vi­do como ambu­lan­cia, vehícu­lo fune­ra­rio y trans­por­te de algún pasa­je­ro nece­si­ta­do de tras­la­dar­se por algu­na urgencia.

«Para lograr una Ciu­dad Comu­nal nece­si­ta­mos que pue­da ser autosustentable»

Tam­bién sue­le cum­plir fun­cio­nes de reco­lec­ción en sec­to­res de la ciu­dad Bar­ce­lo­na cuan­do se le ha reque­ri­do. Últi­ma­men­te (abril 2021) el ser­vi­cio se ha vis­to retra­sa­do por la esca­sez de gasoil.

Res­pec­to al asun­to del reci­cla­je, los comu­ne­ros José Mora y Yus­mely Barre­to ase­gu­ran que una rotun­da mayo­ría de la pobla­ción com­pren­dió la impor­tan­cia de la cla­si­fi­ca­ción y reci­cla­je de dese­chos, por­que ya se han bene­fi­cia­do de esa prác­ti­ca. Los habi­tan­tes de El Viñe­do cla­si­fi­can “en ori­gen” el plás­ti­co, el vidrio, el car­tón, el metal. El empleo de las comi­llas en la deno­mi­na­ción tra­di­cio­nal­men­te uti­li­za­da para desig­nar a esa prác­ti­ca, “cla­si­fi­ca­ción en ori­gen”, es una aco­ta­ción de quie­nes redac­tan este tex­to: el ori­gen de la basu­ra indus­trial (plás­ti­co, car­tón, vidrio, metal y otros mate­ria­les) no son las vivien­das de las per­so­nas sino la indus­tria capi­ta­lis­ta, la ver­da­de­ra gene­ra­do­ra de esos materiales.

En el muni­ci­pio Simón Bolí­var exis­te una cor­po­ra­ción para la trans­for­ma­ción de pro­duc­tos del reci­cla­je, así como para su comer­cia­li­za­ción. Se lla­ma RECIBAR, y ha sido una de las pie­zas cla­ve del engra­na­je del pro­gra­ma deno­mi­na­do “Todo se trans­for­ma”, emble­ma del plan bar­ce­lo­nés de reci­cla­je y trans­fe­ren­cia de la reco­lec­ción a las comu­nas. Esa cor­po­ra­ción reci­be el mate­rial y lo pro­ce­sa para con­ver­tir­lo en obje­tos uti­li­ta­rios y de embe­lle­ci­mien­to de Bar­ce­lo­na, des­pués de cla­si­fi­car­lo (PET, sopla­do, duro).

No exis­te preo­cu­pa­ción algu­na res­pec­to a la con­ti­nui­dad de la polí­ti­ca de reci­cla­je: los comu­ne­ros ase­gu­ran que siem­pre hay deman­da de plás­ti­co, que no hay seña­les de que un día van a dejar de com­prar­les el plás­ti­co. Tie­nen en la mira unos gal­po­nes gran­des que exis­ten en la peri­fe­ria, para su con­ver­sión en cen­tro de aco­pio. Estos gran­des loca­les fue­ron algu­na vez cria­de­ros de pollos de engorde.

Res­pec­to al mane­jo de otros dese­chos, como por ejem­plo los orgá­ni­cos, los comu­ne­ros infor­man que ya entró en acción una Bri­ga­da Eco­so­cia­lis­ta, con la misión de com­pos­tar los resi­duos orgá­ni­cos de ori­gen vege­tal. Muy opor­tu­na la visión de la pro­duc­ción de abo­nos orgá­ni­cos: en los alre­de­do­res hay 100 hec­tá­reas aptas para la siem­bra, a la espe­ra de un sis­te­ma de riego.

La refle­xión-acción

Como se ve, exis­te una voca­ción, una dis­po­si­ción a la acción y unas espe­ran­zas fun­da­das en el poten­cial del terri­to­rio. Pero tam­bién en las con­quis­tas pal­pa­bles y con­cre­tas. Caro­li­na Macha­do tie­ne una visión de la evo­lu­ción his­tó­ri­ca de la comu­ni­dad y hace aná­li­sis de algu­nas rela­cio­nes: “En estos años de revo­lu­ción los logros como el agua y la elec­tri­fi­ca­ción de la zona se debie­ron a la con­for­ma­ción de noso­tros en Mesas Téc­ni­cas de Agua y de Energía”.

Yus­mely nave­ga un poco más hon­do en la his­to­ria de El Viñe­do, que “se lla­ma así por­que era una zona pro­duc­to­ra de uvas. Cuan­do ya no se pro­du­jo más uva se ins­ta­la­ron en la zona los cria­de­ros de pollos. Hace trein­ta años El Viñe­do era una comu­ni­dad de tres calles de tie­rra (tenía­mos que ama­rrar­nos bol­sas en los zapa­tos para cami­nar cuan­do llo­vía), sin asfal­tar, sin alum­bra­do ni agua; el agua que venía de vez en cuan­do era sala­da, de un tan­que sub­te­rrá­neo, no había nin­gún plan­tel edu­ca­ti­vo. El ser­vi­cio de trans­por­te públi­co lo pres­ta­ban tres carri­tos en malas con­di­cio­nes y un auto­bús que pasa­ba a veces y era muy caro. Aho­ra hay 39 sec­to­res, tene­mos tan­ques que alma­ce­nan y dis­tri­bu­yen el agua”.

Sobre la Ciu­dad Comu­nal en dis­cu­sión y en construcción:

“La visión del coman­dan­te Chá­vez era que vamos hacia un Esta­do Comu­nal. En este momen­to aquí tene­mos cua­tro comu­nas avan­zan­do hacia la con­for­ma­ción de una Ciu­dad Comu­nal. Para lograr ese obje­ti­vo nece­si­ta­mos que esa ciu­dad pue­da ser autosustentable”.

En esos aná­li­sis de su pro­pio entorno, los comu­ne­ros detec­ta­ron y des­cri­bie­ron, sin iden­ti­fi­car­lo con ese nom­bre, el pro­ce­so pre­vio a la cons­truc­ción de la Ciu­dad Comu­nal: el cri­te­rio de des­truc­ción ori­gi­na­ria se ha cum­pli­do, no como acción polí­ti­ca moto­ri­za­do por fac­to­res polí­ti­cos que se lo hayan pro­pues­to cons­cien­te y taxa­ti­va­men­te, pero sí median­te la des­truc­ción gra­dual de pro­ce­sos e ini­cia­ti­vas capi­ta­lis­tas (indus­tria de la explo­ta­ción de la uva y de la pro­duc­ción aví­co­la) y la gra­dual y explo­si­va evo­lu­ción hacia una comu­ni­dad agrí­co­la. Ya cuen­tan con la cali­dad del agua reque­ri­da para esos fines, ade­más del impul­so orga­ni­za­ti­vo, y con otros requi­si­tos cru­cia­les, que son el cre­ci­mien­to demo­grá­fi­co, la exis­ten­cia de un núcleo de acti­va­ción política.

En la pró­xi­ma entre­ga, la no-ciu­dad: hacia el terri­to­rio comu­nal indí­ge­na cumanagoto.

Fuen­te: Misión Verdad

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