Esta­dos Uni­dos. La Eco­no­mía Espa­cial grin­ga en gue­rras de un nue­vo tipo

Por Geral­di­na Colot­ti, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 16 de mayo de 2021.

Ponien­do la len­te en el plan pre­sen­ta­do por Biden para una nue­va hege­mo­nía esta­dou­ni­den­se a nivel glo­bal, vemos cómo el enfren­ta­mien­to geo­po­lí­ti­co entre el sis­te­ma de alian­zas lide­ra­do por Esta­dos Uni­dos y el eje Chi­na-Rusia que pro­me­te un mun­do mul­ti­cén­tri­co y mul­ti­po­lar, tie­ne uno de sus prin­ci­pa­les tea­tros en el espacio.

La Eco­no­mía Espa­cial (Spa­ce Eco­nomy), resul­ta­do de la com­bi­na­ción de tec­no­lo­gía digi­tal y espa­cial, se con­ci­be como una revo­lu­ción simi­lar a la pro­du­ci­da por Inter­net y lo digi­tal. Las inno­va­cio­nes tec­no­ló­gi­cas rela­cio­na­das con el espa­cio, prin­ci­pal­men­te vin­cu­la­das con el uso de saté­li­tes en sis­te­mas sofis­ti­ca­dos de comu­ni­ca­ción, detec­ción y con­trol, ya for­man par­te inte­gral de la for­ma de vida a nivel pla­ne­ta­rio duran­te unos sesen­ta años: por supues­to con la asi­me­tría que carac­te­ri­za el desa­rro­llo entre los paí­ses del Nor­te y los del Sur global.

Aho­ra, la Eco­no­mía Espa­cial cons­ti­tu­ye una palan­ca capaz de actuar en varios nive­les en el inten­to del capi­ta­lis­mo de engra­sar a fon­do los moto­res para una nue­va fase de acu­mu­la­ción, pom­po­sa­men­te defi­ni­da “New Deal”, como en los días de Roo­se­velt. Un «nue­vo key­ne­sia­nis­mo» que tam­bién iría acom­pa­ña­do de un «New Spa­ce Deal», que encu­bri­ría la Fuer­za Espa­cial de Trump, con­ce­bi­da como una rama adi­cio­nal del ejér­ci­to esta­dou­ni­den­se, con la retó­ri­ca del «mul­ti­la­te­ra­lis­mo espa­cial» para fines prin­ci­pal­men­te eco­nó­mi­cos y no militares.

Sabe­mos, en cam­bio, que, dado el peso del com­ple­jo mili­tar-indus­trial en las polí­ti­cas impe­ria­lis­tas, la mili­ta­ri­za­ción del espa­cio acom­pa­ña, de mane­ra cada vez más sofis­ti­ca­da, las estra­te­gias de inte­li­gen­cia y disua­sión, de ata­que y con­tra­ata­que que ponen a prue­ba las for­mas de con­flic­to en el ter­cer mile­nio. El ciber­ata­que con­tra el sis­te­ma eléc­tri­co vene­zo­lano, de mar­zo de 2019, pue­de con­si­de­rar­se un ejemplo.

Los saté­li­tes infra­rro­jos con los que los heli­cóp­te­ros colom­bia­nos iden­ti­fi­can a los mili­tan­tes y los eli­mi­nan en los barrios de noche, lue­go de pro­vo­car el apa­gón en toda la zona, son los mis­mos que se uti­li­zan con­tra los pales­ti­nos. La base mili­tar de Tole­mai­da en Bogo­tá cuen­ta con un sis­te­ma de saté­li­tes masi­vo que ame­na­za a toda la región.

La his­to­ria de Esta­dos Uni­dos mues­tra que, sea cual sea el inqui­lino de la Casa Blan­ca, el peso del com­ple­jo mili­tar-indus­trial sigue sien­do el motor de la eco­no­mía impe­ria­lis­ta. No es una coin­ci­den­cia que fue sobre todo Oba­ma quien pre­sio­nó para obte­ner más fon­dos para el pro­gra­ma de defen­sa israe­lí Iron Dome y sus sec­to­res relacionados.

Una de las prin­ci­pa­les razo­nes de las «rela­cio­nes espe­cia­les» entre Esta­dos Uni­dos e Israel es que este últi­mo pue­de uti­li­zar­se como ban­co de prue­bas para armas avan­za­das y sis­te­mas de segu­ri­dad, finan­cia­dos con dóla­res de impues­tos esta­dou­ni­den­ses. Debi­do a que están pen­sa­dos como «ayu­da extran­je­ra», no son par­te del pro­ce­so pre­su­pues­ta­rio nor­mal para el ejér­ci­to de los EE. UU., por lo que pue­de elu­dir al Congreso.

El avan­ce de la ocu­pa­ción colo­nial de Pales­ti­na, los ata­ques mer­ce­na­rios a paí­ses veci­nos o la con­tri­bu­ción direc­ta a los pro­ce­sos de des­es­ta­bi­li­za­ción que están orga­ni­zan­do los paí­ses alia­dos de Israel y EE.UU. como Colom­bia, ofre­cen muchas opor­tu­ni­da­des de prue­ba en el mun­do, más amplio que los exis­ten­tes en Amé­ri­ca del Nor­te. Un tro­zo gran­de de la recha­za­da “refor­ma tri­bu­ta­ria” de Duque esta­ba des­ti­na­da a estos programas.

Euro­pa con­tri­bu­ye a for­ta­le­cer las rela­cio­nes espe­ra­das por Esta­dos Uni­dos tam­bién en Amé­ri­ca Lati­na, expor­tan­do su know-how en mate­ria de estra­te­gia de segu­ri­dad, law­fa­re y téc­ni­cas de con­trol social. Así, el eje Ita­lia-Israel está bien esta­ble­ci­do en la deno­mi­na­da Eco­no­mía Espa­cial, por ejem­plo con el Pro­yec­to Sha­lom, que com­bi­na las dos agen­cias espa­cia­les Asi e Isa, en la cons­truc­ción de dos saté­li­tes para la obser­va­ción de la Tie­rra, con sus impli­ca­cio­nes mili­ta­res relacionadas.

Inclu­so antes de la pan­de­mia, el valor eco­nó­mi­co de la Eco­no­mía Espa­cial se esti­ma­ba en 360 mil millo­nes de dóla­res, cubier­to en una cuar­ta par­te por el gas­to públi­co de los dis­tin­tos paí­ses y el res­to por par­ti­cu­la­res. Según las pro­yec­cio­nes, en 2040 alcan­za­rá la suma de 1,10 billo­nes de dóla­res. Actual­men­te, 9 paí­ses des­ti­nan cada año mil millo­nes de dóla­res a este sec­tor, mien­tras que una vein­te­na de gobier­nos gas­tan alre­de­dor de 100 millo­nes de dólares.

La Unión Euro­pea tie­ne pre­vis­to des­ti­nar­le casi 16.000 millo­nes de euros para el perío­do 2021 – 2027. El volu­men de inver­sio­nes indi­ca el alcan­ce de las impli­ca­cio­nes rela­cio­na­das: que son de carác­ter geo­po­lí­ti­co, comer­cial, de visi­bi­li­dad inter­na­cio­nal y tam­bién se refie­ren a la impor­tan­te finan­cia­ción inter­na­cio­nal y de la OTAN, moti­vo de com­pe­ten­cia den­tro de los paí­ses capi­ta­lis­tas de la UE. Fran­cia, por ejem­plo, a prin­ci­pios de este año con­si­guió que Tou­lou­se fue­ra la sede del Cen­tro de Exce­len­cia de Acti­vi­da­des Espa­cia­les (CoE) de la OTAN, superan­do a Ale­ma­nia, que que­ría nomi­nar a Kal­kar, don­de ya ope­ra el Joint Air Power, un impor­tan­te cen­tro de inves­ti­ga­ción sobre com­pe­ten­cia aérea y espacial.

La Eco­no­mía Espa­cial es par­te de la «tran­si­ción ener­gé­ti­ca» anun­cia­da por Biden, quien enfa­ti­zó su dimen­sión eco­nó­mi­ca y labo­ral para con­tra­rres­tar la pro­pa­gan­da nega­cio­nis­ta de Trump sobre el calen­ta­mien­to cli­má­ti­co, pero que cons­ti­tu­ye uno de los ejes prin­ci­pa­les de la com­pe­ten­cia tec­no­ló­gi­ca y manu­fac­tu­re­ra con Chi­na. El Depar­ta­men­to de Ener­gía de Esta­dos Uni­dos gas­ta­rá 128 millo­nes de dóla­res en el desa­rro­llo de tec­no­lo­gías, tam­bién rela­cio­na­das con el des­plie­gue de saté­li­tes en órbita.

Biden ha pro­me­ti­do la crea­ción de 44.000 pues­tos de tra­ba­jo para la cons­truc­ción e ins­ta­la­ción de tur­bi­nas mari­nas, que se cons­trui­rán con mate­ria­les, como el ace­ro, pro­du­ci­dos en el país. El tama­ño del acuer­do tam­bién se ve con­fir­ma­do por el entu­sias­mo de Wall Street, deter­mi­na­do por la pre­sen­cia de gran­des empre­sas pri­va­das que invier­ten y pre­sio­nan para ace­le­rar el desa­rro­llo del sec­tor, apo­yán­do­se en gran medi­da en con­tra­tos guber­na­men­ta­les (Spa­ceX de Elon Musk, Blue Ori­gin de Jeff Bezos, Vir­gin Galac­tic de Richard Branson).

Lue­go está la carre­ra por los recur­sos espa­cia­les natu­ra­les, como las tie­rras raras, que se uti­li­zan para fabri­car bate­rías, apa­ra­tos elec­tró­ni­cos y sofis­ti­ca­dos equi­pos mili­ta­res, pre­sen­tes en la Luna, así como los meta­les pre­cio­sos e indus­tria­les con­te­ni­dos en los aste­roi­des entre Mar­te y Júpi­ter. La capa­ci­dad de con­ver­tir el hie­lo lunar en hidró­geno y oxí­geno para crear com­bus­ti­ble para cohe­tes per­mi­ti­ría a las misio­nes espa­cia­les repos­tar en el espa­cio, sin tener que trans­por­tar todo el pro­pul­sor des­de la Tierra.

Es fácil enten­der, por lo tan­to, que la carre­ra por con­tro­lar la Luna solo aumen­ta­rá. Mien­tras tan­to, en 2015, el gobierno grin­go tra­tó de invo­lu­crar a sus ciu­da­da­nos en el nego­cio, otor­gán­do­les el dere­cho a poseer cual­quier mate­rial pro­ve­nien­te del espacio.

Y en octu­bre de 2020, Esta­dos Uni­dos lide­ró la fir­ma de los acuer­dos de Arte­mis, que Biden man­ten­drá. Una serie de acuer­dos espa­cia­les bila­te­ra­les con Aus­tra­lia, Cana­dá, Ita­lia, Japón, Luxem­bur­go, el Rei­no Uni­do y los Emi­ra­tos Ára­bes Uni­dos, que deli­be­ra­da­men­te pasa­ron por alto a las Nacio­nes Uni­das y no inclu­ye­ron a Chi­na y Rusia. (Ucra­nia y Bra­sil se agre­ga­ron pos­te­rior­men­te a los acuer­dos). Si bien este pac­to pre­ten­de afir­mar el Tra­ta­do del Espa­cio Ultra­te­rres­tre, en reali­dad aumen­ta el poten­cial de con­flic­to al ampliar la inter­pre­ta­ción de la ley espa­cial comer­cial al tiem­po que cir­cuns­cri­be rígi­da­men­te las fron­te­ras geo­po­lí­ti­cas. Otro ejem­plo de cómo se pue­den uti­li­zar las leyes y los tra­ta­dos para impo­ner una nue­va hege­mo­nía imperialista.

Itu­rria /​Fuen­te

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