Esta­dos Uni­dos. Cuan­do el GOP cen­su­ra a los «suyos»

Por Jua­na Carras­co Mar­tin, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 13 de mayo de 2021. 

La socie­dad esta­dou­ni­den­se se pola­ri­za a dia­rio. El paso de Donald Trump por la Casa Blan­ca coad­yu­vó a ace­le­rar ese pro­ce­so con la pro­li­fe­ra­ción de gru­pos vio­len­tos y el extre­mis­mo xenó­fo­bo con­tra los inmigrantes.

La prin­ci­pal sena­do­ra del Par­ti­do Repu­bli­cano, Joni Ernst, de Iowa, ha com­pa­ra­do el derro­ca­mien­to de la repre­sen­tan­te repu­bli­ca­na por Wyo­ming, Liz Che­ney, con la «can­ce­la­ción de la cultura».

«Sien­to que está bien seguir ade­lan­te y expre­sar lo que crees que es correc­to expre­sar y, ya sabes, can­ce­lar la cul­tu­ra es can­ce­lar la cul­tu­ra sin impor­tar cómo la mires. Des­afor­tu­na­da­men­te, creo que hay quie­nes están tra­tan­do de silen­ciar a otros en el par­ti­do», dijo Ernst el lunes, dos días antes de que este miér­co­les los repu­bli­ca­nos de la Cáma­ra de Repre­sen­tan­tes vota­ron la des­ti­tu­ción de Che­ney como su pre­si­den­te de con­fe­ren­cia, por sus crí­ti­cas al expre­si­den­te Donald Trump, cuan­do este y sus par­ti­da­rios en el par­ti­do insis­tían en que le habían sido «roba­das» las elec­cio­nes de 2020.

Liz Che­ney —una de los diez repu­bli­ca­nos que vota­ron a favor del impeach­ment a Trump— ya había sobre­vi­vi­do a un inten­to simi­lar de defe­nes­tra­ción a prin­ci­pios de este año, pero el poder influ­yen­te del trum­pis­mo la con­de­nó aho­ra en una pur­ga que, indis­cu­ti­ble­men­te, le echa nue­vas pale­ta­das al entie­rro de la «demo­cra­cia» esta­dou­ni­den­se. Una deci­sión que se dice fue abru­ma­do­ra con­tra Che­ney, toma­da a puer­tas cerra­das y por voto de voz, lo que sig­ni­fi­ca que no habrá un recuen­to de los dictámenes.

La repre­sen­tan­te con­ser­va­do­ra por Wyo­ming hizo pre­via­men­te un dis­cur­so con­fron­ta­cio­nal con su par­ti­do, cuan­do para muchos el «ele­fan­te» omni­pre­sen­te en la sala era Trump, quien ape­nas 30 minu­tos antes de la reu­nión repu­bli­ca­na que derro­có a Liz Che­ney, dijo en un bre­ve comu­ni­ca­do, lo que pudie­ra tomar­se como ins­truc­cio­nes para los segui­do­res del trum­pis­mo: «Los repu­bli­ca­nos en la Cáma­ra de Repre­sen­tan­tes tie­nen hoy una gran opor­tu­ni­dad de des­ha­cer­se de una líder pobre, un impor­tan­te pun­to de con­ver­sa­ción demó­cra­ta, una beli­cis­ta y una per­so­na sin abso­lu­ta­men­te nin­gu­na per­so­na­li­dad o corazón».

«Hoy, nos enfren­ta­mos a una ame­na­za que Esta­dos Uni­dos nun­ca ha vis­to antes. Un expre­si­den­te que pro­vo­có un ata­que vio­len­to en este Capi­to­lio en un esfuer­zo por robar las elec­cio­nes ha
reanu­da­do su agre­si­vo esfuer­zo para con­ven­cer a los esta­dou­ni­den­ses de que la elec­ción le fue roba­da. Corre el ries­go de inci­tar a más vio­len­cia», dijo Che­ney, quien no se que­dó cor­ta en su denuncia.

«Per­ma­ne­cer en silen­cio e igno­rar la men­ti­ra enva­len­to­na al men­ti­ro­so. No par­ti­ci­pa­ré en eso», y agre­gó en su defen­sa del sis­te­ma elec­to­ral esta­dou­ni­den­se: «No me sen­ta­ré a mirar en silen­cio mien­tras otros lle­van a nues­tro par­ti­do por un camino que aban­do­na el esta­do de dere­cho y se une a la cru­za­da del expre­si­den­te para soca­var nues­tra democracia».

La pur­ga repu­bli­ca­na, su balan­ceo hacia el extre­mis­mo trum­pis­ta, la evi­den­te influen­cia que el exman­da­ta­rio ha deja­do en sus filas y la acti­va polí­ti­ca que rea­li­za a favor de can­di­da­tos que siguen su orien­ta­ción, mues­tran cla­ra­men­te una ten­den­cia cada vez más nota­ble, y que Michael Stee­le, quien fue pre­si­den­te del Comi­té Nacio­nal Repu­bli­cano, defi­nió así: el Par­ti­do Repu­bli­cano es «uno de los movi­mien­tos anti­de­mo­crá­ti­cos más gran­des del mundo».

Pero no es solo el GOP (Grand Old Party) el que avan­za en ese camino. La socie­dad esta­dou­ni­den­se se pola­ri­za a dia­rio. El paso de Donald Trump por la Casa Blan­ca coad­yu­vó a ace­le­rar ese pro­ce­so con la pro­li­fe­ra­ción de gru­pos vio­len­tos y el extre­mis­mo xenó­fo­bo con­tra los inmi­gran­tes, nada nue­vo en una nación for­ja­da en la vio­len­cia y el racis­mo, acos­tum­bra­da a vivir en per­ma­nen­te gue­rra con­tra otros para impo­ner su hege­mo­nía polí­ti­ca, eco­nó­mi­ca y militar.

La cacarea­da demo­cra­cia hace mucho que se dete­rio­ra. Los dos par­ti­dos repre­sen­ta­ti­vos ponen por delan­te intere­ses elec­to­ra­les y no los de la nación en un enfren­ta­mien­to en asun­tos inter­nos que impi­den aquel pro­ce­der bipar­ti­dis­ta del que hacían gala.

En estos meses, en varios Esta­dos se han apro­ba­do pro­yec­tos de leyes que difi­cul­tan el voto libre, como medi­das de supre­sión de votos, requi­si­tos extre­mos de iden­ti­fi­ca­ción, eli­mi­na­ción de votos anti­ci­pa­do o por correo y otros tan sus­tan­cia­les en la obs­ta­cu­li­za­ción de la demo­cra­cia como los meca­nis­mos de nomi­na­ción de can­di­da­tos y, por supues­to, el per­ma­nen­te papel del dine­ro en la polí­ti­ca esta­dou­ni­den­se. Sin con­tar la exclu­sión de la expre­sión polí­ti­ca de un seg­men­to nada des­pre­cia­ble de la pobla­ción que no se ubi­ca ni como repu­bli­cano, ni como demócrata.Entonces no es solo un pro­ble­ma repu­bli­cano, es el pro­ble­ma de una nación.

Fuen­te: Juven­tud Rebelde

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