Eco­lo­gía social. Pri­va­ti­za­ción, bur­sa­ti­li­za­ción y geo­po­lí­ti­ca del “oro azul”

Por Isaac Enrí­quez Pérez. Resu­men lati­no­ame­ri­cano, 31 de mar­zo de 2021.

El día 22 de mar­zo fue decla­ra­do por la Orga­ni­za­ción de las Nacio­nes Uni­das (ONU) Día Mun­dial del Agua. Y más que aten­der la con­me­mo­ra­ción res­pec­to al vital líqui­do es impor­tan­te com­pren­der los desa­fíos y la con­flic­ti­vi­dad que su apro­pia­ción, dis­tri­bu­ción y uso supon­drán a lo lar­go del siglo XXI.

En 1995 el ex Vice­pre­si­den­te del Ban­co Mun­dial, Ismail Sera­gel­din, sen­ten­ció que “si las gue­rras de este siglo se dispu­taron por el petró­leo, las gue­rras del pró­xi­mo siglo se libra­rán por el agua…”. Más allá del dis­cur­so apo­ca­líp­ti­co que el tema encie­rra y de que aún no es decla­ra­da abier­ta­men­te una gue­rra inter­na­cio­nal por el agua –la últi­ma que se regis­tra fue en el año 2500 a. de C. entre las ciu­da­des-Esta­do de Lagash y Umma que se dispu­taban la cuen­ca de los ríos Tigris y Eufra­tes – , la reali­dad evi­den­cia que el con­flic­to en torno al vital líqui­do es par­te con­sus­tan­cial de las socie­da­des contemporáneas.

Se tie­ne regis­tro de 926 con­flic­tos vio­len­tos en dis­tin­tas regio­nes del mun­do por moti­vos rela­cio­na­dos con el agua. Y no es para menos si se con­si­de­ran otros datos que evi­den­cian par­te impor­tan­te del pro­ble­ma: según la UNICEF y la Orga­ni­za­ción Mun­dial de la Salud (OMS), en el año 2019 uno de cada 3 habi­tan­tes en el mun­do no cuen­ta con acce­so a agua pota­ble (algo así como 2 200 millo­nes de per­so­nas), en tan­to que 4 200 millo­nes de seres huma­nos no acce­san a ser­vi­cios de sanea­mien­to ges­tio­na­dos de mane­ra segu­ra y 3 000 millo­nes care­cen de ins­ta­la­cio­nes bási­cas para el lava­do e higie­ne de las manos (https://​bit​.ly/​3​f​6​s​9Ut). Se suma a ello que alre­de­dor de 2 600 millo­nes de per­so­nas radi­can en terri­to­rios con estrés hídri­co extre­ma­da­men­te alto.

En medio de la cri­sis pan­dé­mi­ca, don­de se reco­mien­da el lava­do fre­cuen­te de manos, esta des­igual­dad en el acce­so al agua pota­ble ahon­da la cri­sis sis­té­mi­ca y eco­so­cie­tal de la socie­dad con­tem­po­rá­nea (https://​bit​.ly/​3​l​9​r​JfX), al tiem­po que se eri­ge en una de las prin­ci­pa­les con­tra­dic­cio­nes que repro­du­ci­rán otros pro­ble­mas de salud pública.

La mis­ma OMS, en sus ejer­ci­cios de pros­pec­ti­va seña­la que para el año 2050 alre­de­dor de 5 000 millo­nes de habi­tan­tes enfren­ta­rán la cares­tía de agua pota­ble, con par­ti­cu­la­res impac­tos en nacio­nes del Medio Orien­te, pero tam­bién con con­se­cuen­cias en poten­cias eco­nó­mi­cas como Esta­dos Uni­dos, India y Chi­na, cuyas deman­das en sus pro­ce­sos de pro­duc­ción y expan­sión pobla­cio­nal com­pli­can la situa­ción de las pobla­cio­nes huma­nas, par­ti­cu­lar­men­te en las mega­ciu­da­des y regio­nes urbanas. 

En torno al año 2030 las prin­ci­pa­les dispu­tas en el mun­do gira­rán en torno a los sumi­nis­tros de agua. Y más allá de garan­ti­zar­se el acce­so masi­vo al pre­cia­do líqui­do como un dere­cho humano uni­ver­sal, la pri­va­ti­za­ción del ser­vi­cio y la espe­cu­la­ción finan­cie­ra en los mer­ca­dos de valo­res ensan­chan las bre­chas de la des­igual­dad en el dis­fru­te de ese dere­cho. La mis­ma devas­ta­ción ambien­tal agra­va el pro­ble­ma: el uso y des­per­di­cio irra­cio­nal del líqui­do vital –por ejem­plo, por cada litro de cer­ve­za que el Gru­po Mode­lo pro­du­ce en su plan­ta de Cale­ra (Zaca­te­cas), se emplean 3,5 y 5 litros de agua (esto es, los 5 130 millo­nes de litros de cer­ve­za pro­du­ci­dos absor­ben cer­ca 18 000 millo­nes de litros de agua) – , la sobre­ex­plo­ta­ción de acuí­fe­ros y ríos, la con­ta­mi­na­ción de los man­tos freá­ti­cos, el colap­so cli­má­ti­co, la pre­sión pobla­cio­nal y la irres­tric­ta expan­sión de la man­cha urba­na, con­tri­bu­yen a la cares­tía del vital líqui­do, a la inten­si­fi­ca­ción de las sequías –que inclu­so ago­bia­ron recien­te­men­te a Cali­for­nia, en tan­to el esta­do más rico de la Unión Ame­ri­ca­na – , y a la alte­ra­ción del ciclo del agua.

Es un pro­ble­ma de esca­sez, en par­te, a medi­da que la dis­tri­bu­ción natu­ral del líqui­do vital afec­ta a terri­to­rios con cli­mas ári­dos y semi-secos, pero tam­bién –en gran medi­da– es un pro­ble­ma ope­ra­ti­vo y de ges­tión: tan solo en las áreas mega­lo­po­li­ta­nas de la Ciu­dad de Méxi­co y de Gua­da­la­ja­ra se des­per­di­cia una ter­ce­ra par­te del agua sumi­nis­tra­da; en tan­to que el 70 % de las con­ce­sio­nes de agua en la nación Azte­ca se con­cen­tran en 2 % de los usua­rios del ser­vi­cio –la indus­tria mine­ra con­su­mió alre­de­dor de 437 millo­nes de metros cúbi­cos en el año 2014. Por lo que no es lejano el día en que ello con­tri­bu­ya a la emer­gen­cia de ham­bru­nas y a mayo­res ten­sio­nes regio­na­les e internacionales.

Con­flic­tos vio­len­tos des­ta­ca­dos en el mun­do se pre­sen­tan en el Gol­fo de Ben­ga­la (India) en la Cuen­ca de Zam­be­ze, así como el lla­ma­do “dra­ma del Vol­ta”, las “bata­llas de Mali” y la “tra­ge­dia del Nilo” –estos cua­tros en Áfri­ca. Se suman a ellos poten­cia­les con­flic­tos en amplias regio­nes que cir­cun­dan las cuen­cas de los ríos Nilo, Tigris, Eufra­tes, Indo, Gan­ges y Colo­ra­do –este últi­mo en los Esta­dos Uni­dos. Méxi­co no está al mar­gen de ello, pues en regio­nes del seco y nor­te­ño esta­do de Sono­ra tam­bién aflo­ran con­flic­tos y des­abas­tos; lo mis­mo que en la región lacus­tre de Cuitzeo en el esta­do de Michoacán.

La nación Azte­ca expe­ri­men­ta en 83 % de su terri­to­rio pro­ble­mas de sequía en dis­tin­tos gra­dos. Ade­más, se tie­nen regis­tros que con­sig­nan que alre­de­dor de 41 millo­nes de mexi­ca­nos no tie­nen acce­so al sumi­nis­tro del vital líqui­do en su vida coti­dia­na; al tiem­po que 8,5 millo­nes de habi­tan­tes aún care­cen de cone­xión a las redes de agua potable. 

El man­tra del fun­da­men­ta­lis­mo de mer­ca­do –difun­di­do des­de hace tres déca­das por orga­nis­mos inter­na­cio­na­les como el Ban­co Mun­dial– no es la solu­ción ante la masi­va cares­tía de agua pota­ble en el mun­do. La pri­va­ti­za­ción del agua y de sus ser­vi­cios de sumi­nis­tro solo incre­men­ta la exclu­sión social, tan­to en las gran­des urbes como en las regio­nes rura­les. Más aún, los pro­ce­sos de bur­sa­ti­li­za­ción empren­di­dos des­de diciem­bre de 2020 en los mer­ca­dos de futu­ros de Wall Street y que ya coti­zan al agua como mate­ria pri­ma, afian­za­rán la lógi­ca exclu­yen­te y con­cen­tra­rán los bene­fi­cios en pocas manos –prin­ci­pal­men­te en los mega­ban­cos y los gran­des fon­dos de inver­sión. De ahí que sea rele­van­te com­pren­der el carác­ter geo­es­tra­té­gi­co del agua y su lugar cru­cial en el engra­na­je del patrón de acu­mu­la­ción imperante.

Mien­tras no se modi­fi­que radi­cal­men­te el patrón de pro­duc­ción y con­su­mo (des­de peque­ñas accio­nes en los hoga­res has­ta radi­ca­les cam­bios en los orga­nis­mos de sumi­nis­tro y en las gran­des empre­sas depre­da­do­ras), el capi­ta­lo­ceno con­ti­nua­rá suc­cio­nan­do agua por doquier sin con­si­de­ra­cio­nes res­pec­to a las nece­si­da­des de las pobla­cio­nes ale­da­ñas a minas (https://​bit​.ly/​2​N​U​l​UI8), maqui­la­do­ras, cer­ve­ce­ras y demás acti­vi­da­des pro­duc­ti­vas devas­ta­do­ras. De ahí que sea urgen­te decla­rar al agua como un bien públi­co glo­bal y garan­ti­zar su sumi­nis­tro como dere­cho humano fun­da­men­tal. La solu­ción no atra­vie­sa por los cau­ces de la ini­cia­ti­va pri­va­da, pues con­tra­rio a la creen­cia difun­di­da de que ésta garan­ti­za un uso racio­nal y pre­ser­va­cio­nis­ta del vital líqui­do, el afán de lucro y ganan­cia –que for­ma par­te de enrai­za­das estruc­tu­ras de poder, rique­za y domi­na­ción– es el ori­gen del pro­ble­ma res­pec­to a la des­igual­dad en el acce­so y dis­fru­te del agua. 

Isaac Enrí­quez Pérez. Inves­ti­ga­dor, escri­tor y autor del libro La gran reclu­sión y los veri­cue­tos socio­his­tó­ri­cos del coro­na­vi­rus. Mie­do, dis­po­si­ti­vos de poder, ter­gi­ver­sa­ción semán­ti­ca y esce­na­rios pros­pec­ti­vos.

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