Cuba. Una bofe­ta­da al impe­ria­lis­mo que sigue ardiendo

Por Geral­di­na Colot­ti, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 19 de abril de 2021. 

El dis­cur­so de Raúl Cas­tro en el VIII Con­gre­so del Par­ti­do Comu­nis­ta de Cuba (PCC) recor­dó la lar­ga bata­lla de Cuba para pre­ser­var su revo­lu­ción, defen­dién­do­la de las cons­tan­tes agre­sio­nes del impe­ria­lis­mo. El Con­gre­so tuvo lugar en los sesen­ta años trans­cu­rri­dos des­de la inva­sión mer­ce­na­ria de Bahía de Cochi­nos – del 17 al 19 de abril de 1961- con la que la CIA qui­so aca­bar con la joven revo­lu­ción que, el 16 de abril de 1961, había decla­ra­do su carác­ter socia­lis­ta en pala­bras de Fidel Castro.

«La inva­sión de Pla­ya Girón que se pro­du­jo duran­te el man­da­to de un pre­si­den­te demo­crá­ti­co ‑recor­dó Raúl en alu­sión a Ken­nedy- fue par­te del pro­gra­ma para derro­car a Fidel Cas­tro que inclu­yó sabo­ta­jes, accio­nes terro­ris­tas, apo­yo a ban­das con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rias que masa­cra­ron a jóve­nes, cam­pe­si­nos y obre­ros. Nun­ca olvi­da­re­mos a los 3.478 muer­tos, víc­ti­mas del terro­ris­mo de Estado”.

Hoy, los docu­men­tos des­cla­si­fi­ca­dos del Pen­tá­gono mues­tran que, ya en 1960, la CIA había inten­ta­do com­prar al pilo­to que iba a traer a Pra­ga una dele­ga­ción cuba­na de la que Raúl for­ma­ba par­te, para matar­lo simu­lan­do un acci­den­te aéreo. Será el pri­me­ro de una lar­ga serie de ata­ques que en este siglo han cam­bia­do de for­ma pero no de obje­ti­vo: derro­car al gobierno, des­pués de haber­lo ais­la­do y debi­li­ta­do internamente.

La gue­rra sucia con­tra Cuba, que hoy se renue­va con­tra la revo­lu­ción boli­va­ria­na en Vene­zue­la, fue un capí­tu­lo de la más gene­ra­li­za­da con­tra la Unión Sovié­ti­ca y el «peli­gro rojo». Una filo­so­fía que, como afir­ma uno de sus pro­ta­go­nis­tas titu­la­dos, el ex coro­nel del Ejér­ci­to de Esta­dos Uni­dos Law­ren­ce Wil­ker­son, ayer en la cús­pi­de de la pla­ni­fi­ca­ción polí­ti­ca del Depar­ta­men­to de Esta­do, hoy reti­ra­do, ha sido par­te inte­gral de la polí­ti­ca eco­nó­mi­ca nor­te­ame­ri­ca­na des­de el final de la Segun­da Gue­rra Mun­dial. Des­de enton­ces, depen­dien­do de si gober­na­ba el Par­ti­do Demó­cra­ta o el Par­ti­do Repu­bli­cano, Esta­dos Uni­dos ha modu­la­do la for­ma de su polí­ti­ca exte­rior, dejan­do intac­ta la sus­tan­cia impe­ria­lis­ta que lle­va con­si­go des­de el principio.

Hace trein­ta años, el poli­tó­lo­go Joseph Nye acu­ñó el tér­mino soft power, poder blan­do, para refe­rir­se a la capa­ci­dad de Esta­dos Uni­dos para hacer que otros paí­ses se iden­ti­fi­quen con sus pro­pios deseos y valo­res, pre­sen­tán­do­los como los más atrac­ti­vos y los más ade­cua­dos para gober­nar el mun­do. Un «esti­lo» en el que vuel­ve a recu­rrir el demó­cra­ta Biden: para dis­tin­guir­se del hard power, el poder duro de Trump, que resal­ta­ba el caos de un impe­rio en deca­den­cia, pero no por impo­ner un cam­bio de rum­bo, sien­do el poder coer­ci­ti­vo intrín­se­co a la natu­ra­le­za impe­ria­lis­ta del Esta­do nor­te­ame­ri­cano des­de su origen.

Tras el fin de la Segun­da Gue­rra Mun­dial, el capi­tal esta­dou­ni­den­se se auto­pro­cla­mó por­ta­dor de una misión hege­mó­ni­ca mun­dial. Un plan que reque­ría la sumi­sión de los demás capi­ta­lis­mos más débi­les, pero tam­bién la coop­ta­ción ideo­ló­gi­ca de las gran­des masas, den­tro y fue­ra del país, con­ven­ci­das de iden­ti­fi­car­se con ese pro­yec­to y recha­zar vis­ce­ral­men­te el comu­nis­mo como un «mal abso­lu­to». La nece­si­dad estra­té­gi­ca de des­in­for­ma­ción apa­re­ció de inme­dia­to como un ele­men­to fun­da­men­tal del pro­yec­to hege­mó­ni­co, sub­ya­cen­te a las pri­me­ras direc­ti­vas de pos­gue­rra del Con­se­jo de Segu­ri­dad Nacional.

Emble­má­ti­cos son los dos famo­sos memo­ran­dos de Bar­nett, que iban a dar for­ma a esas direc­ti­vas y que encon­tra­ron apli­ca­ción des­pués de 1950. La prio­ri­dad no era sólo la escla­vi­tud ideo­ló­gi­ca de las masas popu­la­res de los anti­guos paí­ses colo­nia­les o bajo la influen­cia sovié­ti­ca, sino tam­bién de los esta­dou­ni­den­ses can­sa­dos de la gue­rra, que tuvo que ser coop­ta­dos en la lucha con­tra el “peli­gro rojo”.

Un pro­yec­to enco­men­da­do no solo a los apa­ra­tos tra­di­cio­na­les de con­trol ideo­ló­gi­co, sino tam­bién al desa­rro­llo de su base ocul­ta, apta para ope­ra­cio­nes de gue­rra psi­co­ló­gi­ca. En esos memo­ran­dos, Barrett con­si­de­ra­ba a “los inte­lec­tua­les cons­cien­tes, la apa­tía públi­ca, la resis­ten­cia de la pobla­ción y las tra­di­cio­nes demo­crá­ti­cas esta­dou­ni­den­ses” como los prin­ci­pa­les obs­tácu­los. Por tan­to, era prio­ri­ta­rio enmas­ca­rar con una retó­ri­ca ade­cua­da los intere­ses reales: los del com­ple­jo militar-industrial.

El gran capi­tal esta­dou­ni­den­se ini­ció ya la Segun­da Gue­rra Mun­dial con un pre­ci­so dise­ño impe­rial con el que com­ple­tó la com­ple­ta inter­pe­ne­tra­ción entre poder polí­ti­co y poder eco­nó­mi­co. El cer­ti­fi­ca­do de naci­mien­to del com­ple­jo mili­tar-indus­trial que domi­na la polí­ti­ca esta­dou­ni­den­se se remon­ta a 1941, cuan­do el gobierno deci­dió depen­der de la indus­tria pri­va­da para la pro­duc­ción de las armas nece­sa­rias para la gue­rra. Los cien­tí­fi­cos que tra­ba­ja­ron en la bom­ba ató­mi­ca actua­ban bajo las órde­nes del gene­ral Gro­ves en su uni­dad ultra­se­cre­ta. Y ya en el perío­do de gue­rra todas las fases de pro­duc­ción de la bom­ba ató­mi­ca fue­ron enco­men­da­das a los dis­tin­tos monopolios.

El mun­do empre­sa­rial intro­du­jo enton­ces a sus hom­bres en los ser­vi­cios secre­tos, como ya lo había hecho en la pro­duc­ción béli­ca, en la polí­ti­ca exte­rior, en los altos man­dos mili­ta­res. El pro­yec­to de Roo­se­velt para la crea­ción de la ONU debía corres­pon­der a los obje­ti­vos impe­ria­lis­tas de este comi­té empre­sa­rial, que es cru­cial para la polí­ti­ca nor­te­ame­ri­ca­na. La «paz mun­dial» se habría esta­ble­ci­do sobre la base de leyes redac­ta­das por las Nacio­nes Uni­das y dic­ta­das por el Con­se­jo de Segu­ri­dad. La ONU se con­ver­ti­ría en el ins­tru­men­to de la supre­ma­cía esta­dou­ni­den­se en el mun­do. Los paí­ses que inten­ta­rían armar­se y elu­dir las reglas impues­tas por Esta­dos Uni­dos serían bombardeados.

El 3 de abril de 1949, duran­te una reu­nión con­fi­den­cial entre los can­ci­lle­res que habían fir­ma­do la Alian­za Atlán­ti­ca y los líde­res mili­ta­res y polí­ti­cos de Esta­dos Uni­dos, enca­be­za­dos por el enton­ces pre­si­den­te Harry Tru­man, el caza­dor de comu­nis­tas dejó las cosas cla­ras: «Me gus­ta­ría enfa­ti­zar – dijo – que la ame­na­za sovié­ti­ca no es solo mili­tar; es la ame­na­za del comu­nis­mo como idea, como fuer­za social diná­mi­ca e igua­li­ta­ria que se ali­men­ta de los des­equi­li­brios y socia­les del mun­do, lo que cons­ti­tu­ye un pro­ble­ma bási­co para Occi­den­te; aun­que de hecho encuen­tra una fuer­za sig­ni­fi­ca­ti­va en el poder sovié­ti­co, a la lar­ga es la idea mis­ma la que cons­ti­tu­ye una ame­na­za aún más insidiosa».

Y será el pro­pio Tru­man el que dé un nue­vo paso a la polí­ti­ca exte­rior de las pró­xi­mas déca­das con la crea­ción del com­ple­jo mili­tar-indus­trial-finan­cie­ro-ban­ca­rio, duran­te la pro­cla­ma­ción del «esta­do de emer­gen­cia nacio­nal» y con el pac­to entre aque­llos res­pon­sa­ble de segu­ri­dad nacio­nal y medios de comu­ni­ca­ción, entre febre­ro y abril de 1951. Hoy, los mis­mos ana­lis­tas nor­te­ame­ri­ca­nos den­tro del esta­blish­ment con­fir­man los pla­nes impe­ria­les que sub­ya­cen a la retó­ri­ca de la «mayor demo­cra­cia del pla­ne­ta». Admi­ten que el ver­da­de­ro obje­ti­vo era la des­truc­ción de la Unión Soviética.

Por otro lado, ya en 1984, duran­te una con­fe­ren­cia en Gine­bra que reu­nió a 200 par­ti­ci­pan­tes entre cien­tí­fi­cos, aca­dé­mi­cos y diplo­má­ti­cos, Joseph Rot­blatt, quien había tra­ba­ja­do a las órde­nes del gene­ral Gro­ves para la bom­ba ató­mi­ca, decla­ró que el obje­ti­vo de las armas nuclea­res fue la des­truc­ción de la Unión Sovié­ti­ca. Un obje­ti­vo que se renue­va inclu­so des­pués de la des­apa­ri­ción de la URSS en un inten­to de pre­pa­rar al mun­do para acep­tar el uso de armas nuclea­res tác­ti­cas en gue­rras de nue­vo tipo, que impli­can la bal­ca­ni­za­ción del mundo.

A los intere­ses del com­ple­jo indus­trial mili­tar tal como se ha veni­do carac­te­ri­zan­do en las diver­sas fases del capi­ta­lis­mo, varios ana­lis­tas mili­ta­res nor­te­ame­ri­ca­nos aña­den aho­ra los del «esta­do pro­fun­do». Una defi­ni­ción acu­ña­da por Michael Log­fren, un excon­gre­sis­ta repu­bli­cano, quien la expre­só en el libro Deep Sta­te en 2016, lue­go de jubi­lar­se. El «esta­do pro­fun­do» esta­ría con­for­ma­do por una sóli­da red de intere­ses, que actúa no solo en el gobierno sino tam­bién en Wall Street y Sili­con Valley para impo­ner sus obje­ti­vos en mate­ria de defen­sa, polí­ti­cas comer­cia­les y orien­ta­cio­nes geo­po­lí­ti­cas, inde­pen­dien­te­men­te de las nece­si­da­des de la población.

Un con­jun­to de lob­bies trans­ver­sa­les que pre­sio­nan sobre las deci­sio­nes de los gobier­nos y sus ins­ti­tu­cio­nes, por ejem­plo en la Cor­te Supre­ma, para impri­mir el rum­bo en nue­vos tipos de gue­rras y en el gas­to mili­tar, y que tie­nen como arqui­tra­be el apo­yo de gran­des cor­po­ra­cio­nes mediá­ti­cas y la estra­te­gia de desinformación.

Las gue­rras de un nue­vo tipo, que a menu­do son gue­rras sub­con­tra­ta­das, y la gigan­tes­ca gue­rra con­tra los pobres que el capi­ta­lis­mo nece­si­ta para hacer fren­te a las pro­tes­tas de los opri­mi­dos, impli­can el incre­men­to del gas­to empre­sa­rial en segu­ri­dad pri­va­da. Nece­si­tan aumen­tar el núme­ro de con­tra­tis­tas, espe­cial­men­te en «misio­nes en el exte­rior», en bases mili­ta­res de la OTAN y en ope­ra­cio­nes mer­ce­na­rias como las que se inten­ta­ron en Vene­zue­la. Aún en nom­bre de la «paz», Esta­dos Uni­dos está pre­sen­te con sus bases mili­ta­res (más de 750) en 150 paí­ses, libran­do gue­rras con­ti­nuas des­de la pri­me­ra inva­sión de Irak (1991) y des­ple­gan­do sus sis­te­mas de con­trol por mar y por tie­rra, asu­mien­do el dere­cho al geno­ci­dio, tan­to con bom­bas como con «san­cio­nes», el de los secues­tros sin fron­te­ras, y el de los «ase­si­na­tos selec­ti­vos» como lo hicie­ron al eli­mi­nar a un gene­ral y a un cien­tí­fi­co iraní.

Sin tener que recu­rrir a aná­li­sis que ven la viga pero no el bos­que, los mar­xis­tas saben que está en la natu­ra­le­za del capi­ta­lis­mo tra­tar de resol­ver su cri­sis estruc­tu­ral libran­do gue­rras impe­ria­lis­tas: gue­rras por el aca­pa­ra­mien­to de recur­sos, híbri­das y mul­ti­for­mes como vemos con­tra Vene­zue­la o Cuba. El com­ple­jo mili­tar-indus­trial impo­ne a los gobier­nos capi­ta­lis­tas saté­li­tes la eco­no­mía de gue­rra tam­bién como motor de la «recons­truc­ción pos­pan­dé­mi­ca», trans­for­man­do la ges­tión de las nece­si­da­des bási­cas de los sec­to­res popu­la­res en una cues­tión de segu­ri­dad nacio­nal y coop­tán­do­los en la «filo­so­fía empre­sa­rial» como mode­lo de ges­tión de la empresa.

Las mul­ti­na­cio­na­les de la Alian­za Atlán­ti­ca con­tro­lan el 80,4% del mer­ca­do mun­dial de armas y sis­te­mas de defen­sa. El 30% de los cien­tí­fi­cos e inge­nie­ros esta­dou­ni­den­ses que tra­ba­jan en inves­ti­ga­ción y desa­rro­llo están emplea­dos en cam­pos rela­cio­na­dos con la indus­tria mili­tar. Hoy, con el pre­tex­to de la cri­sis pan­dé­mi­ca y con la fábu­la de una «eco­no­mía expan­si­va» basa­da en la indus­tria béli­ca a tra­vés de la cual gran­des ins­ti­tu­cio­nes inter­na­cio­na­les ven­den la esta­fa de un «nue­vo key­ne­sia­nis­mo», los paí­ses de la OTAN están aumen­tan­do su gas­to mili­tar y el de segu­ri­dad. En Gran Bre­ta­ña, el pri­mer minis­tro Boris John­son ha des­ti­na­do el equi­va­len­te a 18.500 millo­nes de euros para «la mayor inver­sión en defen­sa des­de el final de la Gue­rra Fría».

A pesar de ello, la supe­rio­ri­dad mili­tar del enemi­go es solo uno de los ele­men­tos a con­si­de­rar en el enfren­ta­mien­to. La gue­rra de cla­ses está lle­na de ejem­plos en los que «ejér­ci­tos andra­jo­sos» han derro­ta­do a los bien arma­dos. La heroi­ca resis­ten­cia del pue­blo boli­va­riano en Vene­zue­la en sus 22 años de revo­lu­ción es una demos­tra­ción de ello. Y, por eso, la revo­lu­ción cuba­na sigue repre­sen­tan­do una sono­ra bofe­ta­da, lan­za­da en el gran siglo XX, que aún arde al imperialismo.

A fina­les de mar­zo, un artícu­lo del Washing­ton Post sos­te­nía que la isla podía con­ver­tir­se en una poten­cia en el cam­po de las vacu­nas con­tra el coro­na­vi­rus, y recor­dó el camino de Cuba des­de la pri­me­ra déca­da de los 80 cuan­do Fidel, quien siem­pre se man­tu­vo actua­li­za­do con revis­tas médi­cas, dio indi­ca­cio­nes para pro­du­cir inter­fe­rón con­tra la epi­de­mia de den­gue. Cuba pro­du­ce hoy 8 de las 11 vacu­nas nece­sa­rias para el con­tex­to nacio­nal y las expor­ta a más de 30 paí­ses. En 2017 se ini­cia­ron los ensa­yos clí­ni­cos del tra­ta­mien­to cubano Cima­vax para el cán­cer de pul­món en el cen­tro espe­cia­li­za­do de Nue­va York. Un resul­ta­do por haber prio­ri­za­do las inver­sio­nes en edu­ca­ción y salud.

Como siem­pre, perio­dis­tas y supues­tos exper­tos habla­ron del Con­gre­so miran­do la his­to­ria por el ojo de la cerra­du­ra, a par­tir de los este­reo­ti­pos domi­nan­tes en la demo­cra­cia bur­gue­sa: fin del comu­nis­mo, aper­tu­ras a la eco­no­mía capi­ta­lis­ta, «fin de la dinas­tía Cas­tro», los jóve­nes con­tra los vie­jos y así suce­si­va­men­te. La his­to­ria de Cuba, resu­mi­da en el dis­cur­so de Raúl Cas­tro duran­te su his­tó­ri­ca entre­ga del car­go, ha enfren­ta­do en cam­bio pro­ble­mas de fon­do. Y ha demos­tra­do la extra­or­di­na­ria rele­van­cia del socia­lis­mo como úni­ca demo­cra­cia ver­da­de­ra, en la espe­ci­fi­ci­dad de los con­tex­tos en los que ha resis­ti­do, sobre­vi­vi­do y se ha renovado.

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