Argen­ti­na. Vacu­nas para las orga­ni­za­cio­nes popu­la­res, ya!

Por Sil­va­na Melo, APe, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 19 de mar­zo de 2021.

(APe).– Han sido –y siguen sien­do- una de las infan­te­rías para enfren­tar la pan­de­mia. Direc­ta­men­te en con­tac­to con la gen­te más cas­ti­ga­da, coci­nan­do en los barrios, acer­can­do los pla­tos a las exten­sas filas de fami­lias con ham­bre que se alar­ga­ron por cua­dras en sali­tas y come­do­res. Las orga­ni­za­cio­nes popu­la­res no son diri­gen­tes mediá­ti­cos que dispu­tan poder por las redes y en los pane­les de la tevé berre­ta. No son cono­ci­dos, no apa­re­cen en twit­ter ni son influen­cers con millo­nes de segui­do­res. La influen­cia de los tra­ba­ja­do­res de las orga­ni­za­cio­nes es cara a cara, bar­bi­jo a bar­bi­jo, codo a codo. No con la dista

ncia –esa cer­ca­nía impos­ta­da- del Ins­ta­gram. Son muje­res y hom­bres, chi­cos y chi­cas que dis­po­nen su vida des­de hace años para inten­tar trans­for­mar su aldea, el peque­ñí­si­mo mun­do don­de la inequi­dad abre agen­cias y el capi­ta­lis­mo des­plie­ga su ico­no­gra­fía feroz.

No fue­ron clien­tes de nin­gún fun­cio­na­rio. No inte­gra­ron las lis­tas de vacu­na­dos VIP por­que no tie­nen poder ni gran­des ami­gos entre los minis­tros. Por­que no tie­nen fami­lia­res y secre­ta­rios a quie­nes ins­cri­bir en nómi­nas de pri­vi­le­gio. Son gen­te que pone el pecho dia­ria­men­te para que el cas­ti­go ins­ti­tu­cio­nal no pegue tan pero tan fuer­te en el cuer­po de los exi­lia­dos sociales.

Mili­tan­tes de barrios que hir­vie­ron de covid –que pro­ba­ble­men­te vuel­van a her­vir por­que la segun­da ola está en la puer­ta- y ellos esta­ban allí. Mili­tan­tes de asen­ta­mien­tos en la más bru­tal inde­fen­sión. Y ellos esta­ban ahí. Con la deci­sión de poner­se en ries­go para evi­tar que los más frá­gi­les, los niños y los vie­jos, fue­ran las víc­ti­mas prin­ci­pa­les en esa pri­me­ra línea de fue­go. Sin que muchas veces alcan­za­ran las medi­das sani­ta­rias, con un esta­do indo­len­te que no esta­ba en los barrios para pro­veer de bar­bi­jos, alcohol en gel, más­ca­ras, etc. La cari­dad maqui­lla­da de un par de empre­sas pri­va­das se encar­gó de esa pro­vi­sión. Ali­vian­do con­cien­cias. Sanean­do culpas.

Sólo los tra­ba­ja­do­res de la salud se expu­sie­ron más que las orga­ni­za­cio­nes socia­les. Pero muchos que no tuvie­ron un míni­mo rol de sal­va­ta­je a los millo­nes de caí­dos por pan­de­mia y por cruel­dad sis­té­mi­ca, reci­bie­ron las vacu­nas pri­me­ro.
Miles de muje­res y hom­bres que arma­ron bol­so­nes de ali­men­tos para repar­tir en tiem­pos de un bro­te viral que no se aca­ba con el covid: el ham­bre cri­mi­nal. Que estu­vie­ron con las niñas y los niños solos, en des­am­pa­ro, vivien­do en haci­na­mien­to entre varias fami­lias, incier­tos, ham­brien­tos, per­dien­do cal­cio en los hue­sos, nutrien­tes en la san­gre, futu­ro de a goti­tas en medio de tan­ta tragedia.

Las orga­ni­za­cio­nes popu­la­res estu­vie­ron y están allí. Expues­tos como pocos a la pan­de­mia. A una enfer­me­dad des­co­no­ci­da que tra­ba­ja como pac man en los pul­mo­nes de los frá­gi­les. Que pone al maña­na en ten­sión y a la vida en jaque.

Nues­tra orga­ni­za­ción está en con­tac­to cons­tan­te con los niños y sus fami­lias. Sus edu­ca­do­res no tie­nen títu­lo de docen­tes pero les acom­pa­ñan el día a día. Y no pue­den vacunarse.

En la pági­na web argen​ti​na​.gob​.ar se publi­can los gru­pos prio­ri­ta­rios para vacu­nar. Per­so­nal de salud. Per­so­nas mayo­res de 60 años. Adul­tos de entre 18 y 59 años que pre­sen­tan fac­to­res de ries­go. Per­so­nal docen­te y no docen­te. Per­so­nal de las Fuer­zas Arma­das, de Segu­ri­dad y de ser­vi­cios peni­ten­cia­rios. “Otras pobla­cio­nes estra­té­gi­cas que defi­nan las juris­dic­cio­nes, habi­tan­tes de barrios popu­la­res, per­so­nas en situa­ción de calle, pue­blos ori­gi­na­rios, per­so­nas pri­va­das de liber­tad, migran­tes”, es el últi­mo ítem: una defi­ni­ción amplia, vaga e impo­si­ble de cons­ta­tar su cumplimiento.

Y las orga­ni­za­cio­nes socia­les no están.

Será que tan­tas veces tam­bién son pun­ta de resis­ten­cia ante un sis­te­ma brutal.

Será por eso, tal vez.

Itu­rria /​Fuen­te

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