Perú. La vacu­na del privilegio

Nico­lás Lynch /​Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 22 de febre­ro de 2021

En la cri­sis glo­bal del neo­li­be­ra­lis­mo pare­ce que estu­vié­ra­mos entran­do a una de esas fic­cio­nes dis­tó­pi­cas que lle­nan el cine y la tele­vi­sión en estos días. La dis­to­pía, por opues­to a la uto­pía, nos dice de una reali­dad no desea­da y más bien inde­sea­ble, a la que se lle­ga por cri­sis extre­mas que no se han sabi­do o podi­do manejar. 

Estas dis­to­pías sue­len plan­tear­se como rela­tos pos­te­rio­res a la derro­ta de pro­yec­tos utó­pi­cos que se supo­ne eran la alter­na­ti­va para salir de situa­cio­nes de crisis.

A nivel mun­dial des­de Nacio­nes Uni­das has­ta algu­nos gobier­nos pro­gre­sis­tas como el mexi­cano, han pro­tes­ta­do con­tra la dis­tri­bu­ción des­igual de la vacu­na. Diez paí­ses nos dicen, con el 75% del PBI del mun­do, tie­nen el 60% de las vacu­nas. Mien­tras que a los pobres nos toca por goteo. Fun­cio­na­rios impor­tan­tes de la ONU, como los pre­si­den­tes de la OMS, la OMC y el Secre­ta­rio Gene­ral de la orga­ni­za­ción, seña­lan la fal­ta de ele­men­tal lógi­ca en esta acti­tud ya que, ante una pan­de­mia por defi­ni­ción glo­bal, solo caben solu­cio­nes glo­ba­les. Qui­zás aquí esté el ger­men de la con­tra­dic­ción y con­ti­nui­dad entre uto­pía y dis­to­pía, sino saca­mos las lec­cio­nes yen­do a la raíz de los problemas.

En el Perú, la cri­sis de régi­men de 2016 en ade­lan­te nos ha traí­do todo lo impen­sa­ble diez años atrás. Cua­tro pre­si­den­tes en cin­co años, diso­lu­ción del Con­gre­so y elec­ción de otro para que com­ple­te el perío­do. Una pan­de­mia con más de cien mil muer­tos y la agu­di­za­ción de la cri­sis eco­nó­mi­ca que venía de atrás, pasan­do de la infor­ma­li­dad al ham­bre. Todo esto nos ha mos­tra­do lo que somos: un país pobre, des­pre­cia­do, sin posi­bi­li­da­des de desa­rro­llo, más allá del bien­es­tar de su éli­te, etc. Sin embar­go, el hilo con­duc­tor de este dete­rio­ro es per­sis­ten­te: la corrup­ción, sal­tar­se cual­quier nor­ma que pudie­ra con­si­de­rar­se de con­vi­ven­cia en pro­ve­cho pro­pio y en con­tra del inte­rés general. 

Sin embar­go, lo que ha suce­di­do en los últi­mos días ha pasa­do todo lími­te ima­gi­na­ble: apro­ve­char de algu­na posi­ción de poder para vacu­nar­se antes que los demás. Se ha heri­do la espe­ran­za —aun­que fue­ra la espe­ran­za de la vacu­na— que como dicen es lo últi­mo que se pierde.

Ya sabía­mos, por­que nos lo han repe­ti­do has­ta la sacie­dad que esta pan­de­mia había deja­do al des­cu­bier­to las cosas que se cono­cen pero que se pre­fie­re ocul­tar: que en este país no hay tra­ba­jo for­mal, que los sis­te­mas de salud, edu­ca­ción y pen­sio­nes son pési­mos, que el MEF si tie­ne pla­ta, pero no para gas­tar en los perua­nos. Todo ello está sobre la mesa y nadie lo pue­de negar, aun­que sea de derecha. 

Pero trai­cio­nar de esta mane­ra la espe­ran­za de los ciu­da­da­nos en un momen­to de nece­si­dad extre­ma nos lle­va a una ban­ca­rro­ta éti­ca terri­ble. Una trai­ción que vie­ne des­de el poder. Per­dón, más exac­ta­men­te des­de los pri­vi­le­gios que en el Perú da el tener poder. Dife­ren­tes acto­res nos han dicho en estos días que esto no es de aho­ra que “así fun­cio­nan las cosas en el Perú”. Nos lo dice Ger­mán Mála­ga, a estas altu­ras exin­ves­ti­ga­dor estre­lla de Caye­tano Here­dia y exje­fe del ensa­yo clí­ni­co en deba­te, que lo ase­ve­ra a modo de com­pro­ba­ción cíni­ca de los hechos. Pero, des­de otro ángu­lo, lo seña­la tam­bién Veró­ni­ka Men­do­za que en video recien­te nos recuer­da que no por­que hayan sido así las cosas debe­mos aceptarlas.

Ber­nar­do Klies­berg refe­ría años atrás, seña­lan­do la impor­tan­cia del tra­ba­jo con dere­chos en una socie­dad, que este per­mi­tía tener una cier­ta pre­vi­si­bi­li­dad a las per­so­nas en el tiem­po, for­ta­le­cien­do el teji­do social. Si el tra­ba­jo con dere­chos era ya esca­so ¿se ima­gi­nan aho­ra cuan­do ha casi des­apa­re­ci­do? Y peor toda­vía, con este aten­ta­do cri­mi­nal con­tra la espe­ran­za, las posi­bi­li­da­des del teji­do social de cre­cer y repro­du­cir­se se vuel­ven casi nulas. El cri­men con­tra la colec­ti­vi­dad es enton­ces mayúscu­lo. Si antes se solía decir que los perua­nos éra­mos des­con­fia­dos por­que se nos men­tía reite­ra­da­men­te des­de las altu­ras ¿Cómo será aho­ra cuan­do nos han men­ti­do trai­cio­nan­do la con­fian­za pues­ta en con­se­guir una solu­ción para sal­var vidas?

Esta­mos en serios aprie­tos, por­que de trai­cio­nes seme­jan­tes están hechos los momen­tos pre­vios a las reali­da­des dis­tó­pi­cas que pare­cen decir­nos: si ya nadie cree en nada que ven­ga la “mano dura” para que arre­gle las cosas. Esta­mos en aprie­tos enton­ces, no sólo por la pan­de­mia que ya es un gra­ví­si­mo pro­ble­ma, sino tam­bién por­que hemos per­di­do asi­de­ro éti­co en el cual apo­yar­nos para erguir­nos como colec­ti­vo social. 

Hoy más que nun­ca nece­si­ta­mos lide­raz­go para salir del lodo en el que hemos caí­do. Un lide­raz­go que vaya más allá de las lis­tas de lavan­de­ría que ya empie­zan a ofre­cer los can­di­da­tos en com­pe­ten­cia elec­to­ral. Un lide­raz­go que nos per­mi­ta avi­zo­rar que hay luz más allá de esta trai­ción a la espe­ran­za. Un lide­raz­go, aun­que no sé si será mucho pedir, que nos devuel­va, por lo menos un rayi­to de espe­ran­za y no sólo en la vacu­na sino en algún futu­ro que poda­mos con­si­de­rar nuestro. 

Fren­te a los rela­tos dis­tó­pi­cos que sue­ñan con hacer­nos bajar la cabe­za para some­ter­nos, hay que afir­mar la uto­pía de un mun­do en liber­tad tam­bién por­que es transparente.

FUENTE: Otra Mirada

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