Chi­le. El juez Guz­mán, en un país sin Justicia

Por Feli­pe Por­ta­les, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 9 de febre­ro de 2021.

ELOCUENTE SILENCIO SOBRE EL JUEZ GUZMÁN

Hay silen­cios más elo­cuen­tes que mil pala­bras. Es lo que pode­mos decir res­pec­to del casi total silen­cio que ha habi­do en nues­tro país a la hora del falle­ci­mien­to de uno de los com­pa­trio­tas más valien­tes y pro­bos que Chi­le ha teni­do en muchas déca­das. En efec­to, Juan Guz­mán, en el cum­pli­mien­to de su deber, se sobre­pu­so a todas las pre­sio­nes, públi­cas y pri­va­das, efec­tua­das por el gobierno de Lagos y el lide­raz­go de la Con­cer­ta­ción de la épo­ca para evi­tar que lle­va­ra a jui­cio a quien enca­be­zó el gobierno más cri­mi­nal de la his­to­ria del Chi­le repu­bli­cano: Augus­to Pino­chet Ugar­te. Y si final­men­te aque­llo no se logró, fue por­que esa pre­sión logró el ini­cuo resul­ta­do espe­ra­do con la Cor­te Supre­ma de la época.

Al menos, se podría decir que los polí­ti­cos y los medios de comu­ni­ca­ción no fue­ron hipó­cri­tas. La labor del juez Guz­mán fue del total des­agra­do de la dere­cha que siem­pre había apo­ya­do a la dic­ta­du­ra. Pero, no nos olvi­de­mos, que fue tam­bién fuer­te­men­te resis­ti­da por quie­nes hege­mo­ni­za­ban el lide­raz­go de la Con­cer­ta­ción de la épo­ca; y par­ti­cu­lar­men­te del gobierno de Lagos. Pre­via­men­te había sido el gobierno de Frei Ruiz-Tagle ‑con su can­ci­ller José Miguel Insul­za- quié­nes empren­die­ron deno­da­dos y “exi­to­sos” esfuer­zos para librar a Pino­chet de su segu­ra con­de­na en Euro­pa, lue­go de haber sido dete­ni­do en Lon­dres a ins­tan­cias del juez Bal­ta­zar Gar­zón. Este últi­mo se cons­ti­tu­yó tam­bién en otra des­ta­ca­da figu­ra que resal­ta­rá en la his­to­ria de la judi­ca­tu­ra mun­dial, por­que el caso de Pino­chet tuvo el méri­to de esti­mu­lar un gran pro­gre­so mun­dial en mate­ria de extra­te­rri­to­ria­li­dad de la ley penal, a la hora de pro­ce­sar a cri­mi­na­les de lesa humanidad.

Pero tam­bién el gobierno de Frei alcan­zó a ejer­cer pre­sio­nes sobre el juez Guz­mán, ya que era el juez inves­ti­ga­dor de la que­re­lla que había pre­sen­ta­do Gladys Marín con­tra Pino­chet en enero de 1998. Y recor­de­mos que cuan­do en 1999 esta­ba dete­ni­do en Lon­dres, el gobierno de Frei Ruiz-Tagle usa­ba como argu­men­to para pro­te­ger a Pino­chet que debía ser juz­ga­do en Chi­le… por el juez Guz­mán. Este recor­dó en 2005 que reci­bió ya “pre­sio­nes” ese año “hacia una sola direc­ción. Yo debía olvi­dar­me del tex­to de la ley. La ley es muy pre­ci­sa cuan­do orde­na que a las per­so­nas mayo­res de 70 años se les debe prac­ti­car exá­me­nes men­ta­les para cono­cer su esta­do. El con­se­jo, por así decir, que me daban Jor­ge Rodrí­guez, a car­go del Ins­ti­tu­to Médi­co Legal, o el ex minis­tro del Inte­rior del Gobierno de Eduar­do Frei Ruiz-Tagle, Car­los Figue­roa Serrano era que se podía ayu­dar a Pino­chet en este pun­to. Esto es: evi­tar exá­me­nes psi­co­ló­gi­cos. No había que hacer­le un examen sobre sus facul­ta­des men­ta­les, sino solo sobre su esta­do físi­co. Esto era con­tra­rio a lo que esta­ble­ce el Códi­go de Pro­ce­di­mien­to Penal chi­leno” (El País, Espa­ña; 5 – 6‑2005).

Pos­te­rior­men­te, bajo el gobierno de Lagos reci­bió tam­bién pre­sio­nes pri­va­das. Así, Guz­mán seña­ló que, en diciem­bre de 2000, “tras dic­tar el pri­mer auto de pro­ce­sa­mien­to de Pino­chet me lla­mó Luis Hora­cio Rojas, jefe del gabi­ne­te del minis­tro de Jus­ti­cia, José Anto­nio Gómez. Me dijo que anu­la­ra el auto de pro­ce­sa­mien­to. Fue, fran­ca­men­te, inso­len­te” (Ibid.). Pero, sobre todo, reci­bió sis­te­má­ti­cas pre­sio­nes públi­cas, par­ti­cu­lar­men­te del minis­tro del Inte­rior de la épo­ca, José Miguel Insul­za y de otros líde­res con­no­ta­dos como el ex pre­si­den­te, Patri­cio Ayl­win, y el pre­si­den­te del Sena­do, Andrés Zaldívar.

Ya en junio de 2000 este últi­mo había decla­ra­do con total des­fa­cha­tez que “si des­afue­ran a Pino­chet, va a ser muy difí­cil avan­zar en refor­mas cons­ti­tu­cio­na­les y Dere­chos Huma­nos” (La Segun­da; 2 – 6‑2000). Lue­go, Insul­za, en agos­to de 2000 expre­só en una entre­vis­ta: “El juez Guz­mán ya ha dicho una cosa que tam­bién había­mos dicho otros antes: que él no va a apre­miar al señor Pino­chet, que lo va a inte­rro­gar en su casa o don­de quie­ra. Yo no pien­so que lo va a man­dar pre­so. El actua­rá con mucha pru­den­cia” (Caras; 18 – 8‑2000). En el mis­mo ejem­plar de la revis­ta, salió una entre­vis­ta al expre­si­den­te Ayl­win, don­de éste expre­só: “Real­men­te creo que Pino­chet no está en con­di­cio­nes de enfren­tar un debi­do pro­ce­so. Pero de que es cul­pa­ble, a mí no me cabe duda de que lo es. Aho­ra, des­de el pun­to de vis­ta de la pru­den­cia, dada la rela­ción de fuer­zas; dado el trau­ma exis­ten­te en la socie­dad chi­le­na –en que hay un sec­tor para el cual Pino­chet es un dios y para otros es el diablo‑, creo que la Pro­vi­den­cia nos ayu­da con per­mi­tir este cau­ce de que no se encuen­tre en con­di­cio­nes de enfren­tar el debi­do pro­ce­so (…) Creo que la paz entre los chi­le­nos val­dría inclu­so que se le absol­vie­ra” (Ibid.).

Menos de un mes des­pués, Insul­za agre­ga­ba en otra entre­vis­ta: “Yo creo que Pino­chet no está en con­di­cio­nes de ser some­ti­do a jui­cio. Siem­pre he creí­do a los médi­cos bri­tá­ni­cos. Esto lo he dicho antes y des­pués. El tema Pino­chet, en gran medi­da, ya fue resuel­to por la Cor­te Supre­ma, mucho más allá de lo que era la expec­ta­ti­va de quie­nes lo acu­sa­ban. En un momen­to deter­mi­na­do uno debe­ría sacar la cuen­ta de los resul­ta­dos que ya obtu­vo y dejar que las cosas sigan su cur­so de otra mane­ra (…) A mí me gus­ta­ría que si el juez Juan Guz­mán y las Cor­tes deci­den que por razo­nes de enfer­me­dad Pino­chet no pue­de enfren­tar un jui­cio, oja­lá todo el mun­do lo acep­ta­ra de bue­na gana, con bue­na volun­tad. El gobierno lo haría así” (Qué Pasa; 2 – 9‑2000).

Pos­te­rior­men­te, en abril de 2001, en otra entre­vis­ta perio­dís­ti­ca, Insul­za insis­tió: “La cor­te (de Ape­la­cio­nes) ya resol­vió pro­ce­sar al señor Pino­chet como encu­bri­dor en el Caso Cara­va­na de la Muer­te y todo el mun­do lo acep­tó. No hubo más recur­sos al res­pec­to y eso no lo mue­ve nadie. Aho­ra, has­ta dón­de va a lle­gar este pro­ce­so es un tema que no debe­ría pro­vo­car gran­des con­mo­cio­nes. El ya va por los 86 años; ha esta­do enfer­mo y sería natu­ral que el juez diga: ‘Lle­go has­ta aquí, no más’. Eso podría ocu­rrir en cual­quier momen­to. No digo que ocu­rra aho­ra, por­que estos son pro­ce­sos que se demo­ran varios años. Pero para gus­to de unos, o dis­gus­to de otros, este es un asun­to ya ter­mi­na­do. No olvi­de­mos que un país muy res­pe­ta­ble des­de el pun­to de vis­ta de su demo­cra­cia y de su jus­ti­cia, decla­ró que Pino­chet no esta­ba en con­di­cio­nes de enfren­tar un pro­ce­so de extra­di­ción. Enton­ces no esta­mos solos en esto” (La Nación; 16 – 4‑2001).

Sin embar­go, la fal­se­dad del argu­men­to de que Pino­chet no esta­ba en con­di­cio­nes men­ta­les de enfren­tar un jui­cio la evi­den­ció sis­te­má­ti­ca­men­te ¡el pro­pio Pino­chet! con actua­cio­nes ofi­cia­les y socia­les y has­ta con entre­vis­tas a medios de comu­ni­ca­ción en que se expre­sa­ba el mis­mo cazu­rro de siem­pre. Y, nota­ble­men­te, el juez Guz­mán, en la entre­vis­ta ya cita­da a El País, dejó tam­bién tes­ti­mo­nio de ello: “Yo enten­dí des­de el prin­ci­pio que Pino­chet y sus abo­ga­dos usa­ron la salud men­tal para sal­var­se en Lon­dres. Lue­go pude com­pro­bar que su salud men­tal era bas­tan­te nor­mal. Al menos muy nor­mal para los 84 años que tenía enton­ces. Hubo fin­gi­mien­to. Yo siem­pre vi que hacía un esfuer­zo por mos­trar sus difi­cul­ta­des para mover­se. Fíje­se lo que pasó en su casa en La Dehe­sa (…) Lle­go y me atien­den él y sus letra­dos. Pino­chet hace un gran esfuer­zo por poner­se de pie. Su abo­ga­do, Miguel Sch­weitzer, ex minis­tro de Rela­cio­nes Exte­rio­res de la épo­ca de la dic­ta­du­ra, le dice: ‘No, señor pre­si­den­te, no se mue­va, por favor’. El otro abo­ga­do, el coro­nel reti­ra­do Gus­ta­vo Collao, le insis­te: ‘Mi gene­ral, qué­de­se sen­ta­do’. Exa­ge­ra­ban. Ter­mi­na­da la decla­ra­ción, tuve que trans­cri­bir el tex­to. Pasa­mos al come­dor. Había una puer­ta entor­na­da. Y enton­ces veo a Pino­chet en el cuar­to del lado cami­nar bas­tan­te rápi­do y con agi­li­dad. Era una per­so­na dis­tin­ta a la que había pre­ten­di­do, hacía pocos minu­tos, tener terri­bles difi­cul­ta­des” (Ibid.).

Ade­más, el juez Guz­mán aña­dió en tér­mi­nos más gene­ra­les: “Mi impre­sión al ver­le por pri­me­ra vez fue que esta­ba muy bien. Reac­cio­nó con rapi­dez a las pre­gun­tas. Con­tes­tó sabien­do bien lo que hacía. Eva­dió todo lo que pudie­ra tener que ver con su even­tual res­pon­sa­bi­li­dad en los crí­me­nes de la cara­va­na de la muer­te. Estu­vo muy ama­ble. En el segun­do inte­rro­ga­to­rio, en rela­ción con la Ope­ra­ción Cón­dor (acuer­do de coope­ra­ción para eli­mi­nar opo­si­to­res entre Pino­chet y varios dic­ta­do­res lati­no­ame­ri­ca­nos) se mos­tró menos sim­pá­ti­co, pero exhi­bió una gran com­pren­sión de las pre­gun­tas y sus res­pues­tas fue­ron muy pre­ci­sas a la hora de esca­bu­llir­se de todo aque­llo que pudie­ra impli­car­le. Al pre­gun­tar­le sobre su par­ti­ci­pa­ción en los secues­tros, las muer­tes y las tor­tu­ras, me expli­có que él sólo se ocu­pa­ba de los asun­tos impor­tan­tes de Gobierno” (Ibid.).

Y esti­mó que Pino­chet era dema­sia­do orgu­llo­so para hacer­le caso a sus abo­ga­dos: “Creo que sus abo­ga­dos le die­ron, a su vez, muchos con­se­jos, pero Pino­chet es un hom­bre muy orgu­llo­so, por lo cual se resis­tía a fin­gir su pre­sun­ta demen­cia. Yo creo que él les falló a sus abo­ga­dos. A mí me daba la impre­sión de que pre­va­le­ció su per­so­na­li­dad” (Ibid.).

Dado este con­tex­to his­tó­ri­co, tan apa­bu­llan­te­men­te ver­gon­zo­so, se entien­de per­fec­ta­men­te el omi­no­so silen­cio de la gene­ra­li­dad de los medios de comu­ni­ca­ción y de los diri­gen­tes polí­ti­cos –par­ti­cu­lar­men­te de la ex Con­cer­ta­ción- res­pec­to del falle­ci­mien­to de tan noble y valien­te per­so­na­li­dad como lo fue el juez Juan Guzmán.

fuen­te: Opal Prensa

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