Cuba. Plan­ta­dos jun­tos en un barrio

Por Enri­que Mila­nés León, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 2 de enero de 2021. 

Es mucha nación este Archi­pié­la­go que cobi­ja a un pue­blo uni­do cual masa con­ti­nen­tal. Solo jun­tos y ergui­dos —Mar­tí lo expli­ca­ría: «Nues­tro bra­zo de bata­lla­do­res obe­de­ce a nues­tro pen­sa­mien­to de patrio­tas»— podía­mos enfren­tar un blo­queo que por pri­me­ra vez fac­tu­ró en un año más de 5 000 millo­nes de dóla­res entre heri­da y des­po­jo a los cubanos.

Un día de sep­tiem­bre de un año que tan­to exi­gió la dis­tan­cia, el Pre­si­den­te cubano acer­có de nue­vo la voz de Fidel a los oídos de los nue­vos inter­lo­cu­to­res del pla­ne­ta cuan­do en la Asam­blea Gene­ral de la ONU —desa­rro­lla­da, como casi todo even­to, de modo vir­tual— lo recor­dó recor­dán­do­nos esa fra­se suya que aún se escu­cha calien­te: «¡Médi­cos y no bombas!».

No hay expre­sión mejor para eva­luar la tra­yec­to­ria de Cuba en una doce­na de meses que ya ha gana­do, con todo mere­ci­mien­to, varios de los adje­ti­vos menos desea­dos en cual­quier len­gua. «Sal­var vidas y com­par­tir lo que somos y tene­mos, al pre­cio de cual­quier sacri­fi­cio, es lo que brin­da­mos al mun­do des­de las Nacio­nes Uni­das, a la que solo pedi­mos un cam­bio a tono con la gra­ve­dad del momen­to», dijo enton­ces, en nues­tro nom­bre, Miguel Díaz-Canel.

Cuba no sería lo que es si no acom­pa­ña su mano fran­ca con su puño de pelea, así que, a segui­das, nues­tro guía en la sen­da de la con­ti­nui­dad con­de­nó el «régi­men mar­ca­da­men­te agre­si­vo y moral­men­te corrup­to» con el que Esta­dos Uni­dos ata­ca el multilateralismo.

Somos los nue­vos Ismae­li­llos de Mar­tí, los hijos del Após­tol que, amán­do­nos, nos retra­tó mejor: «Razón y cora­zón nos lle­van jun­tos. Ni nos ofus­ca­mos, ni nos aco­bar­da­mos», dijo como para los pinos ple­nos de hoy cuan­do nues­tros bro­tes ni aso­ma­ban a sus pupi­las, así que en ese diá­lo­go inter­na­cio­nal digi­tal reso­nó, con­tra el pode­ro­so, la actual denun­cia de los cuba­nos: «(Esta­dos Uni­dos) emplea el chan­ta­je finan­cie­ro en su rela­ción con las agen­cias del sis­te­ma de Nacio­nes Uni­das y con una pre­po­ten­cia nun­ca antes vis­ta se reti­ra de la OMS, de la Unes­co y del Con­se­jo de Dere­chos Huma­nos. Para­dó­ji­ca­men­te, el país que alo­ja a la sede de la ONU tam­bién se apar­ta de tra­ta­dos inter­na­cio­na­les fun­da­men­ta­les, como el Acuer­do de París sobre cam­bio climático».

Decir­lo es casi un lugar común, pero sen­tir­lo es una angus­tia com­par­ti­da: como si la COVID-19 fue­ra poco, Cuba sufrió en 2020 el azo­te del blo­queo esta­dou­ni­den­se, esa pan­de­mia cuyo virus mutan­te fue crea­do en el más cruel labo­ra­to­rio cono­ci­do: el imperialismo.

Tan des­fa­cha­ta­do es el cer­co que Washing­ton impo­ne —a Cuba y a otros — , que un equi­po de exper­tos de Nacio­nes Uni­das pidió en agos­to su levan­ta­mien­to, por una razón más que con­tun­den­te: cau­sa sufri­mien­to y muertes. 

Los rela­to­res y espe­cia­lis­tas Ale­na Douhan, Obio­ra Oka­for, Tla­leng Mofo­keng, Michael Fakh­ri y Agnés Calla­mard exi­gie­ron que las «san­cio­nes» se levan­ta­ran «de modo que las per­so­nas pue­dan reci­bir pro­duc­tos bási­cos como jabón y desin­fec­tan­tes para man­te­ner­se sanas y que los hos­pi­ta­les pue­dan obte­ner ven­ti­la­do­res y otros apa­ra­tos médi­cos para que la gen­te siga viva».

En Cuba, seño­res, la gen­te sigue viva, pero por razo­nes que la agre­sión no entien­de. El que se va —o del que nos vamos, vic­to­rio­sos, a puro cora­je nacio­nal— ha sido un año áspe­ro, pero tal con­di­ción no men­guó, sino acen­tuó, la polí­ti­ca exter­na de paz, coope­ra­ción y soli­da­ri­dad, defen­sa del mul­ti­la­te­ra­lis­mo y del Dere­cho Inter­na­cio­nal y de sos­te­ni­bi­li­dad de la natu­ra­le­za que nos sostiene.

Es mucha nación este Archi­pié­la­go de islas y cayos que cobi­jan a un pue­blo uni­do cual masa con­ti­nen­tal. Solo jun­tos y ergui­dos —Mar­tí lo expli­ca­ría: «Nues­tro bra­zo de bata­lla­do­res obe­de­ce a nues­tro pen­sa­mien­to de patrio­tas»— podía­mos enfren­tar un blo­queo que por pri­me­ra vez fac­tu­ró en un año más de 5 000 millo­nes de dóla­res entre heri­da y des­po­jo a los cubanos.

El naso­bu­co ideo­ló­gi­co que quie­re impo­ner­nos Sam no silen­cia nues­tras denun­cias, de modo que, con la pan­de­mia sani­ta­ria en mar­cha, tam­bién en este año que cerra­mos, la Can­ci­lle­ría cuba­na pre­sen­tó el infor­me sobre la otra: las afec­ta­cio­nes del blo­queo esta­dou­ni­den­se en 2020. Esa exi­gen­cia nun­ca fue más per­ti­nen­te que aho­ra, cuan­do el cara­pá­li­da al man­do no solo quie­re apa­gar­nos la luz y secar­nos las cuen­tas, sino que inten­ta impe­dir­nos lle­var alien­to y cura a los hermanos.

Deja­mos atrás, con 2020, cier­tos cinis­mos acom­pa­ñan­tes, como el de una Casa Blan­ca —diz­que trans­pa­ren­te en la «cero tole­ran­cia» al terro­ris­mo— muda a raíz del ata­que el 30 de abril, con fusil de asal­to, a nues­tra Emba­ja­da en Washing­ton. Uno pre­su­me que a todo cubano ver­da­de­ro le due­la aún la bala que mor­dió el bron­ce sagra­do en la esta­tua de Mar­tí, pero curio­sa­men­te cier­tos «patrio­tas» de nue­vo tipo com­par­tie­ron aquí y allá, en lugar de la con­de­na indig­na­da del pai­sano, el mutis­mo ladino del Gobierno cómplice.

A ini­cios de diciem­bre, en otro encuen­tro vir­tual en la ONU, sobre la res­pues­ta inter­na­cio­nal a la COVID-19, Miguel Díaz-Canel reite­ró la urgen­cia de esta­ble­cer un orden inter­na­cio­nal jus­to, demo­crá­ti­co y equi­ta­ti­vo como con­di­ción para la super­vi­ven­cia de la espe­cie en un mun­do con muchas ante­nas y esca­sa equidad.

Este país es peque­ño y bra­vo como gallo de pelea, por lo cual no asom­bró que, pese a las habi­tua­les des­ca­li­fi­ca­cio­nes de Esta­dos Uni­dos, el 13 de octu­bre la Asam­blea Gene­ral eli­gie­ra a Cuba como miem­bro del Con­se­jo de Dere­chos Huma­nos de las Nacio­nes Uni­das, para el perío­do 2021 – 2023.

Gana­mos una silla en el salón de nacio­nes. A fines de noviem­bre, duran­te el vir­tual segun­do Diá­lo­go Polí­ti­co sobre Desa­rro­llo Sos­te­ni­ble entre Cuba y la Unión Euro­pea, nues­tro país dis­cu­tió con ese pode­ro­so blo­que, en modo de cola­bo­ra­ción, asun­tos mun­dia­les como el calen­ta­mien­to glo­bal, los cami­nos de trán­si­to hacia una eco­no­mía del cono­ci­mien­to, con inclu­sión social, y el papel de los sis­te­mas de salud y la bio­tec­no­lo­gía en el enfren­ta­mien­to a la COVID-19.

Cuba tie­ne voz e ideas para ser escu­cha­da en cual­quier foro, pero en el Movi­mien­to de Paí­ses No Ali­nea­dos (MNOAL), en el cual Fidel tra­du­jo el suyo per­so­nal en lide­raz­go de toda su patria, la voz de esta tie­rra es par­ti­cu­lar­men­te segui­da. En mayo, duran­te la Cum­bre onli­ne del Movi­mien­to «Uni­dos con­tra la COVID-19», Díaz-Canel vol­vió a car­gar con­tra la deu­da exter­na con que las vie­jas metró­po­lis nos asfi­xian de nue­va mane­ra. Cuan­do abo­ga­ba por su eli­mi­na­ción —para que no eli­mi­ne a nues­tra gen­te— y exi­gía al cese de la coer­ción de ter­ce­ros, ¿era él o era Fidel? ¡Era la continuidad!

En el trán­si­to de 2020 a 2021, como en los tiem­pos de José Mar­tí, «Cuba no anda de pedi­güe­ña por el mun­do: anda de her­ma­na, y obra con la auto­ri­dad de tal. Al sal­var­se, sal­va. Nues­tra Amé­ri­ca no le falla­rá, por­que ella no falla a Amé­ri­ca». La idea se ha ilus­tra­do per­fec­ta­men­te en su fir­me acom­pa­ña­mien­to a Vene­zue­la a sabien­das de que la prin­ci­pal «zanaho­ria» que le cuel­ga enfren­te al vecino pode­ro­so para ali­viar­le su pro­pio ago­bio es que deje a su suer­te a la cau­sa bolivariana.

La diplo­ma­cia efec­ti­va es en sí mis­ma una vacu­na. Por los hilos de la Red cele­bra­mos este diciem­bre la 18va. Cum­bre del ALBA-TCP, a raíz del ani­ver­sa­rio 16 del meca­nis­mo, y dis­cu­ti­mos cómo enfren­tar la COVID-19 y levan­tar la economía.

El mejor mapa­mun­di con archi­pié­la­go resal­ta­do de 2020 pudo apre­ciar­se segu­ra­men­te en los diá­lo­gos de la Cum­bre Mun­dial, vir­tual, de la Orga­ni­za­ción Inter­na­cio­nal del Tra­ba­jo (OIT), don­de en julio el Pre­si­den­te Díaz-Canel con­tras­tó datos elo­cuen­tes: mien­tras en el pla­ne­ta se habían per­di­do has­ta enton­ces 305 millo­nes de empleos y 1 600 millo­nes de tra­ba­ja­do­res veían ame­na­za­dos sus medios de sub­sis­ten­cia, en Cuba 36 medi­das de carác­ter labo­ral, sala­rial y de segu­ri­dad social pro­te­gían a los tra­ba­ja­do­res y sus familias.

No vivi­mos en El Dora­do, ni de cer­ca. El bri­llo aquí es dife­ren­te. Pade­ci­mos mucho, con virus y sin él, este año de —par­ti­cu­lar— doble pan­de­mia y, en medio de las angus­tias, enfren­ta­mos la dan­za de quien fla­quea al «qui­le­ro» tin­ti­neo de mato­nes leja­nos, pero mien­tras los sucios inten­ta­ron man­char­lo y los rotos lo balea­ron sin éxi­to, para el pinar de gen­te que le sigue, José Mar­tí se man­tie­ne lim­pio, ente­ro y afi­la­do como una estre­lla, con­fian­do en lo que hare­mos en ade­lan­te en el gran barrio que es la nación: «En Cuba —dice sereno— son más los mon­tes que los abis­mos, más los que aman que los que odian, más los del cam­po cla­ro que los de encru­ci­ja­da, más la gran­de­za que la ralea». Así nos tie­nen que ver los veci­nos planetarios.

Fuen­te: Juven­tud Rebelde

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