Perú. ¿Has­ta cuándo?

Por Ser­gio Rodrí­guez Gel­fens­tein, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 11 noviem­bre 2020.-

En sus “Sie­te ensa­yos de inter­pre­ta­ción de la reali­dad perua­na” José Car­los Mariá­te­gui seña­la que los colo­ni­za­do­res espa­ño­les en el Perú des­tru­ye­ron ‑sin poder reem­pla­zar­la- la feno­me­nal “máqui­na de pro­duc­ción” incai­ca carac­te­ri­za­da por la agru­pa­ción de comu­nas agrí­co­las y seden­ta­rias que hacía que el pue­blo vivie­ra con bien­es­tar material.

Ahí comen­zó el pro­ble­ma, toda vez que esto sig­ni­fi­có la diso­lu­ción de la uni­dad de la socie­dad indí­ge­na en comu­ni­da­des des­per­di­ga­das. La explo­ta­ción colo­nial de las minas de oro y pla­ta y de los sue­los, trans­for­ma­ron una eco­no­mía socia­lis­ta ori­gi­na­ria en una de carác­ter feudal.

Esto con­du­jo a que un virrei­na­to tan rico, devi­nie­ra en una “empre­sa mili­tar y ecle­siás­ti­ca” más que en una estruc­tu­ra polí­ti­ca y eco­nó­mi­ca. Ese es el ori­gen de la cla­se polí­ti­ca perua­na que en su pri­mer momen­to estu­vo con­for­ma­da por una ínfi­ma pobla­ción de “virre­yes, cor­te­sa­nos, aven­tu­re­ros, clé­ri­gos, doc­to­res y sol­da­dos”. Según Mariá­te­gui, el más extra­or­di­na­rio pen­sa­dor peruano de la his­to­ria, en 1928, cuan­do escri­bió esta colo­sal obra, las bases de esa eco­no­mía colo­nial man­te­nían aun tal estruc­tu­ra, aun­que comen­za­ba su trán­si­to hacia una eco­no­mía burguesa.

Decía Mariá­te­gui: “El pro­ble­ma está en las raí­ces mis­mas de este Perú hijo de la con­quis­ta. No somos un pue­blo que asi­mi­la las ideas y los hom­bres de otras nacio­nes, [San Mar­tín y Bolí­var lo vivie­ron en car­ne pro­pia] impreg­nán­do­las de su sen­ti­mien­to y su ambien­te, y que de esta suer­te enri­que­ce, sin defor­mar­lo, su espí­ri­tu nacio­nal. Somos un pue­blo en el que con­vi­ven, sin fusio­nar­se aún, sin enten­der­se toda­vía, indí­ge­nas y con­quis­ta­do­res. La Repú­bli­ca se sien­te y has­ta se con­fie­sa soli­da­ria con el virrei­na­to. Como el virrei­na­to, la Repú­bli­ca es el Perú de los colo­ni­za­do­res, más que de los reg­ní­co­las. El sen­ti­mien­to de las cua­tro quin­tas par­tes de la pobla­ción no jue­gan casi nin­gún rol en la for­ma­ción de la nacio­na­li­dad y sus ins­ti­tu­cio­nes” A casi 100 años, esta radio­gra­fía hecha por el amau­ta se man­tie­ne incólume.

La socie­dad perua­na de los años de la inde­pen­den­cia era un ver­da­de­ro caos. El gene­ral San Mar­tín ayu­da­do por Ber­nar­do Mon­tea­gu­do inten­tó ‑bajo pre­sión de la logia secre­ta a la que per­te­ne­cía- dar­le un orden a la ges­tión de gobierno, pero una estruc­tu­ra feu­dal aún pre­sen­te y acos­tum­bra­da a los esplen­do­res y los títu­los nobi­lia­rios, lo hicie­ron impo­si­ble, ini­cian­do la cons­pi­ra­ción des­de el mis­mo momen­to de la lle­ga­da del gene­ral rio­pla­ten­se al país inclu­so lle­gan­do a ase­si­nar a Mon­tea­gu­do. No le per­do­na­ron que fue­ra inte­li­gen­te, efi­cien­te, pul­cro en la admi­nis­tra­ción, cul­to y negro. Tam­po­co con­ce­bían que San Mar­tín toma­ra drás­ti­cas medi­das de expro­pia­ción de bie­nes a los espa­ño­les, así como su expul­sión del terri­to­rio nacio­nal. La cas­ta oli­gár­qui­ca perua­na que emer­gió de la inde­pen­den­cia se puso del lado de los penin­su­la­res y en con­tra del líder que acu­dió con un ejér­ci­to inter­na­cio­nal a dar­le patria y liber­tad al Perú.

Otro tan­to le ocu­rrió a Bolí­var. Tras la ins­ta­la­ción del Con­gre­so y la renun­cia del gene­ral San Mar­tín en sep­tiem­bre de 1822, el nue­vo gobierno fue inca­paz de sos­te­ner la aco­me­ti­da espa­ño­la que pre­ten­día recon­quis­tar el poder. En esa cir­cuns­tan­cia, de for­ma apre­mian­te y en varias oca­sio­nes, se recla­mó el apo­yo de Colom­bia y la pre­sen­cia del Liber­ta­dor para sal­var la situa­ción y diri­gir per­so­nal­men­te la gue­rra. En enero de 1823 se vis­lum­bra­ba un hori­zon­te crí­ti­co, en mar­zo Bolí­var deci­dió enviar un gran con­tin­gen­te mili­tar al man­do del gene­ral Sucre con facul­ta­des abso­lu­tas para tra­tar de resol­ver el con­flic­to que emer­gía de la divi­sión de los perua­nos y el poder dual que de ello ema­na­ba. Difí­cil tarea la de Sucre, a pesar de ofre­cer sus ser­vi­cios al gene­ral San­ta Cruz, boli­viano al ser­vi­cio del Perú, pero su des­me­di­da ambi­ción y su fal­ta de capa­ci­dad de con­duc­ción mili­tar en el terreno de las ope­ra­cio­nes impo­si­bi­li­ta­ron orga­ni­zar un ejér­ci­to que con­tu­vie­ra a los españoles.

Bolí­var lle­gó al Perú el 1° de sep­tiem­bre y el 11 el Con­gre­so lo dotó del man­do supre­mo y la direc­ción de la gue­rra, des­per­tan­do la ira del gene­ral peruano Riva Agüe­ro que reci­bió el apo­yo finan­cie­ro de los comer­cian­tes de Lima para actuar en para­le­lo a las fuer­zas coman­da­das por Bolí­var que se subor­di­na­ban al pre­si­den­te Torre Tagle. Como se ha sabi­do, Riva Agüe­ro se esta­ba enten­dien­do en secre­to con los espa­ño­les pre­ten­dien­do disol­ver el Con­gre­so y des­truir a Bolí­var, con­fi­gu­ran­do una trai­ción que seguía abo­nan­do a una prác­ti­ca que comen­za­ba a tor­nar­se tra­di­cio­nal en el deve­nir de la oli­gar­quía perua­na. Para ven­tu­ra del Perú esta trai­ción fue des­cu­bier­ta, denun­cia­da y des­mon­ta­da por el coro­nel patrio­ta Anto­nio Gutié­rrez de la Fuente.

Pasa­ron más de cien años has­ta que en la segun­da mitad del siglo XX, el 3 de octu­bre de 1968, un sec­tor nacio­na­lis­ta y pro­gre­sis­ta de las fuer­zas arma­das deci­die­ron derro­car al inope­ran­te gobierno de Fer­nan­do Belaun­de Terry. Bajo el man­do del gene­ral Juan Velas­co Alva­ra­do se ini­ció un pro­ce­so de res­ca­te de la dig­ni­dad y del patri­mo­nio nacio­nal, gol­pean­do direc­ta­men­te a empre­sas trans­na­cio­na­les esta­dou­ni­den­ses que cam­pea­ban por sus fue­ros en el país. Así mis­mo, se imple­men­tó una exten­sa refor­ma agra­ria que bajo el con­trol de coope­ra­ti­vas cam­pe­si­nas y socie­da­des agrí­co­las de inte­rés social comen­za­ron una ver­da­de­ra revo­lu­ción en el campo.

El gobierno cívi­co-mili­tar decre­tó el que­chua como len­gua ofi­cial, expro­pió com­ple­jos agro­in­dus­tria­les y mine­ros y gran­des mono­po­lios que con­cu­rrie­ron a con­fi­gu­rar una pode­ro­sa eco­no­mía esta­tal al ser­vi­cio del pue­blo. El 1° mayo de 1974, el pro­ce­so popu­lar peruano dio un sal­to ade­lan­te cuan­do el gene­ral Velas­co Alva­ra­do anun­ció nue­vas medi­das en bene­fi­cio de los tra­ba­ja­do­res y el pue­blo. Pero, en los pri­me­ros meses de 1975, el gene­ral Velas­co Alva­ra­do enfer­mó gra­ve­men­te, crean­do las con­di­cio­nes para una nue­va trai­ción cuan­do sec­to­res de las fuer­zas arma­das diri­gi­dos por el gene­ral Fran­cis­co Mora­les Ber­mú­dez, colu­di­dos con la oli­gar­quía, la emba­ja­da de esta­dos Uni­dos y las orga­ni­za­cio­nes finan­cie­ras inter­na­cio­na­les die­ron un gol­pe de Esta­do “sua­ve”, eli­mi­nan­do con­se­cu­ti­va­men­te todos los avan­ces socia­les logra­dos en los últi­mos sie­te años. La refor­ma agra­ria fue para­li­za­da, se disol­vie­ron las estruc­tu­ras guber­na­men­ta­les de apo­yo a las refor­mas, per­si­guie­ron y repri­mie­ron las orga­ni­za­cio­nes popu­la­res, repri­va­ti­za­ron muchas empre­sas y clau­su­ra­ron loca­les sin­di­ca­les. En 1978, una vez más, la trai­ción se había consumado.

En 1985, de la mano de un joven polí­ti­co lla­ma­do Alan Gar­cía, la Alian­za Popu­lar Revo­lu­cio­na­ria Ame­ri­ca­na (APRA) fun­da­da sesen­ta años antes por Víc­tor Raúl Haya de la Torre acce­dió por pri­me­ra vez al poder. Duran­te su gobierno, Gar­cía imple­men­tó una serie de medi­das de cor­te popu­lar bajo el lema de “el apris­mo es un socia­lis­mo lati­no­ame­ri­cano”. El gobierno del APRA se pro­pu­so recu­pe­rar el con­trol sobre la pro­duc­ción petro­le­ra y expro­piar los ban­cos. Ade­más, intro­du­jo la nove­do­sa medi­da de redu­cir el pago de la deu­da exter­na al 10% del valor de las exportaciones.

Sin embar­go, la inca­pa­ci­dad de gene­rar una ver­da­de­ra y pro­fun­da trans­for­ma­ción de la socie­dad con par­ti­ci­pa­ción popu­lar, así como el ago­ta­mien­to de los recur­sos finan­cie­ros, el incre­men­to de la acción terro­ris­ta de Sen­de­ro Lumi­no­so y la repul­sa de las éli­tes por las medi­das de cor­te popu­lar, fue­ron mer­man­do el apo­yo del pue­blo que una vez más se sin­tió trai­cio­na­do, abrien­do paso a dos mani­fes­ta­cio­nes de extre­ma dere­cha que bus­ca­ban recon­quis­tar el poder y que tuvie­ron en Alber­to Fuji­mo­ri y Mario Var­gas Llo­sa los pala­di­nes de un retro­ce­so ini­cia­do en 1990 y del cual el país aún no ha podi­do salir.

Así, se inau­gu­ró un pro­ce­so de seis pre­si­den­tes: Alber­to Fuji­mo­ri, Ale­jan­dro Tole­do, Alan Gar­cía, Ollan­ta Huma­la, Pedro Pablo Kuczyns­ki y Mar­tín Viz­ca­rra (con la sola excep­ción de Valen­tín Pania­gua en este perío­do) que han sali­do de la Casa de Piza­rro para des­pués ser juz­ga­dos y/​o encar­ce­la­dos, (sal­vo Gar­cía que pre­fi­rió recu­rrir al sui­ci­dio), que tie­nen dos carac­te­rís­ti­cas en común: una actua­ción corrup­ta y el haber hecho cam­pa­ña con un pro­gra­ma para gober­nar con otro dis­tin­to, trai­cio­nan­do el sen­ti­mien­to y la volun­tad del pue­blo. Es el sino mal­di­to de la oli­gar­quía peruana.

Vale hacer un parén­te­sis para seña­lar el deta­lle del nom­bre del pala­cio pre­si­den­cial peruano que evo­ca y hon­ra al feroz con­quis­ta­dor que des­pués de trai­cio­nar al Inca Atahual­pa, lo ase­si­nó bru­tal­men­te al igual que a dece­nas de miles de indí­ge­nas. Su her­mano, Her­nan­do, a su vez trai­cio­nó a su socio Die­go de Alma­gro, todo lo cual inau­gu­ró una estir­pe que tal vez aún hoy está pre­sen­te en la ran­cia oli­gar­quía limeña.

¿Quién pue­de enton­ces sor­pren­der­se de lo que aca­ba de ocu­rrir en el país? En reali­dad, lo que ha pasa­do es que dos sec­cio­nes putre­fac­tas de la éli­te se han enfren­ta­do en la bús­que­da de un poder que les per­mi­ta eva­dir la jus­ti­cia para seguir defen­dien­do sus intere­ses a tra­vés de la corrup­ción, el enga­ño y la mar­gi­na­ción del pue­blo de la toma de deci­sio­nes, por supues­to, todo en nom­bre de la demo­cra­cia y la libertad.

Por cier­to, otro parén­te­sis. Vale tam­bién men­cio­nar el entorno poco hala­güe­ño del deno­mi­na­do “Gru­po de Lima” crea­do en esa ciu­dad para derro­car a Nico­lás Madu­ro que se sigue sos­te­nien­do en el poder, mien­tras tres pre­si­den­tes perua­nos han hecho maro­mas en este perío­do a ver si la corrup­ción les per­mi­te no apar­tar­se del mismo.

Itu­rria /​Fuen­te

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