Para­guay. La hipo­cre­sía superestructural

Por Miguel H. López*, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 14 de noviem­bre de 2020.

Hace unos días el jura­men­to ante la Cor­te Supre­ma de Jus­ti­cia, para la obten­ción de matrí­cu­la de abo­ga­cía de una per­so­na tran­se­xual, dis­pa­ró todas las tirrias aga­za­pa­das en una socie­dad con­ser­va­do­ra, con­tra­ria a dere­chos y sos­te­ne­do­ra de una heren­cia cul­tu­ral auto­ri­ta­ria que dis­cri­mi­na por­que la diver­si­dad pone en entre­di­cho su pro­pio mundo.

Este dis­la­te al que se suma­ron algu­nos pro­fe­sio­na­les abo­ga­dos, gen­te común, artis­tas, rede­ros, perio­dis­tas y un vario­pin­to gru­po de per­so­nas de la más dis­per­sa ralea, no hizo más que expo­ner des­car­na­da­men­te que la gen­te es capaz de ofen­der­se y de reac­cio­nar por­que un ser humano deci­da exis­tir en su real con­di­ción, y no por­que coti­dia­na­men­te esa mis­ma estruc­tu­ra judi­cial, don­de se pro­du­ce el hecho que le enfu­re­ce, es capaz de aco­me­ter los más nefas­tos actos de corrup­ción y de fal­ta de justicia.

Val­ga este caso para bus­car enten­der qué es lo que en reali­dad le impor­ta a esa fran­ja de pobla­ción que libe­ró todo lo peor que pue­de con­te­ner un ser humano en con­tra de otro con cuya auto­per­cep­ción disien­te; pero que no es capaz de levan­tar la mira­da o pro­nun­ciar pala­bra cuan­do en y des­de los tres Pode­res el Esta­do (Eje­cu­ti­vo, Legis­la­ti­vo y Judi­cial) se eje­cu­tan los más crue­les actos de iniqui­dad, de des­po­jo y de des­ho­nes­ti­dad en con­tra de la población.

Es reve­la­dor pre­gun­tar­se por qué no se indig­nan cuan­do se roban la comi­da de los niños en las escue­las más aban­do­na­das; se manio­bran lici­ta­cio­nes para intro­du­cir al país de modo frau­du­len­to medi­ci­na sin segu­ri­dad ni garan­tía de efec­ti­vi­dad al sis­te­ma sani­ta­rio públi­co; se fra­guan elec­cio­nes; se bir­lan par­te del prés­ta­mo para refor­zar el sis­te­ma de salud duran­te la pan­de­mia glo­bal del nue­vo coro­na­vi­rus; o los polí­ti­cos se rifan el pre­su­pues­to del Esta­do entre sus parien­tes, aman­tes, amis­ta­des, clien­te­la par­ti­da­ria, etc. Por qué no se eno­jan cuan­do se legis­la en con­tra de la pobla­ción y se bene­fi­cia a quie­nes siem­pre vivie­ron exo­ne­ra­dos de pagar impues­tos jus­tos como los del extrac­ti­vis­mo agro­pro­duc­tor o los eva­so­res con­sue­tu­di­na­rios; o cuan­do se con­de­na a gen­te ino­cen­te para libe­rar del deli­to a polí­ti­cos corrup­tos, terra­te­nien­tes inva­so­res y auto­ri­da­des vena­les. Que los indí­ge­nas y cam­pe­si­nos sean des­po­ja­dos de sus tie­rras y de su futu­ro posi­ble, no les inmu­ta. Tam­po­co que exis­ta un alto défi­cit de vivien­da; que casi no haya tra­ba­jo, que lo poco que hay sea mal paga­do y a cos­ta de altas vio­la­cio­nes de dere­chos labo­ra­les; o que más del 70% del empleo sea infor­mal o autopromovido.

Resul­ta curio­so cómo el ejer­ci­cio de dere­chos indig­na; e indig­na por­que quien lo recla­ma o ejer­ce es alguien que no encua­dra den­tro de su lógi­ca de uni­ver­so, de su cla­se social, de su color par­ti­da­rio o de su tono de cul­to; o riñe con­tra sus pre­jui­cios y pri­vi­le­gios. No hay nin­gún que­bran­ta­mien­to en ser dife­ren­te, pero para quie­nes están en con­tra de todo lo que no sea como ellos creen que debe ser el mun­do y la vida, resul­ta no solo ofen­si­vo sino inad­mi­si­ble y en con­se­cuen­cia des­plie­gan muchas veces altos volú­me­nes de vio­len­cia sim­bó­li­ca, estruc­tu­ral y has­ta físi­ca. En reali­dad quie­nes come­ten deli­to, con estos actos, son ellos.

Las razo­nes de estas con­duc­tas poseen mayor diver­si­dad y pro­fun­di­dad. En muchos casos has­ta tie­nen que ver con repre­sio­nes pro­pias o pro­yec­cio­nes de actos que se eje­cu­tan, pero que no se asu­men sino que se acu­mu­lan como frus­tra­cio­nes y enton­ces se tras­la­dan sobre otros.

Bien sabe­mos que todos los actos huma­nos tie­nen com­po­nen­tes polí­ti­cos y socia­les arrai­ga­dos en fun­da­men­tos ideo­ló­gi­cos y doc­tri­na­rios. Enten­der esto últi­mo ayu­da a com­pren­der por qué las per­so­nas odian al débil y aman al pode­ro­so; ata­can a los de su cla­se y entro­ni­zan o defien­den a quien los opri­me. Se moles­tan por­que alguien deci­de asu­mir una apa­rien­cia, pero con­sien­ten que les robe el futu­ro y el de sus hijos alguien de tra­je y corbata.

O como en este caso que usa­mos de base para esta refle­xión, arre­me­ten con­tra quien rei­vin­di­ca el prin­ci­pio de liber­tad a ejer­cer su per­so­na­li­dad y su auto­de­fi­ni­ción de géne­ro y a dis­cu­tir las barre­ras ile­ga­les que el sis­te­ma pre­ten­de impo­ner a con­tra­rio sen­su; pero empa­ti­zan con los corrup­tos, los cer­ce­na­do­res de dere­chos, los abu­sa­do­res de la ino­cen­cia de las per­so­nas y los ges­to­res de injus­ti­cias, por acción u omisión…

*Fuen­te: Ade­lan­te!
**Ima­gen de ini­cio: Intri­ga, de James Ensor, 1919

Itu­rria /​Fuen­te

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