Bra­sil. Los mili­ta­res han pro­mo­vi­do gol­pes de esta­do des­de 1889

Por Alex Sol­nik. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 19 de noviem­bre de 2020.

«Lo que los his­to­ria­do­res acor­da­ron lla­mar la ‘pro­cla­ma­ción de la Repú­bli­ca’ y se con­vir­tió en la fies­ta nacio­nal del 15 de noviem­bre fue el pri­me­ro de una serie de gol­pes de esta­do y cons­pi­ra­cio­nes lide­ra­das por los mili­ta­res bra­si­le­ños des­de enton­ces», seña­la el perio­dis­ta Alex Solnik

El impe­rio cayó por­que los mili­ta­res no se con­si­de­ra­ron tan recom­pen­sa­dos​como mere­cían de par­te del empe­ra­dor. Fue­ron a las gue­rras, sacri­fi­ca­ron vidas, llo­ra­ron y con­de­na­ron a sus fami­lias a la mise­ria. Y la recom­pen­sa fue escasa.

Las rela­cio­nes se vol­vie­ron más ten­sas des­pués de 1883, cuan­do Dom Pedro II deci­dió cas­ti­gar al coro­nel Cunha Matos por opo­ner­se a la deci­sión del gobierno de hacer con­tri­bu­cio­nes obli­ga­to­rias al mon­te­pio mili­tar y al gene­ral Deo­do­ro da Fon­se­ca por negar­se a prohi­bir a sus subor­di­na­dos fir­mar artícu­los en periódicos.

Deo­do­ro no derro­có el impe­rio para entre­gar el poder a los civi­les, él mis­mo lo enca­be­zó. Y para garan­ti­zar la hege­mo­nía mili­tar, nom­bró a Flo­riano Pei­xo­to, el «Maris­cal de Hie­rro» y su adjun­to. Su carac­ter lo ima­gi­na­mos por el apodo.

Tan­to Deo­do­ro como su suce­sor, Flo­riano, gober­na­ron como dictadores.

Tuvie­ron que entre­gar el poder a la pobla­ción civil, median­te elec­cio­nes direc­tas, en 1894, pero los mili­ta­res no deja­ron de vigi­lar, cons­pi­rar o derro­car gobier­nos elec­tos, pro­vo­can­do un cli­ma de ines­ta­bi­li­dad e incer­ti­dum­bre abso­lu­ta­men­te incom­pa­ti­ble con el pro­gre­so de un país.

Inclu­so cuan­do un mili­tar lle­gó al poder median­te el voto, como Hero­des da Fon­se­ca, sobrino de Deo­do­ro, en 1910, el país esta­ba en paz. La cen­su­ra y los ata­ques a la pren­sa, las cár­ce­les polí­ti­cas y el esta­do de sitio fue­ron sus legados.

Una déca­da des­pués sur­gió el movi­mien­to tenen­tis­ta que cons­pi­ró para derro­car al pre­si­den­te Epi­tá­cio Pes­soa, sin éxi­to, en 1922.

«Revo­lu­ción de los 30»

Los mili­ta­res no vol­ve­rían al poder has­ta 1930, abra­zan­do a Getú­lio Var­gas, con­su­man­do su segun­do gol­pe de esta­do, que pasó a la his­to­ria como la “Revo­lu­ción de los 30”.

Se man­tu­vie­ron uni­dos al cau­di­llo en el decre­to del Esta­do Novo, en 1937, su ter­cer gol­pe de Esta­do (o gol­pe den­tro del gol­pe), perío­do en el que el país vivió bajo cen­su­ra de pren­sa y artes, cár­ce­les polí­ti­cas, tor­tu­ras, depor­ta­cio­nes, ase­si­na­tos, todo. bajo la aquies­cen­cia de los coman­dan­tes militares.

Para evi­tar dudas sobre quién man­da­ba, con la mis­ma con­vic­ción con la que con­si­guie­ron que Getú­lio lle­ga­ra al poder en 1930 y 37, lo reti­ra­ron en 1945, aho­ra más influi­do por sus alia­dos en Esta­dos Uni­dos. Cuar­to golpe.

La elec­ción direc­ta de 1946 la ganó el maris­cal Dutra, una prue­ba más de que los mili­ta­res nun­ca deja­ron de estar en política.

Inter­vi­nie­ron nue­va­men­te en 1954, pre­sio­nan­do a Var­gas, ele­gi­do en 1950, para que renun­cia­ra por el «mar fan­go­so». Eli­gió renun­ciar a la vida.

Las cons­pi­ra­cio­nes con­tra los pre­si­den­tes elec­tos no han ter­mi­na­do. Ofi­cia­les de aero­náu­ti­ca pro­mo­vie­ron el Levan­ta­mien­to de Ara­ga­rças, en 1955, con­tra la toma de pose­sión de Jus­ce­lino Kubit­check. Ellos fallaron.

JK pudo gober­nar en rela­ti­va paz

En el cor­to perío­do en que los mili­ta­res no se inmis­cu­ye­ron en los nego­cios del esta­do bra­si­le­ño, el país vivió uno de sus mejo­res momentos.

Orgu­llo nacio­nal y joya de la arqui­tec­tu­ra moder­na, Bra­si­lia, para asom­bro del mun­do, fue cons­trui­da en cua­tro años. Cine­ma Novo, nació Bos­sa Nova. El tea­tro expe­ri­men­tó su apo­geo crea­ti­vo. Fui­mos res­pe­ta­dos por nues­tra músi­ca, por nues­tro fút­bol. Nos des­hi­ci­mos del mal­di­to com­ple­jo mestizo.

Sin embar­go, no había tiem­po para que pros­pe­ra­ra este momen­to mágico.

Ya en 1961, los coman­dan­tes de las Fuer­zas Arma­das prohi­bie­ron al vice­pre­si­den­te de la Repú­bli­ca, João Gou­lart, asu­mir el car­go des­pués de la renun­cia de Jânio Qua­dros. Otra cons­pi­ra­ción con­tra la democracia.

Agi­ta­ron las ame­na­zas más espan­to­sas. Toma­rían el avión que lo traía des­de Chi­na, don­de esta­ba en misión oficial.

Solo lo deja­ron hacer­se car­go cuan­do los dipu­tados acor­da­ron imple­men­tar el par­la­men­ta­ris­mo para redu­cir sus poderes.

La tre­gua se rom­pió cuan­do Jan­go revir­tió el par­la­men­ta­ris­mo median­te un refe­rén­dum. No pasó mucho tiem­po antes de que fue­ra derro­ca­do en 1964 por los mili­ta­res, que lue­go deci­die­ron tomar el mando.

Siguie­ron vein­tiún años, en la mis­ma línea que el Esta­do Novo, esta vez con gene­ra­les en lugar del dic­ta­dor civil: cen­su­ra de las artes y la pren­sa, cár­ce­les polí­ti­cas, cie­rre del Con­gre­so, tor­tu­ras, ase­si­na­tos, actos ins­ti­tu­cio­na­les, mie­do, inse­gu­ri­dad, caos .

La dic­ta­du­ra se ha podrido

Aver­gon­za­dos, los mili­ta­res aban­do­na­ron la esce­na en 1985. La rede­mo­cra­ti­za­ción, lla­ma­da Nue­va Repú­bli­ca, comen­zó a fla­quear con el gobierno deplo­ra­ble de José Sar­ney y el bre­ve e infa­me perío­do Collor, pero los siguien­tes gobier­nos logra­ron sofo­car uno de los lega­dos mal­di­tos del régi­men mili­tar: infla­ción des­con­tro­la­da – en el perío­do FHC y redu­cien­do drás­ti­ca­men­te la des­igual­dad social en el país, en el perío­do Lula-Dilma.

Temer puso fin al exi­lio volun­ta­rio de los mili­ta­res de la polí­ti­ca en 2016. Con­sul­tó a sus coman­dan­tes cuan­do ini­ció jun­to al alcal­de, Eduar­do Cunha, la cons­pi­ra­ción que des­em­bo­có en la caí­da de Dil­ma Rous­seff. Los entre­gó, a tra­vés del gene­ral Bra­ga Net­to, para inter­ve­nir en la segu­ri­dad de Río de Janeiro.

Un ex capi­tán que había sido apo­da­do Cava­lão en el cuar­tel, pro­mo­vió el regre­so defi­ni­ti­vo al poder de los mili­ta­res, colo­cán­do­los en los prin­ci­pa­les minis­te­rios, lo que nun­ca había ocu­rri­do en gobier­nos civi­les, ade­más de emplear a casi 3000 ofi­cia­les en tra­ba­jos más peque­ños, pero tam­bién rele­van­tes y muy bien remunerados.

Derro­có a la Nue­va Repú­bli­ca sin mos­trar lo que ven­drá después

Si el coman­dan­te del ejér­ci­to, el gene­ral Edson Pujol, real­men­te qui­sie­ra sacar a los mili­ta­res de la polí­ti­ca, ya habría orde­na­do un «dere­cho, retro­ce­so» del gobierno de Bolsonaro.

Mien­tras no lo haga ‑y no lo hará por­que su jefe supre­mo es el Pre­si­den­te de la Repú­bli­ca- segui­rá sien­do un gobierno mili­tar ele­gi­do por voto direc­to que segui­rá sem­bran­do ines­ta­bi­li­dad y demo­ra has­ta el momen­to, en el 2022, en que la socie­dad ten­drá la opor­tu­ni­dad de impe­dir, tam­bién por voto direc­to, la con­so­li­da­ción de otro ciclo mili­tar en nues­tro país.

(Alex Sol­nik es perio­dis­ta. Ha tra­ba­ja­do en publi­ca­cio­nes como Jor­nal da Tar­de, Istoé, Senhor, Care­ta, Inter­view y Man­che­te. Es autor de tre­ce libros, entre los que des­ta­can «Por qué no fun­cio­nó», «O Cofre do Adhe­mar», «La gue­rra del apa­gón» y «El doma­dor de sue­ños»).

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