Ilias Tahi­ri y la nece­si­dad de abo­lir las con­ten­cio­nes mecánicas

Ilias Tahi­ri, naci­do en Marrue­cos, lle­gó a Ceu­ta con 13 años de edad. Víc­ti­ma de una buro­cra­cia cie­ga ante las nece­si­da­des de la infan­cia, nun­ca reci­bió una edu­ca­ción for­mal y comen­zó a ganar­se la vida como pudo. De esta mane­ra ter­mi­nó reca­lan­do en el Cen­tro de Meno­res Tie­rras de Oria (Alme­ría), don­de cum­plió 18 años en febre­ro de 2019.

La muer­te de Ilias y la inves­ti­ga­ción judicial

Unos meses des­pués, el 1 de julio de 2019, falle­ció en dicho cen­tro, ata­do a su cama, por­que según los tra­ba­ja­do­res del cen­tro se encon­tra­ba muy ner­vio­so y agre­si­vo y se le había apli­ca­do el “pro­to­co­lo anti­sui­ci­dio”. Sin lle­var a cabo nin­gu­na inves­ti­ga­ción, el juz­ga­do com­pe­ten­te lo archi­vó al con­si­de­rar­lo una “muer­te acci­den­tal”. Y eso a pesar de que se le había ata­do boca aba­jo en la cama, con­tra­vi­nien­do el pro­pio pro­to­co­lo del cen­tro, que deja cla­ro que cuan­do se apli­ca esta medi­da coer­ci­ti­va “con carác­ter gene­ral, la posi­ción del meno­ren la cama será de decú­bi­to supino (boca arri­ba), sal­vo que por pres­crip­ción médi­ca u otras cir­cuns­tan­cias jus­ti­fi­quen o acon­se­jen la posi­ción de decú­bi­to prono (boca aba­jo)”. Pero, al fin y al cabo,¿cómo iban a pen­sar que los vigi­lan­tes del cen­tro podían tener algu­na res­pon­sa­bi­li­dad, cuan­do al fin y al cabo la víc­ti­ma era un joven delin­cuen­te extranjero?

La fami­lia de Ilias, con su her­mano Abdel­mu­nir a la cabe­za, no se rin­dió y recu­rrió el archi­vo, ale­gan­do que la muer­te no había sido un acci­den­te sino un ase­si­na­to, lo cual . Y gra­cias a ello se ha dado con una prue­ba fun­da­men­tal que podría ter­mi­nar por dar alas al caso: El pasa­do 9 de junio, casi un año des­pués de los hechos, El País publi­có un vídeo de la muer­te del joven que reve­la que duran­te los 13 minu­tos que duró el “pro­to­co­lo de con­ten­ción” Ilias no se resis­tió – pese a que los tra­ba­ja­do­res dije­ron que sí – y estu­vo sopor­tan­do la pre­sión de la rodi­lla de uno de los guar­das de segu­ri­dad en su espal­da, inclu­so des­pués de haber­le colo­ca­do todas las suje­cio­nes (lo cual se hace entre seis per­so­nas distintas)y de estar com­ple­ta­men­te inmo­vi­li­za­do. Seis adul­tos ata­ron a un niño, uno le asfi­xió y nin­guno hizo nada.

Gin­so, un vie­jo conocido

La Fun­da­ción Gin­so, res­pon­sa­ble del cen­tro alme­rien­se, ya estu­vo envuel­ta en un caso simi­lar en 2011. Ramón Barrios, de 18 años, per­dió la vida tras ser inmo­vi­li­za­do por dos vigi­lan­tes de segu­ri­dad del cen­tro de meno­res Tere­sa de Cal­cu­ta, en Brea de Tajo (Madrid). Ocu­rrió cuan­do Ramón cum­plía su ter­cer fin de sema­na de inter­na­mien­to, de los doce que se le habían impues­to, por peque­ños hur­tos. En aquel enton­ces, los vigi­lan­tes ale­ga­ron que esta­ba muy ner­vio­so y que por eso le inmo­vi­li­za­ron boca aba­jo sobre su cama. Nadie fue inves­ti­ga­do, ni con­de­na­do por ello.

Gin­so, por cier­to, fue denun­cia­da por Pode­mos por for­mar finan­ciar ile­gal­men­te al PP de Espe­ran­za Agui­rre median­te el des­vío de fon­dos des­ti­na­dos a cen­tros de menores.

Por el fin de las con­ten­cio­nes mecánicas

La pala­bra suje­ción mecá­ni­ca es un eufe­mis­mo que escon­de lo que es en reali­dad: atar a alguien boca arri­ba o boca aba­jo duran­te un rato has­ta que se cal­me. La legis­la­ción espa­ño­la auto­ri­za la suje­ción mecá­ni­ca de meno­res (así como el uso de la fuer­za físi­ca, las defen­sas de goma y el ais­la­mien­to tem­po­ral) “para evi­tar actos de vio­len­cia o lesio­nes de los meno­res a sí mis­mos o a otras per­so­nas”, “impe­dir actos de fuga”, “impe­dir daños a las ins­ta­la­cio­nes” y “para con­tra­rres­tar la resis­ten­cia acti­va o pasi­va a las ins­truc­cio­nes dadas por el per­so­nal”.

La publi­ca­ción del vídeo ha gene­ra­do una olea­da de indig­na­ción entre dis­tin­tos esta­men­tos ins­ti­tu­cio­na­les y ONG. El Defen­sor del Pue­blo, por ejem­plo, publi­có un infor­me el pasa­do 17 de julio (dis­po­ni­ble aquí) ana­li­zan­do cien­tos de horas de gra­ba­cio­nes de suje­cio­nes mecá­ni­cas, que pare­ce una his­to­ria de terror: meno­res colo­ca­dos en pos­tu­ras muy for­za­das duran­te dos o tres horas, lesio­nes físi­cas, sufri­mien­to imbo­rra­ble, sín­to­mas de asfi­xia, etc. Y el Comi­té para la Pre­ven­ción de la Tor­tu­ra del Con­se­jo de Euro­pa ha recor­da­do que ya en 2016 reco­men­dó aca­bar con las contenciones.

Según la Jun­ta de Anda­lu­cía, los cen­tros de inter­na­mien­to para meno­res infrac­to­res en la comu­ni­dad apli­ca­ron suje­cio­nes mecá­ni­cas a jóve­nes en al menos 360 oca­sio­nes duran­te 2017 y 2018, según unos datos que obtu­vo la dipu­tada Mari­bel Mora. En el pri­mer año, fue­ron 106 cha­va­les dife­ren­tes los que sopor­ta­ron esta prác­ti­ca; y en el segun­do, 121. Pero, por supues­to, no es una prác­ti­ca que úni­ca­men­te se ha dado en cen­tros de meno­res. Hace dos años publi­ca­mos un artícu­lo titu­la­do “La cam­pa­ña ‘Cero Con­ten­cio­nes’ recla­ma que no se ate a gen­te en ingre­sos psi­quiá­tri­cos” (agos­to 2018) en el que rela­tá­ba­mos los efec­tos de esta prác­ti­ca en hos­pi­ta­les psi­quiá­tri­cos y los esfuer­zos de dis­tin­tos acti­vis­tas en el ámbi­to de la salud men­tal por abo­lir­la.

La per­se­cu­ción de quien denuncia

Tras el esta­lli­do del caso de Ilias Tahi­ri, algu­nos ex-tra­ba­ja­do­res del cen­tro fil­tra­ron imá­ge­nes de malos tra­tos duran­te las con­ten­cio­nes mecá­ni­cas. Fue­ron denun­cia­dos por hacer­lo y la Fis­ca­lía soli­ci­ta para ellos penas que osci­lan entre los tres años y medio de pri­sión, y los cua­tro años y ocho meses por la supues­ta comi­sión de varios deli­tos rela­ti­vos de des­cu­bri­mien­to y reve­la­ción de secre­tos al con­si­de­rar que los meno­res que fue­ron fil­ma­dos no pres­ta­ron su con­sen­ti­mien­to para la adop­ción y difu­sión de las imá­ge­nes, por las que «se sien­ten perjudicados».

No se tra­ta, ni mucho menos, de la pri­me­ra vez que alguien se enfren­ta a la Jus­ti­cia por denun­ciar abu­sos ocu­rri­dos den­tro de cen­tros de meno­res. En el año 2012, por ejem­plo, un gru­po de per­so­nas que fue­ron iden­ti­fi­ca­das en una mani­fes­ta­ción en la que había una pan­car­ta que decía que en los cen­tros de meno­res se tor­tu­ra, fue­ron impu­tadas por deli­tos de inju­rias y calum­nias. Sin embar­go, la cau­sa final­men­te se archivó.

Otros tipos de mal­tra­to a la infancia

Más allá de las con­ten­cio­nes, exis­ten otras for­mas de mal­tra­to habi­tual a la infan­cia. La Fun­da­ción Raí­ces publi­có el 22 de julio un infor­me que denun­cia agre­sio­nes a 55 meno­res tute­la­dos en Madrid des­de 2016.

Pue­des leer el infor­me aquí:Descarga

Los casos son la base de un infor­me que Fun­da­ción Raí­ces publi­ca este miér­co­les para mos­trar la vul­ne­ra­bi­li­dad de los meno­res extran­je­ros tute­la­dos y la difi­cul­tad que tie­nen para denun­ciar y que se inves­ti­gue a sus agre­so­res. En sus rela­tos, los niños, de entre 12 y 17 años, apun­tan sobre todo a los vigi­lan­tes de segu­ri­dad de los cen­tros de pri­me­ra aco­gi­da de Hor­ta­le­za e Isa­bel Cla­ra Euge­nia, pero tam­bién a edu­ca­do­res y miem­bros de los cuer­pos y fuer­zas de segu­ri­dad del Esta­do. Las denun­cias se cir­cuns­cri­ben a Madrid, aun­que la orga­ni­za­ción aler­ta de que las defi­cien­cias del sis­te­ma, que aca­ban dan­do impu­ni­dad a los agre­so­res, se repi­ten en todo el terri­to­rio nacional.

Entre los tes­ti­mo­nios reco­gi­dos duran­te casi cua­tro años está el de K. T. un arge­lino que con 15 años denun­ció la agre­sión de un vigi­lan­te de segu­ri­dad del Isa­bel Cla­ra Euge­nia. “Cuan­do la poli­cía se mar­chó, me lle­va­ron al cuar­to de los vigi­lan­tes, espo­sa­do, cerra­ron la puer­ta. Él me pegó pata­das has­ta que caí al sue­lo boca aba­jo, los demás tam­bién me pega­ron, pero no con tan­tas ganas como él. Ahí me tuvie­ron has­ta que se can­sa­ron. No san­gré, pero sen­tía que me iba a des­ma­yar, me dolía todo el cuer­po”. Tam­bién pue­de leer­se el caso de M. T., un ado­les­cen­te marro­quí que fue agre­di­do tras subir­se a un árbol para res­ca­tar un balón con el que juga­ban. “Cuan­do me dijo que me acer­ca­se ya sabía que me iba a pegar. Los vigi­lan­tes no hablan, solo nos hablan con sus puños”, con­tó. Las fotos que acom­pa­ñan el infor­me mues­tran bra­zos esca­yo­la­dos, bre­chas en la cabe­za y hema­to­mas en todo el cuerpo.

Un 83,6% de los cha­va­les que han rela­ta­do agre­sio­nes son marro­quíes, el per­fil mayo­ri­ta­rio de los meno­res que migran solos a Espa­ña. Pero hay tam­bién arge­li­nos, gui­nea­nos, gam­bia­nos y came­ru­ne­ses. La orga­ni­za­ción ha aten­di­do igual­men­te a jóve­nes espa­ño­les y des­ta­ca el caso de una ado­les­cen­te de 16 años emba­ra­za­da de tres meses que, tras reci­bir una pata­da en el abdo­men de un edu­ca­dor, aca­bó sufrien­do un aborto.

Fuen­te: todo​porha​cer​.org

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