Egip­to. El cuer­po de las muje­res, últi­mo bas­tión de revuelta

Por Dalia Chams. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 15 de octu­bre de 2020.

Entre abril y mayo de 2020, cin­co jóve­nes egip­cias fue­ron arres­ta­das y con­de­na­das en nom­bre de los valo­res fami­lia­res des­pués de publi­car videos en los que can­ta­ban y bai­la­ban en la apli­ca­ción Tik Tok. Varias muje­res, por soli­da­ri­dad, se han gra­ba­do en videos simi­la­res en las redes socia­les, con­vir­tien­do la dan­za orien­tal en un medio de pro­tes­ta con­tra el con­ser­va­du­ris­mo y la opre­sión. En un perío­do en el que cada vez son más las víc­ti­mas de agre­sio­nes sexua­les que inten­tan ser escuchadas.

Con el pelo suel­to, en pan­ta­lo­nes y sin tiran­tes o con un ves­ti­do esco­ta­do, publi­ca­ron en Face­book videos en los que prac­ti­ca­ban dan­za orien­tal en casa, con un fon­do de can­cio­nes egip­cias, bajo el hash­tag en ára­be tra­du­ci­ble como “con el per­mi­so de la fami­lia egip­cia”, que se ha con­ver­ti­do en el lema de una cam­pa­ña que pide la libe­ra­ción de cin­co jóve­nes tik­to­kers muy segui­das arres­ta­das por publi­car videos en línea don­de bai­la­ban y can­ta­ban en play­back can­cio­nes exi­to­sas, videos con­si­de­ra­dos inde­cen­tes por las auto­ri­da­des. Lle­va­das ante la jus­ti­cia, fue­ron con­de­na­das en julio de 2020 a dos años de pri­sión y una mul­ta de 300.000 libras egip­cias (apro­xi­ma­da­men­te 16.000 euros) por “pro­mo­ver la pros­ti­tu­ción”, “inci­tar al liber­ti­na­je” y “vio­la­ción de los prin­ci­pios de la fami­lia egip­cia”. Dos de ellas, Haneen Hos­sam y Mawa­da Al-Adham, de 20 y 22 años res­pec­ti­va­men­te, con­de­na­das en pri­me­ra ins­tan­cia, han vis­to su jui­cio de ape­la­ción pos­pues­to al 13 de octu­bre de 2020.

Es así como la dan­za orien­tal se ha con­ver­ti­do en un medio de pro­tes­ta y el cuer­po en un espa­cio de revuel­ta. Con la espe­ran­za de libe­rar­lo de todo some­ti­mien­to social, emo­cio­nal, ideo­ló­gi­co y polí­ti­co, estas muje­res ‑algu­nas de las cua­les como Haneen Hos­sam lle­van velo- han apos­ta­do por la fuer­za libe­ra­do­ra que es la dan­za orien­tal, y que con­cen­tra todas las con­tra­dic­cio­nes de la socie­dad. Una dan­za que se carac­te­ri­za por su dupli­ci­dad, capaz de refle­jar la ima­gen este­reo­ti­pa­da de la mujer como obje­to sexual, pero tam­bién de real­zar el cuer­po y librar­lo de sus inhi­bi­cio­nes. Se admi­ra la ale­gría de vivir, la osa­día y la fran­que­za de las almeas repre­sen­ta­das en las anti­guas pelí­cu­las egip­cias. Pero hoy mos­tra­mos reser­va, inclu­so hos­ti­li­dad, hacia quie­nes prac­ti­can este arte. La moral social hoy limi­ta su ejer­ci­cio. De ahí el decre­cien­te núme­ro de bai­la­ri­nas egip­cias pro­fe­sio­na­les, que con­tras­ta con la pro­li­fe­ra­ción de lec­cio­nes pri­va­das y gru­pa­les, en los pabe­llo­nes depor­ti­vos don­de las muje­res corrien­tes apren­den las reglas de este arte del que dicen ser here­de­ras. Inclu­so ha habi­do fat­was recien­tes ani­man­do a las espo­sas a bai­lar para sus mari­dos para que no vayan a bus­car a otro lado.

Por otro lado, inves­ti­ga­do­ras egip­cias, entre las que se encuen­tran Bigad Sala­ma, Noha Roch­di, Cha­za Yéhia y Sahar Héla­li, se han reapro­pia­do recien­te­men­te de la rela­ción mode­ra­da entre la dan­za orien­tal y el cuer­po feme­nino como obje­to de estu­dio aca­dé­mi­co. Recien­te­men­te se han publi­ca­do varios libros y estu­dios sobre este tema que, has­ta aho­ra, eran prin­ci­pal­men­te un cam­po de estu­dio de auto­res europeos.

Una heren­cia que en otro tiem­po fue gloriosa

Es mucho más que pedre­ría y len­te­jue­las. La his­to­ria de la dan­za orien­tal está estre­cha­men­te rela­cio­na­da con los cam­bios socio-polí­ti­cos que han ocu­rri­do en Egip­to, espe­cial­men­te con la evo­lu­ción de las cos­tum­bres empren­di­da a fina­les del siglo XIX. Esto favo­re­ció, según el escri­tor Naguib Mah­fouz[1], el reco­no­ci­mien­to de la dan­za pro­fe­sio­nal que flo­re­ció en las salas de músi­ca y caba­rets del moderno cen­tro de El Cai­ro. A par­tir de la déca­da de 1920, en una estruc­tu­ra de espec­tácu­los de esti­lo euro­peo, el solo feme­nino se con­fir­mó y adop­tó las prin­ci­pa­les carac­te­rís­ti­cas con que le cono­ce­mos actual­men­te. Los per­fi­les de todas las pro­fe­sio­na­les de la fies­ta a las que debe­mos la glo­ria de la dan­za orien­tal fue­ron los de muje­res par­ti­cu­lar­men­te rebel­des, de orí­ge­nes modes­tos, que supie­ron salir de la mar­gi­na­ción, ascen­der en la esca­la social y con­ver­tir­se en per­so­na­li­da­des influ­yen­tes en el plano artís­ti­co y a veces el político.

Cha­fi­ka El-Qeb­te­ya – Cha­fi­ka la cop­ta – (1851−1926), por ejem­plo, desa­fió todo tipo de limi­ta­cio­nes. Se enfren­tó al Jedi­ve [títu­lo del virrey de Egip­to ndt] Abbas des­pla­zán­do­se con una gran comi­ti­va, com­pi­tien­do así con él, y se opu­so al uso de sir­vien­tas egip­cias y suda­ne­sas en los pala­cios de la cla­se domi­nan­te. Para expre­sar su recha­zo a la segre­ga­ción racial, lle­gó a con­tra­tar muje­res rubias cir­ca­sia­nas para tra­ba­jar en su gran casa en el calle­jón Al-Sakay­yi­ne o en su caba­ret, cer­ca de la pla­za Ata­ba. Ade­más, apo­yó la revo­lu­ción de 1919[2], e inclu­so bai­ló en una alfom­bra roja en la calle para cele­brar el regre­so de Saad Zagh­loul, el líder nacio­na­lis­ta, de su exi­lio[3].

Poco des­pués, se abría camino otra mujer fuer­te, la sirio-liba­ne­sa Badiâa Mas­sab­ni, que lle­gó a Egip­to en 1920. Esta supo satis­fa­cer la deman­da de la bur­gue­sía adi­ne­ra­da de El Cai­ro de la épo­ca e inau­gu­ró su caba­ret, el Casino Badiaa, que sir­vió como una ver­da­de­ra aca­de­mia artís­ti­ca, dan­do la bien­ve­ni­da a quie­nes aspi­ra­ban a ser can­tan­tes y bai­la­ri­nas, que pron­to se con­vir­tie­ron en estre­llas de cine como Tahia Cario­ca y Samia Gamal. Estas últi­mas, res­pec­ti­va­men­te, comen­za­ron sus carre­ras en 1937 y 1940. Con Naï­ma Akef y otros nom­bres, revo­lu­cio­na­ron el esti­lo de la dan­za orien­tal, embe­lle­cién­do­lo con for­mas aca­dé­mi­cas occi­den­ta­les, con el fin de con­tro­lar mejor el espa­cio escé­ni­co e inte­grar nue­vos pasos. Tam­bién actua­ron en pelí­cu­las musi­ca­les de gran éxi­to entre 1940 y 1960, duran­te la edad de oro de la dan­za orien­tal en Egipto.

Tahia Cario­ca, a quien el pen­sa­dor pales­tino Edward Said dedi­có una bri­llan­te ele­gía en 1990 en la Lon­don Review of Books , fue una gran figu­ra de la dan­za orien­tal, pero tam­bién actriz y acti­vis­ta polí­ti­ca, miem­bro del Movi­mien­to Demo­crá­ti­co para la Libe­ra­ción Nacio­nal. (Al-Hara­ka Al-Demo­cra­ti­ya li-Taha­rour Al-Watany, Hade­to), la prin­ci­pal orga­ni­za­ción comu­nis­ta egip­cia entre 1947 y 1954. Said escribió:

“La vida y la muer­te de Tahia sim­bo­li­zan el enor­me volu­men de todo lo que en nues­tra par­te del mun­do sim­ple­men­te nun­ca ha sido regis­tra­do ni pre­ser­va­do (…). Ella pare­ce encar­nar esta vida lle­va­da más allá de los límites”.

Pre­ci­sa­men­te, Tahia Cario­ca fue tes­ti­go de los cam­bios en la socie­dad egip­cia, has­ta su muer­te en 1999 a los 84 años. Vio el final del Casino Badiaa, incen­dia­do duran­te el incen­dio de El Cai­ro en enero de 1952, pero tam­bién la prohi­bi­ción de trans­mi­tir clips de dan­za orien­tal en tele­vi­sión en la déca­da de 1970 por deman­da de la Asam­blea Popu­lar, lue­go asis­tió al ascen­so gra­dual del con­ser­va­du­ris­mo reli­gio­so, bajo la influen­cia de suce­si­vos regí­me­nes auto­ri­ta­rios y monar­quías del Gol­fo, has­ta el decli­ve de la dan­za orien­tal, a par­tir de la déca­da de 1980. Unos años antes de su muer­te, Tahia Cario­ca usó el velo, pero man­tu­vo su repu­tación de artis­ta que habla­ba cla­ro. Si hoy roda­mos una tele­no­ve­la o una pelí­cu­la sobre su vida, ¿qué ima­gen ele­gi­ría­mos? ¿La de la mujer arre­pen­ti­da, fer­vien­te musul­ma­na en sus últi­mos años, o la de la mujer libre de con­ven­cio­nes socia­les, con sus 14 mari­dos y sus com­pro­mi­sos polí­ti­cos, que le valie­ron varias estan­cias en prisión?

Dos pesos, dos medi­das del poder

Hoy, todas estas jóve­nes que han publi­ca­do videos en los que bai­lan se refie­ren de algu­na mane­ra a los epi­so­dios de esta lar­ga his­to­ria, uti­li­zan­do una herra­mien­ta tec­no­ló­gi­ca que per­tur­ba, en un país que cuen­ta con cer­ca de 40 millo­nes de usua­rios y usua­rias de Inter­net. Tam­bién plan­tean con esta pro­tes­ta varias pre­gun­tas: ¿por qué las chi­cas de Tik­Tok han sido incri­mi­na­das, mien­tras que otras, que se gra­ba­ron en biki­ni o ropa lige­ra bai­lan­do en las lujo­sas pla­yas de Aïn Sokh­na o en la cos­ta nor­te del país gozan de impu­ni­dad? ¿Por qué las muje­res que bai­la­ron ante las urnas en las citas elec­to­ra­les en los últi­mos años fue­ron bien con­si­de­ra­das, inclui­das las que se qui­ta­ron el velo en la calle mien­tras se con­to­nea­ban? ¿Por qué, duran­te la sen­ta­da orga­ni­za­da en 2013 fren­te al Minis­te­rio de Cul­tu­ra con­tra la isla­mi­za­ción ope­ra­da por los Her­ma­nos Musul­ma­nes, la dan­za se con­si­de­ró un signo posi­ti­vo del dina­mis­mo de la socie­dad, mien­tras que hoy es con­de­na­da? Estas múl­ti­ples pre­gun­tas han sido amplia­men­te difun­di­das en la Red duran­te los últi­mos meses y, sin duda, encuen­tran su res­pues­ta en una lógi­ca de doble rase­ro ope­ra­da por el poder, cuya repre­sión solo apun­ta a deter­mi­na­das cate­go­rías sociales.

Las estre­llas de Tik­Tok pro­ba­ble­men­te que­rían, un poco como las vie­jas estre­llas del bai­le, usar la popu­lar apli­ca­ción como un medio de ascen­sión social, impul­sa­das por el deseo de salir del ano­ni­ma­to y diver­tir­se duran­te el perío­do de con­fi­na­mien­to. Algu­nas de ellas son influen­cers segui­das por uno o dos millo­nes de per­so­nas en Ins­ta­gram o Face­book. Vie­nen de entor­nos des­fa­vo­re­ci­dos y han que­ri­do usar Inter­net para crear­se opor­tu­ni­da­des y hacer­se notar, solo por su for­ma osten­to­sa de ves­tir, inclu­so en el caso de una chi­ca con velo como Haneen Hossam.

Un auto­ri­ta­ris­mo moral

Las tik­to­kers han sido cas­ti­ga­das por inten­tar soca­var el orden social esta­ble­ci­do. Aquí tam­bién es don­de vol­ve­mos a sen­tir la ame­na­za que repre­sen­tan las nue­vas tec­no­lo­gías para una socie­dad con­ser­va­do­ra y un poder igual de con­ser­va­dor. Por ello, las auto­ri­da­des inten­tan con­tro­lar­las y demo­ni­zar­las, a fin de jus­ti­fi­car las drás­ti­cas medi­das toma­das con­tra las acti­vis­tas, de acuer­do con la con­tro­ver­ti­da ley de lucha con­tra la ciber­cri­mi­na­li­dad pro­mul­ga­da en 2018. Para ello uti­li­zan un arse­nal de leyes obso­le­tas, con decla­ra­cio­nes bas­tan­te vagas, como las rela­ti­vas a las costumbres.

Dado que el espa­cio vir­tual es una exten­sión del espa­cio públi­co, es fun­da­men­tal cerrar­lo. Nada es más fácil que tocar la fibra sen­si­ble de los usos y cos­tum­bres, en una socie­dad que ha sido pre­sa de la isla­mi­za­ción des­de aba­jo duran­te varios años. El ejem­plo de un con­cur­so de dan­za del vien­tre orga­ni­za­do en 2014 por un canal de tele­vi­sión pri­va­do es bas­tan­te reve­la­dor: varias voces, inclui­das las de abo­ga­dos y reli­gio­sos, pidie­ron su prohi­bi­ción, mien­tras que este pro­gra­ma en hora­rio este­lar había atraí­do a 27 can­di­da­tas de todo el mun­do y varios patrocinadores.

Perio­dis­tas e inte­lec­tua­les recha­za­ron esta prohi­bi­ción, como la crí­ti­ca Mag­da Mau­ri­ce que se pre­gun­ta­ba en el perió­di­co de izquier­da Al-Aha­li:

“¿Hici­mos que los Her­ma­nos se fue­ran para seguir tenien­do el mie­do que se cier­ne sobre nues­tras cabe­zas, como una espa­da de Damo­cles? ¿Segui­rán las auto­ri­da­des egip­cias en posi­cio­nes tan rigo­ris­tas, por mie­do a ser acu­sa­das de laxismo?”

Otras per­so­nas habla­ron del deseo del Esta­do de coque­tear con las fuer­zas con­ser­va­do­ras y cor­tar la hier­ba por deba­jo de los pies de los isla­mis­tas, actua­li­zan­do el víncu­lo entre el auto­ri­ta­ris­mo y el con­ser­va­du­ris­mo moral y reli­gio­so. Un auto­ri­ta­ris­mo mora­li­za­dor, que inten­ta con­tro­lar a la pobla­ción a tra­vés de las cos­tum­bres, jugan­do con el regis­tro del bien y del mal. Detrás de este deba­te se escon­de, por tan­to, un pater­na­lis­mo esta­tal y el deseo de recu­pe­rar su papel de cus­to­dio úni­co de usos y costumbres.

Femi­nis­mo de Esta­do y pre­sión de las redes sociales

Des­de las elec­cio­nes pre­si­den­cia­les de 2014, hay ana­lis­tas que des­ta­can el sur­gi­mien­to de un nue­vo dis­cur­so de femi­nis­mo de Esta­do orien­ta­do a ins­tru­men­ta­li­zar la ima­gen y cau­sa de las muje­res, en este perío­do de mar­ca­da pola­ri­za­ción polí­ti­ca e iden­ti­ta­ria, tras el derro­ca­mien­to de los Her­ma­nos Musul­ma­nes. Las imá­ge­nes de muje­res egip­cias bai­lan­do delan­te de los cole­gios elec­to­ra­les o expre­san­do en videos su apo­yo a su can­di­da­to favo­ri­to, Abdel Fat­tah Al-Sisi, for­man par­te de todo esto.

Sin embar­go, la movi­li­za­ción de las muje­res des­de 2011 ha mina­do esta recu­pe­ra­ción que no es algo exclu­si­vo de Sis­si. Ini­cia­ti­vas como las de muje­res que bai­lan con per­mi­so de la fami­lia egip­cia, o las que ya no ocul­tan sus tes­ti­mo­nios sobre aco­so sexual a raíz de #Metoo, publi­can­do la iden­ti­dad de sus ata­can­tes en redes socia­les, soca­van las repre­sen­ta­cio­nes patriar­ca­les e intro­du­cen el con­cep­to de “polí­ti­ca del cuer­po” (body poli­tics) como reite­ran los aná­li­sis de algu­nas y algu­nos aca­dé­mi­cos egip­cios como la poli­tó­lo­ga Hind Ahmad Zaki o el soció­lo­go Said Sadek.

Recien­te­men­te, este nue­vo acti­vis­mo ha pro­vo­ca­do cam­bios en el dis­cur­so guber­na­men­tal, empu­jan­do al Esta­do a reco­no­cer la mag­ni­tud del fenó­meno del aco­so sexual y la vio­len­cia con­tra las muje­res. En algu­nas oca­sio­nes, las auto­ri­da­des se han vis­to inclu­so obli­ga­das a actuar, bajo la pre­sión de las redes socia­les. El 1 de julio de 2020 una cuen­ta en Ins­ta­gram titu­la­da Assault Poli­ce (polí­ti­ca del aco­so), segui­do por 170.000 per­so­nas, ha com­par­ti­do los deta­lles de una vio­la­ción sexual en 2014 en Fair­mont, un hotel de lujo en El Cai­ro, por sie­te chi­cos per­te­ne­cien­tes a fami­lias ricas e influ­yen­tes. Des­pués de una fies­ta con ami­gos, dro­ga­ron a la víc­ti­ma y lue­go la lle­va­ron a una de las habi­ta­cio­nes del hotel don­de pre­sun­ta­men­te fue vio­la­da en gru­po por los sie­te acu­sa­dos. Des­de enton­ces, los tes­ti­mo­nios se han suce­di­do y las inter­nau­tas se han reapro­pia­do del hash­tag #Mee­too. La fis­ca­lía orde­nó la deten­ción de los sos­pe­cho­sos, la mayo­ría de los cua­les habían hui­do al extranjero.

Tam­bién aquí el Esta­do, que quie­re jugar el papel de sal­va­dor-pro­tec­tor a toda cos­ta, demues­tra una vez más una lógi­ca de doble rase­ro. Un cam­bio bru­tal de la situa­ción hace que hoy el des­tino de la víc­ti­ma y de los tes­ti­gos del caso sea más que incier­to. Aho­ra los acu­sa­dos ya no son los úni­cos en ser seña­la­dos. La mayo­ría de la pren­sa con­ser­va­do­ra y al ser­vi­cio del poder bus­có muy rápi­da­men­te dar la impre­sión de que la vela­da en el Fair­mont había ter­mi­na­do en orgía y que la joven en cues­tión se había entre­ga­do a todo tipo de exce­sos, negán­do­le la con­di­ción de víc­ti­ma y ponien­do en cues­tión la acu­sa­ción de vio­la­ción. Este dis­cur­so ha teni­do el efec­to de pri­var­le de la com­pa­sión de la opi­nión públi­ca de la que había goza­do has­ta ahora.

El jui­cio está en mar­cha, hará correr mucha tin­ta, y sin duda qui­ta­rá de los focos a las tik­to­kers y a quie­nes las defien­den, que siguen desa­fian­do las mira­das des­de­ño­sas, lle­nas de des­pre­cio y jui­cios de valor… Pare­cen diver­tir­se, orgu­llo­sas de lo que han hecho, aun­que el asun­to ya no des­pier­te el inte­rés de los medios, que han pasa­do a otra cosa.

  • Dalia Chams es perio­dis­ta y colum­nis­ta egip­cia, espe­cia­lis­ta en cul­tu­ra, medios y sociedad.

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Tra­duc­ción: Faus­tino Egu­be­rri para vien­to sur

[1] Cita­do en Les dan­ses dans le mon­de ara­be ou l’héritage des almées, bajo la direc­ción de Dja­mi­la Hen­ni-Che­bra y Chris­tian Poché, L’Harmattan, 1996.

[2] Una dele­ga­cón nacio­na­lis­ta egip­cia apa­re­ció inme­dia­ta­men­te des­pués de la Pri­me­ra Gue­rra Mun­dial, a fin de nego­ciar la inde­pen­den­cia de Egip­to y par­ti­ci­par en la con­fe­ren­cia de Ver­sa­lles, don­de las poten­cias euro­peas iban a deter­mi­nar la suer­te de las anti­guas pro­vin­cias oto­ma­nas. Dio naci­mien­to al gran par­ti­do nacio­na­lis­ta Wafd.

[3] En 1919, Saad Zagh­loul et las prin­ci­pa­les per­so­na­li­da­des de la dele­ga­ción fue­ron arres­ta­das por Ingla­te­rra y exi­lia­das a Malta.

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