Colom­bia. Her­nán Giral­do «Tala­dro», el para­mi­li­tar que vio­ló a 200 niñas en San­ta Mar­ta, sal­drá libre

Por Iván Gallo. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 25 de sep­tiem­bre de 2020.

Entre las víc­ti­mas de Her­nán Giral­do, que son más de 200 niñas, hay temor​.de que su regre­so al país, que se hará en las pró­xi­mas sema­nas, sgni­fi­que el fin de su con­de­na. Es que en Colom­bia no hay volun­tad para juz­gar­le ape­sar de que es el mayor vio­la­dor serial del país.

Fue­ron cien­tos los padres de fami­lia que subían a la fin­ca de Her­nán Giral­do en Mache­te Pela­do, en ple­na Sie­rra Neva­da de San­ta Mar­ta con sus hijas de doce años. Las niñas lle­ga­ban llo­ran­do, arras­tra­das por el des­tino. Giral­do man­da­ba a sus anchas con su ejér­ci­to de para­mi­li­ta­res, deter­mi­na­ba las leyes, nom­bra­ba los ascen­sos, decía quién moría, quien vivía. Más que el gana­do, que las arro­bas de gra­nos, había un rega­lo que pre­fe­ría por enci­ma de todos: las niñas vírgenes. 

Los padres deja­ban a las mucha­chas a mer­ced del jefe del Fren­te Resis­ten­cia Tay­ro­na de las Auto­de­fen­sas Uni­das de Colom­bia. Las ence­rra­ban duran­te quin­ce días en un cuar­to húme­do, estre­cho, lleno de bichos. Si las niñas llo­ra­ban los hom­bres arma­dos que cus­to­dia­ban al patrón las ame­na­za­ban con las bocas de sus fusi­les. Cada noche Her­nán Giral­do entra­ba a las cel­das y las vio­la­ba. Entre más gri­ta­ran las mucha­chas mayor era el placer.

¿Quién es Her­nán Giraldo?

A Her­nán Giral­do se le cono­cía en la Sie­rra con los apo­dos de El vie­jo o El Tigre, pero el que más dis­fru­ta­ba era el de Tala­dro, el sobre­nom­bre que se había gana­do por su vora­ci­dad sexual. Naci­do en 1948 es aún, según su abo­ga­do, “un cam­pe­sino de cora­zón, el tipo de per­so­na que quie­re levan­tar­se de madru­ga­da y tra­ba­jar la tie­rra bajo el sol”. Para el por­tal Ver­dad Abier­ta este hom­bre dejó una este­la de 67 mil víc­ti­mas en la Sie­rra Neva­da y sus alre­de­do­res y más de 200 joven­ci­tas vio­la­das. Nadie sabe lo cer­ca que estu­vo Giral­do de cum­plir su gran sue­ño: for­mar un ejér­ci­to, un cuer­po éli­te com­pues­to solo de sus hijos, pro­duc­to de las vio­la­cio­nes. Estu­vo a pun­to de lograrlo.

El núme­ro de hijos con el que pobló la Sie­rra varia­ba según los infor­mes pre­sen­ta­dos has­ta aho­ra. La cifra que más pare­cía ajus­tar­se a la ver­dad era la de 38 hijos. Según el tra­ba­jo de la inves­ti­ga­do­ra Ana Sala­zar, que expon­drá en el pró­xi­mo Con­gre­so Inter­na­cio­nal de Cien­cias Socia­les que se lle­va­rá a cabo en París, la cifra supe­ra­ría los 70 hijos.

La pre­sen­cia de Giral­do en el Mag­da­le­na ya va a cum­plir medio siglo. Naci­do en Páco­ra, Cal­das, apa­re­ció en ple­na bonan­za marim­be­ra en la Sie­rra atraí­do por la leyen­da de la marihua­na Gol­den. En ese momen­to el más duro expor­ta­dor de marihua­na era un hom­bre cono­ci­do como Drá­cu­la. Los Giral­do desa­fia­ron su poder y Drá­cu­la con­tes­tó matan­do a su her­mano. La ven­gan­za no tar­da­ría en lle­gar: Giral­do duró una sema­na des­mem­bran­do con pacien­cia el cuer­po de Drá­cu­la, mien­tras lo tor­tu­ra­ba le saca­ba rutas, le hacía escri­tu­rar pro­pie­da­des, cuan­do ter­mi­nó de matar­lo ya era due­ño de toda su estructura.

Tra­ba­ja­ba direc­ta­men­te con el Car­tel de Mede­llín y esta­ba encar­ga­do de orga­ni­zar escua­dro­nes de lim­pie­za en toda San­ta Mar­ta. Hubo un momen­to en que no que­dó un solo indi­gen­te en la zona. Con­tra­tó a un mer­ce­na­rio israe­lí para entre­nar a sus hom­bres, cuan­do cre­yó que ya esta­ban lis­tos se fue­ron con­tra un cam­pa­men­to de sin­di­ca­lis­tas bana­ne­ros. Era solo un simu­la­cro, pero más de trein­ta per­so­nas fue­ron asesinados.

Fue dete­ni­do, encon­tra­do cul­pa­ble y con­de­na­do a 20 años de cár­cel pero en 1989 se voló para la Sie­rra y allí nadie más lo encon­tró. For­mó gru­pos para­mi­li­ta­res, las Farc qui­sie­ron matar­lo tres veces pero, como los gran­des capos, Giral­do era inmu­ne a las balas. Se ganó a la gen­te con su don de man­do, pavi­men­tan­do como podía carre­te­ras, levan­tan­do casas, pro­te­gien­do a la gen­te. Eso sí, como un señor feu­dal, le encan­ta­ban las dádi­vas, sobre todo si eran joven­ci­tas de 12 años. 

Giral­do revi­vió la temi­ble prác­ti­ca colo­nial de dere­cho de per­na­da y apun­ta­ba con ojo cer­te­ro a sus víc­ti­mas. Nun­ca vio­ló a una negra ni a una indí­ge­na. Todas eran blan­cas y, en lo posi­ble, rubias. Si reu­nía estas con­di­cio­nes el mons­truo no per­do­na­ba a nadie, ni siquie­ra a Daysy, la hija de sus coci­ne­ros quien tenía nue­ve años cuan­do empe­zó a abu­sar de ella. Siem­pre ame­na­za­ba con que la mata­ría si abría la boca. A veces les pro­me­tía rique­zas sin fin, via­jes al exte­rior, cade­nas de oro, autos de alta gama y las niñas no tenían otro camino que el de obe­de­cer­le. Muchas de esas niñas se que­da­ban a vivir con él en Mache­te Pela­do don­de lle­gó a tener un harén de jovencitas.

Los papás sabían el des­tino de sus hijas pero no podían impe­dir­lo: a fal­ta de Esta­do el que man­da­ba era Tala­dro y ellos se encar­ga­ban de cum­plir­le a él y a los 200 hom­bres que con­for­ma­ban su guar­dia per­so­nal. En el 2002, cuan­do su poder cobra­ba dimen­sio­nes impe­ria­les, empe­zó a armar y for­mar para la gue­rra a dos doce­nas de mucha­chos, todos mayo­res de 14 años. Eran sus hijos.

Como un caci­que mile­na­rio, Giral­do creía que iba a man­dar en la Sie­rra por los siglos de los siglos. Sin embar­go, en el 2005, a rega­ña­dien­tes, se some­tió a la Ley de jus­ti­cia y paz. El 12 de mayo del 2008 fue des­per­ta­do brus­ca­men­te de la cár­cel de Barran­qui­lla, le orde­na­ron hacer una male­ta y, sin decir más, lo subie­ron a un avión. Su nue­vo des­tino era una cár­cel de Esta­dos Uni­dos, manos ata­das, gri­lle­tes en los pies, pero la semi­lla de odio, muer­te y ven­gan­za había dado sus fru­tos y una déca­da des­pués, sus des­cen­dien­tes mane­jan las doce estruc­tu­ras de vio­len­cia que siem­bran terror en la Sie­rra Neva­da de San­ta Mar­ta y en el depar­ta­men­to del Magdalena. 

Ampa­ro, su hija pri­mo­gé­ni­ta se ha con­ver­ti­do en un mons­truo rabio­so que mane­ja Los Pachen­cas, el gru­po sur­gi­do del Blo­que para­mi­li­tar Tay­ro­na, que tie­ne una pre­sen­cia imba­ti­ble inclu­so en las calles de San­ta Mar­ta. Nadie la ha podi­do dete­ner, como tam­po­co a sus her­ma­nos de san­gre que lle­van como ella la impron­ta san­gui­na­ria de Taladro.

Fuen­te: Las 2 orillas

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