Méxi­co. Sem­bra­do­res de agua, zapo­te­cas que con orga­ni­za­ción ven­cen la sequía, revi­ven sus cam­pos y enfren­tan la pandemia

Dia­na Manzo/​Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 10 de agos­to de 2020

San Anto­nino Cas­ti­llo Velas­co, Oaxa­ca.- Con resis­ten­cia y orga­ni­za­ción, des­de el 2005 el pue­blo ben’ zaa (zapo­te­ca del valle) de San Anto­nino Cas­ti­llo Velas­co, asen­ta­do en el sure­ño esta­do de Oaxa­ca, se con­vir­tió en “sem­bra­dor de agua y de vida”, a tra­vés de la cap­ta­ción de agua por medio de pozos de fil­tra­ción, rete­nes y ollas, téc­ni­ca con la que los indí­ge­nas ven­cie­ron una fuer­te sequía que alte­ró el cam­po y la cose­cha, ade­más de pro­vo­car el incre­men­to de la migración.

La esca­sa agua en la zona de los Valles Cen­tra­les de Oaxa­ca es con­se­cuen­cia de diver­sas accio­nes: la pri­me­ra es que en el año de 1985 por ini­cia­ti­va guber­na­men­tal se dese­ca­ron las Cié­ne­gas de esta región para con­tar con más tie­rra dis­po­ni­ble para cam­pos de cul­ti­vo, pero esto pro­vo­có que la hume­dad del sue­lo se per­die­ra rápi­da­men­te y oca­sio­nó que vein­te años des­pués el nivel de los pozos des­cen­die­ra notablemente .

Ese mis­mo año, el gobierno fede­ral enca­be­za­do por Vicen­te Fox Que­sa­da deci­dió hacer efec­ti­vo un Decre­to de Veda de agua sub­te­rrá­nea para los Valles Cen­tra­les de Oaxa­ca, que data del año 1967, y que impi­dió has­ta el año pasa­do el libre apro­ve­cha­mien­to de los pozos agrí­co­las de la región, es decir: si no cuen­tan con un títu­lo de con­ce­sión que expi­de la Comi­sión Nacio­nal del Agua (Cona­gua) tam­po­co pue­den acce­der a la toma de ener­gía eléc­tri­ca, por lo que la agri­cul­tu­ra agonizaba.

Emi­liano Sán­chez, agri­cul­tor nati­vo de San Anto­nino Cas­ti­llo Velas­co des­de hace más de 30 años, recuer­da que en ese tiem­po, en el 2005, de su par­ce­la no cose­chó nada, ni siquie­ra una de las muchas cebo­llas que en cada tem­po­ra­da obte­nía. En en ese año todo fue sequía y preo­cu­pa­ción, por­que ade­más la Comi­sión Nacio­nal del Agua (Cona­gua) les apli­có una mul­ta de has­ta 24 mil pesos por­que los cul­pó de la escasez.

La mul­ta de la Cona­gua no fue casua­li­dad. En el año de 1967 este pue­blo, al igual que otros del valle de Ocotlán-Zimatlán, como San Sebas­tián, San Pedro Már­tir, San Pedro Após­tol, San Feli­pe Após­tol y San­tia­go Após­tol, que suman 16 comu­ni­da­des, se vie­ron afec­ta­dos por una veda decre­ta­da por el pre­si­den­te Gus­ta­vo Díaz Ordaz, que prohi­bió el uso del agua para la agri­cul­tu­ra. La res­pues­ta de la comu­ni­dad fue orga­ni­zar­se, y así nació la Coor­di­na­do­ra de Pue­blos Uni­dos por la Defen­sa del Agua (Copu­da), que es un ejem­plo de orga­ni­za­ción mun­dial por el inno­va­dor sis­te­ma comu­ni­ta­rio de uso y ges­tión del agua alta­men­te efectivo.

Ya orga­ni­za­dos, el papel de la Copu­da fue rea­li­zar asam­bleas pue­blo por pue­blo, escu­char las dolen­cias y preo­cu­pa­cio­nes, pero sin tar­dar mucho tiem­po, pues el cam­po nece­si­ta­ba pro­du­cir y había que encon­trar una téc­ni­ca. Sabe­do­res de que el tema de la veda era lo más com­pli­ca­do, deci­die­ron pre­gun­tar a espe­cia­lis­tas y en el camino se encon­tra­ron con la orga­ni­za­ción civil Flor y Can­to, quién les orien­tó sobre la cap­ta­ción del agua.

Los indí­ge­nas reco­no­cen el res­pal­do de las auto­ri­da­des, muchas de ellas comu­ni­ta­rias y ejida­les, pues afir­man que cre­ye­ron en el pro­yec­to de revi­vir el cam­po que garan­ti­za la vida en esta región oaxa­que­ña. “Fue tan duro y tris­te no tener agua de llu­via y enci­ma no poder usar la de nues­tros ríos por­que había veda”, dice Emi­liano, quién aho­ra con la téc­ni­ca de goteo obte­ni­da a par­tir de la cap­ta­ción de agua de llu­via ve resur­gir la vida en su parcela.

“Muchos cam­pe­si­nos cuan­do vie­ron la sequía se lamen­ta­ron y dije­ron “si Dios quie­re que así viva­mos, qué le vamos hacer’, pero yo digo que dios nos da el agua y esa agua noso­tros deci­di­mos acu­mu­lar­la”, dice Emi­liano, y expli­ca que antes que pen­sar en cose­char cual­quier pro­duc­to, era nece­sa­rio cap­tar llu­via. Para dete­ner­la habría que acu­mu­lar­la y lue­go, con la ayu­da de tube­rías de PVC, lle­var el agua a los pozos que se cavan cer­ca de los cam­pos de cul­ti­vo para que el agua que sobre­pa­se los nive­les nutra los man­tos acuíferos.

Jus­tino Mar­tí­nez, es otro de los sem­bra­do­res de agua, y cuen­ta que antes el agua de llu­via corría por los cami­nos del arro­yo y se iba al río Ato­yac ‑esta por­ción natu­ral de tie­rra que tan­to defen­dió el artis­ta plás­ti­co Fran­cis­co Tole­do y que hoy vive una seve­ra con­ta­mi­na­ción-. En este mis­mo afluen­te todo el agua de llu­via que no era cap­ta­da, se per­día y se con­ta­mi­na­ba, pero aho­ra con la téc­ni­ca de cap­ta­ción que apren­die­ron, nada se tira, y al con­tra­rio: la más míni­ma de las gotas tie­ne un des­tino, una par­ce­la de hor­ta­li­zas o flores.

“El agua que cose­cha­mos, ésa que alma­ce­na­mos, se guar­da en reci­pien­tes o pozos como les lla­ma­mos, le pone­mos rete­nes para que no se expan­da y así a tra­vés de tube­rías PVC la trans­por­ta­mos y lle­ga a los pozos de absor­ción que se cavan cer­ca de los cam­pos. Pos­te­rior­men­te, con una bom­ba, cubre las par­ce­las, todo eso lo apren­di­mos noso­tros y se ha logra­do por­que el éxi­to es la organización”.

Agua libre para todos

Mien­tras que en los pri­me­ros años tenían que cavar has­ta 40 metros, aho­ra el agua la encuen­tran a 10 y 20 metros de pro­fun­di­dad. Todo tie­ne sen­ti­do, aho­ra cul­ti­van y siem­bran agua, y lo mejor, hacen mil­pa para sobrevivir.

Cuan­do se cami­na por estos sen­de­ros ver­des el pano­ra­ma es alen­ta­dor y se cons­ta­ta que las cam­pe­si­nas y cam­pe­si­nos ya no cose­chan preo­cu­pa­dos como antes. Sus cul­ti­vos son su fuer­za de vida, nacie­ron del cam­po y mori­rán aquí, como lo hicie­ron sus padres y abuelos.

En esta por­ción de tie­rra del sur de Méxi­co, don­de la vida pare­ce no defi­nir­se por un hora­rio ni espa­cio, sino sim­ple­men­te por las ganas de cul­ti­var, sin depen­der de nin­gún sub­si­dio públi­co logra­ron rever­tir la sequía que los esta­ba dejan­do sin vida. Así sur­gie­ron “los sem­bra­do­res de agua”.

En San Anto­nino Cas­ti­llo Velas­co, cuna del jara­be del Valle y don­de con­vi­ven cer­ca de 5 mil habi­tan­tes, la vida se tor­na dife­ren­te por­que aho­ra el agua es libre para todos. Las cam­pe­si­nas y cam­pe­si­nos de este lugar no pue­den creer que logra­ron ven­cer a un gobierno y devol­ver­le la auto­no­mía a la comu­ni­dad para el cui­da­do de sus aguas. Con agua y cose­cha, los zapo­te­cas pue­den cele­brar sus bai­les, ritos y tra­di­cio­nes a tan sólo 34 kiló­me­tros de la capi­tal de Oaxaca.

Jus­tino Mar­tí­nez apren­dió jun­to con Emi­liano a sem­brar y cose­char agua. Él y otros acu­die­ron a capa­ci­tar­se en la crea­ción de pozos de absor­ción en el Museo del Agua ubi­ca­do en Tehua­cán, Pue­bla, y ahí apren­die­ron a cons­truir­las. Pri­me­ro ins­ta­la­ron sie­te pozos como una prue­ba pilo­to, y actual­men­te son 300 pozos norias sem­bra­das en las parcelas.

“Fue­ron meses inten­sos de ir y venir a Pue­bla, fue mucho esfuer­zo pero aho­ra que vemos el pro­gre­so, cuan­do vemos la vida de nues­tros cul­ti­vos, las legum­bres y flo­res, reafir­ma­mos que valió la pena. La cla­ve fue la orga­ni­za­ción”, dice, orgu­llo­so, Justino.

La segun­da acción que rea­li­za­ron fue de tipo legal. En 2011 deman­da­ron a la Comi­sión Nacio­nal del Agua ante el Tri­bu­nal Supe­rior de Jus­ti­cia Fis­cal y Admi­nis­tra­ti­vo, por impo­ner altos cobros sin rea­li­zar pre­via­men­te una con­sul­ta, como lo exi­ge el Con­ve­nio 169 de la Orga­ni­za­ción Inter­na­cio­nal del Tra­ba­jo. Dos años des­pués, en 2013, el Tri­bu­nal resol­vió en favor de la Copu­da y orde­nó rea­li­zar la con­sul­ta indí­ge­na en 16 comu­ni­da­des, nue­ve agen­cias y sie­te municipios.

Espe­ran­za Alon­so Con­tre­ras cul­ti­va chi­les y flo­res, la vida le ha devuel­to a ella una opor­tu­ni­dad para seguir hacien­do lo que su padre le here­dó: labrar y cose­char la tie­rra para vivir del cam­po. Ella expli­ca que la lucha de la Copu­da y de los pue­blos del valle no ha sido nada fácil para los cam­pe­si­nos de esta zona lla­ma­da tam­bién micro­rre­gión “Xni­zaa”, que en zapo­te­co sig­ni­fi­ca “Nues­tra agua”, por­que ape­nas el año pasa­do logra­ron fir­man un acuer­do para rever­tir el decre­to de veda de 1967, des­pués de una con­sul­ta indí­ge­na que duró cua­tro años, y con ello levan­tar la veda y per­mi­tir el uso de agua para la agri­cul­tu­ra en las comu­ni­da­des indígenas.

Espe­ran­za no pier­de la espe­ran­za. A pesar de con­tar con una reso­lu­ción que les per­mi­te usar las aguas para regar sus cose­chas, este reco­no­ci­mien­to aún no se da en la prác­ti­ca, y es el moti­vo de la lucha actual de los pue­blos que inte­gran la Copuda.

Con el res­pal­do de sus auto­ri­da­des, las comu­ni­da­des con­ti­núan orga­ni­zan­do su vida. Por ejem­plo, sema­nal­men­te pasan los camio­nes reco­lec­to­res de basu­ra, y un día se lle­van toda la basu­ra inor­gá­ni­ca y el segun­do la orgá­ni­ca, ésta últi­ma se depo­si­ta en los terre­nos y sir­ve como abono.

Ade­más, están incul­ca­do a los jóve­nes de las comu­ni­da­des la siem­bra. Se les ense­ña a cul­ti­var, a cose­char y a cap­tar el agua para des­pués dis­tri­buir­la. Lo que desean es que ya no sean “los vie­jos” lo que sigan hacien­do los cul­ti­vos, sino que la juven­tud se involucre.

El agua en Oaxa­ca vive en agonía

Los abue­los dicen que “la tie­rra está muy tris­te y por eso ya no llo­ra”; otros afir­man que es un cas­ti­go. Pero lo que han hecho estas 16 comu­ni­da­des es reva­lo­ri­zar el agua y dar vida, por­que al cap­tar, guar­dar y dotar de agua a sus cose­chas, hacen posi­ble un ciclo de con­ser­va­ción que es úni­co en el mun­do y que hoy es ejem­plo para revi­vir los man­tos acuíferos.

Al crear­se, la Copu­da tuvo la visión de uni­fi­car esfuer­zos y voces. Expli­can que a quin­ce años de su naci­mien­to es aho­ra la máxi­ma auto­ri­dad, es la fuer­za que los 16 pue­blos crea­ron para la defen­sa de su tie­rra y terri­to­rio, pri­vi­le­gian­do el agua por sobre todas las cosas.

Los cam­pe­si­nos rela­tan que “nada se impo­ne a la fuer­za”, al menos en estas comu­ni­da­des que con­tra­rres­tan la reali­dad del valle de Oaxa­ca, don­de el agua sigue ago­ni­zan­do y según exper­tos en menos de 25 años se vivi­rá una sequía seve­ra debi­do a que los man­tos acuí­fe­ros están secándose.

El acuí­fe­ro de Valles Cen­tra­les está inte­gra­do por cua­tro micro­cuen­cas ubi­ca­das en Coyo­te­pec, Tla­co­lu­la, Oaxa­ca y Ocotlán. En el acuí­fe­ro se han iden­ti­fi­ca­do 143 núcleos agra­rios y se regis­tra un con­su­mo anual de 121.8 millo­nes de metros cúbi­cos de agua.

Según datos de los Ser­vi­cios de Agua Pota­ble y Alcan­ta­ri­lla­do de Oaxa­ca (SAPAO), 98 por cien­to del agua pota­ble con la que se abas­te­ce la capi­tal oaxa­que­ña se obtie­ne de la explo­ta­ción de 23 pozos pro­fun­dos, de 48 en existencia.

Actual­men­te, SAPAO sumi­nis­tra agua a la ciu­dad y par­cial­men­te a 10 muni­ci­pios conur­ba­dos, por lo que abas­te­ce apro­xi­ma­da­men­te a 800 mil habi­tan­tes y “pro­du­ce” 16 millo­nes de litros anua­les de agua potable.

Ya lo anti­ci­pa­ron a prin­ci­pios de año los inte­gran­tes del Foro Oaxa­que­ño del Agua (FOA), quie­nes advir­tie­ron que des­de hace tres años las llu­vias han dis­mi­nui­do en el valle de Oaxa­ca, lo que indi­ca que se afec­ta­rá el abas­te­ci­mien­to del líqui­do en la zona metro­po­li­ta­na de la entidad.

Juan José Con­se­jo Due­ñas, pre­si­den­te del Ins­ti­tu­to de la Natu­ra­le­za y la Socie­dad de Oaxa­ca (INSO), reafir­mó que la esca­sez ya es una reali­dad, pues esti­ma que el sumi­nis­tro de agua está entre los 200 y 500 litros por segun­do, cuan­do ideal­men­te debe­ría estar en mil 500 litros.

Esto coin­ci­de con la infor­ma­ción de la Cona­gua que seña­la que des­de el año pasa­do las pre­ci­pi­ta­cio­nes plu­via­les estu­vie­ron entre un 15 y 20 por cien­to por deba­jo de lo que nor­mal­men­te llue­ve en la enti­dad. “Se siguen regis­tran­do bajas pre­ci­pi­ta­cio­nes en gran par­te del esta­do y esto trae como con­se­cuen­cia que la tem­po­ra­da de estia­je sea más seve­ra, prin­ci­pal­men­te en la segun­da quin­ce­na de los meses de mar­zo y abril”, expli­có Julio Sala­zar, jefe de depar­ta­men­to de meteo­ro­lo­gía de la Cona­gua en Oaxaca.

El Covid-19 no para la cap­ta­ción de agua

Cose­char agua en medio de una cri­sis sani­ta­ria, como la de la actual pan­de­mia de COVID-19, sig­ni­fi­ca un doble esfuer­zo, por­que por un lado está el lla­ma­do de “qué­da­te en casa”, y por el otro el tema de los recur­sos para rea­li­zar las manio­bras, que para este año solo se des­ti­nó el 60 por cien­to de lo reci­bi­do años atrás, debi­do a que las auto­ri­da­des lo han asig­na­do al sec­tor salud.

“Resis­tir y for­ta­le­cer lo que se ha pues­to en prac­ti­ca” es el siguien­te paso, dice Car­men San­tia­go Alon­so, de la orga­ni­za­ción Flor y Can­to, que ha brin­da­do el acom­pa­ña­mien­to a las y los cam­pe­si­nos de la Copu­da. Aho­ra lo que hay que hacer, expli­ca, es “com­par­tir ali­men­tos” y “no dejar morir de ham­bre al her­mano”, por lo que es más impor­tan­te seguir cap­tan­do el agua y con­ti­nuar con las cosechas.

Mien­tras cami­na en medio de los cul­ti­vos que son rega­dos por el agua cap­ta­da, la defen­so­ra reto­ma el tema de la sobe­ra­nía ali­men­ta­ria. Su mayor anhe­lo, dice, “es invo­lu­crar a los jóve­nes a este tra­ba­jo que le ha devuel­to la vida a sus par­ce­las, por­que está com­pro­ba­do que vivir de lo que la tie­rra pro­du­ce es la mejor for­ma de sobrevivencia”.

Cuan­do Car­men habla de armo­ni­zar el cora­zón se refie­re a que “se ante­pon­gan los valo­res comu­ni­ta­rios, que son alta­men­te huma­nos, para rena­cer el cam­po”. Las comu­ni­da­des, dice, “lo saben, lo han hecho y algu­nas tri­ba­les tam­bién, pero se nece­si­ta que ese pen­sa­mien­to lle­gue a más per­so­nas, que sea global”.

Los sem­bra­do­res del Agua, dice la fun­da­do­ra de Flor y Can­to, “como pue­blos indí­ge­nas van a seguir resis­tien­do, y su sabi­du­ría per­ma­ne­ce­rá para las futu­ras generaciones”.

FUENTE: des­In­for­me­mo­nos

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