Cuba. La Isla bur­gue­sa de gene­ra­les y ladrones

Por Raúl Anto­nio Capo­te, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 24 agos­to de 2020.

Siem­pre que los medios de comu­ni­ca­ción al ser­vi­cio del gobierno de los Esta­dos Uni­dos, la pren­sa cor­po­ra­ti­va o la red de sitios digi­ta­les, con­tra­rre­vo­lu­cio­na­rios se refie­ren a la Cuba antes de 1959, se dibu­ja un país que nun­ca fue.

La repú­bli­ca bur­gue­sa, fue el labo­ra­to­rio de ins­ti­tu­cio­nes que sir­vie­ron de mode­lo para la repre­sión en Amé­ri­ca Lati­na, como el Buró para la Repre­sión de las Acti­vi­da­des Comu­nis­tas (BRAC), el Ser­vi­cio de Inte­li­gen­cia Mili­tar (SIM), el Ser­vi­cio de Inte­li­gen­cia Naval (SIN), La Poli­cía Marí­ti­ma, el Buró de Inves­ti­ga­cio­nes (BI) y la Poli­cía Nacio­nal, ver­da­de­ros antros de tor­tu­ra y muerte.

Espe­cia­lis­tas cali­fi­ca­dos en las aca­de­mias yan­quis prac­ti­ca­ron, sobre todo duran­te la dic­ta­du­ra de Ful­gen­cio Batis­ta, méto­dos nove­do­sos de inte­rro­ga­to­rio y «per­sua­sión» de los detenidos.

Espe­cia­lis­tas esta­dou­ni­den­ses par­ti­ci­pa­ron en las tor­tu­ras y las des­apa­ri­cio­nes, varios car­nets de agen­tes de ese país fue­ron encon­tra­dos al triun­fo de la Revo­lu­ción en el BRAC y el SIM, exis­tían inclu­so «agen­cias pri­va­das» como la Agen­cia Rey­nolds, crea­das por el FBI y la CIA para obte­ner infor­ma­ción de pri­sio­ne­ros revolucionarios.

El Esta­do Mayor de la repre­sión de encon­tra­ba en la Emba­ja­da de los EEUU de don­de par­tía una gran red para el aco­pio de infor­ma­ción y se «acon­se­ja­ban» méto­dos para obte­ner infor­ma­ción de los revo­lu­cio­na­rios detenidos.

En 1955 se pro­du­jo la visi­ta del jefe de la CIA Allen Dulles, y en los pri­me­ros días de diciem­bre de 1956, tuvo lugar en el Hotel Nacio­nal una reu­nión de todos los jefes de esta­ción CIA en la Amé­ri­ca Lati­na y el Caribe.

Lyman B. Kirk­pa­trick, Jr. ins­pec­tor gene­ral de la CIA, visi­tó Cuba en 1956, 1957 y 1958, según él mis­mo des­cri­be en su libro The Real CIA, como par­te de sus fun­cio­nes en esa agen­cia[1]

Según cuen­ta el mis­mo Kirk­pa­trick, cuan­do vino en 1956, refie­re Tra­ba­ja­do­res, vino a inda­gar, a nom­bre del secre­ta­rio de Esta­do, John Fos­ter Dulles, sobre la actua­ción de Ful­gen­cio Batis­ta con­tra el comu­nis­mo, por­que según la opi­nión del Depar­ta­men­to de Esta­dos de los EE. UU y sus ser­vi­cios espe­cia­les «se había hecho muy poco».

En los sóta­nos del SIM, los dete­ni­dos recién lle­ga­dos, eran con­du­ci­dos a las salas de tor­tu­ras para «escu­char ópe­ra» así le decían aque­llos bár­ba­ros a escu­char los gri­tos de dolor de los que sufrían tortura.

Los autos del tene­bro­so Buró de Inves­ti­ga­cio­nes (BI) cir­cu­la­ban con cha­pas del esta­do de La Flo­ri­da, Esta­dos Uni­dos y cau­sa­ban terror en la pobla­ción, ser dete­ni­do y subi­do a uno de esos autos, era igual a des­apa­re­cer para siempre.

No se ha podi­do cono­cer la can­ti­dad exac­ta de jóve­nes que des­pués de ser tor­tu­ra­dos sal­va­je­men­te, fue­ron tras­la­da­dos en la lan­cha «4 de sep­tiem­bre», fon­dea­da a la sali­da del río Almen­dra­res y lan­za­dos vivos a las pro­fun­di­da­des del mar.

Muchos ino­cen­tes sufrie­ron tor­tu­ra y muer­te, muchos jóve­nes que nada tenían que ver con orga­ni­za­cio­nes revo­lu­cio­na­rias clan­des­ti­nas, el obje­ti­vo era sem­brar el terror y para­li­zar cual­quier inten­to de protesta.

Lo que pasa en La Haba­na, se que­da en…

Ade­más, la Haba­na era el paraí­so de la mafia, el ron y las dro­gas, un rei­no de la impu­ni­dad que cre­cía como «ciu­dad del peca­do» en para­le­lo a Las Vegas, con gran­des ven­ta­jas sobre la per­la de Nevada.

Lo que pasa­ba en La Haba­na, se que­da­ba en La Haba­na. No había lugar con­cu­rri­do de la ciu­dad que no con­ta­ra con un expen­dio de dro­gas, una mesa de jue­go, un apun­ta­dor y cien­tos de pros­ti­tu­tas. La ciu­dad «esplen­do­ro­sa» con­ta­ba con miles de bares, can­ti­nas y peque­ñas barras.

En aquel esta­do de cor­te delic­ti­vo todo iba bien para la mafia y sus tes­ta­fe­rros cuba­nos, con dine­ro del pue­blo roba­do por los gober­nan­tes se cons­tru­ye­ron gran­des obras públi­cas al gus­to de los turis­tas que venían a des­pil­fa­rrar su dine­ro en los casinos.

Des­lum­bran­tes hote­les y casi­nos se eri­gie­ron en esos años, con cré­di­tos otor­ga­dos por «ban­cos cuba­nos», las ganan­cias salían dia­ria­men­te rum­bo a los Esta­dos Uni­dos, era un bis­nes redon­do, gra­cias a Batis­ta el pue­blo cubano finan­cia­ba un nego­cio sucio que no le repor­ta­ba nin­gu­na utilidad.

Las gran­des obras públi­cas que hoy reci­ben tan­ta publi­ci­dad como mues­tra del éxi­to de aque­lla repú­bli­ca bur­gue­sa, fue­ron en reali­dad gran­des accio­nes de corrup­ción, el dine­ro lo otor­ga­ba el Esta­do a empre­sas pro­pie­dad de los per­so­ne­ros del régi­men, se entre­ga­ban millo­nes por obras que cos­ta­ban unos miles de pesos.

Ful­gen­cio reci­bía el 35% de todas los «tran­sac­cio­nes», de todas las ganan­cias espu­rias de la corrupción.

En aque­lla Cuba «mara­vi­llo­sa» miles de per­so­nas ocu­pa­ban pues­tos en los minis­te­rios y cobra­ban sin tra­ba­jar, era la famo­sa bote­lla ins­ti­tui­da en la repú­bli­ca, car­gos que se entre­ga­ban como pago a favo­res, como com­pro­mi­sos poli­ti­que­ros, etc.

Mien­tras la capi­tal se lle­na­ba de casi­nos y hote­les de ensue­ño, ver­da­de­ras cate­dra­les del enga­ño y la tram­pa, la otra cara de la ciu­dad mos­tra­ba una pobre­za extre­ma y dolorosa.

Cien­tos de villas mise­rias se levan­ta­ban, Las Yaguas, la Cue­va del Humo y tan­tas otras inmen­sas urbes de la indi­gen­cia, cre­cían a la som­bra de las nue­vas sun­tuo­sas construcciones.

En el barrio de Las Yaguas, refie­re la revis­ta Bohe­mia, en con­di­cio­nes infra­hu­ma­nas, mal­vi­vían miles de fami­lias, las casas se cons­truían con las yaguas de las pal­mas, sobran­tes de la indus­tria del tabaco

Mucha­chas cam­pe­si­nas traí­das enga­ña­das a la capi­tal eran explo­ta­das en el famo­so cin­tu­rón de pros­ti­tu­ción que daba ser­vi­cio a los hote­les, casi­nos y cabaret.

Era la Isla para­di­sia­ca de Meyer Lansky, San­tos Traf­fi­can­te, Amle­to Bat­tis­ti Lora, Joe Stas­si, Ama­deo Bar­let­ta y Ful­gen­cio Batista.

El sici­liano San­to Traf­fi­can­te, segun­do jefe del Impe­rio de La Haba­na, cabe­za visi­ble en los nego­cios de la mafia nor­te­ame­ri­ca­na en Cuba, con su cuar­tel gene­ral en el caba­ret Sans Sou­ci, era, des­de la déca­da del trein­ta, el encar­ga­do de traer la cocaí­na de la ciu­dad de Mede­llín, en Colom­bia, hacia La Haba­na y la heroí­na des­de Marsella.

Para estas ope­ra­cio­nes fun­da­ron en Cuba com­pa­ñías aéreas que ope­ra­ban des­de los aero­puer­tos mili­ta­res, con equi­pos y téc­ni­cos de la fuer­za aérea cuba­na, pro­te­gi­dos por el ejér­ci­to y la poli­cía nacional.

La Haba­na era ade­más el cen­tro más impor­tan­te de lava­do de dine­ro de las Américas.

Fuen­tes: Cen­so de 1953. Ofi­ci­na del Cen­so de los EE.UU.

El Impe­rio de La Haba­na, Enri­que Cirules.


[1] Perió­di­co Tra­ba­ja­do­res ¿Qué hizo el Ins­pec­tor Gene­ral de la CIA en Cuba?

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