Bie­lo­rru­sia. Geo­po­lí­ti­ca en el cora­zón de Europa

Por Txen­te Rekon­do. Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 9 de agos­to de 2020.

Bie­lo­rru­sia es con­si­de­ra­do como «el cen­tro geo­grá­fi­co de Euro­pa», ubi­can­do éste en la ciu­dad de Polotsk. Tam­bién se le cono­ce como el «cora­zón olvi­da­do de Euro­pa», pero su ubi­ca­ción geo­grá­fi­ca le ha con­fe­ri­do his­tó­ri­ca­men­te una impor­tan­cia geo­es­tra­té­gi­ca, que ha aumen­ta­do en los últi­mos años.

Esa situa­ción entre Rusia y «Occi­den­te« ha mar­ca­do la polí­ti­ca exte­rior de Lukashen­ko estos años, bus­can­do en todo momen­to ubi­car la balan­za a su favor en fun­ción de los intere­ses de los acto­res exte­rio­res. Así, ante el cin­tu­rón rusó­fo­bo que con­for­man Polo­nia, Ucra­nia y los esta­dos bál­ti­cos, Minsk se ubi­ca jun­to a Mos­cú a cam­bio de «pre­cios espe­cia­les» en el petró­leo y gas rusos. Cuan­do Mos­cú deci­de no con­ti­nuar con esa rela­ción, Lukashen­ko vuel­ve su mira­da hacia Occi­den­te, con quien su rela­ción se ase­me­ja a un círcu­lo, «del ale­ja­mien­to a la luna de miel y de vuel­ta al alejamiento».

En estos momen­tos, Bie­lo­rru­sia afron­ta un com­ple­jo con­tex­to eco­nó­mi­co, con una impor­tan­te deu­da exter­na, una caí­da en los ingre­sos por el colap­so del pre­cio del petró­leo y una rece­sión a la vis­ta de la mano de la Covid-19. Si a eso aña­di­mos el dete­rio­ro de las rela­cio­nes con Mos­cú, la pér­di­da de popu­la­ri­dad del actual pre­si­den­te y el giro de éste hacia Occi­den­te, el pano­ra­ma pue­de com­pli­car­se en los pró­xi­mos meses.

La aten­ción mediá­ti­ca se cen­tra en torno a Lukashen­ko y su futu­ro. A pesar de su impo­pu­la­ri­dad en Bru­se­las, Washing­ton y Mos­cú, el apo­yo y el caris­ma hacia su figu­ra toda­vía es ele­va­do en el país. Una serie de fac­to­res han juga­do a su favor en el pasa­do. Tras la deba­cle del espa­cio sovié­ti­co, logró el éxi­to eco­nó­mi­co del país, a tra­vés del empleo y la segu­ri­dad man­tu­vo el orden, y has­ta aho­ra ha sabi­do manio­brar ante las pre­sio­nes extranjeras.

Defi­ni­do como un cama­león polí­ti­co y un super­vi­vien­te nato, ha sido muy hábil a la hora de explo­tar sus opor­tu­ni­da­des. Ha bus­ca­do una sim­bio­sis en la iden­ti­fi­ca­ción nacio­nal de Bie­lo­rru­sia y la defen­sa de su inde­pen­den­cia; una acti­tud ambi­va­len­te hacia Rusia y Occi­den­te; una devo­ción al orden; un agu­do sen­ti­mien­to de paren­tes­co con la gen­te del cam­po; un ape­go a lo que defi­ne como demo­cra­cia direc­ta en opo­si­ción a la demo­cra­cia repre­sen­ta­ti­va; un recha­zo al fun­da­men­ta­lis­mo del mer­ca­do y una devo­ción a la equi­dad social; defen­der el nacio­na­lis­mo cívi­co (en opo­si­ción al étni­co) para Bie­lo­rru­sia; y un apo­yo en el Ejér­ci­to y la pode­ro­sa KGB local.

Uno de los pila­res del éxi­to de Lukashen­ko ha sido el mode­lo eco­nó­mi­co desa­rro­lla­do. Evi­tan­do la pri­va­ti­za­ción sal­va­je y la tera­pia de cho­que neo­li­be­ral que se imple­men­tó en el anti­guo espa­cio sovié­ti­co en la déca­da de los noven­ta, el polí­ti­co bie­lo­rru­so ha desa­rro­lla­do una «eco­no­mía de mer­ca­do orien­ta­da social­men­te». Carac­te­ri­za­da por un papel sig­ni­fi­ca­ti­vo del sec­tor públi­co, el peso de la segu­ri­dad social uni­ver­sal; el man­te­ni­mien­to del empleo, la pre­ven­ción de quie­bras median­te res­tric­cio­nes pre­su­pues­ta­rias sua­ves y la inver­sión en salud, edu­ca­ción y bienestar.

Cons­cien­te de las limi­ta­cio­nes y las pre­sio­nes exte­rio­res, y miran­do el desa­rro­llo que se ha pro­du­ci­do en otros paí­ses exso­vié­ti­cos, Lukashen­ko afir­ma­ba en una entre­vis­ta que «es mucho más fácil enri­que­cer a mil oli­gar­cas que crear una vida nor­mal para millones».

La som­bra de un cam­bio de régi­men tam­bién pla­nea sobre Bie­lo­rru­sia. Algu­nas fuen­tes apun­tan a la posi­bi­li­dad de que esté en mar­cha un nue­vo inten­to de «revo­lu­ción de colo­res», o una espe­cie de Mai­dán ucra­niano, e inclu­so aven­tu­ran la posi­bi­li­dad de que se repi­ta una estra­te­gia simi­lar a la que se vivió en Tur­quía hace unos meses.

Los defen­so­res de esas teo­rías seña­lan la cam­pa­ña “I/​We are the 97%”, que bus­ca exten­der la fal­sa ima­gen de que Lukashen­ko­só­lo con­ta­ría con el apo­yo del 3%. El guión ya es de sobra cono­ci­do: des­le­gi­ti­mar las elec­cio­nes; que Occ­ci­den­te no reco­noz­ca un posi­ble triun­fo de Lukashen­ko; inclu­so si triun­fa, aumen­tar la cam­pa­ña en su con­tra para debi­li­tar­lo; uti­li­zar la tec­no­lo­gía y las movi­li­za­cio­nes popu­la­res para sacu­dir el país y divi­dir a la éli­te política.

Evi­den­te­men­te no se bus­ca­ría sólo la eli­mi­na­ción de Lukashen­ko como pre­si­den­te, sino el retorno del país a los años 90 y abrir la puer­ta al desa­rro­llo de las rece­tas neo­li­be­ra­les de enton­ces. Un cam­bio de régi­men, tan­to eco­nó­mi­co, como polí­ti­co, y evi­den­te­men­te con inci­den­cia en las rela­cio­nes exte­rio­res del país.

No obs­tan­te esa hipo­té­ti­ca agen­da tam­bién tie­ne obs­tácu­los ante sí. Si bien las mani­fes­ta­cio­nes de estos días con­tra Lukashen­ka son impor­tan­tes, éste toda­vía sigue tenien­do apo­yos ele­va­dos en la socie­dad y en esta­men­tos cla­ves del país. Ade­más, como ha ocu­rri­do en el pasa­do, en oca­sio­nes los ges­to­res del cam­bio de régi­men tien­den a pre­sen­tar una visión dis­tor­sio­na­da del país, que ellos mis­mos se aca­ban cre­yen­do, y que se sus­ten­ta en oca­sio­nes en la bús­que­da de alia­dos que sólo dicen lo que esos acto­res quie­ren oír.

Como seña­la un ana­lis­ta local, “aun­que Bie­lo­rru­sia his­tó­ri­ca­men­te ha esta­do en con­tac­to con Occi­den­te, no es una cul­tu­ra pro­fun­da­men­te occi­den­tal. En con­se­cuen­cia, debe tra­tar­se como tal, no como una espe­cie de «pato­lo­gía socio­cul­tu­ral que nece­si­ta ser curada».

La pre­gun­ta del millón, ¿sobre­vi­vi­rá Lukashen­ko? Y si lo hace, ¿cómo será el pano­ra­ma bie­lo­rru­so? Has­ta aho­ra, los can­di­da­tos opo­si­to­res no habían logra­do cre­di­bi­li­dad entra la pobla­ción. A día de hoy, la alian­za opo­si­to­ra está logran­do impor­tan­tes apo­yos y movi­li­za­cio­nes. Pue­den abrir­se grie­tas y manio­bras en sec­to­res que has­ta aho­ra apo­ya­ban a Lukashen­ko. No obs­tan­te, inclu­so para sec­to­res que pue­dan sen­tir­se can­sa­dos de la pre­si­den­cia de Lukashen­ko, el pano­ra­ma de la veci­na Ucra­nia y otros paí­ses del anti­guo espa­cio sovié­ti­co les pue­de lle­var a repen­sar «el voto del cambio”».

Y es que muchas veces no vemos las cosas como son, sino como somos.

* Fuen­te: Naiz​.eus

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