Argen­ti­na. Con orga­ni­za­ción y lucha, recu­pe­ra­mos a Mari­na Martínez

Escri­ben Agus­ti­na Ll. y Xime Arre­ce, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 10 de agos­to de 2020.

Mari­na Mar­tí­nez, de 17 años, de José C. Paz, des­apa­re­ce el pasa­do jue­ves 6, mien­tras se diri­gía a reti­rar el bol­són de mer­ca­de­ría del cole­gio don­de estu­dia, la secun­da­ria N°17, a un tan sólo un kiló­me­tro de su casa. La orga­ni­za­ción y la acción en las redes y en la calle de la fami­lia, veci­nos y orga­ni­za­cio­nes zona­les, con­si­guió que a Mari­na la suel­ten. La tira­ron de un auto cer­ca de su casa, en esta­do de shock, a menos de 48 horas de su des­apa­ri­ción, des­pués de un cor­te de ruta.

Mari­na salió de su casa a las 10 de la maña­na a reti­rar la mer­ca­de­ría. Lle­va­ba sola­men­te su DNI y su celu­lar, sin dine­ro ni sube. Media hora más tar­de, envía el últi­mo men­sa­je a su mamá dicien­do que esta­ba a la espe­ra de los ali­men­tos. Poco tiem­po des­pués, deja de con­tes­tar. Inten­tan lla­mar­la, pero el telé­fono ya daba apagado.

La deses­pe­ra­da bús­que­da de la fami­lia comen­zó a las 11. Cuan­do se acer­can al esta­ble­ci­mien­to edu­ca­ti­vo, les infor­man que nun­ca reti­ró la mer­ca­de­ría. Inme­dia­ta­men­te, rea­li­zan la denun­cia y se arma un flyer que se comien­za a difun­dir por las redes masi­va­men­te, por gru­pos de WhatsApp y logran lle­gar a algu­nos medios de comu­ni­ca­ción. La fami­lia impri­me volan­tes y comien­za a pegar­los y repar­tir­los por todos lados. Se acer­can al cen­tro de moni­to­reo de las cáma­ras del dis­tri­to, pero les nie­gan el acce­so, adu­cien­do que sola­men­te pue­den ver las gra­ba­cio­nes el per­so­nal poli­cial a cargo.

Rita, la her­ma­na mayor, empe­zó a gol­pear puer­tas y mover­se por cada lugar que la man­da­ban: reunio­nes con secre­ta­rios de fis­ca­les, con secre­ta­rias del Minis­te­rio de la Mujer, sin encon­trar sali­da algu­na, excep­to algún que otro trá­mi­te. El esta­do inten­ta escon­der su res­pon­sa­bi­li­dad, plan­tean­do la bús­que­da de una mujer des­apa­re­ci­da como si fue­ra un pro­ble­ma admi­nis­tra­ti­vo, y no político.

A 24 horas de la des­apa­ri­ción, la poli­cía y la fis­ca­lía N°19 a car­go no habían hecho nada. No ras­trea­ron las lla­ma­das de las últi­mas 24 horas del celu­lar de Mari­na, no inten­ta­ron ras­trear la señal de GPS, no hac­kea­ron sus redes socia­les en bus­ca de indi­cios, no pidie­ron las gra­ba­cio­nes de las cáma­ras ale­da­ñas, no lla­ma­ron a decla­rar a nin­gún tes­ti­go. Nada.

Ante la omi­sión de la jus­ti­cia, la fami­lia refuer­za la cam­pa­ña en las redes socia­les. La comu­ni­dad edu­ca­ti­va de la escue­la secun­da­ria se orga­ni­za para difun­dir masi­va­men­te su foto. Final­men­te, y sin res­pues­tas, la fami­lia jun­to a veci­nos y orga­ni­za­cio­nes socia­les de la zona, con­vo­can a un cor­te que ter­mi­na en pique­te sobre la Ruta 197, al cual se suma has­ta el Sin­di­ca­to Luz y Fuer­za de José C. Paz.

Horas más tar­de, por la noche, un vecino ve como tiran a Mari­na de un auto, cer­ca de su casa. Esta­ba viva, pero en llan­to y gritando.

El caso de Mari­na mues­tra un méto­do de acción ante cada des­apa­ri­ción de una mujer. No hay que espe­rar ni un minu­to para hacer la denun­cia, que debe ser toma­da de mane­ra inme­dia­ta: nada de espe­rar 48 horas, que son cru­cia­les para la bús­que­da. Nin­gu­na con­fian­za en el Esta­do, cóm­pli­ce y res­pon­sa­ble de las des­apa­ri­cio­nes, pues a las com­pa­ñe­ras no se las tra­ga la tie­rra. Las fami­lias tra­ba­ja­do­ras deben orga­ni­zar­se y salir a la bús­que­da, no lo va a hacer la poli­cía. La coor­di­na­ción entre veci­nos, ami­gos y orga­ni­za­cio­nes polí­ti­cas, sin­di­ca­les y socia­les, jun­to con las fami­lias obre­ras, ense­ñan que el úni­co camino posi­ble para recu­pe­rar a las chi­cas es la lucha inde­pen­dien­te y en las calles con­tra este régi­men social. La cla­se obre­ra entien­de, que sólo hacién­do­se oír, median­te sus méto­dos his­tó­ri­cos como el pique­te y la movi­li­za­ción, con­si­guen tor­cer el des­tino de la bru­tal cifra de femi­ci­dios y des­apa­ri­cio­nes que vivi­mos cotidianamente.

Exi­gi­mos la inves­ti­ga­ción a fon­do de lo suce­di­do con Mari­na. El Esta­do debe garan­ti­zar­le la aten­ción médi­ca, psi­co­ló­gi­ca y legal que nece­si­te, tan­to ella como su fami­lia, y el res­guar­do necesario.

Fuen­te: Polí­ti­ca Obrera

Itu­rria /​Fuen­te

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