Eco­lo­gīa Social. ¿A qué se refie­ren los cien­tí­fi­cos que ase­gu­ran que el 46% de la Tie­rra se man­tie­ne casi inalterado?

Por Mar­ta Mon­to­jo, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 7 de julio de 2020.

Cer­ca de la mitad de los eco­sis­te­mas terres­tres, sin tener en cuen­ta la super­fi­cie hela­da, no ha sufri­do de mane­ra sig­ni­fi­ca­ti­va las con­se­cuen­cias de la acción huma­na, por lo que aún esta­ría a tiem­po de conservarse

Ima­gen: Mapa de las zonas de bajo impac­to humano en los eco­sis­te­mas terres­tres. Glo­bal Chan­ge Biology

Un 46% de los eco­sis­te­mas terres­tres, sin tener en cuen­ta la super­fi­cie hela­da, no ha sufri­do de mane­ra sig­ni­fi­ca­ti­va las con­se­cuen­cias de la acción huma­na, por lo que aún se esta­ría a tiem­po de con­ser­var­se en esta­do sal­va­je si se apli­ca­sen polí­ti­cas para man­te­ner­los como has­ta aho­ra, prác­ti­ca­men­te intac­tos. Así lo pone de mani­fies­to un nue­vo estu­dio publi­ca­do por inves­ti­ga­do­res de la Uni­ver­si­dad de Cali­for­nia, Davis (UC Davis) y de la Natio­nal Geo­graphic Society en la revis­ta cien­tí­fi­ca Glo­bal Chan­ge Biology.

Para lle­gar a esta con­clu­sión, los espe­cia­lis­tas cru­za­ron los datos de cua­tro mapas recien­tes (de 2016 a 2020) que, con meto­do­lo­gías varia­das, com­par­tían cri­te­rios para ras­trear la hue­lla eco­ló­gi­ca de los huma­nos en el mun­do. Así, en base al con­sen­so cien­tí­fi­co sobre las zonas del pla­ne­ta más afec­ta­das por la agri­cul­tu­ra, los asen­ta­mien­tos, la infra­es­truc­tu­ra o la extrac­ción de recur­sos —entre otras acti­vi­da­des — , iden­ti­fi­ca­ron aque­llas áreas que toda­vía son ple­na­men­te natu­ra­les o que han expe­ri­men­ta­do en menor medi­da los efec­tos de la expan­sión humana.

Según sus auto­res, el nue­vo mapa que pin­ta las zonas más sal­va­jes pue­de supo­ner una inyec­ción de opti­mis­mo y ser­vir espe­cial­men­te a gru­pos con­ser­va­cio­nis­tas como Natu­re Needs Half (“La natu­ra­le­za nece­si­ta la mitad”, en cas­te­llano) o Half-Earth Pro­ject (Pro­yec­to de media Tie­rra), que inten­tan pre­sio­nar a la comu­ni­dad inter­na­cio­nal para pro­te­ger, al menos, el 30% de los eco­sis­te­mas mari­nos y terres­tres en 2030; y el 50% en 2050.

Sus resul­ta­dos, escri­ben, ofre­cen la opor­tu­ni­dad de tomar “medi­das de con­ser­va­ción proac­ti­vas” con las que pre­ser­var los últi­mos eco­sis­te­mas intac­tos de la Tierra.

“Esto no sig­ni­fi­ca que la mitad del pla­ne­ta pue­da o deba ser amu­ra­lla­da, como un par­que nacio­nal, apar­ta­do de la gen­te. La crea­ción de nue­vos par­ques nacio­na­les y la expan­sión de los ya exis­ten­tes y de otras áreas estric­ta­men­te pro­te­gi­das es solo una herra­mien­ta en el cua­dro de la con­ser­va­ción”, pun­tua­li­za Jason Rig­gio, uno de los exper­tos de la UC Davis a car­go del estu­dio. “En la car­te­ra de pro­tec­ción tam­bién serán nece­sa­rias otras for­mas de orde­na­ción sos­te­ni­ble del terri­to­rio que equi­li­bren el uso de la Tie­rra con la con­ser­va­ción de la bio­di­ver­si­dad y los eco­sis­te­mas. Estas zonas ya están inclui­das en la base de datos mun­dial sobre zonas pro­te­gi­das de la UICN”.

Las zonas por el momen­to míni­ma­men­te alte­ra­das son, en su mayo­ría, entor­nos inhós­pi­tos o dema­sia­do fríos o secos como para ser explo­ta­dos comer­cial­men­te. Según el nue­vo mapa, no hay nada más sal­va­je en estos momen­tos como la tun­dra del nor­te de Asia y la de Nor­te­amé­ri­ca, segui­da de los bos­ques borea­les y de los gran­des desier­tos como el Sáha­ra o el out­back aus­tra­liano (el inte­rior del país oceá­ni­co, en su mayo­ría deshabitado).

No es lo mis­mo que decir que son terri­to­rios vír­ge­nes, por­que sí han sido afec­ta­dos por los pla­nes de las per­so­nas. Y tam­po­co que con­ser­ven el esta­do puro, ori­gi­nal, como evi­den­cia el caso del Sáha­ra, que en el pasa­do fue habi­ta­do por gran­des mamí­fe­ros, o el del out­back de Aus­tra­lia, don­de ya hay acti­vi­dad mine­ra y el cual está “muy afec­ta­do por espe­cies no nati­vas”, indi­ca Riggio.

Pero estos terri­to­rios cum­plen todos los cri­te­rios que usan los mapas com­pa­ra­dos para cla­si­fi­car­los como “zonas de bajo o muy bajo impac­to humano”, expli­ca. En gene­ral, este inves­ti­ga­dor insis­te en que a día de hoy no se pue­de afir­mar que haya luga­res de la Tie­rra total­men­te libres de la hue­lla huma­na: “El cam­bio cli­má­ti­co, la depo­si­ción del nitró­geno y la con­ta­mi­na­ción por plás­ti­cos son todos ellos efec­tos glo­ba­les que afec­tan a cada rin­cón del pla­ne­ta. Sin embar­go, algu­nas regio­nes tie­nen pobla­cio­nes huma­nas muy bajas, poco o nada de gana­do, no hay cul­ti­vos, zonas edi­fi­ca­das o luces noc­tur­nas, y por lo tan­to son áreas con una influen­cia huma­na rela­ti­va­men­te baja”.

Ade­más, hay que tener en cuen­ta que los vas­tos terre­nos que apa­re­cen en el mapa como los más inal­te­ra­dos has­ta la fecha tam­po­co son un con­ti­nuo en reali­dad. “En una mira­da más glo­bal pare­ce que hay muchos blo­ques gran­des y con­ti­guos de tie­rras con baja influen­cia huma­na, pero si se hace zoom en el mapa se ve una hete­ro­ge­nei­dad mucho más local de los impac­tos humanos”.

La nota más nega­ti­va del estu­dio es que tam­bién recal­ca las zonas don­de las diná­mi­cas del eco­sis­te­ma han sido afec­ta­das en más de un 99% de los casos. Es así para los pas­ti­za­les tro­pi­ca­les y los tem­pla­dos, los man­gla­res, los bos­ques de coní­fe­ras y los tro­pi­ca­les y las tie­rras de pas­to de montaña.

@martamontojo

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