Argen­ti­na. Pan­de­mia, incen­dios y el que­so cre­ma de tu desayuno

Por Nata­lia S., Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 02 de julio de 2020

En esta nota inten­ta­re­mos esta­ble­cer la rela­ción entre la pan­de­mia actual, comen­za­da en una ciu­dad de Chi­na, los des­mon­tes e incen­dios en el Del­ta y el sis­te­ma agro­ali­men­ta­rio argen­tino, inclu­yen­do a Vicentín.

Hace casi 10 años visi­té algu­nos feed­lots en la ciu­dad de Sala­di­llo y lo recuer­do como si hubie­ra sido ayer. No sólo ver las vacas ence­rra­das y cami­nan­do sobre su pro­pia caca, sino escu­char los rela­tos de veci­nos que tuvie­ron que mudar­se por la inva­sión de mos­cas y ratas que lle­ga­ban a sus casas. El mode­lo extrac­ti­vis­ta me esta­ba mos­tran­do una de sus caras más crue­les y asquerosas 

Los feed­lots, es decir, el engor­de ani­mal en corra­les para su ali­men­ta­ción más rápi­da, fue­ron pro­mo­vi­dos y sub­si­dia­dos por el Esta­do duran­te muchos años. Es un sis­te­ma en el que el gana­do es ence­rra­do des­de muy peque­ño y ali­men­ta­do para su rápi­do engor­de y comer­cia­li­za­ción. El 2020 comen­zó como un buen año para el feed­lot, según datos de la Cáma­ra Argen­ti­na de Feed­lot (1).

A su vez, Green­pea­ce dice que “la pre­sión para lograr nue­vas tie­rras para uso gana­de­ro es una de las face­tas de un mode­lo agro­pe­cua­rio que arra­sa con bos­ques y hume­da­les. Cabe des­ta­car que los sec­to­res Agri­cul­tu­ra, Gana­de­ría, Sil­vi­cul­tu­ra y Otros Usos de la Tie­rra repre­sen­tan el 39% de las emi­sio­nes de Gases de Efec­to Inver­na­de­ro del país” (2). ¿Cómo es posi­ble? ¿Se encie­rra a los ani­ma­les, pero tam­bién se les bus­can más tie­rras para pastar?

Esta expan­sión del mode­lo gana­de­ro vie­ne de la mano con la expan­sión del mode­lo agro­in­dus­trial extrac­ti­vis­ta en su con­jun­to. Tam­bién es la soja, por poner el ejem­plo más tri­lla­do. Se tra­ta de com­mo­di­ties expor­ta­bles a pre­cios lo sufi­cien­te­men­te altos como para que sea ren­ta­ble des­truir bos­ques, pas­ti­za­les, hume­da­les y poblados.

Hace un par de sema­nas, el Del­ta del Para­ná, inclui­dos los cam­pos fren­te a la ciu­dad de Rosa­rio, estu­vie­ron rodea­dos de humo y fue­go duran­te varios días. En la mis­ma nota de Green­pea­ce indi­can que el Del­ta del Para­ná alber­ga unas 700 espe­cies de vege­ta­les y 543 espe­cies de ver­te­bra­dos, mien­tras que su gran rique­za en aves, con 260 espe­cies, repre­sen­ta el 31% de la avi­fau­na de Argen­ti­na. Pero tam­bién la expan­sión des­con­tro­la­da de la indus­tria gana­de­ra está gene­ran­do un ver­da­de­ro cri­men sobre el Gran Cha­co, el segun­do eco­sis­te­ma fores­tal de Suda­mé­ri­ca, des­pués del Ama­zo­nas. Allí con­vi­ven 3.400 espe­cies de plan­tas, 500 espe­cies de aves, 150 mamí­fe­ros, 120 rep­ti­les, 100 anfibios.

Estas zonas arden, son defo­res­ta­das, sus pobla­do­res son des­alo­ja­dos a la fuer­za y se con­vier­ten en terre­nos gana­dos para la gana­de­ría inten­si­va y la agri­cul­tu­ra exten­si­va. Es iró­ni­co (o no) que duran­te la pan­de­mia, los cam­pe­si­nos y peque­ños pro­duc­to­res no pue­dan mover­se y deban estar ais­la­dos, mien­tras que el agro­ne­go­cio es con­si­de­ra­do esen­cial y pue­de seguir ope­ran­do como si nada ocu­rrie­ra. O peor. Según el infor­me de Green­pea­ce, “duran­te el ais­la­mien­to social pre­ven­ti­vo y obli­ga­to­rio se des­mon­ta­ron 14.906 hec­tá­reas (7.759 en San­tia­go del Este­ro, 3.073 en For­mo­sa, 2.435 en Sal­ta y 1.639 en Cha­co)”.

Estos des­mon­tes tie­nen con­se­cuen­cias a cor­to, mediano y lar­go pla­zo. De hecho, la pan­de­mia actual es con­se­cuen­cia del mis­mo mode­lo extrac­ti­vis­ta e indus­tria­li­zan­te, que no tie­ne tapu­jos en avan­zar sobre el ambien­te ni sobre las per­so­nas que lo habi­tan. Pero no sólo el desa­rro­llo de este virus, sino tam­bién otras enfer­me­da­des deri­va­das de esta modi­fi­ca­ción de los ambien­tes azo­tan a las pobla­cio­nes, par­ti­cu­lar­men­te a las más pobres. Fidel Bas­chet­to, vete­ri­na­rio cor­do­bés y docen­te uni­ver­si­ta­rio, cuen­ta: “Si hace­mos his­to­ria de las modi­fi­ca­cio­nes ambien­ta­les en la Argen­ti­na, han ocu­rri­do hechos que pasa­ron des­aper­ci­bi­dos pero se han estruc­tu­ra­do en un for­ma­to de nor­ma­li­dad. Por ejem­plo, la con­quis­ta de la lla­nu­ra pam­pea­na y esta modi­fi­ca­ción y domes­ti­ca­ción a man­sal­va que se hizo de ella, pro­vo­có una enfer­me­dad que fue y es la fie­bre hemo­rrá­gi­ca argen­ti­na” (3). Otro ejem­plo es el de la fie­bre ama­ri­lla, que se cobró la vida de has­ta un 15% de la ciu­dad de Bue­nos Aires en 1871, y tuvo de base la inter­ac­ción del hom­bre con zonas prís­ti­nas de la sel­va misionera.

En ese mis­mo rela­to se inser­ta el rol de la empre­sa Vicen­tín en Argen­ti­na. Para Gabrie­la Mer­linsky y Vir­gi­nia Tole­do López, se tra­ta de una empre­sa pio­ne­ra, emble­ma del mode­lo del agro­ne­go­cio en Argen­ti­na que, ade­más, des­de el año 2007 es un actor eco­nó­mi­co cla­ve del mer­ca­do de la agro ener­gía, cuan­do inagu­ru­ró (en aso­cia­ción con la tras­na­cio­nal Glen­co­re) una plan­ta dedi­ca­da a la expor­ta­ción de bio­die­sel, “mer­ca­do en el que rápi­da­men­te nues­tro país se posi­cio­nó como el prin­ci­pal expor­ta­dor a nivel mun­dial y entre los prin­ci­pa­les pro­duc­to­res de agro­com­bus­ti­bles” (4).

Ade­más, Tole­do López y Mer­linsky cuen­tan que a tra­vés de empre­sas pro­pias y en par­ti­ci­pa­ción en dife­ren­tes paque­tes se dedi­ca a la molien­da de soja para la ela­bo­ra­ción de acei­te (prin­ci­pal­men­te des­ti­na­da a la ela­bo­ra­ción de com­bus­ti­bles). Tam­bién par­ti­ci­pa en otros nego­cios agro­ali­men­ta­rios como fri­go­rí­fi­cos, lác­teos, vinos, pro­duc­ción de algo­dón y posee empre­sas empa­que­ta­do­ras, cen­tros de logís­ti­ca y un puer­to en San Loren­zo, pro­vin­cia de San­ta Fe (5). En 2015 ocu­pó el sex­to pues­to entre las empre­sas de mayor fac­tu­ra­ción en el país y expor­tó casi el 10% de los cerea­les, olea­gi­no­sas y sub­pro­duc­tos de la agri­cul­tu­ra indus­trial (sec­tor que repre­sen­ta el 40% de todas las expor­ta­cio­nes nacionales).

Es decir que Vicen­tín for­ma par­te de este entra­ma­do agro­in­dus­trial devas­ta­dor del ambien­te y las pobla­cio­nes rura­les (y urba­nas). A su vez, los gran­des medios argen­ti­nos se dedi­can a pro­mo­cio­nar la soja como la gran solu­ción fren­te al ham­bre, pro­mo­cio­nan­do lo que ya com­pro­ba­mos (de la peor mane­ra) que es dañino tam­bién como ali­men­to. En esa línea, Sole­dad Barru­ti recuer­da que “en 2002 se dis­tri­bu­yó tan­ta soja en los come­do­res que los efec­tos fue­ron evi­den­tes: “Un expe­ri­men­to invo­lun­ta­rio: los cuer­pos de quie­nes adop­ta­ron esas die­ta se empe­za­ron a dete­rio­rar. La aci­dez de la bebi­da car­co­mió los dien­tes de miles de per­so­nas y las hor­mo­nas vege­ta­les que tie­ne la soja en for­ma natu­ral pro­vo­có mens­trua­cio­nes pre­co­ces en niñas y cre­ci­mien­to mama­rio en niños. El asun­to fue tan escan­da­lo­so que ese mis­mo año el minis­te­rio de Desa­rro­llo Social tuvo que regu­lar las dona­cio­nes: que­da­ron prohi­bi­das para meno­res de dos año y res­trin­gi­das a pocos momen­tos en meno­res de cin­co. Una polí­ti­ca sani­ta­ria que se man­tie­ne vigen­te pero que nadie podría ase­gu­rar se esté cum­plien­do al día de hoy” (6).

Antes de Vicen­tín, o más bien coin­ci­dien­do su ini­cio con el fin de la otra, la com­pa­ñía ingle­sa La Fores­tal cerró sus fábri­cas en los ‘60, “des­pués de haber tala­do casi el 90 % de los bos­ques de que­bra­cho de San­ta Fe y Cha­co, con un pro­ce­so de deser­ti­fi­ca­ción y un daño eco­ló­gi­co cal­cu­la­do en 3.000 millo­nes de dóla­res. La empre­sa había lle­ga­do al país en el siglo XIX y se con­vir­tió en la pri­me­ra pro­duc­to­ra de tanino a nivel mun­dial. Fun­dó 40 pue­blos, puer­tos, 400 kiló­me­tros de vías y 30 fábri­cas. Al reti­rar­se del país cerró las ciu­da­des que había fun­da­do. Miles de tra­ba­ja­do­res se que­da­ron sin empleo”, según rela­tan Arlen Bucha­ra y Ricar­do Robins (7).

¡Ah! ¿qué tie­ne que ver todo esto con el que­so cre­ma? Todo. El que­so cre­ma, como repre­sen­tan­te de los ali­men­tos ultra­pro­ce­sa­dos que natu­ra­li­za­mos en nues­tra vida coti­dia­na, es par­te de este pro­ce­so de indus­tria­li­za­ción de la agri­cul­tu­ra y des­po­jo de los pue­blos y los pro­duc­to­res rura­les, es par­te de la pro­pues­ta de “agri­cul­tu­ra sin agri­cul­to­res”, en la que nos ponen en nues­tras mesas comi­da que no es alimento.

Fuen­te: RedE­co

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