Argen­ti­na. Las ban­de­ras de Belgrano

Por Juan Car­los Giu­lia­ni*, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 19 junio 2020

San Mar­tín pro­fe­só siem­pre un enor­me res­pe­to por la figu­ra de Bel­grano. El dato está debi­da y pro­fu­sa­men­te acre­di­ta­do en dece­nas de docu­men­tos históricos.

Cuen­tan que estan­do el Liber­ta­dor en Tucu­mán en opor­tu­ni­dad de impar­tir un cur­so de ins­truc­ción mili­tar a un gru­po de ofi­cia­les del Ejér­ci­to del Nor­te ‑a cuya jefa­tu­ra había sido des­ti­na­do por las auto­ri­da­des por­te­ñas para reem­pla­zar al crea­dor de la Ban­de­ra- sor­pren­dió a Manuel Dorre­go mofán­do­se de Bel­grano por su voz ati­pla­da. De inme­dia­to, lo repren­dió con seve­ri­dad y envió cas­ti­ga­do a un des­ta­ca­men­to de San­tia­go del Este­ro a quien pos­te­rior­men­te sería el padre del Fede­ra­lis­mo crio­llo y ter­mi­na­ría sus días vil­men­te fusi­la­do por Lavalle.

La esta­tu­ra polí­ti­ca de esta­dis­ta, gue­rre­ro, perio­dis­ta y pen­sa­dor de Bel­grano se ve agi­gan­ta­da con el paso de los años y el cono­ci­mien­to más aca­ba­do de la tra­yec­to­ria de uno de los pró­ce­res más ínte­gros de nues­tra Nación al que la his­to­ria ofi­cial gus­ta ubi­car en un modes­to segun­do plano o limi­tar su influen­cia sola­men­te a la crea­ción de la Bandera.

“Es fun­da­men­tal pen­sar en las otras ban­de­ras por las cua­les luchó y murió Manuel Bel­grano: Igual­dad, demo­cra­ti­za­ción de la tie­rra, res­pe­to a los pue­blos ori­gi­na­rios, escue­la para todos los chi­cos del país y defen­sa de los bos­ques natu­ra­les tal como lo expre­sa­ba en su casi des­co­no­ci­do regla­men­to para los 30 pue­blos misio­ne­ros”, dice Car­los del Fra­de, autor del exce­len­te libro “Los cami­nos de Bel­grano”. Y agre­ga: “No pudo exis­tir la inde­pen­den­cia sin la visión de este abo­ga­do que dejó todo lo per­so­nal de lado para incor­po­rar a los pue­blos ori­gi­na­rios en la dispu­ta no sola­men­te con­tra Espa­ña sino tam­bién con­tra las cla­ses dominantes”.

Por eso hay una estre­lla roja en ese Bel­grano de la tapa del libro; por­que era un ver­da­de­ro revo­lu­cio­na­rio. Un tipo que en 1813, 35 años antes que en Euro­pa se publi­que el Mani­fies­to Comu­nis­ta, dice: “Hay dos cla­ses de per­so­nas en el mun­do; una que tie­ne el impe­rio de todas las cosas. Y la otra, la mayo­ri­ta­ria, que tra­ba­ja para man­te­ner el impe­rio de todas las cosas a la mino­ría”. Un hom­bre que plan­tea que los padres de la Patria son “los sol­da­dos que no tie­nen ropa para ves­tir­se todos los días, que no tie­nen para comer todos los días y que, sin embar­go, nos siguen por ideas que segu­ra­men­te no entien­den pero están allí ponien­do el cuer­po y murien­do por esas ideas”.

Allí Bel­grano está seña­lan­do que el suje­to social de la his­to­ria son las mayo­rías popu­la­res nin­gu­nea­das, anó­ni­mas. Este es el Bel­grano des­co­no­ci­do, del cual no se habla. Trans­mi­sor de valo­res de igual­dad, liber­tad y fra­ter­ni­dad. Un hom­bre man­so y humil­de que supo cal­zar con orgu­llo y dig­ni­dad el uni­for­me mili­tar para defen­der a la Patria con­tra el ejér­ci­to colo­nial y ase­gu­rar su inde­pen­den­cia de Espa­ña y cual­quier otra poten­cia extran­je­ra. Para hon­rar la vida y la tie­rra que pisa­mos con talen­to y cora­je, muy lejos de la ima­gen esco­lar ino­fen­si­va que impu­so la cul­tu­ra hege­mó­ni­ca para res­tar­le toda su poten­cia­li­dad revolucionaria.

Como Cas­te­lli, Mon­tea­gu­do, Arti­gas y San Mar­tín, reco­no­ce la enti­dad y dere­chos de los pue­blos ori­gi­na­rios: A su paso por el terri­to­rio de las “Misio­nes Jesuí­ti­cas” que lle­va­ba al Para­guay, Bel­grano pro­cla­ma des­de el Cam­pa­men­to de Tacua­rí el Regla­men­to diri­gi­do al Gober­na­dor de Corrien­tes don­de expre­sa que “todos los natu­ra­les de Misio­nes son libres, goza­rán de su dere­cho a pro­pie­da­des y podrán dis­po­ner de ellas como mejor les acomode”. 

Su des­ve­lo por el uso, repar­to y cui­da­do de la tie­rra no fue en vano. Hoy en día el recla­mo de tie­rra para vivir y tra­ba­jar sigue más vigen­te que nun­ca. Más aún, la mayo­ría de los mili­tan­tes popu­la­res ase­si­na­dos en nues­tro país en los últi­mos años, lo fue­ron en acon­te­ci­mien­tos vin­cu­la­dos con la dispu­ta por el territorio.

La lucha anti­im­pe­ria­lis­ta de los pue­blos del Ter­cer Mun­do se nutre del prin­ci­pio de sobe­ra­nía sobre nues­tros bie­nes natu­ra­les. Una con­cep­ción de sobre­vi­ven­cia tan bási­ca como el agua y la tierra.

O sea, una nue­va rela­ción con la natu­ra­le­za; pro­duc­ción de bases mate­ria­les de la vida que ten­gan que ver con un nue­vo mode­lo pro­duc­ti­vo sus­ten­ta­ble y en armo­nía con la natu­ra­le­za; la orga­ni­za­ción colec­ti­va, social y polí­ti­ca; y la cul­tu­ra como espe­ci­fi­ci­dad del géne­ro humano.

Nos esta­mos refi­rien­do a la capa­ci­dad de ges­tar una épo­ca en la que el para­dig­ma sea el bien común de la huma­ni­dad, don­de el valor de uso pre­do­mi­ne sobre el valor de cam­bio modi­fi­can­do de raíz la ecua­ción que ali­men­ta des­de hace siglos la irra­cio­na­li­dad del capi­ta­lis­mo mundial.

*Perio­dis­ta y escritor

Itu­rria /​Fuen­te

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