Pen­sa­mien­to crí­ti­co. ¿Catas­tro­fis­mo anticapitalista?

Por Ati­lio A. Boron, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 13 mayo 2020

A veces me acu­san de ape­lar a diag­nós­ti­cos catas­tro­fis­tas para tra­tar de demos­trar lo que los ideó­lo­gos ofi­cia­les del sis­te­ma (los Var­gas Llo­sa y com­pa­ñía, nuclea­dos en la Fun­da­ción Liber­tad) con­si­de­ran absur­do o extra­va­gan­te: que en el hori­zon­te del capi­ta­lis­mo se vis­lum­bre la posi­bi­li­dad de su ocaso.

Tal como lo he dicho en repe­ti­das oca­sio­nes no será una pan­de­mia la que vaya a derri­bar­lo sino la lucha de las fuer­zas socia­les y polí­ti­cas empe­ña­das en cons­truir un mun­do mejor. Pero no deja de ser un dato sig­ni­fi­ca­ti­vo que Foreign Affairs, la cen­te­na­ria revis­ta del Coun­cil on Foreign Rela­tions, haya publi­ca­do un núme­ro espe­cial, antes de la pan­de­mia, dedi­ca­do a los gra­ves desa­fíos que enfren­ta el capi­ta­lis­mo. La ilus­tra­ción de la por­ta­da es mag­ní­fi­ca: allí está el toro emble­má­ti­co de Wall Street súbi­ta­men­te para­li­za­do fren­te a un inson­da­ble abis­mo cuyo bor­de comien­za a res­que­bra­jar­se. El vere­dic­to final de esta crí­ti­ca coyun­tu­ra, la más gra­ve enfren­ta­da por el capi­ta­lis­mo des­de 1929, será sen­ten­cia­do por la lucha de cla­ses. Pero la gra­ve preo­cu­pa­ción que tra­sun­ta esta publi­ca­ción es un cla­ro indi­cio de que los inte­lec­tua­les orgá­ni­cos de la bur­gue­sía impe­rial y sus gran­des estra­te­gas sien­ten que hay un espec­tro que ron­da no sólo por Euro­pa sino por todo el mun­do: el espec­tro del pos-capi­ta­lis­mo. No se lo divi­sa aún con pre­ci­sión por­que esta­mos en medio de la bata­lla. Pero la posi­bi­li­dad de una recons­truc­ción pos-capi­ta­lis­ta, o tal vez “pro­to­so­cia­lis­ta”, de las socie­da­des con­tem­po­rá­neas es algo que no pue­de ser subestimado.

Por eso la dere­cha mun­dial se ha pues­to en guar­dia, y su fino ins­tin­to le ha dicho se enfren­ta a un peli­gro de iné­di­tas pro­por­cio­nes. Fal­ta saber si las cla­ses y capas popu­la­res y sus repre­sen­tan­tes polí­ti­cos caen tam­bién en la cuen­ta de que el sis­te­ma ya care­ce el vigor de anta­ño, que está lejos de ser inex­pug­na­ble y que pue­de ser derro­ta­do. La pan­de­mia no fue quien ori­gi­nó la cri­sis, pues ésta venía ges­tán­do­se des­de antes. Lo que sí hizo fue correr, con mor­tí­fe­ro impul­so, el telón que ocul­ta­ba sus enor­mes con­tra­dic­cio­nes y debi­li­da­des, que aho­ra son per­ci­bi­das por (casi) todos. La rápi­da disi­pa­ción del feti­chis­mo carac­te­rís­ti­co de la socie­dad bur­gue­sa ha hecho que gran­des sec­to­res de las masas popu­la­res per­ci­ban o intu­yan que se pue­de correr el lími­te de lo posi­ble mucho más allá de lo que se ima­gi­na­ban has­ta hace unos pocos meses. Y esta con­vic­ción está en la base de toda pra­xis genui­na­men­te revo­lu­cio­na­ria. Oja­lá que no se malo­gre esta excep­cio­nal opor­tu­ni­dad para cons­truir un mun­do mejor

Itu­rria /​Fuen­te

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