Bra­sil. Sin rum­bo, al bor­de de la tragedia

Por Eric Nepo­mu­ceno, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 10 mayo 2020

Foto: Cemen­te­rio de Manaos en ple­na pandemia 

Des­de Río de Janei­ro.El
día en que los núme­ros ofi­cia­les – que están muy por deba­jo de la
reali­dad, por la demo­ra en con­fir­mar los resul­ta­dos de exá­me­nes – de
muer­tos alcan­zó la mar­ca de los 10.627 muer­tos, 730 entre el vier­nes y
el sába­do, más de 30 por hora, y 155.939 infec­ta­dos, más de cin­co por
minu­to,
el ultra­de­re­chis­ta pre­si­den­te Jair Bol­so­na­ro adop­tó
por la maña­na una deci­sión drás­ti­ca y radi­cal: sus­pen­dió el asa­do para
30 invi­ta­dos que había sido con­fir­ma­do por él en la tar­de del viernes.

Ese mis­mo día, un sába­do fatí­di­co, el Congreso
decre­tó due­lo nacio­nal ofi­cial por los diez mil muer­tos. Cuan­do se
alcan­zó, el 28 de abril, la mar­ca de cin­co mil víc­ti­mas fata­les del
covd-19, la reac­ción de Bol­so­na­ro fue biza­rra: “¿Y qué?”. Al pro­me­diar la tar­de, bol­so­na­ví­rus se fue a pasear en jet-ski por el lago de Bra­si­lia, divir­tién­do­se mucho. 

Ha sido tam­bién el día en que alre­de­dor de dos mil segui­do­res fanáticos
del ultra­de­re­chis­ta se reu­nie­ron pre­ci­sa­men­te fren­te al Con­gre­so en otra mani­fes­ta­ción antidemocrática. 

Pedían
lo mis­mo que en mani­fes­ta­cio­nes ante­rio­res, pres­ti­gia­das y aplaudidas
por Bol­so­na­ro: el cie­rre del Con­gre­so y de la cor­te supre­ma. Los más
exal­ta­dos pedían otra vez inter­ven­ción mili­tar ya. 

Fren­te a un
cua­dro trá­gi­co, en que varias pro­vin­cias están al bor­de del colap­so y se
mul­ti­pli­can las esce­nas dan­tes­cas de pilas de cadá­ve­res al lado de
lechos de emer­gen­cia en hos­pi­ta­les que tuvie­ron su capa­ci­dad superada,
el gobierno nacio­nal sigue iner­te, sin pre­sen­tar un pro­gra­ma mínimamente
con­sis­ten­te y viable.

Pasa­dos más de vein­te días des­de su con­duc­ción al pues­to de minis­tro de Salud, Nel­son Teich sigue mudo. Y cuan­do abre la boca, no se entien­de lo que dice, por­que la ver­dad es que él tam­po­co entien­de lo que pasa. 

Los
pues­tos cla­ve de su car­te­ra fue­ron rega­la­dos a mili­ta­res reformados.
Así que Teich, que no sabe nada de salud públi­ca, ade­más de iner­te está
tute­la­do por gen­te de la con­fian­za del des­equi­li­bra­do que a cada mañana
depo­si­ta sus ancas en el sillón presidencial.

Nada de ese pan­de­mó­nium es nue­vo, y nada indi­ca que seme­jan­te y absur­do pano­ra­ma mejore. 

Bol­so­na­ro
va a seguir defen­dien­do que todo vuel­va al nor­mal, mien­tras los muertos
se cuen­tan por miles y la cur­va ascen­dien­te de víc­ti­mas fata­les se
acer­ca a una línea vertical.

La eco­no­mía ya está arrui­na­da, y la úni­ca polí­ti­ca públi­ca de auxi­lio a los más des­va­li­dos ha sido la entre­ga de un bono de 600 reales, unos 105 dóla­res. Hubo la dis­tri­bu­ción de miles de millo­nes de reales a la ban­ca pri­va­da para con­ce­der cré­di­tos a gran­des empresas. 

A las peque­ñas y media­nas, esa mis­ma ban­ca no se mue­ve. Y cuan­do lo hace, impo­ne intere­ses astronómicos.

Mien­tras el país se con­cen­tra en inten­tar sobre­vi­vir en medio a las accio­nes demen­cia­les del pre­si­den­te, en dos meses la des­truc­ción de la Ama­zo­nia bra­si­le­ña aumen­tó 94 por cien­to. Las comu­ni­da­des indí­ge­nas están, más que nun­ca, total­men­te aban­do­na­das, a mer­ced de invasores.

Por esas y muchas otras razo­nes, la revis­ta médi­ca The Lan­cet,
una de las más impor­tan­tes y res­pe­ta­das del mun­do, con influencia
direc­ta en la toma de deci­sio­nes de muchos gobier­nos, publi­có en su más
recien­te edi­to­rial que Bol­so­na­ro es “la mayor ame­na­za a la res­pues­ta de Bra­sil al covid-19”. Tam­bién
afir­ma, en el mis­mo edi­to­rial, que mi país se con­vir­tió en un obstáculo
para que el mun­do pue­da dar com­ba­te a la pandemia.

O sea: un ates­ta­do mun­dial de insa­lu­bri­dad al Bra­sil de Bolsonaro.

Es
fácil ima­gi­nar el gra­do de ais­la­mien­to (en todos los sen­ti­dos) que
Bra­sil alcan­za­rá cuan­do el hori­zon­te empe­zar a despejarse. 

Pero Bol­so­na­ro está lejos de cual­quier ves­ti­gio, por más micros­có­pi­co que sea, de luci­dez y equilibrio. 

Es un psi­có­pa­ta, y no hay nadie capaz de con­te­ner­lo en sus ímpe­tus bestiales.

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