Repú­bli­ca Domi­ni­ca­na. Más dere­chos, menos limosnas

Matías Bosch /​Resu­men Lati­no­ame­ri­cano /​8 de abril de 2020

El 25 de mar­zo, con un chas­qui­do de dedos, apa­re­cie­ron deba­jo de la alfom­bra millo­nes de domi­ni­ca­nos que no reúnen por sí mis­mos lo más bási­co para vivir. Muchos se ente­ra­ron de que una par­te impor­tan­te de sus com­pa­trio­tas viven con una dota­ción de 1500 pesos (o algo más) entre trans­fe­ren­cias con­di­cio­na­das y bonos. Son los mis­mos que algu­nos ven ‑a veces con bur­la y otras con mora­lis­mos- api­ñán­do­se en una fila para reci­bir una caja con ali­men­tos navideños. 

Tam­bién se sabe que la can­ti­dad de tra­ba­ja­do­res infor­ma­les supera a la de for­ma­les, en un mon­to de 2,582,790 per­so­nas fren­te a 2,299,153. Con datos de la TSS al 30 de junio de 2019, sabe­mos que el 37% de los tra­ba­ja­do­res for­ma­les regis­tra­dos per­ci­bía un sala­rio máxi­mo de RD$11,826, y que el 72% per­ci­bía entre esa cifra y RD$23,652, como máxi­mo. Cuan­do con­si­de­ra­mos a for­ma­les e infor­ma­les jun­tos, en 2017 el 60% per­ci­bía ingre­sos por deba­jo de los RD$13,500. Enci­ma de esto, sabe­mos que los sala­rios reales de hoy pue­den com­prar un 20% menos de lo que podían adqui­rir hace 20 años.

Ante la cri­sis y bajo el títu­lo de «Qué­da­te en casa», para la can­ti­dad inmen­sa de tra­ba­ja­do­res infor­ma­les el Esta­do con­si­de­ra una suma de RD$5000 men­sua­les, por dos meses, para poder garan­ti­zar el ali­men­to de los hoga­res, siem­pre y cuan­do cali­fi­quen den­tro del 1.5 millón de hoga­res con­tem­pla­dos. Para los tra­ba­ja­do­res for­ma­les sus­pen­di­dos ‑que este lunes ya supe­ra­ban los 500,000- la res­pues­ta es un sub­si­dio sala­rial de máxi­mo RD$8,500.

Pen­se­mos aho­ra en que la canas­ta bási­ca para el 20% más empo­bre­ci­do está valo­ra­da en RD$14,465; que un hogar de cua­tro per­so­nas con ingre­sos por deba­jo de RD$20,528 esta­ría por deba­jo de la línea de pobre­za gene­ral, y con RD$9,452 esta­ría por deba­jo de la línea de pobre­za extrema.

Ante esta reali­dad, se pue­de afir­mar que, de mane­ra sis­te­má­ti­ca y des­de antes de esta cri­sis, la mayo­ría de la pobla­ción domi­ni­ca­na sim­ple­men­te “no lle­ga”. Quie­nes tra­ba­jan de mane­ra regu­lar y regis­tra­da, quie­nes tra­ba­jan en la infor­ma­li­dad y quie­nes ni tra­ba­jo tie­nen, han esta­do vivien­do por deba­jo de los nive­les de con­su­mo bási­cos e inclu­so por deba­jo de la línea de pobre­za extre­ma. Eso expli­ca el alto nivel de endeu­da­mien­to, sea ban­ca­ri­za­do o con pres­ta­mis­tas infor­ma­les. Aña­da­mos a esto los cos­tos liga­dos a ser­vi­cios bási­cos como la salud, mer­can­ti­li­za­dos y con­di­cio­na­dos al bol­si­llo. Las “ayu­das” pro­me­ti­das pro­fun­di­za­rán aún más esa reali­dad, mien­tras millo­nes ya no dis­po­nen de la acti­vi­dad dia­ria con que “com­ple­ta­ban”, sim­ple­men­te por­que está prohibida.

Dice la can­ción que “dar sola­men­te aque­llo que te sobra, nun­ca fue repar­tir sino dar limos­na”. Una socie­dad demo­crá­ti­ca y libre se basa en dere­chos fun­da­men­ta­les y dis­tri­bu­ción jus­ta de la rique­za nece­sa­ria para garan­ti­zar­los. Así que hay cues­tio­nes míni­mas que debe­mos exi­gir a la cla­se polí­ti­ca y la cla­se empre­sa­rial, que valen más que mil donativos:

1. Ya que el pue­blo va a pagar esos sub­si­dios, con 32 mil millo­nes de pesos com­pues­tos por los fon­dos de ries­gos labo­ra­les y deu­da con el Ban­co Mun­dial y el Ban­co Cen­tral, debe­mos ase­gu­rar­nos que los mis­mos sean uti­li­za­dos con el máxi­mo de trans­pa­ren­cia y equi­dad. Que no exis­ta una sola empre­sa que, pudien­do cubrir el ingre­so ‑de por sí pobre- de sus emplea­dos, en un momen­to de cala­mi­dad empie­ce a des­pe­dir o sus­pen­der tra­ba­ja­do­res, o se bene­fi­cie inde­bi­da­men­te del sub­si­dio esta­tal. Las enti­da­des esta­ta­les tie­nen toda la infor­ma­ción para iden­ti­fi­car­las y deben tam­bién trans­pa­ren­tar la lis­ta de empre­sas inclui­das en el FASE. Sub­si­dios sala­ria­les para las empre­sas micro, peque­ñas y media­nas con reales limi­ta­cio­nes y ganan­cias moderadas.

2. Que los sub­si­dios públi­cos en for­ma de exen­cio­nes fis­ca­les obe­dez­can de una vez por todas a cri­te­rios razo­na­bles y de jus­ti­cia social, y que ade­más se vean com­pen­sa­dos en momen­tos como estos. El sec­tor zonas fran­cas reci­bió bene­fi­cios fis­ca­les en 2019 por 24 mil millo­nes de pesos, mien­tras el sec­tor turis­mo lo hizo por 4,880 millo­nes, sobre todo en impues­tos sobre la ren­ta, impues­tos selec­ti­vos al con­su­mo, aran­ce­les e impues­tos al patri­mo­nio. Casi 30 mil millo­nes de pesos en total, paga­dos por el pue­blo. En esta coyun­tu­ra están obli­ga­dos moral­men­te a man­te­ner pro­te­gi­do al máxi­mo de emplea­dos, sin abu­sos ni chantajes.

3. En el perío­do 2004 – 2019, las AFP supe­ra­ron los 64 mil millo­nes de pesos en uti­li­da­des y gas­tos ope­ra­cio­na­les. Las ARS van cer­qui­ta ¿Has­ta cuán­do los tra­ba­ja­do­res y emplea­do­res van a sub­si­diar estas ganan­cias y gas­tos de empre­sas y gru­pos finan­cie­ros? Con este dine­ro se habría podi­do crear un fan­tás­ti­co segu­ro de des­em­pleo o un fon­do de pro­tec­ción social. En este momen­to se debe­ría legis­lar para que a cada tra­ba­ja­dor su AFP le entre­gue un bono de con­tin­gen­cia, que sea cubier­to por la mis­ma con las ganan­cias de por sí exor­bi­tan­tes que van a seguir tenien­do. Asi­mis­mo, que las AFP y las ARS ‑ade­más de sus­pen­der lo que reci­ben por coti­za­cio­nes des­de la TSS- cubran todas las pen­sio­nes y las nece­si­da­des de salud de la pobla­ción, sobre todo la que está caren­te de ingre­sos o le son insu­fi­cien­tes. Que no toquen a un solo tra­ba­ja­dor sus­pen­di­do en estas circunstancias. 

4. Que se empie­ce a dis­cu­tir ya una refor­ma inte­gral y estruc­tu­ral al sis­te­ma de salud y segu­ri­dad social, así como al Códi­go Tri­bu­ta­rio y al Códi­go Labo­ral, con el apo­yo trans­ver­sal de todos y todas las que se dicen sen­si­bles ante esta cri­sis sin pre­ce­den­tes. No que­re­mos más un Esta­do que da palia­ti­vos ni pone par­ches, ni ciu­da­da­nos depen­dien­do de rega­los, cari­dad ni ciber-mara­to­nes. Se agra­de­ce pero no se pue­de vivir así. Es aho­ra que en Repú­bli­ca Domi­ni­ca­na, Espa­ña, Esta­dos Uni­dos y todo el mun­do se hace evi­den­te el carác­ter inhu­mano y demo­le­dor de la com­bi­na­ción mor­tí­fe­ra de sala­rios mise­ra­bles, tra­ba­jos pre­ca­rios, impues­tos a la medi­da, salud des­fi­nan­cia­da, des­pro­tec­ción social y ganan­cias finan­cie­ras a cos­ta de pri­va­ti­zar y expro­piar­le ser­vi­cios bási­cos a la nación. Que apa­rez­ca la volun­tad polí­ti­ca, el com­pro­mi­so y la deci­sión real de hacer cambios.

Itu­rria /​Fuen­te

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