Pen­sa­mien­to crí­ti­co. El racis­mo deve­la­do en tiem­pos del Covid-19

Por Atahua­na­di Sán­chez Moli­na*, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 26 abril 2020

“Lo peor de las
pes­tes no es que mata a los cuer­pos, sino que des­nu­da las almas

y ese
espec­tácu­lo sue­le ser horro­ro­so”
Albert Camus en su libro La Pes­te (1947)

El COVID-19 impli­ca mucho más que
un pro­ble­ma de salud públi­ca a esca­la mun­dial, se tra­ta de un virus que nos
está con­fron­tan­do con el racis­mo, otra pan­de­mia que tie­ne siglos cau­san­do muer­te y sufrimiento.
 Este es un aspec­to sobre el que nos
con­vie­ne refle­xio­nar para supe­rar los aná­li­sis super­fi­cia­les y des­li­gar­nos del
tra­to que le han dado los medios de comu­ni­ca­ción, que en su mayo­ría se han dedicado
a explo­tar el tema des­de la necro­fi­lia y el páni­co colec­ti­vo, al mejor estilo
de Hollywood. 

Para empe­zar, es importante
acla­rar que el racis­mo que se ha deve­la­do en los últi­mos meses, no es
con­se­cuen­cia de la epi­de­mia, sino el refle­jo de un pro­ble­ma estruc­tu­ral que
obe­de­ce a la ideo­lo­gía del racis­mo, que va más allá de un con­jun­to de
pre­jui­cios y abar­ca una con­cep­ción del mun­do, movi­da por el deseo de ejercer
poder median­te la impo­si­ción de un gru­po de per­so­nas que asu­men una supues­ta superioridad
here­di­ta­ria, sobre otro gru­po de seres huma­nos con­si­de­ra­dos infe­rio­res por sus
carac­te­rís­ti­cas físi­cas y culturales. 

El racis­mo sur­ge en el siglo
XVIII, para con­ver­tir­se en una estra­te­gia que legi­ti­ma la con­quis­ta, el saqueo,
la escla­vi­tud y el colo­nia­lis­mo en Amé­ri­ca, Asia y Áfri­ca, usa­da lue­go para afianzar
y repro­du­cir la supre­ma­cía blan­ca occi­den­tal. Es así, como el hom­bre blan­co de
occi­den­te se posi­cio­nó en lo más alto de la esca­la social y colo­có a los no
blan­cos, y en espe­cial a los afri­ca­nos y afri­ca­nas, en una con­di­ción de
inhu­ma­ni­dad con­vir­tién­do­los en fuer­za de tra­ba­jo escla­va, en cuer­pos obje­to de
deseos, en mer­can­cías y en todo aque­llo que pue­de ser violentado. 

La ten­den­cia a dis­cri­mi­nar, explotar
y vio­len­tar a las per­so­nas por su color de piel y/​o por su lugar de procedencia
ha que­da­do plas­ma­da en la his­to­ria de nues­tras socie­da­des. Capi­ta­lis­mo y
racis­mo han evo­lu­cio­na­do jun­tos, y aun­que des­de el pun­to de vis­ta cien­tí­fi­co se
reco­no­ció que entre los seres huma­nos no exis­ten las razas y gra­cias a la lucha
de dis­tin­tos movi­mien­tos anti­rra­cis­tas a nivel mun­dial, empe­zó a tornarse
polí­ti­ca­men­te inco­rrec­to ejer­cer prac­ti­cas abier­ta­men­te racis­tas, la discriminación
racial con­ti­nua sien­do amplia­men­te uti­li­za­da por la bur­gue­sía reac­cio­na­ria y
sigue desa­rro­llan­do polí­ti­cas que van en detri­men­to de un sec­tor de la
pobla­ción y apun­tan al exter­mi­nio de la “pobla­ción exce­den­te”. El racis­mo y el
nacio­na­lis­mo bur­gués, entre los cua­les exis­te un lazo estre­cho, tien­den a
explo­tar el mie­do que gene­ra este tipo de cri­sis para dar rien­da suel­ta a
prác­ti­cas auto­ri­ta­rias, racis­tas y xenófobas. 

En una socie­dad hipó­cri­ta como la
capi­ta­lis­ta, se sue­len eva­dir los temas que resul­tan incó­mo­dos, sin embar­go, es
inne­ga­ble que el racis­mo como ideo­lo­gía y prác­ti­ca social sis­te­má­ti­ca, esta
incor­po­ra­da en la coti­dia­ni­dad, es decir, es par­te del fun­cio­na­mien­to nor­mal de
la socie­dad en la que esta­mos sumer­gi­dos. Por esto, no nos deben sor­pren­der las
dis­tin­tas expre­sio­nes racis­tas que se han pre­sen­ta­do des­de el ini­cio de este
nue­vo tipo de virus en la ciu­dad de Wuhan, en Chi­na. Por ejem­plo, la
dis­cri­mi­na­ción con­tra los asiá­ti­cos no es algo nue­vo, sólo se ha exa­cer­ba­do con
el virus. 

En medio de la emergencia
sani­ta­ria por la que atra­vie­sa Euro­pa, las res­pues­tas en este par­ti­cu­lar no tardaron
en apa­re­cer como con­se­cuen­cia de un racis­mo his­tó­ri­co con­tra el pue­blo gitano, árabes,
musul­ma­nes, afri­ca­nos y sus des­cen­dien­tes. La situa­ción obli­gó a distintas
orga­ni­za­cio­nes que luchan por los dere­chos de las per­so­nas migran­tes y
refu­gia­das en Espa­ña, a decla­rar­se en emer­gen­cia anti­rra­cis­ta, y exi­gir con carác­ter de urgen­cia la regularización
extra­or­di­na­ria y sin con­di­cio­nes, de todas las per­so­nas migran­tes y refugiadas
ante los estra­gos cau­sa­dos por el Covid-19, demos­trán­do­se una vez más, el nivel
de vul­ne­ra­bi­li­dad en el que se encuen­tran cuan­do pan­de­mias como ésta, no hacen
más que con­tri­buir con la pre­ca­ri­za­ción de la vida de estas personas. 

Al mis­mo tiem­po, des­de Francia
sur­gie­ron plan­tea­mien­tos neo­co­lo­nia­lis­tas expre­sa­dos sin nin­gún tipo de reca­to en
un canal de tele­vi­sión, cuan­do dos médi­cos pro­pu­sie­ron pro­bar las vacu­nas contra
el Covid-19 en el con­ti­nen­te afri­cano, ¿y cuál es la sor­pre­sa?, si Áfri­ca ha
sido el cen­tro mun­dial de expe­ri­men­tos bio­quí­mi­cos, las prin­ci­pa­les empresas
far­ma­céu­ti­cas euro­peas y esta­dou­ni­den­ses han logra­do ensa­yar con per­so­nas afri­ca­nas enfermedades,
para lue­go pro­bar tra­ta­mien­tos y vacu­nas que les per­mi­ten obte­ner grandes
ganan­cias, como es el caso del VIH, medi­ca­men­tos con­tra la menin­gi­tis, el Ébola,
entre otros. 

Des­de la épo­ca de la colonización
se vie­ne usan­do a los afri­ca­nos, afri­ca­nas y a sus des­cen­dien­tes para
expe­ri­men­tar. El ori­gen de la gine­co­lo­gía moder­na es una prue­ba de esto: el médico
J. Marion Sims (1840) reali­zó sus ensa­yos en muje­res negras, escla­vi­za­das, de
las plan­ta­cio­nes de algo­dón en Ala­ba­ma, EE.UU. que no die­ron su consentimiento
y fue­ron some­ti­das a ope­ra­cio­nes sin anes­te­sia. La India, el Sudes­te asiático,
y el Cari­be tam­bién han ser­vi­do como labo­ra­to­rios de expe­ri­men­ta­ción durante
años.

En EE.UU los hechos han demostrado
que los afro­ame­ri­ca­nos, los lati­nos y los migran­tes están sufrien­do la pandemia
por el nue­vo coro­na­vi­rus a un rit­mo más rápi­do y de mane­ra más dra­má­ti­ca que
las comu­ni­da­des blan­cas. ¿Por qué nos sor­pren­de que estas per­so­nas sean las que
están murien­do en mayor por­cen­ta­je? si son las que his­tó­ri­ca­men­te han teni­do más
pro­ba­bi­li­da­des de pre­sen­tar pro­ble­mas de salud por las con­di­cio­nes de vida y el
esca­so acce­so a ser­vi­cios de salud. No
podría ser de otra mane­ra, en medio de una pan­de­mia como esta.

Amé­ri­ca Lati­na y el Cari­be tam­bién han saca­do a
relu­cir el racis­mo que habi­ta en sus paí­ses, así lo demues­tra la campaña
inter­na­cio­nal de soli­da­ri­dad con nuestrxas Hemanxs Migran­tes Boli­via­nos, víc­ti­mas de la
irres­pon­sa­bi­li­dad del gobierno fas­cis­ta y racis­ta boli­viano. Los
pue­blos afro­des­cen­dien­tes y abo­rí­ge­nes de Bra­sil, Honduras
y Colom­bia, denun­cia­ron el aban­dono ins­ti­tu­cio­nal al que vie­nen siendo
expues­tos por las enti­da­des del poder públi­co de sus paí­ses, al no pro­veer­les los
ali­men­tos de pri­me­ra nece­si­dad e insu­mos médi­cos nece­sa­rios en estos tiem­pos de
emer­gen­cia sani­ta­ria. En República
Domi­ni­ca­na se evi­den­cia una vez más el racis­mo hacia la pobla­ción migrante
domi­ni­co-hai­tia­na, que no reci­ben nin­gún tipo de ayu­das por par­te del gobierno
cen­tral duran­te el perío­do de emer­gen­cia del coro­na­vi­rus. Todas estas denuncias
se suman a las con­di­cio­nes de vul­ne­ra­bi­li­dad pre­exis­ten­tes de estas poblaciones.

En tal
sen­ti­do, se evi­den­cian las pre­ca­rie­da­des comu­nes de un racis­mo estruc­tu­ral e
ins­ti­tu­cio­nal gene­ra­li­za­do, el Covid-19 no ha hecho más que com­pro­bar la
mar­ca­da dis­pa­ri­dad étni­ca y de cla­se de los paí­ses. Ya sabe­mos que el
coro­na­vi­rus no dis­cri­mi­na, pero ha que­da­do demos­tra­do que
su impac­to no es igual para todos
y todas, tampoco
lo serán sus con­se­cuen­cias, polí­ti­cas, eco­nó­mi­cas y sociales. 

El Covid-19 es mucho más que una pan­de­mia, es un vol­cán en
erup­ción que está sacan­do a la super­fi­cie toda la basu­ra que ha gene­ra­do el
per­ver­so sis­te­ma capi­ta­lis­ta, está dejan­do al des­cu­bier­to las desigualdades
entre los paí­ses y las per­so­nas, y esto es más ate­rra­dor que el mis­mo virus. 

* Soció­lo­ga e inves­ti­ga­do­ra Venezolana. 

Itu­rria /​Fuen­te

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