Méxi­co. Los invi­si­bles no tie­nen el lujo de estar confinados

Marie Hibon /​Resu­men Lati­no­ame­ri­cano /​12 de abril de 2020

En un país en el que más de la mitad de los tra­ba­ja­do­res no tie­ne un con­tra­to ni cober­tu­ra social, la epi­de­mia de coro­na­vi­rus está actuan­do como una terri­ble reve­la­ción, exa­cer­ban­do las des­igual­da­des del país.

Cata­li­na se apo­ya en su carri­to refri­ge­ra­do. El jue­ves 26 de mar­zo, como todos los días, se puso su tra­je de ven­de­do­ra, azul eléc­tri­co, como la hie­le­ra cubier­ta con una som­bri­lla que arras­tra por las calles de Pachu­ca, un peque­ño pue­blo a una hora al nor­te de la capi­tal, Ciu­dad de Méxi­co. Está sola, de pie bajo un sol abra­sa­dor a fina­les de mar­zo, en la desier­ta Pla­za Juá­rez. « Los hela­dos, son los niños quie­nes los com­pran », sus­pi­ra. Las escue­las de todo el país cerra­ron cua­tro días antes, deján­do­la sola vagan­do por la acera.

Cada día, Méxi­co se acer­ca un poco más a la cohor­te de otros paí­ses para­li­za­dos. El país entró en « esta­do de emer­gen­cia sani­ta­ria por cau­sa de fuer­za mayor » el lunes 30 de mar­zo, y las auto­ri­da­des orde­na­ron a la gen­te que per­ma­ne­cie­ra en sus casas y sus­pen­die­ron todas las acti­vi­da­des no esen­cia­les. Una por una, las tien­das de la capi­tal han echa­do el cerro­jo. Los últi­mos res­tau­ran­tes abier­tos cerra­ron sus entra­das y colo­ca­ron las sillas sobre las mesas, ofre­cien­do sólo pla­tos para lle­var. Las ofi­ci­nas de las torres de la Ave­ni­da Refor­ma en Ciu­dad de Méxi­co, don­de des­fi­lan los tra­jes y las cor­ba­tas, se han vaciado.

Pero al que­dar­se en sus casas, este Méxi­co moderno, equi­pa­do para tra­ba­jar a dis­tan­cia y con una bille­te­ra lo sufi­cien­te­men­te abul­ta­da como para amon­to­nar rollos de papel higié­ni­co y kilos de hari­na en la des­pen­sa, ha visi­bi­li­za­do otro Méxi­co, que sigue man­te­nien­do en fun­cio­na­mien­to estos barrios adi­ne­ra­dos y aho­ra ador­me­ci­dos. Un Méxi­co de por­te­ros, per­so­nal de lim­pie­za, barren­de­ros y ven­de­do­res de comi­da calle­je­ra: en total, el 56% de los tra­ba­ja­do­res, es decir, trein­ta millo­nes de mexi­ca­nos, para quie­nes el con­fi­na­mien­to no es una opción.

María Euge­nia, con el delan­tal bor­da­do con esco­te cua­dra­do que carac­te­ri­za al per­so­nal de lim­pie­za del país, pule las ven­ta­nas del ves­tí­bu­lo de una resi­den­cia de alta gama en La Con­de­sa, el barrio más abur­gue­sa­do de la capi­tal. Está desean­do tener más tra­ba­jo, por­que mien­tras hay tra­ba­jo, hay dine­ro. Otros han sido menos afor­tu­na­dos: muchos emplea­dos domés­ti­cos han sido des­pe­di­dos de la noche a la maña­na por sus emplea­do­res des­de los pri­me­ros contagios.

Por­que en Méxi­co, ser emplea­do no garan­ti­za nin­gu­na segu­ri­dad. « En este país se pue­de ser emplea­do y pobre », expli­ca Roge­lio Gómez Her­mo­si­llo, coor­di­na­dor de la ONG Acción Ciu­da­da­na con­tra la Pobre­za. Cua­tro de cada diez emplea­dos no tie­nen un con­tra­to esta­ble o cober­tu­ra social. El resul­ta­do de « déca­das de vio­la­cio­nes del dere­cho labo­ral » fren­te a un Esta­do débil, inca­paz de hacer cum­plir sus leyes, con­ti­núa Gómez Her­mo­si­llo. « A fin de cuen­tas, es más bara­to para las empre­sas vio­lar el códi­go labo­ral, inclu­yen­do el cos­to de una con­de­na judi­cial, que emplear a la gen­te siguien­do las normas ».

Des­de la pues­ta en mar­cha de las medi­das sani­ta­rias des­ti­na­das a com­ba­tir la pro­pa­ga­ción del coro­na­vi­rus, que ha cau­sa­do 94 muer­tes y 2.143 casos con­fir­ma­dos a fecha del 5 de abril, cada día se sal­da con nue­vas empre­sas que, ante la cri­sis, se des­ha­cen de sus emplea­dos. Alsea, un con­glo­me­ra­do que reagru­pa una dece­na de cade­nas de res­tau­ran­tes (Domino’s Piz­za, Bur­ger King, Star­bucks…), pro­pu­so a fina­les de mar­zo a sus emplea­dos « tomar­se un mes de des­can­so sin suel­do ». En el sec­tor de la res­tau­ra­ción y el turis­mo, es un baño de san­gre: en las pla­yas de la Rivie­ra Maya, la joya del turis­mo mexi­cano, la baja ocu­pa­ción hote­le­ra ha pro­vo­ca­do el des­pi­do de casi 60.000 emplea­dos del sec­tor en diez días.

Sin embar­go, el Gobierno ha sido tajan­te: todos los tra­ba­ja­do­res no esen­cia­les deben per­ma­ne­cer con­fi­na­dos en abril y sus emplea­do­res « están obli­ga­dos a pagar­les un sala­rio en este mes de epi­de­mia ». Una ilu­sión, se ríe María Euge­nia: « ¿Quién no que­rría estar en casa aho­ra mis­mo? Pero esto es Méxi­co… si me envían a casa, será sin mi paga ». Todos los días reza, cuan­do atra­vie­sa la puer­ta de su casa, para no ser por­tar el virus que podría con­ta­mi­nar a sus hijas.

Des­de hace varias sema­nas, las auto­ri­da­des sani­ta­rias inten­tan con­ci­liar los impe­ra­ti­vos de la salud con la reali­dad eco­nó­mi­ca del país, cuyo PIB se con­tra­jo un 0,1% el año pasa­do. El sub­se­cre­ta­rio de Salud Hugo López-Gatell, reco­no­ci­do epi­de­mió­lo­go y guía de la res­pues­ta guber­na­men­tal, lo ha dicho varias veces: « Asfi­xiar la eco­no­mía y la socie­dad podría tener con­se­cuen­cias devas­ta­do­ras, inclu­so más que la epi­de­mia de coro­na­vi­rus ». El pro­duc­to de esta estra­te­gia híbri­da es un decre­to –por natu­ra­le­za, obli­ga­to­rio- que pide a la pobla­ción cum­plir con la con­ten­ción volun­ta­ria, sin men­cio­nar san­ción algu­na. Una decla­ra­ción dota­da de múl­ti­ples con­tor­sio­nes para enviar a casa a aque­llos que pue­den per­mi­tír­se­lo sin for­zar a los demás.

Iván Agui­lar Ortiz, vein­tea­ñe­ro, lus­tra­bo­tas de Pachu­ca, no tie­ne inten­ción de vol­ver a casa. El joven, que sigue espe­ran­do a su pri­mer clien­te del día, está con­ven­ci­do de que el coro­na­vi­rus no es una enfer­me­dad, sino una cons­pi­ra­ción de Chi­na para robar a Esta­dos Uni­dos su con­di­ción de pri­me­ra poten­cia mun­dial. No es el úni­co: a pocos metros, el ven­de­dor de « pas­tas », los típi­cos bollos de hojal­dre de la ciu­dad, tam­bién cree ser más fuer­te que el virus.

Res­pues­tas des­ti­na­das a man­te­ner el peli­gro a dis­tan­cia por­que no pue­den pro­te­ger­se de él, teo­ri­za el inves­ti­ga­dor Patri­cio Solís, del Cen­tro de Estu­dios Socio­ló­gi­cos del Cole­gio de Méxi­co. « En Méxi­co, el con­cep­to de ser­vi­cio públi­co se fue des­man­te­lan­do gra­dual­men­te bajo los gobier­nos ante­rio­res. El Esta­do está poco pre­sen­te en la vida de las per­so­nas. Así pues, cuan­do pide a la pobla­ción que se que­de en casa para luchar con­tra un virus, se enfren­ta a un enor­me sec­tor que vive sin él, y que res­pon­de: “¿Por qué debe­ría­mos creer­te? ¿Qué auto­ri­dad tie­nes para venir a alte­rar el equilibrio?”»

Duran­te muchas sema­nas, una per­so­na­li­dad en par­ti­cu­lar ha man­te­ni­do este dis­cur­so de desa­fío vis-à-vis del virus: el pro­pio pre­si­den­te mexi­cano Andrés Manuel López Obra­dor. Ele­gi­do a fina­les de 2018 gra­cias a su recha­zo a la cla­se polí­ti­ca corrup­ta, AMLO, como se le cono­ce en Méxi­co, basó su legi­ti­mi­dad en su cer­ca­nía al pue­blo mexi­cano. El hom­bre que se jac­ta de haber visi­ta­do « todos los muni­ci­pios del país » se ha nega­do a inte­rrum­pir sus baños de masas en todos los rin­co­nes del país, ponien­do ale­gre­men­te a prue­ba el men­sa­je de las auto­ri­da­des sani­ta­rias, que tra­ta­ban de infun­dir en la pobla­ción la idea de una futu­ra cri­sis sani­ta­ria. Duran­te tres sema­nas, el pre­si­den­te inci­tó a los mexi­ca­nos a no renun­ciar a los apre­to­nes de manos; blan­dió amu­le­tos afir­man­do que le pro­te­ge­rían del virus y ani­mó a la gen­te a ir a los res­tau­ran­tes para apo­yar una eco­no­mía «fami­liar y popular».

Un dis­cur­so « atrac­ti­vo para una par­te de esta eco­no­mía infor­mal, así como para la com­pro­me­ti­da cla­se media que tra­ta de apo­yar », des­ci­fra Patri­cio Solís, para quien « el pro­ble­ma de este dis­cur­so es que, aun­que pue­de estar del lado de los más débi­les, es con­tra­pro­du­cen­te ». Al seguir aban­do­nan­do sus hoga­res para ganar­se la vida, los tra­ba­ja­do­res se expo­nen más que nun­ca al virus, aun­que son pre­ci­sa­men­te los que care­cen de cober­tu­ra social. « El con­fi­na­mien­to debe con­ver­tir­se en un dere­cho, y para ello, el pre­si­den­te debe asu­mir sus res­pon­sa­bi­li­da­des como jefe del Eje­cu­ti­vo y poner en mar­cha un pro­gra­ma de com­pen­sa­ción para que este sec­tor de la pobla­ción pue­da per­ma­ne­cer en casa ».

El domin­go 5 de abril, des­pués de una sema­na más sobria dedi­ca­da a visi­tar hos­pi­ta­les, López Obra­dor se diri­gió solem­ne­men­te a la nación. A con­tra­co­rrien­te de los ambi­cio­sos pla­nes de apo­yo a la eco­no­mía local desa­rro­lla­dos por varios paí­ses de la región, el pre­si­den­te pin­tó un cua­dro de Méxi­co sin cam­bios por la cri­sis sani­ta­ria, que cali­fi­có de « tran­si­to­ria », pidien­do una « rápi­da recu­pe­ra­ción » del país. Fren­te a la cri­sis eco­nó­mi­ca que se ave­ci­na, dio a cono­cer su pro­gra­ma de aus­te­ri­dad, anun­cian­do nue­vos recor­tes en los sala­rios de los altos fun­cio­na­rios y la crea­ción de dos millo­nes de pues­tos de tra­ba­jo para fina­les de año.

Mien­tras tan­to, Cata­li­na, la ven­de­do­ra de hela­dos de Pachu­ca, se desin­fec­ta las manos con una mez­cla de agua, jabón y lejía, y se da una lar­ga ducha en cuan­to lle­ga a casa. « No pue­do hacer más », con­fie­sa. Los ser­vi­cios de salud del país están tra­ba­jan­do duro para pre­pa­rar­se para lo que vie­ne, pero el sis­te­ma hos­pi­ta­la­rio care­ce de todo. Hoy en día, sólo hay 1.000 espe­cia­lis­tas en cui­da­dos inten­si­vos en el país, cuan­do se nece­si­ta­rían diez veces más, reco­no­ció el pre­si­den­te el pasa­do sába­do, antes lan­zar un lla­ma­mien­to des­ti­na­do a reclu­tar 20.000 médi­cos y enfer­me­ras en tres sema­nas para que reali­cen un cur­so de for­ma­ción exprés online.

El sis­te­ma hos­pi­ta­la­rio, en un esce­na­rio opti­mis­ta, se pre­pa­ra para aten­der duran­te varias sema­nas a cer­ca de 10.000 pacien­tes en cui­da­dos inten­si­vos. Pero la fal­ta de medi­das ambi­cio­sas para ayu­dar a las PYMES y a los tra­ba­ja­do­res pre­ca­rios a vol­ver a casa y así sua­vi­zar la cur­va de con­ta­gios, podría agra­var un esce­na­rio para el que Méxi­co ya tie­ne pro­ble­mas para prepararse.

Corres­pon­den­cia de Prensa*

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