India. Escue­la agro­eco­ló­gi­ca Amri­ta Boo­mi: La nece­si­dad de hacer tierra

Por Iva­no­vich de la Luna, des­de India para Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 7 abril 2020

Fotos: Maria Lau­ra Anto­nio­ni /​Edición de fotos: @otromanumora

Amri­ta Boo­mi. Una escue­la agro­eco­ló­gi­ca en el sur de la India hace fren­te al agro­ne­go­cio, a los tra­ta­dos de libre comer­cio y a las pre­ten­sio­nes de las gran­des cor­po­ra­cio­nes. Basán­do­se en el empo­de­ra­mien­to del cam­pe­si­na­do y la bús­que­da de la auto­no­mía, reve­la­mos una fiel radio­gra­fía de la mate­ria­li­za­ción de un pro­ce­so social y polí­ti­co de cua­ren­ta años.

Se
levan­tan el sol y el pol­vo, maña­na de verano en el sur indiano. Mosquitos
taci­tur­nos des­apa­re­cen ante las tem­pe­ra­tu­ras que len­ta­men­te ascien­den y lle­gan a
los trein­ta y sie­te gra­dos cel­sius. Las aves revo­lo­tean al son de trinos
matu­ti­nos. De vez en cuan­do se entre­la­zan bri­sas y se ele­van pequeños
remo­li­nos. Dos cam­pe­si­nos des­an­dan el camino, inter­cam­bian pala­bras car­gan­do un
saco de vai­nas de morin­ga. Un ter­ce­ro apa­re­ce por detrás en moto­ci­cle­ta y se
ofre­ce lle­var­lo a la coci­na. Per­fec­ta oca­sión para encen­der unos bee­dis y fumar la mañana.

Escue­la, entra­da principal

Bili­gi­ri
Ran­ga Hill, Esta­do de Kar­na­ta­ka. Vein­ti­cua­tro hec­tá­reas rodea­das de cerros
nati­vos, terri­to­rio de comu­ni­da­des indígenas/​campesinas, tres parques
nacio­na­les, hogar del tigre y del 
ele­fan­te. Allí se eri­ge Amri­ta Bhoo­mi, «Madre Tie­rra Inmortal»
en sáns­cri­to; una escue­la, una espe­ran­za, una opor­tu­ni­dad de cam­biar al mundo
con el cuerpo.

Fun­da­da
en el año 2002 bajo la ópti­ca del Dr. Nan­jun­das­wamy y el impul­so de una facción
del movi­mien­to cam­pe­sino “Kar­na­ta­ka Raj­ya Raitha Sangha (KRRS). Toda la
cues­tión extra­ña­men­te, comen­za­ría con un…

C: “…pro­ble­ma de egos, una dife­ren­cia ideo­ló­gi­ca den­tro del movi­mien­to res­pec­to a pre­sen­tar­se a elec­cio­nes gene­ró una esci­sión entre aque­llos que bus­ca­ban ganar o ganar, y otros que sabían que ingre­sar en ese mun­do, los lle­va­ría a tener que for­mar alian­zas con otros par­ti­dos y gra­dual­men­te per­der el espí­ri­tu del movi­mien­to” nos expli­ca Chuk­ki, hija de Nan­jun­das­wamy y actual direc­to­ra de la escue­la. «Esta últi­ma fac­ción, disi­den­te a pre­sen­tar­se a elec­cio­nes, abo­có su ener­gía y fuer­za en la cons­truc­ción de la escue­la, que actual­men­te cuen­ta con trein­ta y cin­co per­so­nas en actividad».

La
ama­bi­li­dad de Chuk­ki no tie­ne pre­ce­den­tes, cami­nan­do ami­ga­ble­men­te entre los
bana­na­les lue­go de una sesión de yoga brin­da­da por una de las volun­ta­rias nos
cuen­ta con orgu­llo y con­vic­ción las puer­tas y ven­ta­nas de un pro­ce­so digno de
cono­cer­se y repli­car­se por la cor­te­za terrestre.

C:
«Amri­ta exis­te para reto­mar las for­mas tra­di­cio­na­les de cul­ti­vo, sin
pes­ti­ci­das ni fer­ti­li­zan­tes quí­mi­cos, como méto­do prác­ti­co para hacer­le frente
al agro­ne­go­cio y auto­no­mi­zar a los pro­duc­to­res. Hace­mos y promovemos
agri­cul­tu­ra natu­ral ZBNF (Zero Bud­get Natu­ral Far­ming por sus siglas en inglés)
la cual bus­ca dis­mi­nuir drás­ti­ca­men­te los cos­tos de pro­duc­ción, eli­mi­nan­do la
depen­den­cia con cual­quier ingre­so de dine­ro des­de el exte­rior, tales como
cré­di­tos, expen­sas e impues­tos. Con esto bus­ca­mos ins­pi­rar a los estu­dian­tes y
jóve­nes a la posi­bi­li­dad de gene­rar cam­bios en su reali­dad, no solo practicando
cul­ti­vo agro­eco­ló­gi­co en sus cam­pos, sino tam­bién gra­cias a un mejor entendimiento
de la situa­ción rural en la India y en el mun­do, for­ta­le­cien­do el con­cep­to de
orga­ni­za­ción y el esfuer­zo colec­ti­vo para tales fines. Un paso fir­me hacia la
sobe­ra­nía alimentaria».

Chuk­ki
mane­ja muy bien el inglés. La pacien­cia, su mejor vir­tud, con­ta­gia a todas las
per­so­nas que la rodean y le hacen pre­gun­tas sobre como fun­cio­na, o cómo hacer;
lar­gos «comos» res­pon­de y no se inquie­ta ante los pronósticos
nega­ti­vos en el mar­co polí­ti­co a nivel mundial.

C:
«Era 1992, lue­go de varias inter­ven­cio­nes, idas y veni­das, se vio en KRRS
la nece­si­dad de tener un espa­cio pro­pio, con­tro­la­do por el cam­pe­si­na­do, un
lugar de apren­di­za­je, una suer­te de uni­ver­si­dad, for­ta­le­cer en for­ma práctica
la lucha con­tra la pro­pie­dad inte­lec­tual. Mi papá comen­zó este pro­yec­to en los
últi­mos años de su vida, lamen­ta­ble­men­te las per­so­nas que comen­za­ron con él
este pro­yec­to no tenían muy cla­ra la idea del mis­mo. Es por eso que tuvi­mos que
reto­mar des­de cero. En esa épo­ca los cono­ci­mien­tos sobre el cul­ti­vo agroecológico,
sin inputs inter­nos, se habían per­di­do por la revo­lu­ción ver­de en 1964[1]

Acom­pa­ña­da
de Kave­ri, coor­di­na­do­ra del lugar, nos expli­ca que allá por la déca­da del
sesen­ta había esca­sez de comi­da en la India, lo cual diga­mos que la
jus­ti­fi­ca­ción sobre el mono­cul­ti­vo y el ham­bre esta­ba bien asen­ta­da. Fue una
medi­da inme­dia­ta, pero lue­go, a los trein­ta, cua­ren­ta años, el sue­lo comen­zó a
mos­trar su des­gas­te y el plan ali­men­ti­cio su grie­ta. Los cam­pos perdieron
fer­ti­li­dad, los ríos sub­te­rrá­neos se seca­ron, devino el avan­ce del pol­vo. La
bio­di­ver­si­dad decre­ció notablemente.

C: «La agri­cul­tu­ra había deja­do de ser un modo de vida para pasar a ser un tra­ba­jo, ya que la revo­lu­ción ver­de no solo inter­vino en la pro­duc­ción de comi­da, sino en la for­ma de vida de la gran mayo­ría de las per­so­nas de los paí­ses del sudes­te asiá­ti­co. La agri­cul­tu­ra es cul­tu­ra: los hábi­tos en la comi­da, los fes­ti­va­les, las cele­bra­cio­nes, la iden­ti­dad con la tie­rra, todo eso comen­za­ba a des­apa­re­cer. Aque­llas per­so­nas que no tenían tie­rra no eran res­pe­ta­das, así como las dalits (des­cas­ta­das). Se pro­du­ce la gran inmi­gra­ción del cam­po a la ciu­dad y la con­se­cuen­cia se pue­de obser­var aún hoy en día: la gran mayo­ría de los cam­pe­si­nos que tra­ba­jan en Amri­ta son per­so­nas mayo­res, los jóve­nes han per­di­do el inte­rés en regre­sar a la tierra».

C:
«Anti­gua­men­te las cam­pe­si­nas se orga­ni­za­ban espon­tá­nea­men­te, yen­do a los
cam­pos don­de había tra­ba­jo, dan­do su labor hacia sus veci­nos y lue­go recibiendo
la de ellos. En Kan­na­ra se deno­mi­na este méto­do como «Muy­ya­lu»: Tu
vie­nes a mi gran­ja, tu tra­ba­jas aqui cuan­do haya tra­ba­jo, asi como yo trabajo
en tu gran­ja cuan­do haya tra­ba­jo. Un sis­te­ma basa­do en la soli­da­ri­dad. Esa
for­ma labo­ral ya no exis­te, la revo­lu­ción ver­de lo hizo des­apa­re­cer y hoy en
día todo acción es bajo el cur­so de la mone­da. Este tipo de rela­ción huma­na es
el que esta­mos hacien­do renacer»

Cin­co
cam­pe­si­nos hier­ven las raí­ces de cúr­cu­ma para pre­pa­rar el extrac­to. Los
cal­de­ros humean­tes a pleno sol, el vapor y sus espe­jis­mos desér­ti­cos. Nos miran
entre curio­sos y diver­ti­dos, nos invi­tan unos bee­dis, acep­ta­mos de cor­te­sía pese a que el calor no invi­ta a
fumar.

Chuk­ki
nos obser­va de reo­jo, son­ríe y habla con ellos en Kan­na­ra, len­gua de las más
dul­ces y diver­ti­das, naci­da del sáns­cri­to pero con un jue­go de repeticiones,
casi ono­ma­to­pe­yi­cas, que enri­que­cen la más ami­ga­ble de las len­guas del
sub­con­ti­nen­te indio.

C: «Yo fui cria­da en Ban­ga­lo­re» nos dice cuan­do reanu­da­mos la mar­cha hacia una de las casas. «Para mi venir acá fue todo un desa­fío, tenía mucho mie­do a las ser­pien­tes y a los escor­pio­nes. Fue un cam­bio radi­cal, y para ello es nece­sa­rio un cam­bio de men­te, y eso no es fácil. Los pro­ble­mas empie­zan en la fami­lia, lue­go en la socie­dad. Con la cues­tión de que con la socie­dad tu pue­des lidiar, pue­de no impor­tar­te el qué dirán, pero en tu fami­lia es más com­pli­ca­do, las opi­nio­nes nos due­len más. Mind shift is not easy, going back to the roots».

Ban­co de semillas 

Lle­ga­mos
a una casa de ladri­llos, arqui­tec­tu­ra occi­den­tal. Allí entre fras­cos y
eti­que­tas apa­re­ce Vasantha (33), guar­dia­na de las semi­llas, colec­cio­nis­ta y
apa­sio­na­da por el movi­mien­to. Tra­ba­ja hace tres años en la con­ser­va­ción de
semi­llas en Amri­ta Boo­mi, foca­li­zán­do­se en la bio­di­ver­si­dad de los cultivos
como pilar fun­da­men­tal de la sus­ten­ta­bi­li­dad, la con­ser­va­ción de semillas.

V:
“Aquí me sien­to tran­qui­la, en sole­dad, no ten­go jefe, es un lugar segu­ro para
las muje­res”. Vasantha nos ofre­ce unas bol­si­tas para ir colo­can­do las semillas
mien­tras habla­mos. Es muy cui­da­do­sa res­pec­to a que no se mez­clen los distintos
tipos de cereales.

V:
“Todo comen­zó cuan­do ter­mi­né mis estu­dios de enfer­me­ría y asis­tí a un cur­so de
agro­eco­lo­gía: era la úni­ca mujer en un gru­po de trein­ta hom­bres”. Lejos de
asus­tar­se y sen­tir­se sola, el efec­to fue de empo­de­ra­mien­to y se hizo car­go de
lo que fal­ta­ba en el espa­cio don­de brin­da­ban el cur­so, ese espa­cio era Amrita
Boo­mi y lo que hacía fal­ta era un ban­co de semillas.

De allí
que dedi­ca sus vein­ti­cua­tro horas dia­rias al espa­cio. Guar­da muchas semi­llas en
enva­ses de barro, bol­sas, fras­cos, orga­ni­za los mues­tra­rios, con­cu­rre a los
fes­ti­va­les de inter­cam­bio de semi­llas. Ante la ausen­cia de muje­res en el plano
polí­ti­co, rápi­da­men­te encon­tró no sólo un lugar, sino una fun­ción que hasta
aho­ra nadie había ocupado.

V:
“Actual­men­te las semi­llas las ven­de el gobierno. Pero están cura­das de tal
mane­ra que no tie­nen la nutri­ción sufi­cien­te para sobre­vi­vir sin suplementos
quí­mi­cos. El algo­dón es un ejem­plo de las semi­llas modi­fi­ca­das genéticamente”.

Des­pe­di­mos
a Vasantha y reto­ma­mos el camino a la casa prin­ci­pal. Por momen­tos, el viento
se lle­va los soni­dos y deja un sua­ve silen­cio. A lo lejos vimos a Parvatti
(47), una de las volun­ta­rias fijas en Amri­ta Boo­mi hablan­do por celular,
ima­gi­na­mos algún fami­liar, adivinamos.

Su
inglés flui­do nos per­mi­te ir más allá tras bam­ba­li­nas del pro­yec­to. Cuen­ta que
el bichi­to de vol­ver al cam­po le tocó hace un tiem­po, y gra­cias al apo­yo de su
fami­lia deci­dió dedi­car­se a estu­diar de pleno la agro­eco­lo­gía con el objetivo
de apli­car­la en su pro­pio terreno.

P:
«No me con­ven­cían los con­se­jos de los cam­pe­si­nos loca­les. Empe­cé un curso
anual de agro­eco­lo­gía en Ban­ga­lo­re y una de las sedes fue Amri­ta Boo­mi. Sentí
que tenía que vol­ver y regre­sé para pro­fun­di­zar mis cono­ci­mien­tos y poder
apli­car­los a una esca­la mayor, salir de las mace­tas en el bal­cón y vol­ver al
campo».

Par­vat­ti
acep­ta el mate y pre­gun­ta curio­sa como cual­quie­ra que lo ve por pri­me­ra vez de
don­de vie­ne y una res­pon­de que es como un té, pero se toma dis­tin­to, que es
ener­gi­zan­te y que algu­nas no pode­mos tomar mate de noche por­que nos desvelaría.

P:
«No lo veo como un volun­ta­ria­do, sino como un inter­cam­bio. Como coucher me dedi­qué estos pri­me­ros tres
meses a esta­ble­cer el gru­po de muje­res y que jun­tas ten­ga­mos un cam­po modu­lar a
dis­po­si­ción, don­de noso­tras pode­mos cul­ti­var y expe­ri­men­tar. Creo en el proceso
de Amri­ta, los desa­fíos y los obje­ti­vos pro­pues­tos. El cre­ci­mien­to es orgánico
y deja­ría de ser­lo si yo vinie­ra de afue­ra y dije­ra que cosa es necesaria
cam­biar a modo indi­vi­dual y no colec­ti­va­men­te. Por eso me gus­ta tra­ba­jar con el
gru­po humano».

Par­vat­ti
nos da una pers­pec­ti­va más inte­lec­tual, nos per­mi­te ver el pro­ce­so analizado
con ojos más occi­den­ta­les, una gran dife­ren­cia entre las per­so­nas volun­ta­rias y
las cam­pe­si­nas del lugar. Dos mun­dos entran en contacto.

P:
«Las tra­ba­ja­do­ras vie­nen aquí, pri­me­ra­men­te por­que es el pro­yec­to del Dr
Nan­dus­wamy, por el res­pe­to que aún le tie­nen. Él qui­so cam­biar los modos
vin­cu­la­res y los méto­dos que había en la agri­cul­tu­ra lue­go de la inva­sión de
los mono­cul­ti­vos y los pes­ti­ci­das. Qui­zá las tra­ba­ja­do­ras no son tan
cons­cien­tes del mar­co polí­ti­co o la pro­pues­ta que sig­ni­fi­ca la escue­la. Pero lo
her­mo­so es que ellas sien­ten que algo bueno pasa, se sien­ten cómo­das, y sobre
todo, divul­gan en sus comu­ni­da­des que otra mane­ra de cul­ti­var es posi­ble, otra
mane­ra de vincularnos».

P: «¿Cómo se pue­de ense­ñar? Una no pue­de decir­le a otra lo que es bueno o lo que es malo, sino sim­ple­men­te dar­le la opor­tu­ni­dad de vivir la expe­rien­cia para que pue­da sacar su pro­pia apre­cia­ción de ello. Creo que no es nece­sa­rio dar­le una pers­pec­ti­va polí­ti­ca a las cam­pe­si­nas ni dar­le un mon­tón de infor­ma­ción teó­ri­ca sobre libros que jamás lee­rán. Sim­ple­men­te con la expe­rien­cia de algo nue­vo, ellas mis­mas sacan sus pro­pias con­clu­sio­nes y sobre todo las trans­mi­ten en sus pro­pias pala­bras a sus cono­ci­das. La prác­ti­ca es la mejor divulgación»

La
orga­ni­za­ción está par­ti­da en dos, una con un enfo­que hacia las personas
volun­ta­rias, gene­ral­men­te per­so­nas for­ma­das aca­dé­mi­ca­men­te, wes­terns, estu­dian­tes, mili­tan­tes de
otras orga­ni­za­cio­nes que vie­nen por la expe­rien­cia de vol­ver a la tie­rra, la
nece­si­dad de hacer tie­rra. Y por otro lado, la escue­la es un cam­po don­de las
per­so­nas tra­ba­ja­do­ras reci­ben una remu­ne­ra­ción por sus labo­res, cumpliendo
horas dia­rias en la expe­rien­cia de la agri­cul­tu­ra agroecológica.

Todas
las maña­nas, en el jar­dín memo­rial al Dr. Nan­dus­wamy se rea­li­za la asamblea
matu­ti­na, don­de el equi­po de coor­di­na­ción con las super­vi­so­ras intercambian
infor­ma­ción con las tra­ba­ja­do­ras sobre los esta­dos de los cul­ti­vos, las
nece­si­da­des y los queha­ce­res del día.

Hom­bres
de un lado, muje­res del otro, com­par­ten risas y esco­gen a sus com­pa­ñe­ras para
las tareas desig­na­das. Es noto­rio que ya hay dúos, tríos y cuar­te­tos de trabajo
for­ma­dos: “Cada tra­ba­ja­do­ra esco­ge a su com­pa­ñe­ra de tra­ba­jo, inclu­so a su
super­vi­so­ra” nos cuen­ta Chuk­ki mien­tras trans­cu­rría la asam­blea. “Gene­ral­men­te
en otros tra­ba­jos las crí­ti­cas vie­nen de las super­vi­so­ras hacia las
tra­ba­ja­do­ras, bueno, aquí es al revés, las tra­ba­ja­do­ras sue­len que­jar­se de las
super­vi­so­ras” son­ríe Chuk­ki y expli­ca que las super­vi­so­ras se dis­tri­bu­yen por
áreas, ron­dan­do en moto por el terreno. “Para ese tipo de tra­ba­jos bus­ca­mos a
las más jóve­nes. No nece­si­ta­mos que ten­gan cono­ci­mien­tos pre­vios, incluso
algu­nas de ellas ni siquie­ra tie­nen casa. El fin es mos­trar que las personas
jóve­nes pue­den vol­ver al tra­ba­jo rural, que pue­dan ver un futu­ro nue­va­men­te en
la agricultura”.

Los 65 acres están divi­di­dos en blo­ques. Cada uno tie­ne dife­ren­tes cul­ti­vos modu­la­res. Por ejem­plo, un blo­que está divi­di­do en man­gos o jack­fruits, limo­nes, etc. Tam­bién hay cul­ti­vos a rie­go de llu­via, como el mijo. Cada blo­que tie­ne dos res­pon­sa­bles, un hom­bre y una mujer, entre los que se encuen­tran: Semi­llas, Bana­nas, Legum­bres, Cul­ti­vo mix­to, Jack­fruit, Pic­kles, Mijo, Cúr­cu­ma, Cam­po de Muje­res, Arqui­tec­tu­ra, Tra­ba­jo con bovinos.

C: “No
hace­mos rota­ción de tra­ba­jos, los pues­tos son fijos. La gran ven­ta­ja de ello es
que hay una noción de apro­pia­ción del terreno y la tarea, una sen­sa­ción de
pro­gre­so. Ante­rior­men­te cuan­do tenía­mos pues­tos móvi­les las trabajadoras
sen­tían que no ter­mi­na­ban nada”.

La
asam­blea matu­ti­na fina­li­za. Cada una a su espa­cio, a su tarea, nadie corre,
nadie se deses­pe­ra, todo en armonía.

C: “Si bien exis­te un gru­po coor­di­na­dor. Toma­mos las deci­sio­nes bajo la con­sul­ta de las tra­ba­ja­do­ras, el cono­ci­mien­to vie­ne de la expe­rien­cia. Al comien­zo se reían de noso­tras y nos decían “como no vas a poner fer­ti­li­zan­tes” o fra­ses como “ah… por­que tie­nen dine­ro pue­den hacer eso”. En fin, la expe­rien­cia nos demos­tró no sólo que es posi­ble cul­ti­var sin quí­mi­cos sino que ellas mis­mas se con­vir­tie­ran en nues­tras emba­ja­do­ras, divul­gan­do en sus comu­ni­da­des como es posi­ble hacer­lo agro­eco­ló­gi­ca­men­te, sin pes­ti­ci­das ni fer­ti­li­zan­tes quí­mi­cos. Es un inter­cam­bio cul­tu­ral muy enri­que­ce­dor, por ejem­plo ellas no se mane­jan con meses, sino con las llu­vias y los cul­ti­vos. Tene­mos vein­ti­cua­tro llu­vias y cada una de ellas tie­ne un fes­ti­val, un nom­bre y un dios aso­cia­do. Por ejem­plo el Maha Shi­va­ra­tri (21 de febre­ro) coin­ci­de cuan­do supues­ta­men­te se ha ter­mi­na­do la cosecha”.

Cues­tión de castas

C: “Al
comien­zo hubo con­flic­tos cuan­do algu­nas cam­pe­si­nas de cas­tas más altas no
que­rían comer la comi­da hecha por indí­ge­nas o des­cas­ta­das. Lle­ga­ban inclu­so a
escon­der sus pla­tos para que ellas no los pudie­ran tocar. A las cas­tas más
altas les hacía mucho rui­do que per­so­nas de cas­tas más bajas estu­vie­ran en
posi­cio­nes de deci­sión u organizativas”.

“La
ver­dad que es casi impo­si­ble resol­ver la cues­tión de cas­tas, se nece­si­ta mucho
tiem­po para gene­rar un cam­bio de con­cien­cia res­pec­to a ello. Por eso deci­di­mos contratar
gen­te de las cas­tas más bajas. Hoy en día solo con­tra­ta­mos des­cas­ta­das y el
plan­tel de tra­ba­jo es prác­ti­ca­men­te en su tota­li­dad de “into­ca­bles”[2].
De esa mane­ra hemos encon­tra­do un gru­po de tra­ba­jo sóli­do y orgá­ni­co ya que
tam­bién la for­ma que tene­mos de con­tra­tar es boca a boca, es decir, le pedimos
a la gen­te que tra­ba­ja que anda­mos nece­si­tan­do tra­ba­ja­do­ras, cues­tión de que
lla­man a las per­so­nas de las mis­mas comu­ni­da­des para ello”.

Cues­tión de género

C: “Los
hom­bres no quie­ren hacer el tra­ba­jo de las muje­res, las muje­res no quieren
hacer el tra­ba­jo de los hom­bres. Para empe­zar a modi­fi­car eso, hicimos
res­pon­sa­bles de cada blo­que a un hom­bre y dos muje­res. La dis­tri­bu­ción del
tra­ba­jo en cada maña­na depen­de del tipo de labor nece­sa­ria y de la can­ti­dad de
per­so­nas que se requie­ren para ello, y eso cam­bia todo el tiem­po. Por ejemplo
para la pre­pa­ra­ción del extrac­to de cúr­cu­ma que se hace una vez al año, se
requie­re al menos sie­te per­so­nas acti­vas por varios días hir­vien­do las raíces.
De allí que segu­ra­men­te algún módu­lo pue­de que­dar sin trabajadoras”.

“Para
las muje­res es una suer­te de esca­pe. Venir a tra­ba­jar a Amri­ta sig­ni­fi­ca salir
de los tra­ba­jos domés­ti­cos, ale­jar­se un poco de los pro­ble­mas de la familia.
Pode­mos decir que en zonas rura­les, el 90% de los hom­bres tie­nen pro­ble­mas con
el alcohol. Cuan­do hablo con ellas, me dicen que son feli­ces aquí, que pueden
hablar entre si, com­par­tir, can­tar jun­tas. Lue­go vuel­ven a la casa y se ocupan
de las tareas de la fami­lia pero con una con­ten­ción, con nue­vas herramientas”.

“A
veces usa­mos los fes­ti­va­les de llu­via para jugar gru­pal­men­te, para fortalecer
al gru­po. Por ejem­plo escri­bi­mos los nom­bres de todas y al sacar­los solo
pode­mos decir cosas bue­nas de la com­pa­ñe­ra. Gene­rar cosas posi­ti­vas, sororidad
y hermandad”.

Par­vat­ti
se suma a la con­ver­sa­ción comen­tán­do­nos más cosas sobre el gru­po de muje­res que
hacía poco había comenzado. 

P: “Es
impor­tan­te vol­ver a for­ta­le­cer la iden­ti­dad de mujer, replan­tear los vínculos
mari­ta­les. Las cosas no vie­nen fáci­les, no es sim­ple que tu mari­do pueda
enten­der todo esto, pero no es cues­tión de bajar los bra­zos, sino de poder
obte­ner con­ten­ción de otras muje­res para poder afron­tar los momen­tos bajos. Es
impor­tan­te reco­no­cer que nece­si­ta­mos nues­tros espacios”.

C:
“Pode­mos decir inclu­so que el 90% del tra­ba­jo de cam­po lo hacen las mujeres,
plan­tar, podar, cose­char… los hom­bres sola­men­te son los due­ños de la tierra,
ellos se encar­gan de la comer­cia­li­za­ción y muchas veces ellas no ven ni
siquie­ra la pla­ta por su labor”.

P:
“Lue­go de la migra­ción a la ciu­dad, espe­cial­men­te de las per­so­nas que podían
acce­der a la edu­ca­ción e inser­tar­se en el mer­ca­do labo­ral, tuvo como
con­se­cuen­cia inme­dia­ta que los tra­ba­jos agrí­co­las reca­ye­ran en manos de las
cas­tas más bajas. Es por eso la impe­rio­sa nece­si­dad de resig­ni­fi­car el trabajo
agrí­co­la, sobre todo en la muje­res, quie­nes repre­sen­tan más del 75% de las
per­so­nas tra­ba­ja­do­ras, inde­pen­dien­te­men­te de la casta.

P: “La
mujer está reple­ta de tra­ba­jo y debe­res. Vol­ver a dig­ni­fi­car el tra­ba­jo en la
tie­rra, vol­ver a reva­lo­ri­zar la labor, recrear esa iden­ti­dad, que deje de ser
una escla­vi­tud. A muchas muje­res no se les paga, sino sim­ple­men­te se mantienen
su con­di­cio­nes ser­vi­les de casas y comi­da. El empo­de­ra­mien­to feme­nino es
nece­sa­rio. Pode­mos agre­gar que las muje­res de las últi­mas cas­tas son las más
opri­mi­das ya que no tie­nen per­mi­ti­do poseer el títu­lo de la tie­rra, y suelen
tra­ba­jar en con­di­cio­nes de mise­ria. Muchas de ellas reci­ben una can­ti­dad de
dine­ro que las obli­gan a tra­ba­jar en deter­mi­na­da tie­rra, para deter­mi­na­do dueño
por el res­to de sus vidas”.

No todo está per­dido

Amri­ta
Boo­mi es par­te del movi­mien­to juve­nil de Kar­na­ta­ka, con­for­man­do el fren­te Kar­na­ta­ka for Employ­ment bajo el lema “No Job, no vote”.

C:
“Muchos gobier­nos pro­me­tían en sus cam­pa­ñas de elec­ción pues­tos de trabajo,
pero la reali­dad era dis­tin­ta como uste­des podrían ima­gi­nar. Comien­za a haber
una gran rever­sión hacia la agri­cul­tu­ra, ya que los tra­ba­jos en la ciu­dad están
cada vez más pre­ca­ri­za­dos, con­tra­tos de tres meses que lue­go de su finalización
las per­so­nas son des­pe­di­das, des­car­ta­bi­li­dad. Por eso invi­ta­mos a los
dife­ren­tes can­di­da­tos a las con­fe­ren­cias juve­ni­les y pre­gun­ta­mos cuántos
pues­tos de tra­ba­jo pue­den gene­rar. Si ellos esta­ban de acuer­do con nuestro
mani­fies­to, y lo hacían par­te de su pro­gra­ma, le dába­mos el apo­yo. Nin­guno lo
hizo. Es por eso que deci­di­mos gene­rar una apli­ca­ción para la bús­que­da de
empleo. De repen­te tenía­mos a muchí­si­mas jóve­nes regis­tra­das bus­can­do trabajo”.

“Allí
sur­gió la “Citri aca­demy”, bajo el lema “Nation
buil­ded through com­mu­nity orien­ta­tion
”. En esta espe­cie de uni­ver­si­dad hay
muchas per­so­nas del ámbi­to aca­dé­mi­co, coun­se­ling
de tra­ba­jos alter­na­ti­vos en dis­tin­tos espa­cios que pro­po­nen una eco­no­mía alternativa,
coope­ra­ti­va y soli­da­ria. Amri­ta es una de las sedes don­de se pue­de encontrar
empleo, así como Deisy, una coope­ra­ti­va tex­til de muje­res. De esta mane­ra se
pue­den hos­pe­dar estu­dian­tes que quie­ran apren­der el ofi­cio y ayu­den en la
coope­ra­ti­va, tra­ba­jan­do y aprendiendo”.

Cone­xión con Vía Campesina

C: “Hay
muchas escue­las agro­eco­ló­gi­cas en todo el mun­do conec­ta­das gra­cias a VC. En
Asia a dife­ren­cia de Lati­noa­mé­ri­ca, la agro­eco­lo­gía es un con­cep­to poco
dise­mi­na­do. Somos con­si­de­ra­da como la escue­la agro­eco­ló­gi­ca del Sudeste
Asiá­ti­co, del cual for­ma­mos par­te como cen­tro regio­nal. Por el momen­to no
tene­mos cur­sos de lar­ga dura­ción, sino más bien workshops, por ejem­plo hacemos
un cur­so de agro­eco­lo­gía de una sema­na don­de vie­nen estu­dian­tes de distintos
paí­ses como Sri Lan­ka o Bangladesh.

“Tene­mos
una alian­za con una nue­va ini­cia­ti­va lla­ma­da Sco­la Cam­pe­si­na en Roma. Enviamos
y reci­bi­mos estu­dian­tes de agro­eco­lo­gía de la red de la VC de otras escuelas
Agro­eco­ló­gi­cas como en Mali, Zim­bab­we y Bra­sil, y en con­jun­to for­ma­mos una
úni­ca escue­la agro­eco­ló­gi­ca inter­na­cio­nal. Eso nos da fuer­za y contención,
sen­tir que no esta­mos ais­la­das, que somos par­te de algo mucho más gran­de, algo
que emer­ge indis­tin­ta­men­te de las cul­tu­ras y tra­di­cio­nes, una nue­va for­ma de
cons­truir el mundo”.

El camino a la Sustentabilidad

C: “El
ante­rior gober­nan­te de Kar­na­ta­ka fue par­te de KRRS, alumno de mi padre. Entre
cafés y char­las, podría­mos decir que mi padre lo mili­tó, y así entró en
polí­ti­ca gra­cias a él. Con­se­cuen­cia futu­ra es que hemos reci­bi­do apo­yo del
esta­do duran­te un buen tiem­po, lo que nos per­mi­tió comen­zar los tra­ba­jos en
cam­po y pagar sala­rios. Pero lamen­ta­ble­men­te este es el últi­mo año que
per­ci­bi­mos ese apo­yo eco­nó­mi­co, lo cual todo se vuel­ca acce­der a la
sus­ten­ta­bi­li­dad con más urgen­cia. Ese es nues­tro prin­ci­pal obje­ti­vo. Sabiendo
que el gober­na­dor actual no nos daría ni una rupia, nece­si­ta­mos salir al
mer­ca­do. Somos par­te de coope­ra­ti­vas de cam­pe­si­nas, inten­tan­do crear un nuevo
mer­ca­do agro­eco­ló­gi­co, como los loca­les de pro­duc­tos orgá­ni­cos. Com­pa­ra­do con
Euro­pa, en India no exis­te un boom del mun­do orgá­ni­co o bio. Inclu­so para ello
nece­si­ta­ría­mos un cer­ti­fi­ca­ción de orgá­ni­co y noso­tras esta­mos en con­tra, ya que
es sim­ple­men­te para ele­var los pre­cios de esos tipos de pro­duc­tos. Termina
sien­do una suer­te de mafia; por ende una lucha polí­ti­ca tam­bién. ZBNF es
nues­tra cer­ti­fi­ca­ción, la voz de las cam­pe­si­nas es nues­tra cer­ti­fi­ca­ción. Es
una iro­nía: sobre lo orgá­ni­co hay muchí­si­mas res­tric­cio­nes, en cam­bio con los
GMO (Gene­tic modi­fied orga­nism) las polí­ti­cas son muy flexibles.

“Cree­mos
que para lograr la sus­ten­ta­bi­li­dad debe­mos inser­tar nues­tros pro­duc­tos en el
mer­ca­do. Hemos inten­ta­do con que­rer ven­der nues­tros pro­duc­tos en la ciu­dad, ir,
hablar en públi­co, expli­can­do que sig­ni­fi­ca cul­ti­var agro­eco­ló­gi­ca­men­te. Fueron
muy bue­nas expe­rien­cias, pero no han sido ren­ta­bles, se nece­si­ta aún más que
eso para lograr ser sus­ten­ta­bles. Esta­mos apren­dien­do este camino”.

“Nece­si­ta­mos
más gen­te, hay mucho tra­ba­jo. Nece­si­ta­mos más volun­ta­rias, muchas extranjeras
sue­len abu­rrir­se ya que en la escue­la hay muy pocas per­so­nas que hablan inglés.
Las pla­ta­for­mas de volun­ta­ria­do como Wor­ka­way o Woo­fing no tie­nen una
orien­ta­ción polí­ti­ca, por ejem­plo mucha gen­te que se acer­ca por medio de esas
redes no tie­nen una con­vic­ción polí­ti­ca. Per­so­nas muy crí­ti­cas que no
com­pren­den los movi­mien­tos socia­les y pre­ten­den que la escue­la satis­fa­ga sus
expec­ta­ti­vas, al final ter­mi­nan sien­do un dolor de cabe­za” se ríe Chukki.

P: “A
medi­da que fui cre­cien­do fui vien­do una fra­gi­li­dad en la comu­ni­ca­ción, esa
difi­cul­tad de poder decir lo que real­men­te se sien­te, una supre­sión de
sen­ti­mien­tos. Allí enten­dí la impor­tan­cia de la comu­ni­ca­ción, como modificar
nues­tros modos de comu­ni­car­nos para poder ter­mi­nar con círcu­los vicio­sos de
conflicto”.

“Creo
que en las ciu­da­des, en nues­tros tra­ba­jos, inten­ta­mos obte­ner algo que no se
que es y no sabe­mos que eso en reali­dad nos está atra­pan­do por detrás. Vi que
era nece­sa­rio dis­mi­nuir la velo­ci­dad, parar esas ideas neu­ró­ti­cas. Allí fue que
deci­dí inver­tir en un peda­zo de tie­rra y vol­ver a revi­vir esa cone­xión. Puedo
can­tar, bai­lar, pero no quie­ro con­ver­tir­me en can­tan­te o bai­la­ri­na. Uso esas
cosas para enri­que­cer mi vida, no para ser alguien en espe­cial. Aquí es posible
poder comu­ni­car todas estas cosas, aquí me sien­to libre. No esta­mos acumulando
y acu­mu­lan­do cono­ci­mien­tos a per­se, hay un balan­ce. Es posi­ble otra for­ma de
vida. Si quie­ren per­se­guir sus sue­ños y deseos allá uste­des. Yo pre­fie­ro ser
libre y dejar de per­se­guir cosas”.

C:
“Creo que como movi­mien­to social nos toma­mos la comu­ni­ca­ción muy a la ligera.
Ser par­te de un movi­mien­to social me ins­pi­ra y creo que si no estu­vie­ra inmersa
en ello me sen­ti­ría sola, des­co­nec­ta­da de la reali­dad. Hay dos extre­mos ¿no? Es
nece­sa­rio a veces esa des­co­ne­xión para obte­ner pers­pec­ti­va. Tam­po­co se puede
vivir inmer­sa en la polí­ti­ca ya que muchas veces se hace casi todo des­de la
cabe­za y no con el cora­zón, se pier­de el espíritu”.

“Este
cen­tro está dedi­ca­do a las gene­ra­cio­nes veni­de­ras. Es un poco tris­te decir que
crea­mos este cen­tro para recu­pe­rar aque­llas cosas que el capi­ta­lis­mo destruyó,
pero por otro lado, es un pun­to de refe­ren­cia. Si uno obser­va las
uni­ver­si­da­des, los gurúes espi­ri­tua­les, la demo­cra­cia, nada está hecha para el
pue­blo, sino para un cre­ci­mien­to indi­vi­dual o espi­ri­tual que solo que­da allí, y
no está hecho para trans­mi­tir al res­to sino para venderlo”.

“Es por
eso, que luchar con­tra toda esa marea es man­te­ner este espa­cio vivo, que la
infor­ma­ción sea libre y los sabe­res se pue­den com­par­tir sin nece­si­dad de un
víncu­lo mer­can­til. A veces me sien­to sola pen­san­do en que somos muy pocas las
que avi­va­mos este fue­go. De allí que el movi­mien­to social, este espa­cio, me
per­mi­ten regre­sar a esa fuer­za. Inter­ac­tuar con gen­te que ve más allá de las
fron­te­ras, y no com­par­tir tan­to con gen­te que lo úni­co que hace es filosofar
sobre la vida sin poner las manos en la tie­rra, eso no me hace bien”.

“En
india es muy difí­cil encon­trar muje­res jóve­nes envuel­tas en la polí­ti­ca. Es por
eso que como mujer fue todo un desa­fío con­vi­vir con hom­bres duran­te gran parte
de mi vida, sufrir cues­tio­nes de machis­mo, menos­pre­cio de mis ideas por solo
ser mujer. Eso me hizo fuer­te, es can­sa­dor cier­to, pero mien­tras más fuer­te te
vuel­ves y mejor pue­des pelear”.

¿Cómo par­ti­ci­par?

Volun­ta­ria­do: escri­bir­nos por e‑mail. Expli­car la razón por la que vie­nes y los cono­ci­mien­tos que tie­nes para que poda­mos con­cre­tar una bue­na expe­rien­cia, reci­pro­ci­dad. Comen­tar­nos las inten­cio­nes y las ideas que tie­nen para sobre el lugar. El espa­cio está abier­to todo el año y la estan­cia míni­ma son 15 días para que la expe­rien­cia sea fruc­tí­fe­ra y pue­dan obte­ner una com­ple­ta visión del espa­cio y sus objetivos.

Con­tac­to

Pagi­na
web: https://​amri​tabhoo​mi​.org/

E‑mail: abhoomi.​edu@​gmail.​com


[1] https://ast.wikipedia.org/wiki/Revoluci%C3%B3n_verde 

[2]  Para recor­dar, en la India hay más de dos mil cas­tas, den­tro de ellas hay dife­ren­tes jerar­quías. La cas­ta más baja, inclu­so fue­ra del sis­te­ma de cas­tas, se deno­mi­na como into­ca­bles o dalits.

Itu­rria /​Fuen­te

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