Argen­ti­na. Pan­de­mia y femi­ci­dios, el mari­da­je perfecto

Este­fa­nía San­to­ro y Lau­ra Salo­mé Can­te­ros /​Resu­men Lati­no­ame­ri­cano /​18 de abril de 2020

Según el obser­va­to­rio de orga­ni­za­cio­nes femi­nis­tas, son 83 los femi­ci­dios en lo que va del año, más los tra­ves­ti­ci­dios socia­les. Cami­la Taroc­co, de Moreno, es la últi­ma y son 22 de noso­tras menos des­de que comen­zó el ais­la­mien­to social por el Covid-19.

(Esta nota es resul­ta­do del tra­ba­jo cola­bo­ra­ti­vo entre Cítri­ca y Mar­cha.)

Nos matan, nos entie­rran, nos dese­chan como basu­ra. ¿Qué hace el Esta­do para pro­te­ger­nos de los femi­ci­das? ¿Qué hace el Esta­do para pre­ve­nir los femicidios?

A Cami­la Taroc­co la bus­ca­ban des­de el vier­nes tres de abril, el 15 encon­tra­ron su cuer­po, la mató el padre de sus hijxs y la ente­rró. El femi­ci­da ya tenía denun­cias por vio­len­cia de géne­ro. Otra más que nos arran­can y el Esta­do es responsable.

El 28 de mar­zo fue­ron encon­tra­das sin vida cin­co muje­res que esta­ban des­apa­re­ci­das. En mar­zo, 24 fue­ron ase­si­na­das por sus pare­jas o ex pare­jas. Ade­más, tres niñas fue­ron halla­das muer­tas por femi­ci­dios vin­cu­la­dos. Des­de que comen­zó el 2020, ya son 83 las ase­si­na­das. 

La cifra aumen­ta al sumar­le sie­te tra­ves­ti­ci­dios socia­les cau­sa­dos por la fal­ta de acce­so a dere­chos bási­cos como edu­ca­ción, salud, tra­ba­jo y vivien­da. La mayo­ría de estas muer­tes de tra­ves­tis y trans se vin­cu­lan a enfer­me­da­des evi­ta­bles de las que no mue­ren tem­pra­na­men­te otras poblaciones.

A nivel mun­dial, esta­mos atra­ve­san­do un momen­to iné­di­to pro­duc­to de la pan­de­mia por el Covid-19. Se habla de la nece­si­dad de un cam­bio de social, de soli­da­ri­dad, de colec­ti­vi­zar las tareas de cui­da­dos ‑siem­pre rea­li­za­das por muje­res- y de la impor­tan­cia de pri­vi­le­giar la salud por sobre la economía.

Fren­te a los lími­tes impues­tos por el ais­la­mien­to, ¿cómo repen­sar la fami­lia y los víncu­los, cuan­do el peli­gro se encuen­tra en el hogar? Fren­te a una pan­de­mia, que per­ju­di­ca la eco­no­mía de las per­so­nas, el Gobierno nacio­nal entre­gó sub­si­dios, fre­nó los aumen­tos de los alqui­le­res y prohi­bió la sus­pen­sión de servicios.

Hoy las medi­das de ais­la­mien­to social recru­de­cen la vio­len­cia machis­ta. ¿Por qué aún no se han imple­men­ta­do medi­das urgen­tes para enfren­tar­la? ¿Por qué siem­pre hay algo por delan­te que impor­ta más que fre­nar esta matan­za? ¿Se aumen­tó la par­ti­da pre­su­pues­ta­ria des­ti­na­da a polí­ti­cas de géne­ro? ¿Cómo gene­rar comu­ni­dad, cui­da­dos, aler­tas? ¿Cómo hacer de los hoga­res un lugar seguro? 

La socie­dad será la mis­ma si los pedi­dos de auxi­lio con­ti­núan sin ser oídos. Urge un cam­bio de para­dig­ma. La cru­za­da con­tra la pan­de­mia que ata­ca al mun­do debe librar­se com­ba­tien­do en simul­tá­neo a la vio­len­cia machis­ta que no para de cre­cer: son vidas las que están en ries­go, no se pue­den pen­sar medi­das para enfren­tar la pan­de­mia sin pen­sar medi­das para enfren­tar la vio­len­cia machista. 

La solu­ción no la vamos a encon­trar copian­do ideas impor­ta­das que no res­pon­den a las deman­das de nues­tros terri­to­rios. El “Que­da­te en casa” debe con­tem­plar de mane­ra inte­gral la vio­len­cia machis­ta con acce­so real a la Justicia.

Esa vio­len­cia que des­tru­ye vidas y que no es una pan­de­mia, ni una enfer­me­dad, ni un virus. Es la for­ma más cruel en la que se expre­sa el machis­mo, per­pe­tua­do por el régi­men patriar­cal (y capi­ta­lis­ta) que domi­na a nivel mun­dial.  

Fáti­ma Ace­ve­do había denun­cia­do seis veces a su expa­re­ja, tenía un botón de páni­co y vivía en un cen­tro para víc­ti­mas de vio­len­cia machis­ta. Su femi­ci­dio puso en evi­den­cia que nin­gu­na de estas medi­das alcan­zó para res­guar­dar su vida. Se encon­tra­ba des­apa­re­ci­da des­de el 1 de marzo.

El cuer­po sin vida fue encon­tra­do sie­te días des­pués. Su ex novio, Jor­ge Nico­lás Mar­tí­nez, se encuen­tra con pri­sión pre­ven­ti­va, impu­tado por «homi­ci­dio agra­va­do por el víncu­lo y por mediar vio­len­cia de género». 

Si tene­mos en cuen­ta que el 87% de los femi­ci­dios que se regis­tra­ron en 2019 se come­tie­ron en el hogar, según las últi­mas esta­dís­ti­cas de la Defen­so­ría del Pue­blo de Nación, la cua­ren­te­na en las casas se con­vier­te en una jau­la mortal.

¿Qué medi­da se des­plie­ga para ais­lar a esa mujer, tra­ves­ti, trans de su agre­sor? ¿Por qué no se aís­la al agre­sor? ¿Alcan­za con un lla­ma­do, una denun­cia, un botón de pánico?

Si corre en ries­go nues­tra vida, ¿debe­mos que­dar­nos en casa?

Pre­ve­nir. San­cio­nar. Erra­di­car. Esas son las máxi­mas que la Ley de Pro­tec­ción Inte­gral N° 26.485, y nos pre­gun­ta­mos: ¿en qué eta­pa nos encon­tra­mos como socie­dad? ¿En qué eta­pa se encuen­tra el Esta­do des­de la gene­ra­ción de polí­ti­cas públi­cas? ¿Sigue sien­do tan ínfi­mo ‑como denun­ciá­ba­mos años ante­rio­res- el pre­su­pues­to des­ti­na­do a la lucha? En el Minis­te­rio de las Muje­res, Géne­ro y Diver­si­dad, ¿están todes capa­ci­ta­des para los pues­tos que ocu­pan? ¿En qué con­di­cio­nes tra­ba­jan? ¿Están pudien­do arti­cu­lar recur­sos de for­ma inter-ministerial?

Hace años como perio­dis­tas y comu­ni­ca­do­ras femi­nis­tas y popu­la­res, recla­ma­mos que no se igno­re el asun­to de los femi­ci­dios y la vio­len­cia machis­ta en los medios tra­di­cio­na­les. No esta­mos en ellos y fal­tan nues­tros enfo­ques inte­gra­les, sobre todo los que des­ti­nan argu­men­tos en la pre­ven­ción, en hablar de pro­ble­má­ti­ca social y en la sen­si­bi­li­za­ción más que en el cas­ti­go, que ya está esta­ble­ci­do por nues­tras leyes, códi­gos y sen­ten­cias que sien­tan jurisprudencia.

No pode­mos solo con­tar a las muer­tas ni las horas tras las que vamos a decir «Ni una menos» y com­par­tir en redes socia­les o en minu­tos tele­vi­si­vos una ima­gen y nom­bre que olvi­da­re­mos has­ta que apa­rez­ca uno nue­vo, por­que son his­to­rias de vida. ¿Qui­zá sea por­que deci­mos lo incon­ve­nien­te? ¿O por­que, es obvio, los varo­nes del pri­me time deben correr­se de la hege­mo­nía del tra­ta­mien­to de estos temas también? 

Dejar­nos lle­var por la retó­ri­ca poli­cial pare­ce­ría ale­jar­nos cada vez más de la comu­ni­ca­ción inte­gral de las vio­len­cias machis­tas para el obje­ti­vo de la pre­ven­ción. Pan­de­mia y femi­ci­dios pare­cen ser el mari­da­je per­fec­to. Y mari­da­je, la pala­bra correc­ta para denun­ciar­lo. 

Cuan­do cons­trui­mos decá­lo­gos para el tra­ta­mien­to de las vio­len­cias machis­tas en los medios, reco­men­da­mos que las fuen­tes ofi­cia­les ‑entre las que se encuen­tran orga­nis­mos e ins­ti­tu­cio­nes del Esta­do, el Poder Judi­cial y la Poli­cía- no sean las voces que guíen la cons­truc­ción de nues­tras noti­cias. Sin embar­go hoy, tan­to unos como otros, supie­ron ser lo sufi­cien­te­men­te recep­ti­vos para tomar y absor­ver aque­llo que des­de los femi­nis­mos tene­mos para pro­po­ner para una vida dig­na y sin violencias. 

Si, en cua­ren­te­na, una orga­ni­za­ción femi­nis­ta terri­to­rial deci­de rea­li­zar una con­vo­ca­to­ria con­tra los femi­ci­dios, ¿solo la cali­fi­ca­mos de irres­pon­sa­ble por pro­vo­car a la ley y el orden social y como perio­dis­tas igno­ra­mos esa mani­fes­ta­ción polí­ti­ca de rebel­día en favor de nues­tras vidas? ¿Vamos a igno­rar a esas fuen­tes femi­nis­tas? ¿Aca­so el dere­cho a la pro­tes­ta y la libre expre­sión no es una acti­vi­dad esen­cial? ¿Aca­so debe­mos difun­dir solo fuen­tes oficiales?

¿Pode­mos decir que esta­mos a medio camino si el obje­ti­vo es erra­di­car las vio­len­cias sobre los cuer­pos femi­ni­za­dos? ¿Cómo cons­trui­mos lo que fal­ta si las crí­ti­cas no son posi­bles o solo nos dedi­ca­mos a ser obe­dien­tes, rodea­das de los pri­vi­le­gios a los que aho­ra debe­mos sumar­le el de estar seguras? 

En dife­ren­tes perío­dos his­tó­ri­cos, los femi­nis­mos han demos­tra­do rom­per con las direc­ti­vas de los pode­res, inclu­so den­tro de quie­nes pre­ten­den coman­dar un movi­mien­to de movi­mien­tos, un movi­mien­to de libe­ra­ción… En con­tex­tos de ais­la­mien­tos obli­ga­dos con nues­tros agre­so­res y de pre­sen­cia de las fuer­zas repre­si­vas en las calles, ¿segui­mos cui­dán­do­nos entre noso­tras? ¿Des­de dón­de? ¿Cómo? ¿Son los medios ampli­fi­ca­do­res de esos cuidados?

Las mani­fes­ta­cio­nes que gri­ta­ron «Ni una menos» empo­de­ra­ron nues­tra voz colec­ti­va y eso hoy nos per­mi­te pre­gun­tar­nos: ¿qué tipo de men­sa­jes se están (esta­mos) cons­tru­yen­do para las muje­res, les­bia­nas, bise­xua­les, tra­ves­tis, trans y no bina­ries en este ais­la­mien­to social obli­ga­to­rio y preventivo? 

Des­de el Esta­do, des­de las orga­ni­za­cio­nes socia­les, des­de los femi­nis­mos… Si solo esta­mos pre­sen­tes miran­do ‑como en la TV- cuan­do nos cuen­tan como una víc­ti­ma más; no, NO nos vamos a que­dar en casa. 

Por eso, si corre en ries­go tu vida, no te que­des en tu casa, anda­te a lo de una ami­ga. Y si nos cuen­tan como una más, apa­gá la tele. 

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