Vene­zue­la. Géne­sis de la Unión Cívico-Militar

Por Adán Chá­vez Frías, Resu­men Lati­no­ame­ri­cano, 26 mar­zo 2020

I

Los recuer­dos de nues­tra pri­me­ra vida al lado del
Coman­dan­te Chá­vez siguen hacién­do­se pre­sen­tes en estos días de mar­zo, en medio
de la dura bata­lla que hoy libra el mun­do; una bata­lla que hemos decidido
afron­tar las vene­zo­la­nas y los vene­zo­la­nos con res­pon­sa­bi­li­dad, dis­ci­pli­na y
cons­cien­cia del deber social, como per­ma­nen­te­men­te lo hizo el líder histórico
de la Revo­lu­ción Boli­va­ria­na, des­de los pri­me­ros momen­tos en que comen­zó a
ges­tar­se nues­tro pro­yec­to revolucionario.

Cuan­do en diciem­bre de 1981 Hugo me obse­quió el libro País Por­tá­til, en cuya guar­da como bien
es sabi­do expre­só el com­pro­mi­so de vida que había­mos asu­mi­do para siem­pre, ya
tenía cua­tro años de haber ini­cia­do una de las eta­pas más impor­tan­tes de su
vida, de su for­ma­ción como líder revo­lu­cio­na­rio; de haber comen­za­do a concretar
el pro­yec­to estra­té­gi­co de libe­ra­ción nacio­nal como “un plan de insurrección
cívi­co-mili­tar-reli­gio­so”, que era la tesis fun­da­men­tal del Par­ti­do de la
Revo­lu­ción Vene­zo­la­na (PRV), que lide­ra­ba Dou­glas Bravo.

Esta tesis incluía en sus plan­tea­mien­tos los preceptos
boli­va­ria­nos; y coin­ci­día casi total­men­te con lo que Hugo y otros oficiales
jóve­nes venían deba­tien­do des­de hacía cier­to tiem­po. Por eso, cuan­do le propuse
rea­li­zar el enla­ce con Dou­glas para tra­ba­jar jun­tos en la con­for­ma­ción de un
movi­mien­to cívi­co-mili­tar que impul­sa­ra una revo­lu­ción trans­for­ma­do­ra en el
país, no fue difí­cil poner­nos de acuerdo.

II

Los pri­me­ros días de diciem­bre de 1977,
el enton­ces Sub-Tenien­te Chá­vez fue nom­bra­do ofi­cial de comu­ni­ca­cio­nes en el Batallón
Blin­da­do Bra­vos de Apu­re de Maracay,
capi­tal del esta­do Ara­gua; tras su paso como ofi­cial por el Bata­llón de Cazadores
Manuel Cede­ño de Cuma­ná, en el estado
Sucre, don­de con­for­mó con cua­tro sol­da­dos el Ejér­ci­to de Libe­ra­ción del Pue­blo Vene­zo­lano (ELPV), embrión del Ejér­ci­to Boli­va­riano Revo­lu­cio­na­rio-200 (EBR-200).

Como él mis­mo lo mani­fes­tó, ya andaba
con un hura­cán por den­tro, pen­san­do en que hacer para asu­mir con mayor rigor la
sen­da liber­ta­ria. En esos días escri­bió en su dia­rio de cam­pa­ña: “Viet­nam, uno
y dos Viet­nam en Amé­ri­ca Lati­na. ¡Bolí­var, Che Gue­va­ra, ven­gan!! Regre­sen. Aquí
pue­de ser…esta gue­rra es de años, hay que hacer­lo aun­que me cues­te la vida, no
impor­ta, para eso nací, has­ta cuan­do podré estar así… Me sien­to impotente,
impro­duc­ti­vo, debo pre­pa­rar­me para actuar”.

Y comen­zó a actuar con más decisión,
aun­que no tenía aún obje­ti­vos muy cla­ros. “Yo era un rebel­de sin cau­sa… Lo veo
más como un ges­to qui­jo­tes­co de pro­tes­ta con­tra una situa­ción gene­ral de las
cosas, del país”; le dice a Ramo­net, un tes­ti­mo­nio que está reco­gi­do en el
libro Mi Pri­me­ra Vida. Es en esos
meses cuan­do deci­de defi­ni­ti­va­men­te con­ti­nuar la carre­ra mili­tar y comen­zar un
pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio des­de den­tro de la ins­ti­tu­ción cas­tren­se, ya con la idea
de con­for­mar una alian­za cívi­co-mili­tar. Fue lo que se hizo, has­ta que explotó
la insur­gen­cia del 4F de 1992: tra­ba­jar den­tro del ejér­ci­to, crear en él las
célu­las boli­va­ria­nas, pro­fun­di­zar la rela­ción con orga­ni­za­cio­nes de izquierda;
lo que dio ori­gen defi­ni­ti­va­men­te al Movi­mien­to
Boli­va­riano Revo­lu­cio­na­rio-200
(MBR-200), que nació for­mal­men­te con el
jura­men­to del Samán de Güe­re, en diciem­bre de 1982.

III

Ese diciem­bre de 1977, aprovechando
las vaca­cio­nes de fin de año, nos encon­tra­mos en Bari­nas y una noche,
con­ver­san­do en uno de los sitios uti­li­za­dos enton­ces para la sub­ver­sión, el bar
Noches de Hun­gría, Hugo insis­te en su
deseo de dejar el ejér­ci­to. Aun­que siem­pre ana­li­zá­ba­mos dife­ren­tes temas de la
coyun­tu­ra del país, y a pesar de que yo cono­cía de sus inquie­tu­des políticas,
por dis­ci­pli­na no le había con­ta­do antes todo sobre mi accio­nar polí­ti­co de
aque­llos tiem­pos. Ya tenía por lo menos dos años mili­tan­do en el par­ti­do que
diri­gía Dou­glas Bra­vo, PRV-Rup­tu­ra; lue­go de mi mili­tan­cia en el Movi­mien­to de
Izquier­da Revo­lu­cio­na­ria (MIR).

Una de las líneas estra­té­gi­cas que
dis­cu­tía­mos en esos días, era pre­ci­sa­men­te la nece­si­dad de alcan­zar una
arti­cu­la­ción efec­ti­va con mili­ta­res patrio­tas para la cons­truc­ción de un
movi­mien­to cívi­co-mili­tar, que le die­ra ver­da­de­ras opcio­nes de poder a una
acción insu­rrec­cio­nal, a par­tir de la cual empren­der un pro­ce­so de transformación
autén­ti­ca, que per­mi­tie­ra sacar a Vene­zue­la del neo­co­lo­nia­lis­mo en el que nos
encontrábamos.

Eso fue lo que le plan­tee a Hugo esa
noche. Me ade­lan­te a comen­tar­le, fal­tan­do un poco a la dis­ci­pli­na partidista,
la estra­te­gia dise­ña­da (todo aque­llo era clan­des­tino, por razo­nes obvias); ya
que sen­tí era la úni­ca mane­ra de hacer­lo desis­tir de su empe­ño de dejar el
ejér­ci­to. Por supues­to, le encan­tó la idea, salien­do de allí con nue­vos bríos y
acor­dan­do que yo bus­ca­ría la mane­ra de ace­le­rar el pro­ce­so para él entrar en
con­tac­to con quien los jefes del PRV deci­die­ran; mani­fes­tan­do su dis­po­si­ción de
tra­ba­jar de mane­ra con­jun­ta para con­for­mar un sóli­do movi­mien­to cívico-militar.

Con la idea de que aho­ra si se
podría, Hugo me plan­teó esa noche, lo que había esta­do pen­san­do: ini­ciar una organización
des­de den­tro de la Fuer­za Arma­da, en un momen­to que seña­la­ba era pro­pi­cio, dado
el des­con­ten­to que exis­tía en la joven ofi­cia­li­dad, por la corrup­ción generalizada,
la pér­di­da de iden­ti­dad nacio­nal y, en gene­ral, por los malos gobier­nos de aquellos
años; para lue­go conec­tar esa orga­ni­za­ción mili­tar con los par­ti­dos de
izquier­da y con la cla­se obre­ra progresista.

Al lle­gar a Méri­da, don­de resi­día por
aque­llos años, plan­tee la situa­ción en el seno del par­ti­do; sien­do deci­di­do que
si Hugo esta­ba de acuer­do, se reu­ni­ría direc­ta­men­te con Dou­glas Bra­vo. Así se
hizo, y a par­tir de la deci­sión de quien ter­mi­na­ría con­vir­tién­do­se en el líder
his­tó­ri­co de la Revo­lu­ción Boli­va­ria­na, de con­ti­nuar en el ejér­ci­to venezolano,
como se dijo antes, se ini­ció una eta­pa que lle­vó a la pos­te­rior consolidación
del MBR-200 en la Fuer­za Arma­da, en cone­xión direc­ta con la Direc­ción Nacional
del PRV-Rup­tu­ra; una nue­va eta­pa sin duda para el líder en for­ma­ción, génesis
de la unión cívi­co-mili­tar que hoy cons­ti­tu­ye una de las mayo­res for­ta­le­zas de
nues­tro pro­ce­so revo­lu­cio­na­rio. Como el mis­mo lo con­fe­só a Ramo­net, comen­zó una
doble vida: una en el ejér­ci­to y otra clan­des­ti­na. “Diría que fue una de las
mejo­res eta­pas de mi vida”, seña­ló al refe­rir­se a este perío­do, sobre el cual
segui­re­mos pro­fun­di­zan­do en pró­xi­mos artículos.

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