Argen­ti­na. El jue­go de la pes­te y la vida

La cua­ren­te­na no son vaca­cio­nes, la salud es un dere­cho, los ali­men­tos no pue­den ser un nego­cio, y el coro­na­vi­rus es, tam­bién, una oportunidad 

Por Car­los Saglul  */​Resu­men Latinoamericano/​30 de mar­zo 2020 .-

La cua­ren­te­na se pro­lon­ga y los chis­tes en las redes no dejan de recor­dar la ges­tión de Mau­ri­cio Macri. “San Alber­to, San Alber­to menos mal que estas vos y no el mamer­to”. Tam­bién hay comen­ta­rios que hacen refe­ren­cia a los hos­pi­ta­les casi ter­mi­na­dos por el gobierno pero­nis­ta que el macris­mo clau­su­ró o dejó van­da­li­zar y hoy se recons­tru­yen a paso ace­le­ra­do por la pan­de­mia. Las vacu­nas ven­ci­das aban­do­na­das en la adua­na, el mate­rial sani­ta­rio arro­ja­do como basu­ra en depó­si­tos, hos­pi­ta­les móvi­les pues­tos a la intem­pe­rie jun­to a ambu­lan­cias, algu­nas sin usar. No es chis­te, la des­truc­ción de la salud públi­ca, el mal­tra­to del per­so­nal, los bajos suel­dos, cien­tí­fi­cos y pro­fe­sio­na­les que aban­do­na­ron el país. La des­truc­ción del Esta­do son más que las andan­zas de un “mamer­to”.

La pes­te, cosa de negros

Es peli­gro­so que lo suce­di­do que­de cen­tra­do en la figu­ra del ex pre­si­den­te. El inge­nie­ro Macri no se dife­ren­cia, ni siquie­ra en el pron­tua­rio, de su cole­ga chi­leno Sebas­tián Piñe­ra, que apro­ve­chó la pan­de­mia para orde­nar el Esta­do de Sitio y con­te­ner las movi­li­za­cio­nes que piden su renun­cia; o de Jair Bol­so­na­ro, quien habla de “gri­pe­ci­ta” y son los nar­cos los que impo­nen la cua­ren­te­na en las fave­las. Has­ta los cri­mi­na­les entien­den el geno­ci­dio que sig­ni­fi­ca el Esta­do ausente.

Macri es un cadá­ver polí­ti­co pero no sig­ni­fi­ca que el neo­li­be­ra­lis­mo corra la mis­ma suerte.

Lo peor de la pan­de­mia aún no ha lle­ga­do. El medio pelo pien­sa que es “cosa de negros”. Hace cara­va­nas en la ruta rum­bo a la pla­ya “apro­ve­chan­do que no se tra­ba­ja”. Va a bus­car a la sir­vien­ta que se ple­gó a la cua­ren­te­na e inten­ta intro­du­cir­la en el country ‑bur­lan­do a la poli­cía- escon­di­da en el baúl del coche, como paso en Tan­dil. Imi­tan a los que sí tie­nen gui­ta, que sin enro­je­cer se pre­sen­tan ante la Jus­ti­cia para soli­ci­tar le dejen pasar la cua­ren­te­na en su casa de fin de sema­na en Pun­ta del Este.

Están con­ven­ci­dos, como Bol­so­na­ro, que “habrá algu­nos muer­tos”, pero no serán ellos.

El neo­li­be­ra­lis­mo es más que un alto fun­cio­na­rio medio­cre títe­re por el poder eco­nó­mi­co. Es una cul­tu­ra que se estre­lla con­tra la con­tun­den­cia igua­li­ta­ria de la muer­te. Segu­ro que quie­nes duer­men en la calle tie­nen más ries­gos de con­ta­gio que Gus­ta­vo Nar­de­lli, el due­ño de Vicen­tin que, sos­pe­cha­do de esquil­mar a todos los argen­ti­nos por millo­nes de dóla­res, fue dete­ni­do ‑obvio, no por eso‑, por vio­lar la cua­ren­te­na dan­do una vuel­ta en su yate.

El bicho de la pes­te es muy anda­dor, y se mete en todas par­tes, no hace dife­ren­cias sociales.

Res­pi­rar y recordar

La pan­de­mia comien­za a evi­den­ciar su derro­ta solo cuan­do pier­de la pul­sea­da con el sis­te­ma de salud públi­ca, la cons­truc­ción soli­da­ria. Esto reva­lo­ri­zó el papel del Esta­do aún entre lo más reaccionarios.

Los eco­no­mis­tas de la tele­vi­sión y su libre­to apo­li­lla­do de achi­car al Esta­do de pron­to, des­apa­re­cie­ron. El pre­si­den­te Alber­to Fer­nán­dez pue­de decir, sin cau­sar gri­tos de terror en la dere­cha, que por cin­co años no hay un man­go para pagar la deu­da externa.

La tra­ge­dia glo­bal es tam­bién una opor­tu­ni­dad. Es com­pli­ca­do exal­tar el egoís­mo extre­mo como vir­tud con la esce­no­gra­fía de los camio­nes del ejér­ci­to ita­liano trans­por­tan­do cuer­pos sin iden­ti­fi­car por fal­ta de tiempo.

Quie­nes votan a los Macri y los Bol­so­na­ro, afi­lia­dos a la mejor obra social pri­va­da y pro­tes­tan por tener que pagar el sis­te­ma públi­co de salud, debe­rían siquie­ra ima­gi­nar la expe­rien­cia de morir aho­ga­dos en un hos­pi­tal públi­co por la ausen­cia de un sim­ple res­pi­ra­dor arti­fi­cial. En “La Pes­te”, Albert Camus escri­bió “todo lo que el hom­bre pue­de ganar en el jue­go de la Vida y la Pes­te, es el cono­ci­mien­to y el recuer­do”. Una vez más, como des­pués de la dic­ta­du­ra, del 2001, ese es el desa­fío de los sobrevivientes.

*Fuen­te: Canal Abierto

Itu­rria /​Fuen­te

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