Alto y cla­ro, que no hay miedo

Aun­que a quie­nes se aso­men por Face­book y se dejen arras­trar por la ciber­po­li­cía cen­so­ra, pres­ta a ata­car en jau­ría cual­quier pos­tu­ra que se atre­va a defi­nir­se cla­ra­men­te en defen­sa de la Revo­lu­ción cuba­na, les pue­da dar la impre­sión de que somos pocos en en las redes los dis­pues­tos a decir cosas como las que se afir­man en estos dos tex­tos, maña­na mis­mo se verá que somos millo­nes los cuba­nos polí­ti­ca­men­te inco­rrec­tos que sus­cri­bi­mos estos dos posts. Esta­re­mos por las calles de Cuba, dicien­do: «Patria o muer­te. Viva el Pri­me­ro de Mayo».

Las pun­tas de la culebra
Rafael Cruz Ramos

Hay quie­nes están dis­pues­tos a decir con su nom­bre y sus dos ape­lli­dos, con su direc­ción y sus ojos, con su cara y su bada­jo en ries­go: yo apo­yo a Fidel, a Raúl, a la Revo­lu­ción socia­lis­ta, soy antim­pe­ria­lis­ta y que sal­ga el sol por don­de salga.

Hay otros que tapan sus infi­de­li­da­des, mien­tras escri­ben cró­ni­cas a la liber­tad, gen­te que espe­ra a ver que va a pasar, y se hacen con sus dis­cur­sos bien inten­cio­na­dos, de una puer­ta tra­se­ra para cuan­do “la revo­lu­ción se ven­ga aba­jo”, mien­tras cobran sus crí­ti­cas en una mone­da tan dura como sus juicios.

Hay quien levan­ta el libri­to rojo con la mis­ma dig­ni­dad que Maia­kos­ki, sabe que por eso no le otor­ga­rán visa, y has­ta pue­de ser que lo ano­ten en las lis­tas de los exclui­bles, Y si “esto se cae” lo pue­den ir a sacar de su casa con los recién estre­na­dos agen­tes poli­cia­les según el anun­cio de “3 días de libert­dad para matar”. Pero no le importa.

Hay otros que jue­gan a las más­ca­ras o a tocar­les los hue­vos al tigre sabien­do de ante­mano es fuer­te pero no ase­sino. No corren otro ries­go que la mira­da tor­va de un pai­sano, al que se le pue­de acu­sar sin repa­ro de “buró­cra­ta, ancla­do en el pasa­do, que no quie­re evo­lu­cio­nar” y muchos insul­tos de moda.

Hay quien se va a ir al des­fi­le del pri­me­ro de mayo con el cora­zón abier­to, con el retra­to de Fidel, con una ban­de­ra y no con dos. Ese regre­sa­rá en la gua­gua de la calle, la de todos, toma­rá el ron que pue­de y ter­mi­na­rá el día hacien­do el amor con alguien que no le cobra­rá el sexo, ni sue­ña con “irse pal cara­jo de este país”.

Ese no ten­drá un guion en el cine inde­pen­dien­te, ni en el depen­dien­te, por­que su coti­diano heroís­mo no pare­ce tener tele­ge­nio, a ese no le harán cró­ni­cas en On Cuba, ni le paga­rán via­je­ci­tos para que prue­be los uri­na­rios elec­tró­ni­cos de Europa.

Todos los extre­mis­tas son opor­tu­nis­tas. Y todos los opor­tu­nis­tas ayu­dan al retorno del pasa­do, unos por após­ta­tas, otros por sec­ta­rios y muchos por ambas cua­li­da­des. Son las pun­tas de una mis­ma cule­bra. No impor­ta si es uno que secues­tró la Revo­lu­ción para sí y repar­te acu­sa­cio­nes de pro­ble­mas ideo­ló­gi­cos a todo lo que se mue­va, o si es en cam­bio uno de esos que se da gol­pes en el pecho, des­ga­rran­do sus ves­ti­du­ras como izquier­dis­ta y por igual, repar­te acu­sa­cio­nes de ofi­cia­lis­tas a todo el que no aplau­da su bri­llan­te verbo.

Hay quien está dis­pues­to a seguir con la boi­na ver­de oli­vo, sin mie­do al futu­ro, luchan­do por el futuro

Esos son los impresindibles

De los otros ¡Que Dios nos pro­te­ja! (Toma­do de Tur­qui­nau­ta)

Por la suer­te de vivir en esta Isla

Rey Mon­tal­vo*La pri­me­ra vez que des­fi­lé un Pri­me­ro de Mayo no tenía con­cien­cia de la sig­ni­fi­ca­ción del momen­to. A los cua­tro años de edad iba sobre los hom­bros de mi padre con una cin­ta en la cabe­za que decía «¡Patria o muer­te»! Guar­do la foto, que sir­vió de por­ta­da para la noti­cia del perió­di­co Girón de mi provincia.

Cre­cí, como muchos pio­ne­ros, entre ban­de­ras y con­sig­nas revo­lu­cio­na­rias. Cuan­do ingre­sé en la Uni­ver­si­dad de La Haba­na, en la carre­ra de Socio­lo­gía, me alis­té como el pri­me­ro para el ómni­bus que nos lle­va­ría des­de la beca has­ta una de las arte­rias cer­ca­nas a Paseo, don­de for­ma­mos un blo­que com­pac­to para tran­si­tar fren­te a la Pla­za de la Revo­lu­ción y el Mar­tí vigi­lan­te des­de la altura.

No había vis­to tan­tas per­so­nas reu­ni­das, feli­ces en una demos­tra­ción de res­pe­to y admi­ra­ción al pro­ce­so cubano. Por­que des­fi­lar el Día de los Tra­ba­ja­do­res en Cuba es una fies­ta con efer­ves­cen­cia máxi­ma; es cele­bra­ción de dere­chos. A uno le late el cora­zón en el pecho como si fue­ra a esta­llar­le, y pisa fuer­te el pavi­men­to para estre­me­cer­lo, y qui­sie­ra que el eco se expan­die­ra por las venas de la tie­rra has­ta los obre­ros del mun­do que no pue­den mar­char por­que no tie­nen voz ni tiempo.

En cin­co años de uni­ver­si­dad no fal­té al gri­to de «ade­lan­te». No me movía la iner­cia ni iba car­ga­do de con­sig­nas frí­vo­las. Era la opor­tu­ni­dad que me daba el país como estu­dian­te, tam­bién, para no fal­tar a mi deber de patriota.

Ten­go 26 años y no ejer­zo la Socio­lo­gía. Regre­sé a Matan­zas, mi ciu­dad, para seguir apren­dien­do a ser tro­va­dor, por­que es lo que me apa­sio­na. Soy miem­bro de una Aso­cia­ción que defien­de a los jóve­nes artis­tas, per­te­nez­co al catá­lo­go de una empre­sa de músi­cos. Ten­go un espa­cio sis­te­má­ti­co para mos­trar mi obra al públi­co, mi pri­me­ra pro­duc­ción fono­grá­fi­ca licen­cia­da con una dis­que­ra y nomi­na­da en un fes­ti­val, dos can­cio­ne­ros y varias ins­ti­tu­cio­nes cul­tu­ra­les que apo­yan el desa­rro­llo de mi carre­ra. Todo ello es resul­ta­do de la suer­te que ten­go de vivir en Cuba.

No hay que hablar de los que van con­tra­co­rrien­te. A la buro­cra­cia, la tri­via­li­dad, la insen­sa­tez, la desidia y el irres­pe­to de algu­nos, los aplas­ta la bota gigan­te y pesa­da de la his­to­ria, que nun­ca per­do­na a los irresponsables.

Cada Pri­me­ro de Mayo sigo en la mar­cha por­que me ener­gi­za. Voy en cual­quier blo­que, al lado del pri­mer tra­ba­ja­dor que sepa hones­to; que ten­ga las manos enca­lle­ci­das y los ojos trans­pa­ren­tes; que todos los días sien­ta amor por su ban­de­ra y así lo demues­tren no sus pala­bras, sino sus actos.

Como es lógi­co, nun­ca más he vis­to aque­lla cin­ta que até en mi cabe­za el Pri­me­ro de Mayo de 1993; tan­tos años des­pués, ya con ple­na con­cien­cia, toda­vía encuen­tro un sitio don­de col­gar­me la fra­se «Patria o muer­te. Viva el Pri­me­ro de Mayo».

*Tro­va­dor y soció­lo­go matancero

(Toma­do de Juven­tud rebel­de)

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