En la provincia Comunera, en el centro de Santander, se encuentra Simacota, un pequeño poblado, en donde el Ejército de Liberación Nacional (ELN) apareció públicamente, por primera vez el 7 de enero de 1965.
Allí los primeros elenos, los fundadores del ELN, se tomaron a plomo el puesto de policía y combatieron con los refuerzos, que el batallón del ejército del gobierno, envió desde la vecina ciudad de El Socorro.
En Bogotá comenzaron a llamar a ésta, como “la guerrilla de Simacota”, para diferenciarla de las guerrillas del sur del país, las que resistían una feroz arremetida militar en su contra, desde hacía más de 7 meses. Es en ésta resistencia en el sur de Colombia, que nacieron las FARC.
Muchos vieron el ataque de Simacota, como un hecho solidario con las guerrillas del sur y en realidad así lo fue, pero en esencia el surgimiento del ELN fue sobretodo un grito rebelde por la liberación nacional y social, de unos guerreros, que veían en la lucha armada revolucionaria, un camino, para que el pueblo tenga el poder y pueda hacer realidad sus sueños de dignidad para las mayorías nacionales.
Meses después comenzó a circular de mano en mano, por toda Colombia, una hoja escrita a máquina, conocida como el Programa de Simacota, en el que se decía por cuáles cambios lucha el ELN. Éste programa de 12 puntos, dice así:
1 Instaurar un gobierno democrático popular.
2 Hacer una revolución agraria.
3 Desarrollo económico, basado en la industria nacional, que beneficie al pueblo y al interés colectivo.
4 Reforma urbana y plan de vivienda popular.
5 Crear un sistema popular de crédito.
6 Organizar un plan nacional de salud pública.
7 Elaborar un plan vial y de transporte.
8 Reforma educacional y fomento de la cultura nacional.
9 Respeto a los pueblos indígenas y articulación a la vida nacional.
10 Libertad de pensamiento, de culto y superación de las discriminaciones.
11 Política exterior independiente y defensa de la paz mundial.
12 Formar un ejército popular permanente, que defienda los intereses patrióticos y no sea instrumento de represión contra ningún pueblo del mundo.
Como puede verse, los propósitos que dieron lugar a nuestro alzamiento en armas, siguen vigentes. Prueba de ello es la aguda crisis que hoy sufre Colombia, 50 años después de haber nacido las guerrillas de las FARC y el ELN.
Nos lo enseñó Camilo, el cura guerrillero, que la solución está en que las mayorías tengan el poder, para que puedan hacer realidad sus sueños de dignidad humana e independencia nacional. Y es la minoría dominante, la que debe decidir, de qué forma le entrega el poder, si a las buenas o a las malas.
La virtud de los revolucionarios es estar siempre junto al pueblo y al servicio de sus intereses históricos, en esta tarea hemos estado las guerrillas, durante medio siglo, y estamos dispuestos a estarlo, todo el tiempo que sea necesario.
Nuestra labor es mantener vivo el sueño de cambio dentro del pueblo y animar sus esperanzas de liberación, a ello dedicamos la vida, en una entrega total, que es necesaria para avanzar tras objetivos tan nobles, como grandes.